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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo 24. Nunca llueve a gusto de todos...


         Esta mañana me levanté como un rayo. Lo hice así porque anoche Karima y yo nos acostamos temprano, vamos, si se puede decir que las 23:30 es temprano. Nos hemos pasado media hora de lo que nos marcamos, pero algo es algo. Quizás esta noche lo consigamos. Solo esa media hora más de sueño hace que por la mañana esté menos cansado... lo que son las cosas.

         Hoy Lucas nos recuerda la importancia del abajamiento de Dios. Recalca que Jesús no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores. “No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos”. (Lc. 5, 31-32). Es un gran consuelo para nosotros esto, porque es la forma que Jesús tiene de decirnos que está con nosotros, contigo y conmigo, en Europa y en África... en el mundo entero.

         Después de la misa nos vamos Karima y yo a la cafetería. Habíamos hecho café en casa, pero luego nos acordamos de que si lo tomamos no podremos conectarnos a internet, o si lo hacemos, tendremos que volver a tomarlo para poder disfrutar de la conexión. Nos encaminamos hacia allá y cada cual hace sus tareas hasta que a Karima le dicen que se tiene que ir con el carromato que lleva los sacos de arroz a Antanimora. No sé si lo recuerdas, pero hablé de él en los primeros capítulos: el Fórmula 1.

         Ella se va y yo me quedo disfrutando de nuevo de todas las fotos de los niños que hicimos ayer mientas las publico para vosotros.

         Hoy estoy contento porque acabo por contestar a todos y cada uno de los mensajes pendientes, además de subir el 23. Entre los mensajes que tengo, tengo uno muy curioso de una amiga y colaboradora que me hace una pregunta interesante cuanto menos. El otro día me preguntó otra amiga acerca de cómo se gestiona la recogida de basuras aquí, pues bien, la pregunta de hoy es la siguiente: ¿existen cárceles de niñas en Madagascar?.

         Claro, como nosotros estamos trabajando en una cárcel infantil donde solo hay niños, sería injusto si a las niñas no les hiciésemos caso. Buena pregunta... Contestaré conforme a mis averiguaciones. A mi amiga ya le contesté, pero para que todos lo sepan:

         Resulta que aquí la mayoría de los delitos infantiles, por no decir la casi totalidad, son robos y violaciones. Lógicamente, las violaciones son siempre a cargo de los varones, con lo que solo queda un delito por el que se podría condenar a una niña: el robo. Sin embargo, como todos saben, las mujeres suelen tener un corazón más puro y menos dañino que el del hombre. En ellas hay más amor y menos egoismo, imagino que por su naturaleza maternal... no sé. El caso es que Madagascar es la prueba viva de lo que digo, ya que no existen cárceles de niñas porque las niñas no delinquen. Existen cárceles de hombres, de mujeres y de niños, pero no de niñas. Esto responde a que están bastante protegidas por su familia, ya que en los países donde no hay un desarrollo social medianamente elevado, las violaciones son el pan nuestro de cada día. Las niñas se recogen temprano en casa, y creo que a eso de las siete o las ocho ya no se ve ninguna por las calles. Por este motivo, las niñas (o la gran mayoría) está en casa pronto mientras que los niños son los reyes de la calle, y esto termina generalmente en actos de delincuencia que pagan en la prisión. Lo queramos o no, los grandes problemas de la humanidad han sido causados por el hombre... ¿por qué?... que nos lo cuente un sociólogo o un antropólogo, pero no hay más que mirar los libros de historia para darse cuenta de ello. Por otro lado, los avances tecnológicos (por si alguno se siente ofendido) puede que también se hayan dado gracias a los hombres, pero os aseguro que preferiría vivir en un mundo más justo y menos avanzado tecnológicamente. Espero haber resuelto la duda de mi amiga y la vuestra, si es que lo habíais pensado ya. 

Bueno, sigo contando. Cuando termino es pronto, así que quiero acercarme al aeropuerto a cambiar algo de dinero. Había visto que el cambio ha subido 130 Ariarys por cada euro y quería aprovechar el momento, sin embargo, cuando llego me doy cuenta de que no es así. La compra de euros está a 3.030 Ar, mientras que la venta está a 2.900. Vamos, que no ha cambiado ni un céntimo desde la última vez.

         De regreso a casa está Irenée haciendo su comida y me ofrece algo que, al parecer, es belga. Como tengo previsto ya desde antes de venir acabar el jamón de york para que no se ponga malo, se lo agradezco pero lo dejo para otra ocasión. Después de comer descanso un rato en la cama, pero como no tengo sueño me pongo a leer un libro muy interesante que tengo entre manos. Es una Intruducción al Antiguo Testamento de Werner H. Schmidt, y es bastante bueno. Me acuerdo de mis compañeros de Santa Clara y del curso de Biblia que estamos dando y que ahora hemos tenido que interrumpir. Es un tema bastante interesante este de conocer un poco la Biblia, y son muchos los que meten la pata hasta las nalgas a diario cuando hablan sin saber de cosas que ellos creen que dice la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento. Es una pena que se pueda opinar de todo sin saber de nada y que haya tanta discordia generada por una ignorancia bíblica. Con lo poco que cuesta informarse de ello, igual que lo hacemos con el fútbol, la política o las novelas de ficción... estas últimas las devoramos, una tras otra, y sin embargo algo tan trascendental para el hombre lo hemos dejado en segundo plano. Qué le vamos a hacer... allá cada cual con su escala de valores.       

         Mientras estoy metido de lleno en la lectura, me sobresalta un ruido que poco a poco va aumentando, hasta hacerse casi ensordecedor. Es la lluvia sobre los tejados de calamina. Los tejados de Perú eran iguales, y esto responde a motivos económicos, ya que son los más baratos. Lo malo es que en verano son planchas donde se podrían asar sardinas y en invierno hacen un ruido increíble con la lluvia y con el viento. Me acuerdo de una canción de “Los Sabandeños”, amigos míos con los que he tenido el gusto de compartir algunas veladas muy buenas, sobre todo en mi época de universitario. La canción se llama “Techos de cartón” y te recomiendo escucharla. Aquí yo le cambiaría el título por “Techos de calamina”.

           Te la dejo aquí para que la escuches si quieres:


          Dice Mario Benedetti:

“Cae, cae la lluvia.
Viene, viene el sufrimiento.
Pero, si la lluvia pasa,
¿cuando pasa el sufrimiento?,
¿cuándo viene la esperanza?”

         Eso digo yo, ¿cuándo viene la esperanza?... Nos hace falta tener un poco más de esperanza... 

Mis vecinos y su tejado de calamina
Cae, cae la lluvia...
Sobre los techos de calamina
En la foto no se aprecia la fuerza de la tormenta
  Y de pronto me veo envuelto en tal tormenta que casi da miedo. Empieza a llover muy fuerte, tanto que empieza a entrar agua en la casa, por la puerta y por las ventanas, incluso por el techo. Empieza a caer un chorro de agua justo encima del contador general de la luz, así que tengo que buscar algo para evitar que se moje. No hay nada en casa, pero finalmente encuentro la tapa del bidón del cuarto de baño donde recogemos agua por la noche para todo el día, y funciona perfectamente. Menos mal que estuve rápido, porque no sé qué habría pasado si se moja bien.

         Veo por el balcón a una pobre chica y su hermano que están achicando agua del patio de casa. Les está entrando por la puerta y están con tablas y con los recogedores de los de barrer intentando desviar el agua hacia la calle, donde corre un río de agua marrón que se vuelve rojizo al deshacerse el montón de tierra arcillosa que nuestro vecino acumuló para hacer el pozo ciego del que os hablé hace días. Aunque no os lo creáis, la montaña de arena ha desaparecido por completo, disuelta en el agua y corriendo calle abajo. Imagino que en algún sitio más abajo se ha acumulado la montaña, y pienso en la suerte de mi vecino que ya no tendrá que sacar toda la tierra a cubos fuera de la plaza. Por otro lado veo a otra vecina que sale presta a la calle, barreños en mano, a lavar la ropa con el agua de lluvia. Ella, igual que los niños achicando agua de su patio, se cala hasta los huesos, pero está lavando toda la ropa de una vez. Tiene una colada grande que está dejando impecable con el inagotable grifo del cielo que Dios ha abierto. La tormenta dura casi dos horas y, comparando a los niños con la lavandera compruebo que “nunca llueve a gusto de todos”... y vaya si es verdad esto. Lo que para unos es una bendición, para otros es un castigo.

Para unos es una bendición...
...para otros no tanto.
         Cuando deja de llover nos hace una visita David, que viene en moto, y por lo tanto, empapado. La visita es un tanto peculiar porque se queda en calzoncillos mientras está en casa. Cuando se va llega Eve con Erika (que es un chico) porque es sábado y los hemos invitado a cenar. De camino a casa, Remy y Karima han comprado en el “Litle price”, que no sé porqué tiene ese nombre cuando es el sitio más caro de Madagascar, y ya en casa nos ponemos a hacer la cena mientras escuchamos música de un pedazo de grupo que os recomiendo, se llaman “Hey Folks!” y son de la tierra de Extremadura. Me han dicho que su música es muy buena... ya me lo dirás tú.

         Y con la velada nocturna pasada por agua, porque sigue lloviendo, cenamos todos en compañía mientras compartimos las experiencias de los que trabajan y de los que no trabajamos, aunque hoy me han dado una buena noticia, y es que el próximo martes comenzarán las obras. No será en la prisión, sino en el Centro de reeducación, pero me da igual. Lo importante es comenzar a hacer algo. Me acuerdo de la frase de cabecera de este blog, la que dijo Francisco...
Los comensales
         La cena resulta muy agradable. Yo hago una gran ensalada mientras Karima se encarga de hacer el plato tunecino del otro día. Todo está buenísimo, especialmente la ensalada, jeje...

Irenée y Erika
         Cuando acabamos nos tomamos unas cervecitas, que para eso es sábado. Algunos prefieren un poco de ron. Hablamos de todo un poco, y compruebo que mis progresos de francés siguen en aumento. Cada vez necesito menos traducciones, aunque necesito que hablen lento y eso a veces no es posible.

         Cuando se van los últimos, Eve y Erika, recogemos todo y nos vamos a acostar, aunque mañana no sé si podré madrugar. Lo bueno de su visita, aparte de la visita misma, es que han traído un montón de cosas necesarias para la casa: cacerolas, cucharas de madera, una tabla de cocinar, dos papeleras y una alfombra para la ducha... Yo estoy muy contento porque ahora podremos cocinar a gusto.
El esperado menaje de cocina
     Luego me dicen que la misa de los domingos es a las 8:30, así que me voy a la cama con una pícara sonrisa dibujada en la boca... voy a dormir un ratito más. Y así acaba este sábado, pasado por agua, pero ya sabes: ¡nunca llueve a gusto de todos!

         Un abrazo y ¡hasta mañana!       

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