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Asómate a la ventana y mira, escucha, habla...y comparte conmigo tus impresiones.

"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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lunes, 29 de julio de 2019

Kenia 2019. Capítulo 8. The End

Aunque el material de los invernaderos llegó tarde, nos ha dado tiempo de terminarlos. Para ello hemos tenido que doblar el personal de trabajo y, además, trabajar el domingo, pero el resultado ha merecido la pena porque el mismo domingo por la tarde se acabaron los trabajos.

La estructura


Mientras el herrero estaba haciendo los soportes para los tanques de agua y las escaleras para poder subir a los tanques, el resto de la gente estaba transportando el material a pie de obra, haciendo las cimentaciones de los postes y comenzando a cementar los anclajes de los tirantes. Después, todo era pan comido, porque el invernadero es como una especie de rompecabezas, como un mueble de esos que montas tú solo con un sencillo folleto explicativo. Solo hay que seguir los pasos y, ahí está, un invernadero totalmente terminado y listo para funcionar.

El herrero haciendo los soportes de los tanques de agua
Pero lo peor de todo no eran las prisas, ni tampoco el hecho de tener que trabajar en domingo. Ni siquiera lo era la incertidumbre de tener que volver a España sin haber terminado el trabajo. Lo peor de todo era que los niños de St. Mary´s se van de vacaciones a finales de julio y no vuelven hasta septiembre, dejándonos solos el último fin de semana y adelantando las despedidas un par de días. Lo normal habría sido que yo me hubiera despedido de ellos, pero ha sido al revés, pues han sido ellos los que se han ido dejándome en el centro trabajando el fin de semana. Y como era de esperar, las despedidas han sido un poco tristes. Los niños se iban y me  iban abrazando uno a uno, razón de más para hacerme más complicado el fin de semana. Yo sé que, si Dios quiere, volveremos a vernos, pero eso no resta un ápice al hecho de que una despedida es siempre una despedida.

En fin, sea como sea, el trabajo está terminado y, un año más, podemos decir que la misión ha sido un éxito, aunque esta vez no ha estado exenta de contratiempos. Al final, Dios no nos desampara cuando más lo necesitamos, y como estos niños son sus preferidos, no podía menos que echarnos una mano. Y así lo hizo, aunque apurando hasta el último minuto.

Dando los últimos retoques


Todo está correcto
Nada más sobrecogedor que ver a ciento cincuenta niños rezando un Padrenuestro en Swajili, con los ojos cerrados y las manos (los que pueden) hacia el cielo. ¿Cómo no podría Dios escuchar esas plegarias? A veces pensamos que somos unos afortunados por haber nacido en familias más o menos acomodadas y en países desarrollados, con todos los miembros y gozando de buena salud, con oportunidades de futuro y capacidad de mejorar nuestra vida. Sin embargo, cuando uno se mete en lo más profundo de la raza humana, en el corazón de la África más salvaje, y se topa de lleno con la realidad que aquí se vive, se da cuenta no solo de que se puede ser feliz sin piernas, sino también de que somos unos ingenuos al pensar que esta vida es el final de nuestro viaje. Yo estoy convencido de que estos niños son mucho más afortunados que nosotros, los enteros, los cuerdos y los pudientes, los que gozamos de buena salud, dinero, fama y autoestima. Ellos nos llevan la delantera, porque el viaje comienza cuando la mayoría cree que acaba, y entonces ellos, los preferidos de Dios, comprenderán (y nosotros también) que quizás los males de este mundo sean en realidad bienes, y los bienes, males. No sé, quizás deberíamos pensar en eso y buscar menos la gloria y más la desinstalación y la salida de nuestras fronteras existenciales.

Gracias por vuestro seguimiento durante esta nueva aventura. 

jueves, 25 de julio de 2019

Kenia 2019. Capítulo 7. Recta final.


El año pasado tuvimos menos problemas que este. Antes de llegar aquí todo estaba hablado y preparado para empezar nada más llegar. Este año no han estado tan espabilados y se nos ha echado el tiempo encima. No pasa nada porque vamos bien de tiempo, pero mientras el año pasado fuimos relajados, este año tenemos que actuar ya contra reloj.

Ya hemos pagado en Nairobi el material de los invernaderos. Nos dijeron que lo enviarían el lunes día 22, por lo que podríamos comenzar a trabajar el martes, 23 o miércoles, 24. A partir del jueves tenemos cinco días para dejarlo terminado antes de irme. En realidad son cuatro días, porque si mi avión sale el 30 a las 4:30 de la madrugada, tendré que irme a Nairobi el lunes, día 29, por la tarde. Forzados vamos a ir, sobre todo teniendo en cuenta que por medio hay un domingo.  

Con respecto a las máquinas del centro de fisioterapia la cosa es distinta. Una vez que tenemos el presupuesto de todas, solo hay que echar los cálculos para saber hasta dónde llegamos y, si no llegamos a todas, decidir cuáles son las más urgentes. De momento, hemos comprado dos: la lámpara de rayos infrarrojos y la máquina de hacer masajes en los brazos. Eso que hemos adelantado. Echadas las cuentas, vemos que habrá también suficiente para la cama elástica, la cual sirve para fortalecer huesos y músculos, y el hammock, que sirve para trabajar el centro de equilibrio en el oído interno de los niños. Todo el dinero restante lo hemos destinado a comprar sillas de ruedas, puesto que nos han transmitido desde la dirección del centro que es lo que más falta hace y lo que más se estropea. Por eso hemos cambiado de planes a última hora y, en lugar de comprar una costosa máquina llamada “hidrocollator”, que sirve para calentar almohadillas de agua, hemos decidido invertir ese dinero en algo más práctico. Y con lo que disponemos, tenemos para, nada más y nada menos, que un total de quince sillas. Hemos esperado mucho tiempo, pero al final ha merecido la pena.

Esta y catorce mas

Masajeador eléctrico

Para el oído medio, para el equilibrio

Para fortalecer los músculos y los huesos

Lámpara de rayos infrarrojos

El kit completo
Y las catorce sillas restantes
El miércoles 24 de julio tuvimos la misa de inauguración de todo el material, exceptuando el del invernadero, que finalmente va a llegar el jueves 25. En la misa se bendicen todos los artículos que hemos comprado para el centro de fisioterapia y tenemos un bonito día con los niños del centro, jugando y compartiendo con ellos una soleada mañana. Celebrada la misa, ellos nos hacen su particular demostración de lo bien que cantan y bailan, como agradecimiento por nuestra visita. Me ponen unas túnicas típicas del lugar y me meten en el centro de un corro, bailando alrededor mío, algo que me produce un poco de vergüenza, por lo que deseo que acabe pronto ese homenaje. Finalmente, me entregan un regalo en un bonito envoltorio, el cual contiene café y nueces de macadamia.  

Celebración de eucaristía de despedida

Bendición de los equipos

Mi regalo sorpresa

Y su puesta en escena
La mañana del jueves 25 me acerco de nuevo al centro porque aquí el curso acaba en julio. Es distinto que en Euopa. Ellos comienzan el curso en enero, con el comienzo del año, y cada trimestre tienen un mes de vacaciones, en lugar de concentrarlas todas juntas como hacemos nosotros en verano. Así, en julio acaban el curso, tienen el mes de agosto libre y regresan en septiembre para afrontar el último trimestre. Me despido de muchos de los niños, que ya se van, pues sus padres vienen de lejos a por ellos. Los que no tienen padres se quedan aquí, lo cual me produce mucha pena.
Después de las despedidas, me doy un paseo hasta el mercado. Aquí ya me conocen todos. Al pasar, me dicen “mzungu”, que significa “el hombre blanco”, y parece que me he quedado ya con ese nombre. Quién sabe si, a partir de ahora, seré el peregrino mzungurrino.

En fin, lo más importante, que era dejar todo listo para comenzar, ya está hecho. Quizás no dé tiempo a terminar antes de irme, pero al menos sí lo comenzaremos. Acabar será cosa de ellos, pero lo importante es que la misión esta “casi” cumplida. Seguiremos informando en el próximo capítulo, que será el último.     

viernes, 19 de julio de 2019

Kenia 2019. Capitulo 6. Decisiones finales


Siendo esta la segunda semana de mi estancia aquí, lo ideal habría sido estar ya trabajando en la construcción del invernadero. Sin embargo, aquí seguimos, esperando a que los bancos de España y de Kenia se pongan de acuerdo para que nosotros podamos comprar el material y comenzar el trabajo. Suele ocurrir que, para que los de abajo podamos mover un dedo, los de arriba tienen que llevarse una buena tajada. La transferencia es de 620.000 Ksh, lo que vienen a ser unos 5.500,00 €, pero nuestro banco se queda con casi veinticuatro euros por la transferencia, mientras que el de Kenia, ni corto ni perezoso, araña ochenta euros más. Vamos, que más de cien euros de este montante solidario van para pagar las cuotas del sistema bancario que, bien es cierto, y también hay que decirlo, posibilita que podamos trabajar aquí sin tener que venir con diez mil euros en el bolsillo.

Poca grasa tiene esto...
El lunes fui al mercado y compré algo para comer, sobre todo verdura, puesto que no soy capaz de encontrar ninguna carnicería ni ningún otro sitio en el que vendan algo que no sean patatas, tomates, naranjas o aguacates. Después de la compra, fui a St. Mary´s para saludar a los niños, que estaban esperándome. Les llevé chupa-chups, como de costumbre, y ellos más contentos no podían estar. Me llama mucho la atención una niña que, no sé por qué, se alegra más que los demás de verme por ahí, tanto que casi se tira de la silla de ruedas cada vez que me ve. Siempre me llama y solo quiere abrazarme, reír y tocarme. Ya el año pasado percibí que esta misma niña actuaba igual, pero quizás este año me he fijado más. Os muestro una foto de ella. 


De entre todos, ella es la que más se alegra siempre de verme
 Y luego están los demás:


 Terminada la visita, salimos Robert y yo a Matoo para comprar algo de comer. De camino vamos a visitar a Francisca, la sobrina de Robert, la cual estudia en un colegio privado que los franciscanos han abierto entre Mbiuni y Matoo. Cuando llegamos al colegio, tenemos que hablar antes con el director porque llevan muy a rajatabla el tema de las visitas, las cuales tienen que ser concertadas de antemano.

Resulta que la escolarización en Kenia es gratuita para los estudios de primaria, pero la secundaria ya no lo es, motivo por el cual la mayoría de la gente, pobres como son, solo tiene estudios primarios. Hablando con el director del colegio, resulta que, al cambio, la escolarización de un año completo, incluyendo enseñanza, materiales, manutención y alojamiento, viene a rondar los 500,00 €. Sí, has leído bien, quinientos euros, que es lo que muchos de nosotros nos gastamos un fin de semana que salimos en familia a algún lugar de recreo. Y aquí, un niño puede cursar los estudios de secundaria con esa cantidad por espacio de un año completo. No deja de sorprenderme lo injusta que es la vida: mientras unos no sabemos ni donde gastar el dinero, a otros no le alcanza ni para que sus hijos estudien. Pero ha querido Dios, con su providencia siempre en guardia, llevarme a este sitio que, por otra parte, es franciscano, como no podía ser de otra manera. Y nada más saber la situación del país y lo que cuesta que un niño pueda estudiar un año, se me ha encendido una luz para ver de qué manera, en el futuro, podemos llevar a cabo un proyecto de actuación para que muchos españoles apadrinen los estudios de secundaria de muchos niños de Kenia para que, al menos, tengan la oportunidad de alcanzar un futuro mejor. Es triste que el propio gobierno de Kenia no se dé cuenta de que son millones los niños que, por no poder estudiar, andan por ahí buscándose la vida, malviviendo, delinquiendo y dejando embarazadas a muchas chicas a edades de catorce años. Que los niños estén escolarizados no solo es beneficioso para ellos, sino también para el futuro de un país que no acaba de darse cuenta de que la educación y las oportunidades de futuro son básicas para el desarrollo del país. Me apena observar con mis ojos a muchos niños y jóvenes que andan por ahí sin rumbo y sin nada que hacer y que, de haber tenido la oportunidad, quizás podrían ser los descubridores de la vacuna contra el cáncer, por ejemplo. ¡Cuántos talentos desperdiciados hay en países como este, sencillamente, por no tener la oportunidad!

Todo un avance: envasado
Hacemos la compra, nos llevamos con nosotros a Francisca y comemos en el mismo centro comercial, si es que se le puede llamar así. Pollo frito con patatas, pues es lo único que conozco en la carta y lo que más confianza me inspira. De regreso a casa, las cosas en St. Mary´s siguen igual, esperando a que los bancos terminen de coordinarse y el de la ONG le dé el dinero al del Centro de Rehabilitación. Entre tanto, me voy a la cama pensando en todos esos chicos y chicas que andan por ahí sin saber qué hacer, mientras que hay muchas personas en España que tampoco saben muy bien qué hacer con su dinero. Ruego al Señor para que esos dos polos tan opuestos puedan un día, al contrario que los bancos, coordinarse para que podamos entre todos brindar a estos chicos un futuro mejor. Y pensando en futuros apadrinamientos para los estudios de secundaria, me quedo dormido. Ha sido un día largo…

Kenia 2019. Capítulo 5. Recuperación y vuelta al trabajo


El sábado no me levanté al cien por cien, pero sí que estaba bastante mejor. Desayuné y salí al fresco del campo a ver qué tal me sentía. Y aunque estaba más o menos en forma para poder salir, aproveché que el Centro de Rehabilitación Santa María estaba de excursión a un pueblo cercano donde hay atracciones de feria para quedarme en casa y descansar. Así me recuperaría más rápido. Pasé el día entero leyendo, haciendo del día oración, durmiendo mucho y comiendo poco. Y gracias a eso, me acosté como una rosa. Doy por finiquitada la infección gastrointestinal.

De camino a misa
El domingo anterior no pude ir a misa de 7:00 porque estábamos muy cansados después de largo viaje desde España, pero este domingo no pienso perdérmela. Me levanto una hora antes, a las 6:00, me aseo, desayuno y me pongo a caminar la más de media hora que me separa de la parroquia. Cuando llego a misa, está empezada, así que entro y me siento. En ese momento, el cura no puede más que interrumpir un momento la celebración al darse cuenta de que los niños y jóvenes allí reunidos estaban murmurando algo. Y es que más de mil niños murmurando pueden hacer de un murmullo algo atronador. Todos estaban comentando, cómo no, la entrada del blanco, del «brother Martin» en la Iglesia, apuntándome con la mano y saludándome, sin parecer importarles que estuviesen en plena misa. El cura no pudo más que sonreír mientras yo trataba de pedirle perdón con la mirada por llegar tarde y entretener al personal.

Tras la celebración, una monja mejicana sube al estrado y comenta a las chicas allí reunidas que su congregación (las siervas de los pobres) está buscando aspirantes para sus conventos en Méjico. En ese momento pienso en lo valiente y decidida que tiene que estar una monja para venir a un sitio así a buscar vocaciones, pero luego pienso que la fuerza del Espíritu Santo la sostiene y entiendo perfectamente que sin esa fuerza y aliento, ni ella ni yo estaríamos aquí. No venimos aquí a ver atractivos turísticos, pues el mayor atractivo que puedes encontrar en estas tierras es una cabra tratando de trepar a un árbol para alimentarse de sus hojas. Y, sin embargo, aquí estamos, rodeados de los mayores y mejores atractivos que una persona que se siente enviada por Cristo a la misión puede encontrar: los pobres, especialmente los niños.
Lo de la cabra no es broma

Hay muchas formas de hacer turismo, pero todas tienen en común una cosa: saciar el apetito, la curiosidad y la ilusión de visitar más y mejores sitios cada vez, disfrutando, además, de los más apetitosos platos y los más confortables alojamientos. Y esto, tanto si se viaja en primera clase como con una mochila a la espalda. Sin embargo, existe un turismo que casi nadie practica, pero que es altamente recomendable. Te lo recomiendo si de verdad tienes un espíritu aventurero, especialmente si eres de esos a quienes no les asusta echarse la mochila a la espalda, comer cualquier cosa y dormir donde se pueda. Me refiero al turismo misionero, una clase de turismo que no te llena los ojos de maravillas de la naturaleza (aunque a veces sí) o arquitectónicas, los oídos con la música de los festivales más famosos, el olfato con los olores más agradables o el gusto con los aromas y sabores más peculiares, sino que supera con creces todo lo que puedas percibir con los sentidos. Me refiero a la sonrisa de un niño sin piernas, la cara de alegría infinita al verte de una niña con esclerosis múltiple y en silla de ruedas o el abrazo de un joven con parálisis en medio cuerpo y totalmente dependiente. Eso, por mucho que busques en Roma, París, Nueva York o Egipto, no es comparable con nada. Y es que no todo tiene precio en la vida… y, además, las mejores cosas suelen ser gratis, como lo es el amor infinito de Dios. Pero nosotros seguimos buscándolas en la materia y en la sensación. 





Y después de misa, sigo repartiendo bisutería a las chicas. Vienen a misa vestidas con el uniforme del colegio, siendo su prenda más preciada. Por eso, cuando se ven con las baratijas puestas, se ponen supercontentas. Las mujeres son coquetas en todas partes del mundo por igual...  

Luciendo pendientes nuevos

Pulseras

... y collares

Todo esto lo piensa uno cuando tiene un largo día por delante y un escenario de pobreza. Quizás venga bien venir aquí de vez en cuando para relativizar más los problemas que nos acucian allá, en las altas sociedades desarrolladas de las que estamos tan orgullosos y en las que hay problemas tan importantes y primarios como llevar al perro al peluquero o no perderse el último episodio de Juego de Tronos. Siempre he pensado, y lo sigo pensando, que todo europeo debería venir a un país como este al menos un mes en su vida. ¡Cómo nos cambiaría el semblante al volver a nuestras casas y darnos cuenta de que se puede vivir sin internet y sin Sálvame Deluxe!

Mientras tanto, aquí los problemas son otros, como, por ejemplo, el hecho de que haya aun muchos niños que tengan que ir descalzos o semidescalzos al colegio. Cuando vi a Obama, mi pequeño vecino, con unas zapatillas que en España mi madre ya me habría hecho tirar hace meses, pensé en aquellos tiempos de los inicios, cuando en Santa Clara de Almendralejo se inció, gracias a Sonia, una amiga de allí, la que vendría a ser después la popular Merienda Solidaria, que va ya por siete u ocho ediciones, si no me equivoco. Aquella vez primero surgió tras la publicación en mis redes sociales de unos piececitos descalzos. Todos nos movilizamos para calzar a aquellos niños de Olleros y Granada, tiempo hace ya… Yo sé que no puedo cambiar la vida del mundo entero, algo que siempre piensa uno la primera vez que va a desarrollar un proyecto de cooperación internacional. Pero sí que puedo cambiar la vida de una persona, aunque sea por un espacio de tiempo muy corto, y he aprendido ya que eso es lo que importa. Por tanto, como tenemos que vivir el tiempo presente, porque es el que nos toca vivir (el pasado ya pasó y el futuro no llegó), creo que Obama y otros niños como él no van a andar descalzos, aunque solo sea por espacio de un año o menos, que será lo que le duren las zapatillas. Y con estos recuerdos del pasado, que vuelven (por desgracia) a ser actuales, termina este capítulo. 

Los pies de Obama

Y Obama con sus zapatillas nuevas
 Obama tiene 11 años. Su padre le puso el nombre, nada más y nada menos, que del presidente de los Estados Unidos de América. Quizás pensó que, como la falta de oportunidades harán que su hijo no prospere en la vida, al menos sí tendrá un nombre de talla. Es como un mecanismo de defensa de un padre que, seguramente, es lo único que puede dejar en herencia a su hijo: un nombre glorioso.  

Los pies de Ewing

Y Ewing con sus zapatillas nuevas
Porque todo niño tiene derecho al calzado
Esta próxima semana será la semana definitiva. Todo debemos concretarlo durante estos días que vienen. Lo más importante ahora es salvar la barrera burocrática del pago a la empresa por los materiales y que lo envíen lo antes posible. Y también tenemos que tener claro cómo, cuanto y cuándo compro las máquinas para el centro de fisioterapia. Pero eso ya os lo iré contando…

jueves, 18 de julio de 2019

Kenia 2019. Capítulo 4. Llegó la que tenía que llegar

(La conexión hoy es tan lenta que no puedo subir ni una triste foto)

Robert y yo fuimos a Tika a comprar. Allí hay un supermercado con productos de todo tipo, casi al estilo de los nuestros. Y, si bien los productos son muy distintos, es posible encontrar lo que uno busca: latas de atún, pasta, tomate frito (más bien pasta de tomate), galletas, café, cacao, etc. Es caro y diferente, pero al menos puedo encontrar cosas más acordes a nuestra cultura europea.

Mercadeando
Después de hacer la compra, nos dirigimos a un «restaurante» típico, de esos que te sirven la comida en cuencos y es cocinada en hornos de fuego. No sabía por entonces que eso me costaría caro, aunque sí que ese precio, tarde o temprano, lo terminaría pagando. Me refiero a la higiene, tanto de la comida como de su procesado (más de su procesado). Y si a esto unimos un agua de dudosa procedencia, tenemos el cóctel suficiente para hacer que un pobre estómago europeo, acostumbrado a aguas purificadas y alimentos manipulados en unas condiciones de higiene mínimas, se vea afectado. Y así fue. 

De ahí nos dirigimos a Mbiuni de nuevo para dejar la compra. Tan lejos está (aunque son 30 kilómetros, no creas que se tardan 20-30 minutos, como tardamos por nuestras autovías) y tanto tardamos en comprar, comer algo y regresar, que el día entero se nos va en las compras. Ya en casa, dejamos todo en la despensa. La compra ha sido hecha con cabeza, teniendo en cuenta que no tenemos frigorífico. Un pollo y algo de carne serán para los primeros días, el resto para después.

Probando la mercancía
Aquí encuentras casi de todo

Llega la hora de irse a la cama, de leer y escribir un rato, pero no me encuentro muy bien. Tengo un malestar generalizado, con dolor de cabeza, así que me tomo un paracetamol y a la cama. A la mañana siguiente, la hermana Veneth Maria me llama para que me acerque a la parroquia. Allí está el padre Binju, la persona responsable del proyecto aquí y con quien he coordinado todo desde España, tanto este año como el pasado, para llevar a buen término la construcción de los invernaderos. Él fue la primera persona que conocí, pero nunca cara a cara, ya que no hemos coincidido en el lugar. Cuando yo estaba en Mbiuni, él estaba de viaje por razones de su congregación, y cuando yo me iba a España, él regresaba a Mbiuni. Este año solo va a estar un día aquí, y precisamente tiene que ser el día en que me pongo malo. La hermana me dijo que estaría en la parroquia solo durante una hora, ya que tenía que salir de viaje, y le gustaría conocerme. Le digo que me visto y salgo para allá, pero cuando me pongo los pantalones, me entran un revoltijo que casi mejor no os lo explico… Una vez desayunado y aseado, me pongo en camino, pero no recorrí ni cien metros antes de decidir dar la vuelta y meterme de nuevo en la cama. El padre Binju tendrá que esperar a otra ocasión. 

Y así me pasé el viernes 12 entero, en la cama. Solo me levanté a eso de las 14:00 horas para comer algo y volver a acostarme, momento en el que vino a verme una monja que está viviendo en España y se encuentra aquí por estos días de verano. Quería saludarme y hablar un rato en español, así que se puso a mi lado mientras cocinaba y mientras comía, y todo esto al tiempo que tenía un dolor de cabeza tal que, en un par de ocasiones, estuve tentado de… en fin, que aguanté el tirón antes de tomar otro paracetamol y regresar a la cama hasta la noche. Y como es viernes, la algunos de la comunidad se reúnen junto a mi casa para beber, poner la música alta y bailar hasta altas horas. Vamos, lo mejor para cuando uno está mareado y con color de cabeza. Algunas mujeres quieren que me levante y baile con ellas, pero cuanto más les trataba de explicar que no me encontraba bien, más insistían en que saliese a bailar y a beber. This is Africa… 

viernes, 12 de julio de 2019

Kenia 2019. Capítulo 3. Comienzan las negociaciones

Con los niños de St. Mary´s Rehabilitatioin Centre (Mbiuni)
Comenzamos la semana preparando lo que serán las líneas de actuación principales. Son dos: en primer lugar, pedir los presupuestos de los invernaderos y negociar con las distintas empresas que se encargan de la venta del material. De eso se encargarán la hermana Veneth Maria, por un lado, y Pius, un amigo del lugar, por otro. Cada uno se encargará de pedir el presupuesto a una empresa. En segundo lugar, comienzan las reuniones con los responsables del centro, especialmente con el fisioterapeuta, para que nos hagan saber las necesidades materiales que tienen para su centro de rehabilitación. Entre el lunes y el martes queda todo casi zanjado. El miércoles 10 de julio debemos decidir qué empresa suministrará los materiales para el invernadero. La diferencia es de unos 40.000 Ksh (chelín keniano), es decir, más de 300 € en cada invernadero, lo que da un montante de 600 € de ahorro entre los dos. Sin embargo, tras el examen de los presupuestos, la cosa no está tan clara. Al parecer, el presupuesto barato no es tan barato, puesto que no incluye los impuestos (lo que vendría a ser nuestro I.V.A., y que aquí ascienden al 16%) ni tampoco el material «de agarre» (cemento, arena y piedras). Echados los cálculos, decidimos que el barato es caro, por lo que optamos por contratar los servicios de Airam, la misma empresa que nos suministró el material el año pasado. Pero como su presupuesto es de 630.000 Ksh para los dos invernaderos, queremos ver si somos capaces de negociar con ellos un redondeo a 600.000 Ksh. Son duros de roer, así que les hago ver que tenemos otro presupuesto, pero que queremos hacerlo con ellos porque estamos contentos con sus calidades. Nos dicen que lo estudiarán.

Interior, listo para sembrar
Invernadero construido en 2018
Para el miércoles ya lo han «estudiado», pero, para nuestra sorpresa, nos dicen que el presupuesto es de 625.000 Ksh, pero que nos habían hecho ya un descuento de 10.000 Ksh por ser ya clientes del año pasado. Entonces les digo que el año pasado pagamos 615.000 Khs por el invernadero que ya está instalado, a lo que responden que sí, en efecto, pero que resulta que el año pasado el presupuesto era de 640.000 Ksh y nos lo dejaron finalmente en 615.000 Ksh. Yo creo que ni ellos mismos se han creído su propia mentira. O sea, que este año nos descuentan 10.000 Ksh por ser clientes habituales y el año pasado, que era la primera vez que trabajábamos con ellos, nos hicieron un descuento de 25.000 Ksh. Ahora sí que me han dado pie a decirles que, o hacen una rebaja, o compramos el material en la competencia. En Kenia se negocia todo, y esto no iba a ser menos. No sé cómo saldrá la jugada, pero de momento ya han visto que no vamos a tragar con el primer precio que nos den.
Listado de materiales necesarios

Para el miércoles 10 de julio ya tenemos avanzadas las negociaciones de los dos presupuestos y la lista completa de las máquinas necesarias para el centro de rehabilitación. Las máquinas son más caras de lo que pensaba, pues solo la primera de ellas cuesta unos 1000,00 €. Por eso es importante conseguir una rebaja en el material de los invernaderos. Espero que, con un poco de esfuerzo y la ayuda de las almas caritativas que deseen colaborar para hacer realidad el proyecto del gimnasio, conseguiremos entre todos comprar las máquinas.

Aparte de esto, hoy quise regalar la bisutería que traigo a las señoras mayores. Ellas también tienen ilusión (quizás más) por estrenar una pequeña joya que lucir en las celebraciones dominicales de la misa. Sus caras son todo un poema cuando saco de mis bolsillos anillos y pulseras para regalarles. Si ver la cara de ilusión de un niño no tiene precio, ver la de un adulto es otro nivel… 
Pendientes

Anillo

Pulsera
De vuelta a casa, recuerdo que estamos en tiempos de correr los San Fermines, así que me apunto desde Kenia a mi particular carrera. Eso sí, en compañía del mejor amigo del hombre, una perrita que viene a donde quiera que vaya y a la que he bautizado con el nombre de Mila, en honor a una especie de infusión de chocolate que tomo a diario como sustituto del café (la infusión se llama Milo, pero el perro es hembra). No se puede decir que vaya protegido con ella, pues tiene pánico a los animales, especialmente a las vacas, por lo que, cuando se acerca una, sale despavorida hasta que pasan de largo. Mila es una perrita muy simpática que, un día, se acercó a mí por curiosidad. Entonces le di unas galletas que llevaba encima y, literalmente, las devoró. Desde entonces no se separa de mí y me espera siempre a la puerta de donde esté. Yo la sigo alimentando, y cuando no tengo nada, le ofrezco papaya, la cual acepta encantada. Creo que es la primera vez en mi vida que veo a un perro comiendo papaya, lo cual no deja de ser un claro indicativo del nivel del hambre que habitualmente padece. Me va a echar de menos la pobre el día que me vaya...  
A San Fermín venimos, por ser nuestro patroooooon....

Mila tiene miedo de las vacas y come papaya
La mañana la echamos en estas cosas, así que la tarde la tengo libre y, por fin, voy a ir a Tika, una ciudad a unos 30 Km de Mbiuni, para poder comprar comida más acorde a mis costumbres europeas. Desayunar café con galletas va a ser todo un lujo.