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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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lunes, 29 de julio de 2019

Kenia 2019. Capítulo 8. The End

Aunque el material de los invernaderos llegó tarde, nos ha dado tiempo de terminarlos. Para ello hemos tenido que doblar el personal de trabajo y, además, trabajar el domingo, pero el resultado ha merecido la pena porque el mismo domingo por la tarde se acabaron los trabajos.

La estructura


Mientras el herrero estaba haciendo los soportes para los tanques de agua y las escaleras para poder subir a los tanques, el resto de la gente estaba transportando el material a pie de obra, haciendo las cimentaciones de los postes y comenzando a cementar los anclajes de los tirantes. Después, todo era pan comido, porque el invernadero es como una especie de rompecabezas, como un mueble de esos que montas tú solo con un sencillo folleto explicativo. Solo hay que seguir los pasos y, ahí está, un invernadero totalmente terminado y listo para funcionar.

El herrero haciendo los soportes de los tanques de agua
Pero lo peor de todo no eran las prisas, ni tampoco el hecho de tener que trabajar en domingo. Ni siquiera lo era la incertidumbre de tener que volver a España sin haber terminado el trabajo. Lo peor de todo era que los niños de St. Mary´s se van de vacaciones a finales de julio y no vuelven hasta septiembre, dejándonos solos el último fin de semana y adelantando las despedidas un par de días. Lo normal habría sido que yo me hubiera despedido de ellos, pero ha sido al revés, pues han sido ellos los que se han ido dejándome en el centro trabajando el fin de semana. Y como era de esperar, las despedidas han sido un poco tristes. Los niños se iban y me  iban abrazando uno a uno, razón de más para hacerme más complicado el fin de semana. Yo sé que, si Dios quiere, volveremos a vernos, pero eso no resta un ápice al hecho de que una despedida es siempre una despedida.

En fin, sea como sea, el trabajo está terminado y, un año más, podemos decir que la misión ha sido un éxito, aunque esta vez no ha estado exenta de contratiempos. Al final, Dios no nos desampara cuando más lo necesitamos, y como estos niños son sus preferidos, no podía menos que echarnos una mano. Y así lo hizo, aunque apurando hasta el último minuto.

Dando los últimos retoques


Todo está correcto
Nada más sobrecogedor que ver a ciento cincuenta niños rezando un Padrenuestro en Swajili, con los ojos cerrados y las manos (los que pueden) hacia el cielo. ¿Cómo no podría Dios escuchar esas plegarias? A veces pensamos que somos unos afortunados por haber nacido en familias más o menos acomodadas y en países desarrollados, con todos los miembros y gozando de buena salud, con oportunidades de futuro y capacidad de mejorar nuestra vida. Sin embargo, cuando uno se mete en lo más profundo de la raza humana, en el corazón de la África más salvaje, y se topa de lleno con la realidad que aquí se vive, se da cuenta no solo de que se puede ser feliz sin piernas, sino también de que somos unos ingenuos al pensar que esta vida es el final de nuestro viaje. Yo estoy convencido de que estos niños son mucho más afortunados que nosotros, los enteros, los cuerdos y los pudientes, los que gozamos de buena salud, dinero, fama y autoestima. Ellos nos llevan la delantera, porque el viaje comienza cuando la mayoría cree que acaba, y entonces ellos, los preferidos de Dios, comprenderán (y nosotros también) que quizás los males de este mundo sean en realidad bienes, y los bienes, males. No sé, quizás deberíamos pensar en eso y buscar menos la gloria y más la desinstalación y la salida de nuestras fronteras existenciales.

Gracias por vuestro seguimiento durante esta nueva aventura. 

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