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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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viernes, 19 de julio de 2019

Kenia 2019. Capítulo 5. Recuperación y vuelta al trabajo


El sábado no me levanté al cien por cien, pero sí que estaba bastante mejor. Desayuné y salí al fresco del campo a ver qué tal me sentía. Y aunque estaba más o menos en forma para poder salir, aproveché que el Centro de Rehabilitación Santa María estaba de excursión a un pueblo cercano donde hay atracciones de feria para quedarme en casa y descansar. Así me recuperaría más rápido. Pasé el día entero leyendo, haciendo del día oración, durmiendo mucho y comiendo poco. Y gracias a eso, me acosté como una rosa. Doy por finiquitada la infección gastrointestinal.

De camino a misa
El domingo anterior no pude ir a misa de 7:00 porque estábamos muy cansados después de largo viaje desde España, pero este domingo no pienso perdérmela. Me levanto una hora antes, a las 6:00, me aseo, desayuno y me pongo a caminar la más de media hora que me separa de la parroquia. Cuando llego a misa, está empezada, así que entro y me siento. En ese momento, el cura no puede más que interrumpir un momento la celebración al darse cuenta de que los niños y jóvenes allí reunidos estaban murmurando algo. Y es que más de mil niños murmurando pueden hacer de un murmullo algo atronador. Todos estaban comentando, cómo no, la entrada del blanco, del «brother Martin» en la Iglesia, apuntándome con la mano y saludándome, sin parecer importarles que estuviesen en plena misa. El cura no pudo más que sonreír mientras yo trataba de pedirle perdón con la mirada por llegar tarde y entretener al personal.

Tras la celebración, una monja mejicana sube al estrado y comenta a las chicas allí reunidas que su congregación (las siervas de los pobres) está buscando aspirantes para sus conventos en Méjico. En ese momento pienso en lo valiente y decidida que tiene que estar una monja para venir a un sitio así a buscar vocaciones, pero luego pienso que la fuerza del Espíritu Santo la sostiene y entiendo perfectamente que sin esa fuerza y aliento, ni ella ni yo estaríamos aquí. No venimos aquí a ver atractivos turísticos, pues el mayor atractivo que puedes encontrar en estas tierras es una cabra tratando de trepar a un árbol para alimentarse de sus hojas. Y, sin embargo, aquí estamos, rodeados de los mayores y mejores atractivos que una persona que se siente enviada por Cristo a la misión puede encontrar: los pobres, especialmente los niños.
Lo de la cabra no es broma

Hay muchas formas de hacer turismo, pero todas tienen en común una cosa: saciar el apetito, la curiosidad y la ilusión de visitar más y mejores sitios cada vez, disfrutando, además, de los más apetitosos platos y los más confortables alojamientos. Y esto, tanto si se viaja en primera clase como con una mochila a la espalda. Sin embargo, existe un turismo que casi nadie practica, pero que es altamente recomendable. Te lo recomiendo si de verdad tienes un espíritu aventurero, especialmente si eres de esos a quienes no les asusta echarse la mochila a la espalda, comer cualquier cosa y dormir donde se pueda. Me refiero al turismo misionero, una clase de turismo que no te llena los ojos de maravillas de la naturaleza (aunque a veces sí) o arquitectónicas, los oídos con la música de los festivales más famosos, el olfato con los olores más agradables o el gusto con los aromas y sabores más peculiares, sino que supera con creces todo lo que puedas percibir con los sentidos. Me refiero a la sonrisa de un niño sin piernas, la cara de alegría infinita al verte de una niña con esclerosis múltiple y en silla de ruedas o el abrazo de un joven con parálisis en medio cuerpo y totalmente dependiente. Eso, por mucho que busques en Roma, París, Nueva York o Egipto, no es comparable con nada. Y es que no todo tiene precio en la vida… y, además, las mejores cosas suelen ser gratis, como lo es el amor infinito de Dios. Pero nosotros seguimos buscándolas en la materia y en la sensación. 





Y después de misa, sigo repartiendo bisutería a las chicas. Vienen a misa vestidas con el uniforme del colegio, siendo su prenda más preciada. Por eso, cuando se ven con las baratijas puestas, se ponen supercontentas. Las mujeres son coquetas en todas partes del mundo por igual...  

Luciendo pendientes nuevos

Pulseras

... y collares

Todo esto lo piensa uno cuando tiene un largo día por delante y un escenario de pobreza. Quizás venga bien venir aquí de vez en cuando para relativizar más los problemas que nos acucian allá, en las altas sociedades desarrolladas de las que estamos tan orgullosos y en las que hay problemas tan importantes y primarios como llevar al perro al peluquero o no perderse el último episodio de Juego de Tronos. Siempre he pensado, y lo sigo pensando, que todo europeo debería venir a un país como este al menos un mes en su vida. ¡Cómo nos cambiaría el semblante al volver a nuestras casas y darnos cuenta de que se puede vivir sin internet y sin Sálvame Deluxe!

Mientras tanto, aquí los problemas son otros, como, por ejemplo, el hecho de que haya aun muchos niños que tengan que ir descalzos o semidescalzos al colegio. Cuando vi a Obama, mi pequeño vecino, con unas zapatillas que en España mi madre ya me habría hecho tirar hace meses, pensé en aquellos tiempos de los inicios, cuando en Santa Clara de Almendralejo se inció, gracias a Sonia, una amiga de allí, la que vendría a ser después la popular Merienda Solidaria, que va ya por siete u ocho ediciones, si no me equivoco. Aquella vez primero surgió tras la publicación en mis redes sociales de unos piececitos descalzos. Todos nos movilizamos para calzar a aquellos niños de Olleros y Granada, tiempo hace ya… Yo sé que no puedo cambiar la vida del mundo entero, algo que siempre piensa uno la primera vez que va a desarrollar un proyecto de cooperación internacional. Pero sí que puedo cambiar la vida de una persona, aunque sea por un espacio de tiempo muy corto, y he aprendido ya que eso es lo que importa. Por tanto, como tenemos que vivir el tiempo presente, porque es el que nos toca vivir (el pasado ya pasó y el futuro no llegó), creo que Obama y otros niños como él no van a andar descalzos, aunque solo sea por espacio de un año o menos, que será lo que le duren las zapatillas. Y con estos recuerdos del pasado, que vuelven (por desgracia) a ser actuales, termina este capítulo. 

Los pies de Obama

Y Obama con sus zapatillas nuevas
 Obama tiene 11 años. Su padre le puso el nombre, nada más y nada menos, que del presidente de los Estados Unidos de América. Quizás pensó que, como la falta de oportunidades harán que su hijo no prospere en la vida, al menos sí tendrá un nombre de talla. Es como un mecanismo de defensa de un padre que, seguramente, es lo único que puede dejar en herencia a su hijo: un nombre glorioso.  

Los pies de Ewing

Y Ewing con sus zapatillas nuevas
Porque todo niño tiene derecho al calzado
Esta próxima semana será la semana definitiva. Todo debemos concretarlo durante estos días que vienen. Lo más importante ahora es salvar la barrera burocrática del pago a la empresa por los materiales y que lo envíen lo antes posible. Y también tenemos que tener claro cómo, cuanto y cuándo compro las máquinas para el centro de fisioterapia. Pero eso ya os lo iré contando…

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