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Asómate a la ventana y mira, escucha, habla...y comparte conmigo tus impresiones.

"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 12. Visita al Centro para valorar los trabajos.


      Otra vez tarde... otra vez a las 7:00. Qué rabia me da, todos los días igual. Me pierdo el rezo con la familia, me pierdo la misa malgache, aunque descanso un poco más... Hoy no tendré ese problema porque me he propuesto escribir después de la cena, así que para eso de las 22:00 creo que habré terminado.

         Bueno, os cuento. Había quedado con Fy, el constuctor, en vernos esta mañana a las 9:00. Vendría a buscarme para ir juntos al Centro y luego me dejaría de vuelta.

         Esta mañana me he sentido bien porque me acordaba del camino hacia el Centro, a pesar de que he ido pocas veces y las pocas que he ido no he prestado atención al camino. He guiado a Fy y hemos llegado... este camino ya me lo sé. Todavía me falta aprenderme el de la prisión. No son fáciles, sobre todo el de la prisión.

         Esta mañana me advirtió Hèléne que debía cumplir el protocolo del centro, que consiste en que nadie puede entrar sin antes ser presentado a los responsables y formadores, así que de camino advertí a Fy de esto. Hablamos en inglés, y le comentaba que, como yo no sé malgache, él debía auto-presentarse a todos, decirles qué venimos a hacer, de parte de quien venimos y si podemos echar un vistazo a las instalaciones.

         Tras pasar por todos, vamos directos al grano. Estas costumbres son un poco extrañas. No acabo de entender cómo uno puede pasar dentro con la mochila sin que nadie la examine, con los peligros que podría entrañar que alguien estuviera metiendo en el centro drogas, alcohol, cuchillos o vete tú a saber qué cosas... Si bien es cierto que estos chicos no están tan vigilados como los de la cárcel, también lo es que en la cárcel ocurre exactamente lo mismo, y ahí podría ser más peligroso. Sin embargo, otras cosas como echar fotos o pasar sin presentarse a todos, puede ser hasta ofensivo. Si lo que yo digo, el mundo al revés...

         Bueno, una vez presentado Fy, nos ponemos manos a la obra. Vemos primero los cuartos de baño de los dormitorios, en condiciones lamentables. Pasamos a ver la fosa séptica que habrá que hacer para estos baños. Después vamos a los baños comunitarios y tomamos las medidas pertinentes. Le explico lo que debemos hacer, que no es otra cosa que reformar los cuatro baños antiguos y hacer otros cuatro nuevos. Con las duchas exactamente igual. Una fosa séptica para estos baños comunitarios y pasamos a la cocina, que está en pésimas condiciones. Y después de explicarle todo, le dejo tomando las medidas que puede tomar él solo y yo me centro en los niños.
En fila de "a dos"
         Hoy quería experimentar si era capaz de gobernar a estos pequeños salvajes, y qué mejor forma de comprobarlo que sacar a la luz una flamante bolsa de caramelos bien gordos y ricos... En unos segundos no había un niño que no estuviera a mi alrededor. Sin embargo, con señas, les he dicho que, o forman una línea de dos o no hay caramelos... No hacen caso, así que los caramelos van directos a la mochila de nuevo, y de repente: magia!!.... una fila de a dos perfecta.

         Reparto un caramelo por barba, y siempre hay algún pillo que vuelve a la cola, pero no sabe que hoy vengo dispuesto a controlar todo al máximo, y como no quieren irse de la cola, recojo los caramelos para que sean los niños que aún no los han recibido los que se ocupen de evacuar a estos espabilados... ¡¡y vaya si surte efecto!!...

         Tras el éxito de la operación, me pongo a echar fotos. Es entonces cuando tengo el mismo problema: todos quieren salir.
Poses para todos los gustos
Ellos solo quieren salir en la foto. No les importa no tenerla, pero quieren salir a toda costa.
Este chico me cae especialmente bien. Es muy bueno y muy simpático
Foto desde la distancia
Lo malo no es esto, sino que una vez disparada la foto tengo que enseñársela, y siempre que hago una foto ya los hay que esperan posando para la siguiente, así que llegado un momento les digo que no hay más fotos, y que sólo fotografiaré a quien se ponga a veinte metros de mí, que para eso tengo un “zoom x26” de “El Zamorano”. También les digo sin parar que las fotos las vemos “aprés”, es decir, después. Si quieren, bien, y si no, también. Terminan por respetar mis normas, pero de vez en cuando se las salta, especialmente en lo referente a los caramelos. Les hago saber que si le doy un caramelo a uno estoy perdido, porque es como la llamada de Tarzán a los animales en la selva... vendrían de todas partes por tierra y aire...
Qué serios se ponen los más mayores cuando los retratan
Unos juegan al baloncesto
Los mayores juegan a cosas de mayores
Los pequeños a cosas de pequeños
Y a los más pequeños les encanta hacer tonterías
A otros les toca hacer labores comunitarias, como la comida         
Cuando Fy termina sus mediciones, nos montamos en el coche y me lleva de vuelta a casa. Unas compras en el súper y a comer, que es la hora. Hoy estamos solos Karima y yo, y se ofrece a hacer la comida: pasta.

El traductor y la escribiente
         Por la tarde trabajamos todos en casa. Yo sigo haciendo el plan de actuación del Centro y Remy y Karima se ponen con las labores de traducción, y así hasta la cena: pasta.

         Después de la cena, lo que os conté, me pongo a escribir y por un día son las 22:00 y ¡he acabado!. Hoy me acostaré al menos una hora y media antes, así que mañana espero levantarme más fresco que una lechuga, si Dios quiere.

         No puedo despedirme sin comentaros que hoy es San Juan Bosco, y entre sus frases más célebres hay una que me gusta mucho, especialmente porque la estoy viviendo aquí, en mis carnes... dice así:

         “No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselo”. (Don Bosco).
Os recomiendo leer su biografía o ver la película de su vida. Os enganchará... 
         Y me parece una gran verdad, al menos yo lo veo aquí. Estos niños están en una prisión o en un centro de reeducación, lo que nosotros llamamos reformatorio. Es cierto que si están aquí es por haber hecho algo malo, pero también lo es que sus circunstancias no son las nuestras. Su vida es muy diferente a la nuestra y sufren las consecuencias de vivir una vida desordenada. Lo que sí puedo aseguraros es que estos chicos no son malos, y eso se nota nada más mirarlos a los ojos. Son desgraciados, sí, pero no malos. Necesitan ayuda, compañía y sentir que alguien los quiere, y cuando alguien hace algo, por mínimo que sea, como darles un caramelo, sus ojos te lo dicen todo.

         Me gustaría no tener que estar aquí, pero no porque no quiera, sino porque estos centros no existieran, porque estos niños tuvieran las mismas oportunidades que otros en países más avanzados, con otra cultura, otra educación...

         Lo que sí tengo claro es que estoy viviendo una aventura misionera de las más bonitas de mi vida, echándole una mano a Don Bosco y a esta gente de Grandir Dignemet, pues “la mies es mucha y los trabajadores pocos” Lc. 10.
        
         Como indica el nombre de Grandir Dignemet (creciendo en dignidad), es necesario que estos chicos tengan un crecimiento digno y que sientan que alguien, aunque sea del hemisferio opuesto, está dispuesto a ayudarles, a darles ese cariño que en sus familias o en sus calles no encuentran. Eso es bonito...

         Bueno, no me enrollo más porque al final me da la hora de siempre. Me despido de vosotros deseándoos un feliz viernes. Que Dios os bendiga y que tengáis presente a este peregrino en vuestra oración.

         Hasta mañana!

miércoles, 30 de enero de 2013

Capitulo 11. Día de trabajo y compras


         Hemos empezado bien el día porque nos hemos levantado tarde. Me han dado las siete de la mañana en la cama. Esto en mi casa sería delito decirlo, pero aquí la cosa cambia. Hace poco recuperé el tiempo perdido de sueño y estaba fresco, pero de nuevo el acostarme tarde y levantarme tan temprano, además de pasar el día entero fuera de casa, pasa factura.

         No pasa nada porque hasta las 9:00 no he quedado con Fy, el constructor, en la prisión, pero me dicen que la cita se ha retrasado una hora, con lo que tengo tiempo de sobra. Eso sí, hay que salir al menos hora y media antes porque, entre lo lejos que está y el tráfico que hay, es lo que tardamos en llegar.

         Me lleva Hèléne en el Kia hasta el Edificio del Centro de Justicia de Antananarivo, donde ha quedado con Fy que vendrá a recogerme para ir los dos a la cárcel a ver sobre el terreno el trabajo que hay que hacer y discutir sobre ello. Hemos llegado quince minutos antes, así que nos da tiempo a hacer una recarga de teléfono de 5.000 Ariarys. Hèléne se equivoca y su recarga se la hace a David, así que imaginamos que se habrá encontrado con el regalo inesperado, vía sms.

         Hay mucha gente en la puerta de los juzgados. Están esperando a los familiares que vienen de la cárcel para juzgarlos. Llega una furgoneta de la policía custodiada por varios agentes armados que conducen a los desdichados para adentro, y poco después de ver este poco feliz espectáculo, llega Fy. Me monto en su Mitsubishi y nos vamos a la cárcel, donde discutimos acerca de cómo solucionar el tema de la entrada de agua. Al final llegamos a un acuerdo, aunque la verdad es que pocas soluciones hay para este problema. Aprovecho para darles a los chicos su balón de baloncesto, que reciben con agrado, aunque no podréis verlo porque ya sabéis que las fotos no puedo publicarlas. He aprovechado para darles unos caramelos a los que estaban fuera de una clase, y parecían devorarlos. Hoy la experiencia ha sido más tranquila, quizás porque estos chicos son mayores y saben esperar...

         Nos vamos después de ponernos de acuerdo en el trabajo que hay que hacer, aunque cuesta 7.000.000 de Ariarys más, que parece poco... Después de esto me lleva hasta la estación de autobuses, que para nada es como la imagináis. Es un cúmulo de furgonetas sin orden alguno en las que un hombre va gritando hacia dónde se dirigen, pero como David me dijo que tomara la línea D, me voy a ella. No obstante, Fy me echa un cable y pregunta al señor que está encaramado en la puerta trasera si este autobús va para Ivato. El señor dice que sí y me subo sin más preámbulos. Ya en mi sitio busco con cautela mis billetes para sacar uno de 500 Ariarys, porque aquí no conviene que la gente vea el dinero que llevas. Lo llevo en la mano todo el rato hasta que me lo piden. Me sobran aún 100 Ariarys, es decir, que el precio de recorrer más de una hora en autobús es de, aproximadamente, 0,10 €... yo creo que es más que rentable viajar en transporte público, sobre todo teniendo en cuenta que la gasolina cuesta lo mismo que en España, sobre 1,30 € el litro.

         Cuando estamos llegando a Ivato, me equivoco de parada porque temía pasarme de largo y regresar caminando, pero al final he tenido que caminar de lo lindo por haberme precipitado. He bajado al menos cuatro o cinco paradas antes de la que tenía que bajar, engañado por un edificio que me resultaba familiar... en fin, un paseo no me hará mal.

         A medio camino paso por una tiendecita donde venden helados y pasteles, así que le compro uno a Karima porque está mala todavía. Como seguramente no tenga hambre, quizás esto le venga bien. Al final nos lo comimos ente todos...

Debajo de esta toalla está Karima, tomando los vapores de eucalipto para la nariz
         Bueno, pues después de andar como quince minutos por el despiste, llego a casa justo a la hora de comer. Y sin más preámbulos, después de comer nos vamos David y yo a comprar los muebles para la casa nueva. Conoce una tienda donde venden muebles de artesanía hechos de bambú, que al parecer, están bien de precio.

         Hay que comprar muchas cosas, así que vamos pronto para venir pronto también, pues habrá que dejar los muebles colocados en casa. Llegamos a la tienda donde hay unos muebles muy bonitos, todos en bambú. No os imagináis lo que se puede hacer con este material. Hay camas, mesillas, armarios, percheros, sofás... y todo protegido bajo plásticos que vuelan a los dos segundos de entrar nosotros.

Destapando los muebles para que los veamos bien

         Me dio un poco de pena ver cómo no había nadie allí. La tienda está al aire libre, y hay un pequeño techado (de bambú, claro...) donde están metidas unas 20 personas esperando a ver si entra alguien a comprar. Cuando uno entra salen todos disparados hacia sus puestos a quitar las lonas protectoras de plástico y a intentar vender su mercancía. Todos traen sus muebles (que pesan muy poco) hasta delante de tus narices, de modo que si estás viendo camas, por ejemplo, viene una señora y te planta un armario encima de la cama para mostrártelo... al de las camas le hace poca gracia, pero tendríais que verlo cuando alguien va a ver un armario y el va corriendo con la cama a cuestas para ponerla encima del armario...
Bonitas estanterías para los dormitorios

         Todos están alrededor de David y de mí, con camas, mesas, sillas y artículos de todo tipo. Cuando David discute el precio de las camas y, después de regatear, dice que se lleva cuatro, los presentes abren los ojos como si fuesen lechuzas en plena noche... han encontrado en nosotros un filón de oro. Después de esto, cuando preguntamos por armarios de baldas, vuelan hacia nosotros armarios de todo tipo, llevados en volandas por sus fabricantes que, a pie enjuto, saltan unos por encima de otros... es digno de verlo. Saben ya que queremos cuatro, así que todos empiezan a pegar golpes con la mano sobre sus armarios para mostrarnos lo fuertes que son, lo bonitos que son, lo ligeros que son... pero no hablan de precio. Cuando preguntamos por cuatro, empiezan a llover las ofertas. Unos dicen tal y otros un poco menos... luego viene otra que nos deja dos por tanto, y otra que nos dice que su armario tiene una balda más que los otros. Es una lucha despiadada entre ellos para ver quien caza al turista. Al final compramos cuatro, dos iguales y otros dos distintos, por eso de repartir los gastos... luego compramos seis sillas, un estante para el cuarto de baño, etc... y llega el momento de pagar. No os imagináis cuánto puede costar esto... es de risa... Lo malo es el transporte, que es lo más caro.
Viendo las sillas, muy bonitas... y fuertes, aunque no lo parezca.
David entre la espada y la pared...
         Entre muebles, transporte, propinas (que son varias porque todo el que hace algo lo hace por la propina), y colchones (otros cuatro), la factura asciende a 230 €. Vamos, que eso de amueblar la casa por 2.999 € que se ve en los folletos es una estafa al lado de esto.

Este es el transporte

         Cuando pagamos todo, incluso el transporte, nos dicen que van a por el vehículo, con lo que nos quedamos esperando en el techado de bambú, junto con todos los vendedores. Echamos unas risas por aquí, unas fotos por allá y les doy unos caramelos a todos. Luego llega el transporte, y es entonces cuando casi me da un ataque de risa... Se presenta una furgonetilla de esas como la “Seat Trans” de toda la vida, y me imagino que quizás estén pensando hacer una montaña de muebles de veinte metros de altura sobre la vaca. Es imposible que quepa esto ahí, pero nos dicen que estemos tranquilos, que viene otra furgoneta, que ya habían calculado el volumen y que todo está controlado. Es entonces, al llegar la otra furgoneta, cuando el ataque de risa me da completo... un “2 caballos”. No sabemos cómo se las ingeniarán, pero la risa se me corta cuando se dan mañan de colocar todos los muebles repartidos entre las dos furgonetas. Lo mejor de todo es que dentro no va nada, porque lo echan todo en la vaca, ya que vamos a pasar a recoger una mesa que le han regalado a David y a comprar los colchones, con lo que deben dejar espacio libre... vamos, que podrían haber metido todo en una furgoneta si hubieran querido.
Y estos son los refuerzos para el transporte....
Haciendo tiempo mientras cargaban los coches... con todas las vendedoras
y por supuesto... repartiendo caramelos, o bombons, como los llaman aquí
Esto es el detalle de lo que se aprecia en la foto anterior, al fondo, en el suelo...
y esto es otro detalle de lo que aquí es normal... lo raro es llevar zapatos. ¿haremos otros "zapatos solidarios"?
           Vamos a por la mesa, que es de un amigo de David que vive en una calle donde por la que hay que pasar de lado si no quieres rozarte con las paredes. Nos da la mesa y salimos pitando, porque las furgonetas esperan y hay que comprar los colchones.

Este perdió la venta de cuatro colchones por chulo

         Llegamos al mercado de los colchones y me dice David que mejor que no saque mi cámara, pues es muy peligroso airearla en este mercado, con muy mala fama. Paramos justo en un puesto de colchones (de goma-espuma) y al preguntar el precio, y decirle que está loco, que qué se ha creído, doblamos la esquina y en otra tienda nos encaja el precio. Luego va el tío anterior y se mosquea cuando nos ve aparecer con cuatro colchones a cuestas para meterlos en la furgoneta aparcada justo en su puesto, pero allá él. Para otra vez que sea más competitivo desde el principio.

         Llegado un momento dado entramos un poco en tensión cuando varias personas casi rodean nuestro coche para pedirnos dinero, no sé porqué. Dicen que es algo así como por permitirnos aparcar ahí, e incluso nos enseñan un carné que ya me habría gustado que lo vierais. Era para echarle una foto, pero cualquiera saca la cámara de “El Zamorano” ahí... pero vamos, que un niño de cuatro años lo habría podido falsificar sin que se note...

         Nos hacemos los duros, pero les damos el dinero porque queremos llegar a casa con los colchones. Salimos rápido de ahí y la furgoneta con todos los trastos encima también.

         La furgoneta va delante, y a la otra David le dijo que nos esperara en una estación de servicio “Total” en Ivato mientras nosotros íbamos a por los colchones. En la conversación que traemos de vuelta a casa, cuando nos damos cuenta, la furgoneta se nos ha escapado. No la vemos ni por delante ni por detrás, así que nos preocupamos porque no saben dónde tienen que ir y ni siquiera sabemos si no se habrán puesto de acuerdo para robarnos los muebles. Cuando llegamos a la estación de servicio donde habíamos quedado, nuestros ánimos se van por los suelos: allí no hay nadie.
        
         No podemos hacer otra cosa que seguir adelante y confiar en que sean personas honradas. No aparecen, y a lo lejos no se ve ninguna, cosa ilógica porque no podían correr mucho con tantas cosas en la vaca. En ese momento le digo a David que me voy a encomendar a San Antonio de Padua, a ver si nos encuentra a los perdidos transportistas, y le hace gracia. Me dice que él reza a San Antonio para encontrar las llaves cuando se le pierden, pero que dos coches cargados hasta las trancas con muebles será demasiado trabajo... es verdad que lo es, pero San Antonio nunca falla, y de hecho, al cabo de cinco minutos divisamos a uno de los coches con las sillas saliendo por la parte de arriba. Estamos muy contentos por ello, y pronto divisamos el “2 Caballos”. Nunca me alegré tanto de ver este coche...
Estos ya saben que llevo caramelos. Los nuevos vecinos.
         Les conducimos hasta la nueva casa, y entran por la angosta calle, casi sin espacio, donde dejan los muebles. Ellos quieren subirlos a la casa, pero les decimos que no, que irán en la planta baja. De haberlos subido ellos habríamos tenido que darles más propina, que es lo que buscaban. Aún así y todo, no se van y se quedan con la mano abierta (en gesto claro de pedir) para que les demos una propina. Esto es increíble, les compramos los mismos muebles que venden en un mes, les pagamos el transporte y encima hay que darles propina.... y no se la des, que verás... Vaya costumbres estas...


Entrando por nuestra calle
Ya en casa, antes de descargar
         Finalmente viene Remy a ayudarnos y subimos todos los muebles. Mañana los colocaremos bien, porque hoy estamos demasiado cansados. Nos vamos a casa y, como llego justo a las siete, me voy corriendo a rezar vísperas con la comunidad salesiana. Hoy es el cumpleaños del amigo Paolo, así que le doy la bendición franciscana en italiano, lo cual le hace mucha ilusión.

         Ya en casa cenamos rápido, porque queremos acostarnos pronto y tengo que escribir, pero como David se pone a enseñarme unas fotos preciosas de la isla y Remy y Karima se ponen a ver una película, nos vamos a la cama a la misma hora de siempre... vamos, que no hay manera de acostarse pronto.

         Mañana he quedado de nuevo con Fy, el constructor, pero esta vez en el Centro de reeducación, donde le enseñaré los trabajos que hay que hacer también ahí. Después me espera un largo día de trabajo de oficina...

         Bueno, esto es todo por hoy... mañana os cuento cómo nos va con los chicos del Centro. De esos sí podré enseñaros alguna foto.

        Y como siempre, antes de despedirme, os dejo un regalo... unas fotos que ya las quisiera la National Geografic... si quieren comprármelas, aquí estoy... Están registradas a nombre del peregrino mangurrino... 



 Un saludo y hasta mañana!












martes, 29 de enero de 2013

Capitulo 10. Un gran día en el Centro de Reeducación


        El día de hoy ha sido bastante completo, así que intentaré resumirlo bien, sin que se me escapen detalles, que se me escaparán.

         Por la mañana me levanto bien, fresco y sin síntomas de resfriado. Ya es agua pasada, al menos el primero, y me dan ganas de afrontar el día con fuerza. Para ello nada mejor que levantarme a las seis de la mañana para la oración matinal en casa, y después, la misa en malgache. Después quiero desayunar, pero no hay leche, así que salgo a comprarla, pero está cerrado el comercio aún. Como hay abierto un pequeño local donde sirven desayunos, aprovecho para pedir un café con leche y un croissant de chocolate, que cuándo los volveré a comer... Cuando termino ha abierto el comercio y compro dos litros de leche.

         El otro día compré caramelos que marcaban claramente 800 Ariarys la bolsa, y a la hora de pagar me cobraron 950 por cada una. En un principio pensé (por eso de que si piensas mal acertarás) que mi piel blanca era la culpabe. Un extranjero que no domina el idioma ni aún las monedas es blanco fácil... Ahí quedó la cosa, pagué y me fui. Esta mañana he mirado el precio de la leche y marca 3.300 Ariarys, y al ir a pagar me querían cobrar 3.900 por cada litro. Entonces le dije con señas que de eso nada. Como no sabía decírselo, le dije que viniese a donde estaba la leche, y cuando le enseñé el precio se pusieron a hablar entre los dependientes... notaba que unos decían que me cobrara lo que estaba marcado, pero otros hablaban como si les diera igual, y parecían decirle a la cajera que si los quería que pagara lo que me pedían. Cuando vieron mi actitud, me cobraron lo marcado, ya que les dejé los dos litros de leche en el mostrador y me fui. A partir de ahora, cada vez que compre en esta tienda, que por desgracia es la única que conozco en los alrededores, me fijaré en los precios.

         Bueno, después de esto llego a casa, dejo la leche y nos vamos Hèléne, Remy y yo al Centro de reeducación. Tengo que seguir midiendo aquello, y como hoy me encuentro bien, es el mejor día para hacerlo. Nos montamos en el coche y nos vamos, y en menos de media hora estamos allí.

         Entramos en el Centro y lo primero que se me ocurre es darle los caramelos a los niños: craso error. Por un momento pensé que me comían. Se pusieron todos a mi alrededor con las manos abiertas esperando sus caramelos. No tenían paciencia ninguna y todos se atropellaban. En Perú les habría mandado callar a todos y hacer una fila, pero aquí me resulta imposible, pues aunque ya sé algunas palabras en francés, estos niños hablan en malgache. Ya no sabía qué hacer hasta que llegó Hèléne y los puso firmes. En lugar de repartir los caramelos a discrección se puso a hacer preguntas acerca de capitales de países y cosas así, y a quien respondía bien le daba uno. Es la inexperiencia del primer día. Para otra vez no lo haré así. En cualquier caso es una gran pena la que me da ver tantas manos abiertas pidiéndome un simple caramelo. Por un momento me sentí como si todos esos niños dependieran de mí para vivir, y fue un rato muy triste.
Hèléne "razonando" con los chavales

         Pasado el mal trago, me pongo manos a la obra con mi trabajo. Tardan muy poco los niños en estar a mi alrededor viendo lo que hago con el metro, papel y lápiz, y se ponen todos a intentar ayudarme, aunque más que ayudar, desayudaban. Empiezo a ponerme de los nervios porque no sé cómo decirles que vayan a hacer sus cosas y me dejen con las mías, y cuando estoy casi para explotar el metro, literalmente, revienta... Mira que he manejado metros a lo largo de mi vida, pero jamás me pasó esto. Con el metro colgado del cinturón por su colgador, noto un “ziiiiuuuu” y después un golpe. El muelle interno se ha soltado, se ha desenredado dentro y ha formado la de San Quintín, vamos, que está inservible.

         Como no tengo otro, mi primera reacción es echarme las manos a la cabeza, pues no regresaremos hasta las seis de la tarde y son apenas las diez de la mañana. Entonces voy al nutrido taller donde todo el inventario se compone de un martillo, una sierra y un destornillador... y qué casualidad, es el destornillador que necesito.

         Me quedo solo y le pido al Señor que me de las luces para poder arreglarlo, porque de ello depende que esté todo el día cruzado de brazos o que pueda aprovecar el tiempo. Cuando saco toda la cinta y todo el muelle (que es como otra cinta más interna) se forma un lío que me quita todas las ganas. Es entonces cuando me tomo un minuto de calma, me encomiendo al Espíritu Santo, acordándome de mi madre que siempre me lo recuerda, y me pongo manos a la obra. “Como no es obra mía, sino tuya, tú verás...”, le digo al Señor. En esos momentos procuro repararlo con calma, no como siempre hago las cosas, y el trabajo requiere muchísima paciencia. Me propongo no correr y hacerlo bien porque ni tengo prisas ni puede salir mal. Quien ha reparado alguna vez un metro sabe a qué me refiero...

         Poco a poco voy enrollando el muelle, con mucho cuidado de que no se desenrrede a medida que lo aprieto. Me empiezan a doler las manos cuando llevo media hora enrollando, pero no puedo descansar porque si lo suelto se vuelve a desenrrollar. Pasada la media hora termino y empiezo a enrrollar la cinta, y así otro buen rato. Cuando lo tengo casi listo vienen los niños a ver qué hago, a querer tocar, a querer ayudar... y otra vez casi pierdo los nervios, pero sonó una sirena para hacer formación... ¡Salvado por la campana!. Cuando todos se van doy la última vuelta y, como dirían los franceses ... ¡voilá!... Le coloco de nuevo la tapa, pongo los tornillos y funciona mejor que antes. Pues bien, en esos momentos del arreglo me dio tiempo a pensar en muchas cosas. Me acordé de mis monjitas fallecidas hace poco, y también del Padre Márquez y sus ejercicios de Vida y Contemplación... (me gustaría verlo arreglando el metro)... luego se me fue la mente a cosas más profundas, entre ellas la injusticia del hombre que provoca lo que estoy viendo. Me explico:

         Miro al cielo y veo un cielo perfecto, azulísimo y con pocas nubes muy blancas, y pienso que mirando al cielo no sabría si estoy en Canadá, en Moscú, en Madrid o en Madagascar. Miro al fondo y veo árboles bellísimos, tierras rojizas arcillosas y praderas, y pienso que podría estar en mi querida Extremadura o en la Toscana itallinana. Sin embargo, miro a estos niños descalzos, sucios y necesitados y sé que estoy en Madagascar. No es justo... En fin, son muchas las cosas que no son justas, y precisamente mi trabajo es poner otro granito de arena en la balanza, para contrarestar la inmensa mole de piedra que hay en el otro lado.

         Bien, una vez arreglado el metro sigo con mi trabajo, y como los niños quieren ayudarme sí o sí, les propongo turnos. Lo que al principio era un estorbo, resultó siendo una compañía mutua que todos necesitábamos: ellos mi compañía y algo de novedad en sus vidas y yo la ayuda eficaz a la hora de sostener el metro y el sentimiento de estar haciendo una obra de misericordia con estos pequeñuelos.

         En esto que nos vamos a comer Hèléne, Remy y yo. Cogemos el coche y nos vaamos a un “restaurante” (nótense las comillas) que, afortunadamente, está cerrado. Pronto encontramos otro con mejor pinta donde me ponen de primero arroz blanco cocido y de segundo una presa de pollo en salsa. También me ponen una infusión de unas hierbas que no he visto en mi vida. Lo he probado y quiero seguir sin verlo el resto de mi vida... empezamos con el turismo gastronómico...

Los comensales a punto de comer
El primer y casi único plato... la botella de agua "mineral"  la cambiamos por Coca-Cola...
La guarnición del arroz
A saber qué hierbas serán estas...

 Después de comer volvemos al centro Remy y yo, y nada más llegar hacemos el plan para el segundo intento de darles los caramelos a los chicos sin avalanchas humanas. Esta vez ha sido un éxito, aunque con la ayuda de los formadores que les han hecho formar en tres columnas, como los militares, y yo he ido repartiendo los caramelos uno a uno sin más incidente. Así da gusto...

Con el tesoro en mis manos

Repartiendo los caramelos

 
         Seguimos con el trabajo de medir. Me acuedo mucho de mi metro láser, que me olvidé en casa. Cuánto trabajo me habría ahorrado, pero bueno, tengo un metro reparado que funciona a las mil maravillas.

Es increíble ver cómo disfrutan estos chavales con un simple metro. Uno es el encargado de poner la punta del metro donde yo le diga, otro sostiene el cuaderno y el lápid, otro me lleva los guantes y me los da cuando me meto por sitios espinosos o sucios... y así, entre todos, medimos gran parte del Centro. Se pasa el tiempo volando y, cuando suena la sirena a formación, resulta que les echo de menos y consigo que permitan a uno que se quede conmigo hasta el final.

Un simple metro es un juego inesperado aquí 
         Hoy he llevado al Centro uno de los balones de baloncesto que compramos ayer, y la experiencia ha sido todo un éxito. Primero hemos jugado los mayores (para probar la mercancía) y después ellos. Después mayores con pequeños. No consigo comprender cómo pueden correr, saltar y tropezar con los pies descalzos sin sufrir el más mínimo rasguño. Los más afortunados tienen chanclas, que son aún más incómoadas para correr. Sin embargo, corren y saltan de tal manera que ya quisieran los corredores de los San Fermines correr igual... Lo que son las costumbres...
Fijaos en que uno incluso deja sus chanclas para estar más cómodo jugando
         Después de medir he tenido un rato de distendimiento con los chicos. Me sentara donde me sentara venían todos a sentarse a mi alrededor a preguntarme por señas cómo se decía todo en español. Les he tenido que pronunciar las palabras de todo lo que me traían o mostraban, como plástico, piedra, camiseta, pierna, ojo, nariz, cielo, metro... y así un largo etcétera. Uno incluso me señaló una cosa que traduje como “pilila”, y todo se rieron mucho...

Remy quitando el plástico al balón

         Hemos echado un buen rato con los chicos, y al final el día ha sido largo pero intenso. Hemos jugado, hemos reído, hemos trabajado, y yo, incluso, he tenido un rato de meditación reparadora (valga la palabra reparadora en sus dos términos, el de reparar mi mente y el de haberla hecho mientras reparaba el meto). Cómo será la cosa que no tenía ganas de irme, pero a las cinco y media se recogen todos a dormir, así que ahí no pintamos nada.

         Todos se despiden de Remy y de mí con un saludo “puño conta puño” y luego llevándose el puño al pecho, como queriéndo decir que nuestra amistad es de corazón. Nos vamos camino del bus, que está a un buen rato, entre arrozales y praderas muy bonitas. Tomamos el bus que nos lleva a Taratamaz, donde paramos a comprar en el Shopprice pan, Coca-Cola para Karima, que está enferma, y más caramelos para otras ocasiones, ya que estamos aquí.

Parecen un arrozal de película
Así es el arroz de cerca 
         Karima está enferma, no sé si porque se lo he pegado yo o por la calada de ayer. Yo hoy he sido precavido y en mi mochila he puesto el chubasquero, el protector solar, la gorra y, además, llevo las botas de montaña. Para colmo de los colmos, hoy ha hecho todo el día un sol de justicia, con lo que el chubasquero ni lo he sacado, el protector solar no me acordé de ponérmelo, la gorra se me olvidó dentro del armario del Centro y las botas me pesaban cada una un quital. Cuánto tiempo si hacerse presente el amigo Murphi, ¿lo recuerdas?... Y no solo eso, sino que la botella de agua para todo el día me la quedé en casa, mientras me dirigía a un lugar en plena “nada”.

         Son la cosas de la vida, pero aún así y, a pesar de lo rojo que me he puesto por el sol, estoy bien y contento.

         En casa, nada más llegar, cenamos rápido para escuhar otro testimonio: Hoy le toca el turno a Remy. Si lo que yo digo, Dios nos ha reunido aquí a varias personas con un testimonio, cuanto menos, interesante y difícil. Faltan dos testimonios... ¿los escucharemos?...

         Bueno, aquí acaba el día. Parece mentira que sin moverme del lugar me hayan pasado tantas cosas.

         Mañana tengo una cita con el constructor a las 9:00 en la prisión de Antananarivo, así que hay que acostarse pronto y estar fresco, aunque mi intención es ir a misa de 6:15 en malgache. No sé porqué pero esta misa me ha enganchado... bueno, sí lo sé... El Señor no habla en ningún idioma concreto y en todos a la vez...

         Espero que hayáis disfrutado del día de hoy... yo sí. Mañana en la prisión quiero hacer entrega del segundo balón de baloncesto y de los caramelos, con la lección aprendida de no hacerlo a discrección. Después intentaré comprar algunos balones de fútbol para completar la faena en los dos centros, ya que tengo que hacerlo en honor a la Virgen de Belén de Cabeza del Buey, en Badajoz. Ella y yo sabemos porqué...

         Me despido hasta mañana, que os contaré cómo han ido las conversaciones con el constructo para poder comenzar los trabajos cuanto antes.

         Hoy, para redondear el día, he recibido un esperado correo, el de mis hermanas de Santa Clara. Tengo la confirmación de que están bien, cosa que ya sabía a pesar de los duros momentos que les ha tocado vivir hace tan solo unos días. Me ha terminado de alegrar el día el saber que están firmes y alegres por la buena noticia de que las hermanas María y Faustina están disfrutando ya del Señor, velando por nosotos, y de saber que las que quedan son fuertes y están animadas. Precisamente ahora uqe aquí son las nueve de la noche y allí están a punto de comenzar la celebración de le Eucaristía, me uno a ellas y les hago saber que siempre estoy y estaré unido a ellas.

Os dejo con una foto peculiar, para que luego digan que "Spain is different"... aquí, como en España, se da el caso de que, mientras uno trabaja, el resto mira... ¿Veis cómo España no es tan diferente?


Y sabiendo que, seguramente, algo del día de hoy se me habrá pasado, me despido: 
Hasta mañana!


























lunes, 28 de enero de 2013

Capitulo 9. Mañana de trabajo, tarde de distendimiento...

         Hoy he amanecido bien. Se puede decir que ya he pasado el periodo de adaptación y ahora vamos a ver si podemos afrontar el trabajo. Una ducha para eliminar todo el sudor de la noche y un buen desayuno después y directos a trabajar.


Remy y Karima se ponen con mi documento mano a mano. Mientras él traduce mis textos, ella los mecanografía al ordenador. Así toda la mañana hasta la hora de comer. Mientras tanto yo he terminado los esquemas y dibujos que me faltaban, con lo que el trabajo de la prisión se puede dar por concluido.

Antes de nada quería dar las gracias al rey Baltasar (por eso de que estamos en África), ya que me ha traído un regalo: una tarjeta de teléfono malgache. Ya tengo un número de teléfono en Madagascar... al menos ya no estoy incomunicado.

Ahora queda pendiente comenzar lo mismo con el Centro de reeducación, que tiene más miga. Es mucho más grande y solo las mediciones necesarias me llevarán una semana al menos. Mañana empezaré con Remy, aunque ya tengo el dibujo hecho del la semana pasada, incluso algunas medidas que tomé con ayuda de David.

Creo que Remy y Karima trabajan más que yo, porque yo me limito a pensar y a poner en el papel lo que pienso, sin embargo ellos tienen que “descifrar” cada una de mis frases, contextualizarlas y, además, buscar en el diccionario o preguntarme por palabras más técnicas como bancada, caudal, arqueta, etc... Después de traducido lo tienen que poner con sus palabras para hacer un nuevo proyecto en francés.... Dios mío, espero que la traducción sea literal. Ya lo dice un dicho italiano: “Traduttore, traditore”... es decir, “traductor traidor”, aunque si le preguntáramos a un italiano nos lo traduciría como “la traducción es una traidora”. Ya dice Vicente Borragán, no sé si le conocéis, que el genio vivo de una lengua queda perdido ya en la primera traducción que de ella se hace. Imaginaos en la segunda, tercera, etc... Este problema ocurría cuando la Biblia se tradujo del hebreo al griego, luego del griego al latín, luego del latín al alemán, luego del alemán al español... dando como fruto una versión totalmente tergiversada que a veces nada tiene que ver con el original. No sé si habrás captado que hablo de protestantismo, aunque algo peor pasa con los testigos de jehová, con los adventistas y con otros tantos. Por eso nosotros usamos Biblias siempre traducidas del original hebreo... bueno, que me voy por los cerros de Úbeda... sigo...

Regateando el precio del viaje
 Después de la mañana de trabajos, traducciones, etc, me dicen Remy y Karima que vayamos a un mercado en Antananarivo a intentar comprar una guitarra para que ella aprenda y luego otras dos más, una para el Centro y otra para la prisión. Salimos temprano, tomamos un taxi y, tras regatear el precio, nos montamos. El viaje es de algo más de media hora de ida, y otro tanto de vuelta. Además, el chófer nos esperará sentado en el coche durante más o menos una hora que tardemos en comprar. Todo esto costará 38.000 Ariarys, es decir, unos 13 €. No sé cuánto costaría esto en España, pero seguro que más o menos lo mismo que la entrada de un piso...

El chófer es muy simpático, aunque no habla mucho... tampoco podríamos hablar mucho con él. Apenas entiende el francés, pero como los nombres de las calles y los mercados, así como los números para hablar de precio, se los ha aprendido bien, nos lleva a donde le pedimos sin mayor problema.
Ves cómo llena el depósito bajo el volante?

Es curioso, pero al parar en una estación de servicio, le dice al dependiente que le eche gasolina, y cual es mi sorpresa cuando se la echa en un recipiente de aceite de esos de cinco litros de Cepsa que lleva dentro del coche, bajo la palanca de cambios. De ese bote sale una manguera que va directa al motor... Vamos, ¡¡menudo depósito de gasolina que tiene el tío...!! ¡¡un depósito de cinco litros!!. Así tendrá que repostar gasolina cada dos o tres horas... Imagino que es el único sistema antirrobo fiable, ya que, como máximo, te roban lo que tengas en la lata.

Por esas callejuelas abarrotadas de gente, todos con sus mercadillos de miles de cosas variopintas, unos descalzos, otros con chanclas, unas con un niño a la espalda, otros empujando un carro con la cabeza cuesta arriba... al final, llegamos al mercado principal. Ya me advirtieron que nada de cámaras ni móviles, pues aquí los robos son despiadados, a plena luz del día y, además, a los blancos más, puesto que llevamos pintado en la frente el símbolo del euro.

En cualquier caso no quiero perder la ocasión de tomar un reportaje gráfico del mercado y me llevo el viejo móvil que tengo. Si me lo roban no será para tanto.
El primer hombre que nos intenta vender algo por la ventana
Pesando el género...
Aunque no lo creáis, detrás de este carro hay un hombre empujando con su cabeza.
Para darse un baño en este río... y eso que no se aprecia bien lo que en verdad hay en él.
Otra típica carnicería
Nos miraba como extrañada la niña...
Nada más bajar del taxi, un Renault 4 de cuando Franco era corneta, empieza la fiesta... se pone a llover de tal manera que nos tenemos que refugiar en una especie de portales y donde se mete todo el mundo a presión para no empaparse. Aquí es raro el que lleva el paraguas encima, y nosotros no íbamos a ser menos. Mira que tengo un chubasquero en la maleta, pero con el calor que hacía quién iba a pensar que el clima iba a cambiar tan radicalmente en cinco minutos.... Total, que no nos mojamos mucho porque nos refugiamos, pero poco después, cuando nos adentramos en el mercado, empieza a apretar de nuevo, y ahí no tenemos cobijo. Nos ponemos como una sopa, y yo me arrepiento de no haber sido precavido, pero cuando miro a Remy con camiseta de tirantes y en chanclas, me digo para mí mismo: “bueno, no es para tanto...”. 

Llega un momento en el que ya me da igual todo. Por mirar a ver si viene un coche meto el pie en un charco hasta los tobillos, y ni siquiera había traído las botas, con lo que me pongo a caminar bajo la lluvia como si no lloviese.

Preguntamos por todas las guitarras del mercado, pero la mayoría son una estafa, por no decir un robo... ¡Como puede ser posible que una guitarra de tan mala calidad cueste hasta 70 €!. ¡¡Si debería costar, por lógica, la mitad de lo que nos cobra el taxista!!... Hay cosas que no tienen lógica alguna.

Buscando guitarras encontramos balones, y como quería comprar un par de ellos para el Centro y para la prisión, regateamos y salen los dos por 28.000 Ariays, es decir, menos de 10 €. Esto sí que es un precio razonable... Uno de ellos es “Spalding”, jeje... bueno, al menos eso pone.

Con cautela echo una foto por aquí, una foto por allá, y me hago con unas poquitas para poder enseñároslas. No son de muy buena calidad, pero menos da una piedra.

Todos estos aparatos están bajo la lluvia protegidos con una lona. ¿Tendrán garantía?
Cualquier fotógrafo de estos que se autodenominan como artistas diría que esta foto la tiró para recoger el momento más íntimo de la pobreza humana, y lo habría titulado: "Mujer caminando con niño a cuestas sobre fondo de muro de adobe".... Yo la llamo: "Una foto que tiré sin querer desde la ventanilla del Renault 4 y que salió bien de chorra"
"Trabajador del campo posando con su carga sobre la cabeza en actitud meditativa"... O mejor dicho: otra foto como la anterior, que salió bien por casualidad. Es lo que tiene disparar mil fotos, que algunas salen buenas.
¿Hay algo en esta foto que os resulte familiar?
Regresamos a casa pronto porque las guitarras han sido un camelo, y de camino pasamos por un mercadillo artesanal. Le decimos al chófer que pare, lo que nos costará solo 2.000 Ar más. En el mercado Karima se compra su soñado djembé, mientras yo echo algún vistazo para ver qué llevo para España. Me reservo el derecho de la sorpresa, así que no me preguntéis nada acerca de qué he hecho o si he comprado algo...
Karima con su nuevo djembé

Vuelta a casa me encuentro con una estampa muy triste. Primero son los mercaderes ambulantes que aprovechan el intenso tráfico para intentar vender a los que viajan en taxi por la ventanilla. Me dicen que hay que decirles: “Chess”... y así se van, pero ni chés ni chás... por más que se lo digo no dejan de seguir al coche.

Termina uno y empieza otro. Es como si tuviesen un pacto de kilometraje, es decir, que cada cual tiene un punto de inicio y un punto de finalización de su venta.

Pero lo peor no es esto, sino ver cómo un niño se pone a correr paralelo al coche con la mano puesta en la manilla de la puerta. Lloviendo, descalzo y gritando en su idioma: ”una limosna, por favor...”. Esto me parte el alma, porque el chiquillo no tendrá más de siete u ocho años... Me dicen que no le de nada, porque no hay que acostumbrarlos a eso, ya que luego no hay quien te los quite de encima. Sin embargo, el chico se puede haber hecho cinco kilómetros corriendo hasta que, en un momento dado, le perdimos. El chófer está tan acostumbrado que incluso se mete en el arcén o toma los desvíos con toda tranquilidad, sin preocuparse por el chico, como intuyendo que el chaval está tan acostumbrado que sabe cuidarse bien.
El testarudo chaval que consiguió su botín
Un rato más adelante, en otro pequeño embotellamiento, mi sorpresa es mayúscula cuando el chico vuelve a ponerse a la par del coche... nos había estado siguiendo desde lo lejos, sin dejar de correr aunque el coche iba más rápido que él. Sin embargo él sabía que más adelante iríamos más despacio y nos volvería a coger.

Karima le da algo, no sé qué... pero me dice que nunca les de dinero. Automáticamente, el chico nos deja con la satisfacción del deber cumplido: ha conseguido que le demos algo a fuerza de intentarlo.

No hace más que dejarnos cuando, de repente, aparece una niña más pequeña que el niño anterior. Es preciosa, con una cara muy linda, y saben muy bien qué expresión poner para dar pena. Su estrategia será la misma que la del chico. Va descalza y corre también agarrada de la manilla de la puerta. Ellos saben que no deben abrir la puerta, porque no les está permitido, pero no la soltarían ni aunque terminasen siendo arrastrados por el coche.
No me digáis que no es una pena ver esto... menos mal que no la vísteis en directo.
Finalmente, otra vez Karima, le da un bolígrafo y, automáticamente, la niña se desvía del rumbo para apartarse en el arcén a disfrutar de su botín. Me dicen que aquí se pirran por los bolis, y más los niños. Daos cuenta de la escala de valores de esta gente... si la comparamos con la nuestra, si pensamos en qué nos diría un niño si le regalamos un boli, nos daremos cuenta de la realidad de este país. Creo que el oto día fui explícito y no hará falta que os diga que un niño español nos clavaría el bolígrafo en la espalda en cuanto nos girásemos.

Bueno, una vez llegamos a casa me doy cuenta de que mi descuido al no llevarme ropa de lluvia me va a costar recaer de nuevo... ya me siento un poco regular. Karima también está tocada, sin embargo, Remy está como el que se acaba de levantar de la cama, más fresco que una lechuga.

Ya en casa teníamos pensado comprar una pizza, pero como no la sirven a domicilio, van por ella mientras yo me cambio un poco.

Cuando regresan nos comemos las pizzas. Están buenísimas y caen rápido con un poco de Coca-Cola. Y es justo entonces cuando comienza a contarnos su historia Karima. El otro día conté yo la mía, con Remy como traductor... hoy le toca a ella.

Es curioso ver cómo aquí estamos reunidos unos cuantos, cada uno de un lugar del mundo, unos de Francia, otos de Túnez, otros de España... y todos tenemos una historia que contar, un pasado más o menos difícil.... y todos estamos aquí haciendo un mismo trabajo: aplicar el Evangelio a nuestras vidas y a las vidas de estos pobres niños... Es curioso ver cómo Dios tiene sus planes. Si me dijeran que iba a estar aquí hace unos meses no me lo habría creído, sin embargo, no llevo aquí una semana y me siento como en mi propia casa.

Desde aquí doy las gracias a Hèléne y a David por abrirme las puertas de su casa de par en par, sin problemas y con tal confianza desde el primer día que incluso tengo las llaves y se van dejándome solo... Son las cosas de Dios... desde luego, quien sirve a Dios y se fía de su providencia no se ve defraudado nunca por Él. Y eso es lo que me está pasando aquí...

En fin, que acaba el día con una historia más, la de Karima... esperaremos a las del resto... mientras tanto ya estamos preparando el plan de mañana. Y mientras os escribo esto, los demás siguen en sus labores de traducción, y de vez en cuanto me interrumpen para preguntarme qué es el caudal, o que les recuerde qué era una arqueta... Ahora mismo que estoy acabando, me pregunta Remy que qué significa la frase: “para conseguir los fines contenidos en este proyecto”... y una vez que se lo acabo de explicar, concluyo la crónica de este día. Me despido de vosotros y mañana os contaré si mis sospechas de haber recaído eran ciertas o no.

 Os dejo alguna foto más y me despido.

Mercadillo callejero
No es recomendable, pero te puedes hacer hasta un tatoo....
Que descanséis.... hasta mañana!!