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Asómate a la ventana y mira, escucha, habla...y comparte conmigo tus impresiones.

"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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martes, 29 de enero de 2013

Capitulo 10. Un gran día en el Centro de Reeducación


        El día de hoy ha sido bastante completo, así que intentaré resumirlo bien, sin que se me escapen detalles, que se me escaparán.

         Por la mañana me levanto bien, fresco y sin síntomas de resfriado. Ya es agua pasada, al menos el primero, y me dan ganas de afrontar el día con fuerza. Para ello nada mejor que levantarme a las seis de la mañana para la oración matinal en casa, y después, la misa en malgache. Después quiero desayunar, pero no hay leche, así que salgo a comprarla, pero está cerrado el comercio aún. Como hay abierto un pequeño local donde sirven desayunos, aprovecho para pedir un café con leche y un croissant de chocolate, que cuándo los volveré a comer... Cuando termino ha abierto el comercio y compro dos litros de leche.

         El otro día compré caramelos que marcaban claramente 800 Ariarys la bolsa, y a la hora de pagar me cobraron 950 por cada una. En un principio pensé (por eso de que si piensas mal acertarás) que mi piel blanca era la culpabe. Un extranjero que no domina el idioma ni aún las monedas es blanco fácil... Ahí quedó la cosa, pagué y me fui. Esta mañana he mirado el precio de la leche y marca 3.300 Ariarys, y al ir a pagar me querían cobrar 3.900 por cada litro. Entonces le dije con señas que de eso nada. Como no sabía decírselo, le dije que viniese a donde estaba la leche, y cuando le enseñé el precio se pusieron a hablar entre los dependientes... notaba que unos decían que me cobrara lo que estaba marcado, pero otros hablaban como si les diera igual, y parecían decirle a la cajera que si los quería que pagara lo que me pedían. Cuando vieron mi actitud, me cobraron lo marcado, ya que les dejé los dos litros de leche en el mostrador y me fui. A partir de ahora, cada vez que compre en esta tienda, que por desgracia es la única que conozco en los alrededores, me fijaré en los precios.

         Bueno, después de esto llego a casa, dejo la leche y nos vamos Hèléne, Remy y yo al Centro de reeducación. Tengo que seguir midiendo aquello, y como hoy me encuentro bien, es el mejor día para hacerlo. Nos montamos en el coche y nos vamos, y en menos de media hora estamos allí.

         Entramos en el Centro y lo primero que se me ocurre es darle los caramelos a los niños: craso error. Por un momento pensé que me comían. Se pusieron todos a mi alrededor con las manos abiertas esperando sus caramelos. No tenían paciencia ninguna y todos se atropellaban. En Perú les habría mandado callar a todos y hacer una fila, pero aquí me resulta imposible, pues aunque ya sé algunas palabras en francés, estos niños hablan en malgache. Ya no sabía qué hacer hasta que llegó Hèléne y los puso firmes. En lugar de repartir los caramelos a discrección se puso a hacer preguntas acerca de capitales de países y cosas así, y a quien respondía bien le daba uno. Es la inexperiencia del primer día. Para otra vez no lo haré así. En cualquier caso es una gran pena la que me da ver tantas manos abiertas pidiéndome un simple caramelo. Por un momento me sentí como si todos esos niños dependieran de mí para vivir, y fue un rato muy triste.
Hèléne "razonando" con los chavales

         Pasado el mal trago, me pongo manos a la obra con mi trabajo. Tardan muy poco los niños en estar a mi alrededor viendo lo que hago con el metro, papel y lápiz, y se ponen todos a intentar ayudarme, aunque más que ayudar, desayudaban. Empiezo a ponerme de los nervios porque no sé cómo decirles que vayan a hacer sus cosas y me dejen con las mías, y cuando estoy casi para explotar el metro, literalmente, revienta... Mira que he manejado metros a lo largo de mi vida, pero jamás me pasó esto. Con el metro colgado del cinturón por su colgador, noto un “ziiiiuuuu” y después un golpe. El muelle interno se ha soltado, se ha desenredado dentro y ha formado la de San Quintín, vamos, que está inservible.

         Como no tengo otro, mi primera reacción es echarme las manos a la cabeza, pues no regresaremos hasta las seis de la tarde y son apenas las diez de la mañana. Entonces voy al nutrido taller donde todo el inventario se compone de un martillo, una sierra y un destornillador... y qué casualidad, es el destornillador que necesito.

         Me quedo solo y le pido al Señor que me de las luces para poder arreglarlo, porque de ello depende que esté todo el día cruzado de brazos o que pueda aprovecar el tiempo. Cuando saco toda la cinta y todo el muelle (que es como otra cinta más interna) se forma un lío que me quita todas las ganas. Es entonces cuando me tomo un minuto de calma, me encomiendo al Espíritu Santo, acordándome de mi madre que siempre me lo recuerda, y me pongo manos a la obra. “Como no es obra mía, sino tuya, tú verás...”, le digo al Señor. En esos momentos procuro repararlo con calma, no como siempre hago las cosas, y el trabajo requiere muchísima paciencia. Me propongo no correr y hacerlo bien porque ni tengo prisas ni puede salir mal. Quien ha reparado alguna vez un metro sabe a qué me refiero...

         Poco a poco voy enrollando el muelle, con mucho cuidado de que no se desenrrede a medida que lo aprieto. Me empiezan a doler las manos cuando llevo media hora enrollando, pero no puedo descansar porque si lo suelto se vuelve a desenrrollar. Pasada la media hora termino y empiezo a enrrollar la cinta, y así otro buen rato. Cuando lo tengo casi listo vienen los niños a ver qué hago, a querer tocar, a querer ayudar... y otra vez casi pierdo los nervios, pero sonó una sirena para hacer formación... ¡Salvado por la campana!. Cuando todos se van doy la última vuelta y, como dirían los franceses ... ¡voilá!... Le coloco de nuevo la tapa, pongo los tornillos y funciona mejor que antes. Pues bien, en esos momentos del arreglo me dio tiempo a pensar en muchas cosas. Me acordé de mis monjitas fallecidas hace poco, y también del Padre Márquez y sus ejercicios de Vida y Contemplación... (me gustaría verlo arreglando el metro)... luego se me fue la mente a cosas más profundas, entre ellas la injusticia del hombre que provoca lo que estoy viendo. Me explico:

         Miro al cielo y veo un cielo perfecto, azulísimo y con pocas nubes muy blancas, y pienso que mirando al cielo no sabría si estoy en Canadá, en Moscú, en Madrid o en Madagascar. Miro al fondo y veo árboles bellísimos, tierras rojizas arcillosas y praderas, y pienso que podría estar en mi querida Extremadura o en la Toscana itallinana. Sin embargo, miro a estos niños descalzos, sucios y necesitados y sé que estoy en Madagascar. No es justo... En fin, son muchas las cosas que no son justas, y precisamente mi trabajo es poner otro granito de arena en la balanza, para contrarestar la inmensa mole de piedra que hay en el otro lado.

         Bien, una vez arreglado el metro sigo con mi trabajo, y como los niños quieren ayudarme sí o sí, les propongo turnos. Lo que al principio era un estorbo, resultó siendo una compañía mutua que todos necesitábamos: ellos mi compañía y algo de novedad en sus vidas y yo la ayuda eficaz a la hora de sostener el metro y el sentimiento de estar haciendo una obra de misericordia con estos pequeñuelos.

         En esto que nos vamos a comer Hèléne, Remy y yo. Cogemos el coche y nos vaamos a un “restaurante” (nótense las comillas) que, afortunadamente, está cerrado. Pronto encontramos otro con mejor pinta donde me ponen de primero arroz blanco cocido y de segundo una presa de pollo en salsa. También me ponen una infusión de unas hierbas que no he visto en mi vida. Lo he probado y quiero seguir sin verlo el resto de mi vida... empezamos con el turismo gastronómico...

Los comensales a punto de comer
El primer y casi único plato... la botella de agua "mineral"  la cambiamos por Coca-Cola...
La guarnición del arroz
A saber qué hierbas serán estas...

 Después de comer volvemos al centro Remy y yo, y nada más llegar hacemos el plan para el segundo intento de darles los caramelos a los chicos sin avalanchas humanas. Esta vez ha sido un éxito, aunque con la ayuda de los formadores que les han hecho formar en tres columnas, como los militares, y yo he ido repartiendo los caramelos uno a uno sin más incidente. Así da gusto...

Con el tesoro en mis manos

Repartiendo los caramelos

 
         Seguimos con el trabajo de medir. Me acuedo mucho de mi metro láser, que me olvidé en casa. Cuánto trabajo me habría ahorrado, pero bueno, tengo un metro reparado que funciona a las mil maravillas.

Es increíble ver cómo disfrutan estos chavales con un simple metro. Uno es el encargado de poner la punta del metro donde yo le diga, otro sostiene el cuaderno y el lápid, otro me lleva los guantes y me los da cuando me meto por sitios espinosos o sucios... y así, entre todos, medimos gran parte del Centro. Se pasa el tiempo volando y, cuando suena la sirena a formación, resulta que les echo de menos y consigo que permitan a uno que se quede conmigo hasta el final.

Un simple metro es un juego inesperado aquí 
         Hoy he llevado al Centro uno de los balones de baloncesto que compramos ayer, y la experiencia ha sido todo un éxito. Primero hemos jugado los mayores (para probar la mercancía) y después ellos. Después mayores con pequeños. No consigo comprender cómo pueden correr, saltar y tropezar con los pies descalzos sin sufrir el más mínimo rasguño. Los más afortunados tienen chanclas, que son aún más incómoadas para correr. Sin embargo, corren y saltan de tal manera que ya quisieran los corredores de los San Fermines correr igual... Lo que son las costumbres...
Fijaos en que uno incluso deja sus chanclas para estar más cómodo jugando
         Después de medir he tenido un rato de distendimiento con los chicos. Me sentara donde me sentara venían todos a sentarse a mi alrededor a preguntarme por señas cómo se decía todo en español. Les he tenido que pronunciar las palabras de todo lo que me traían o mostraban, como plástico, piedra, camiseta, pierna, ojo, nariz, cielo, metro... y así un largo etcétera. Uno incluso me señaló una cosa que traduje como “pilila”, y todo se rieron mucho...

Remy quitando el plástico al balón

         Hemos echado un buen rato con los chicos, y al final el día ha sido largo pero intenso. Hemos jugado, hemos reído, hemos trabajado, y yo, incluso, he tenido un rato de meditación reparadora (valga la palabra reparadora en sus dos términos, el de reparar mi mente y el de haberla hecho mientras reparaba el meto). Cómo será la cosa que no tenía ganas de irme, pero a las cinco y media se recogen todos a dormir, así que ahí no pintamos nada.

         Todos se despiden de Remy y de mí con un saludo “puño conta puño” y luego llevándose el puño al pecho, como queriéndo decir que nuestra amistad es de corazón. Nos vamos camino del bus, que está a un buen rato, entre arrozales y praderas muy bonitas. Tomamos el bus que nos lleva a Taratamaz, donde paramos a comprar en el Shopprice pan, Coca-Cola para Karima, que está enferma, y más caramelos para otras ocasiones, ya que estamos aquí.

Parecen un arrozal de película
Así es el arroz de cerca 
         Karima está enferma, no sé si porque se lo he pegado yo o por la calada de ayer. Yo hoy he sido precavido y en mi mochila he puesto el chubasquero, el protector solar, la gorra y, además, llevo las botas de montaña. Para colmo de los colmos, hoy ha hecho todo el día un sol de justicia, con lo que el chubasquero ni lo he sacado, el protector solar no me acordé de ponérmelo, la gorra se me olvidó dentro del armario del Centro y las botas me pesaban cada una un quital. Cuánto tiempo si hacerse presente el amigo Murphi, ¿lo recuerdas?... Y no solo eso, sino que la botella de agua para todo el día me la quedé en casa, mientras me dirigía a un lugar en plena “nada”.

         Son la cosas de la vida, pero aún así y, a pesar de lo rojo que me he puesto por el sol, estoy bien y contento.

         En casa, nada más llegar, cenamos rápido para escuhar otro testimonio: Hoy le toca el turno a Remy. Si lo que yo digo, Dios nos ha reunido aquí a varias personas con un testimonio, cuanto menos, interesante y difícil. Faltan dos testimonios... ¿los escucharemos?...

         Bueno, aquí acaba el día. Parece mentira que sin moverme del lugar me hayan pasado tantas cosas.

         Mañana tengo una cita con el constructor a las 9:00 en la prisión de Antananarivo, así que hay que acostarse pronto y estar fresco, aunque mi intención es ir a misa de 6:15 en malgache. No sé porqué pero esta misa me ha enganchado... bueno, sí lo sé... El Señor no habla en ningún idioma concreto y en todos a la vez...

         Espero que hayáis disfrutado del día de hoy... yo sí. Mañana en la prisión quiero hacer entrega del segundo balón de baloncesto y de los caramelos, con la lección aprendida de no hacerlo a discrección. Después intentaré comprar algunos balones de fútbol para completar la faena en los dos centros, ya que tengo que hacerlo en honor a la Virgen de Belén de Cabeza del Buey, en Badajoz. Ella y yo sabemos porqué...

         Me despido hasta mañana, que os contaré cómo han ido las conversaciones con el constructo para poder comenzar los trabajos cuanto antes.

         Hoy, para redondear el día, he recibido un esperado correo, el de mis hermanas de Santa Clara. Tengo la confirmación de que están bien, cosa que ya sabía a pesar de los duros momentos que les ha tocado vivir hace tan solo unos días. Me ha terminado de alegrar el día el saber que están firmes y alegres por la buena noticia de que las hermanas María y Faustina están disfrutando ya del Señor, velando por nosotos, y de saber que las que quedan son fuertes y están animadas. Precisamente ahora uqe aquí son las nueve de la noche y allí están a punto de comenzar la celebración de le Eucaristía, me uno a ellas y les hago saber que siempre estoy y estaré unido a ellas.

Os dejo con una foto peculiar, para que luego digan que "Spain is different"... aquí, como en España, se da el caso de que, mientras uno trabaja, el resto mira... ¿Veis cómo España no es tan diferente?


Y sabiendo que, seguramente, algo del día de hoy se me habrá pasado, me despido: 
Hasta mañana!


























2 comentarios:

  1. Hola Martín !!!!!!!aqui de nuevo, Q alegría q estes mejor, me alegro muchísimo. Darte las gracias por compartir todas estas esperiencias con nosotros, desearos todo lo mejor. Desde Almendralejo mandarte un fuerte abrazo,te recordamos siempre y pedimos mucho por ti. Un beso muy fuerte. Carmen

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  2. Hola de nuevo, que me echo el tiempo encima y luego me quedo sin comentar las cosas.

    Otro día más y van sumando, sabes lo que se me ocurre algunas veces, los idiomas tenían que ser comunes en todos los sitios, nos evitaríamos muchos quebraderos de cabeza jajajjaj, lo que ocurre es que perderíamos la riqueza del lenguaje, de las cultura, de las costumbres, todo enriquece ¿verdad? pero el idioma algunas veces se hace cuesta arriba para poder entendernos.

    Cuántas veces se nos va el día en chuflainas, sin aprovecharlo apenas o bien que no nos concentramos, sinceramente en mi vida diaria no invoco al Espíritu Santo, para mí es un gran desconocido. Tenemos tendencia a refugiarnos en el Señor, en alguna imagen...pero considero interesante empezar a practicar esta invocación, nos sería de mucha utilidad en muchos momentos.

    Por aquí todo con normalidad, las hermanas de Santa Clara están bien como ya sabes y todo gira sin novedad aparente.

    Este viernes son las Candelas, tendrás que hacer una hoguera no? Quemaremos lo malo, lo feo, lo que nos incomoda...y bueno nos tomaremos alguna tapilla también acordándonos de ti.

    Me alegro que estés mejor y vuelta a la normalidad.

    Hasta la próxima.

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