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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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viernes, 8 de marzo de 2013

Capítulo 35. Una larga semana...

        Estos días he tenido algunas complicaciones y no he podido escribir, así que tengo que resumir varios días en un capítulo. No será difícil, pues no ha pasado nada fuera de lo corriente. Lo único que cabe destacar es que los trabajos en la prisión de Antanimora siguen avanzando a buen ritmo.

         El lunes fuimos a ver cómo se resolvía un problema relacionado con los sifones de las letrinas. Aquí no se pueden hacer las cosas como uno quiere, primero porque no se encuentran las piezas necesarias, y segundo, porque el personal no está acostumbrado a hacer las cosas “a la europea”. No trabajan mal, pero el estilo de trabajo es muy distinto.

         Como la prisión acoge a más de cien chavales y tenemos cuatro letrinas, es preciso que estas tengan una vida útil larga. Para eso serán necesarias dos cosas; la primera, que se eviten los atascos al máximo; la segunda, que los chavales tengan una educación en el mantenimiento de las nuevas instalaciones y hagan un correcto uso de ellas.

         La segunda será difícil, así que será necesario hacer hincapié en la primera. Para ello le propongo a la empresa una solución para el desagüe y el sifón, de modo que tenga una sección mayor que la normal y puedan evitarse atascos, o al menos que se reduzcan. Sin embargo ni saben ni quieren hacerlo, y me dicen que en Madagascar no hay piezas de ese tamaño. Como no puedo comprobarlo hago como que me lo creo, pero sé que no es verdad. De todos modos les digo cómo hacer un sifón con piezas especiales de PVC. Si creen que me van a engañar van listos... pero tengo que reconocer que al final se saldrían con la suya, pues he comprobado si existen las piezas y es verdad. Aquí no existen. Habrá que conformarse con una sección normal de desagüe. Tampoco es tan grave, aunque esto tendrá como consecuencia trabajar más en el punto segundo que os comentaba antes: la educación en el mantenimiento de la instalación.

         El lunes no tiene mucho de especial, solo que es un día raro porque después de venir de las mini-vacaciones, comenzar a trabajar es complicado, pero como este trabajo es lejos de casa, no está pagado, es en un sitio que puede resultar desagradable y requiere viajar dos horas por la mañana y otras dos por la tarde entre sobacos varios, me gusta...
A Bosco lo único que le preocupa es tener algo que echarse al pico
         El martes es otra cosa, pues nada más levantarnos empezamos a madurar la idea de alquilar una moto. No es por comodidad, pues se viaja mejor sentado que a la intemperie, especialmente los días de lluvia. Por otro lado, en moto nos tragaremos toda la polución (que es excesiva) como si fuera con un embudo... sin embargo los beneficios que tiene son grandes. Ahorraremos más de una hora por viaje, es decir, dos horas al día. Yo le encuentro la satisfacción al hecho de que puedo ir a casa para la hora de la siesta, costumbre muy típica de España, y que sin embargo, allí no practico nunca. Tengo que salir de España para dormir la siesta... aunque un día revelaré el secreto de mis siestas, que no lo son tal... quizás en el próximo capítulo.

         El martes fuimos a la misa matutina, como de costumbre. El lunes no fuimos porque los lunes no se celebra. En la misa me quedé un rato leyendo el Evangelio del día (Mt. 18, 21-35), cuyo contenido queda muy bien resumido y sintetizado en la oración del “Padre nuestro”, en la parte que dice: “... perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...”. Antiguamente, no sé si lo recuerdas, no hablaba de ofensas, sino de deudas. Al final la Iglesia cambió estas palabras porque muchos lo interpretaban literalmente, como algo material o económico. Pues bien, este trocito de Evangelio me hace pensar en que cuando rezamos el Padre nuestro, la más importante de las oraciones porque nos la enseñó el mismo Jesús, hablamos y hablamos sin darnos cuenta de lo que decimos. No todos, y no siempre, pero como norma general hemos convertido esta oración en algo sistemático que repetimos como loros, y lo tenemos tan aprendido que somos capaces de rezar mientras pensamos en otras cosas... Sin embargo, si lo piensas bien, con el resto de cosas no nos suele pasar esto... Si estás recitando un poema, por ejemplo, no eres capaz de tener la mente en otro sitio sin equivocarte en la lectura... y con el Padre nuestro sí.

         Pero eso no es lo más importante que os quería decir, sino que cuando decimos eso de “perdona nuestras ofensas...”, ¿realmente sabemos qué estamos pidiendo?. ¿De verdad le pedimos a Dios que nos perdone igual que nosotros perdonamos a los demás?. Si es así, deberíamos examinar nuestras conciencias, porque le estamos pidiendo a Dios que no nos perdone, es más, que nos olvide y que pase de nosotros... Más nos convendría decirle al Señor: “... perdona nuestras ofensas como nosotros DEBERÍAMOS perdonar a los que nos ofenden...” y estaríamos más acertados.

         Bien, no quiero extenderme más en la homilía, solo te dejo esta pequeña reflexión por si te viene bien. A mí me vino genial...

         El martes fuimos a la prisión de nuevo a ver a los trabajadores y, de paso, acompañar y jugar con los chavales. Está bien el trabajo, no por el trabajo en sí, sino porque la mayoría del tiempo la paso con los chicos. Noto cómo cada día me quieren más. Todos quieren hablar conmigo, y ya me comunico bien. Todos quieren tocarme, preguntarme cosas y saber cómo se dice todo en español. Todos me llaman por mi nombre a todas horas. Unos quieren que juegue con ellos al fútbol, otros al baloncesto, otros al rugby... y yo juego a todo, aunque prefiero el fútbol y las clases de español.

         De vez en cuando echo un ojo a los trabajos, y cuando todo está visto y los chicos se disponen a comer, nos vamos Karima y yo porque tiene que cambiar su vuelo. Ella pensaba que el avión salía el día 14, sin embargo se dio cuenta de que no era el 14, sino el 4. Nos fuimos rápido al aeropuerto a cambiar el vuelo porque resulta que pensábamos que el mismo martes era el día del vuelo, sin embargo aún no sabíamos que el martes ya era 5 de marzo.

         En el aeropuerto vamos al stand de “Air Madagascar”, donde nos dan la noticia... el vuelo salió el lunes, y ella sin saberlo.

         Sin embargo, por esas cosas del destino y porque Dios puso todo en su sitio, la chica nos dijo que quizás podría arreglarlo todo para que no perdiera el vuelo. Nos dijo que esperáramos mientras lo consultaba, así que nos fuimos a la cafetería a tomar algo. La espera fue larga, y llevábamos ya más de una hora cuando decidimos quedarnos a comer, pues no sabíamos cuanto tiempo más nos quedaba. Comimos en el aeropuerto, vimos aterrizar y despegar varios aviones y, finalmente, fuimos a ver a la chica. Nos dio una buena noticia, pues era posible recuperar el vuelo perdido (algo que no acabo de comprender) y lo preparó para el día 30, un día antes que yo. Nos vamos felices por el milagro...

         A Remy le costó 150 euros cambiar la fecha de vuelta a Francia, sin embargo a Karima no le cuesta ni un céntimo, y eso que su vuelo lo había perdido. Definitivamente, Remy es un hombre con poca suerte...

         Antes de ir a casa hablamos de ir a ver un sitio donde alquilan motos, y de camino, hablando entre nosotros, Karima dice que vamos a buscar un taxi... es entonces cuando aparece un hombre que había escuchado la palabra “taxi” y se lanzó a por nosotros como las hienas a por la carroña. Dice que es taxista, pero que no tiene taxi. Nos enseña su carnét y todo... y luego nos cuenta que su coche está averiado, pero que vayamos con él a por el coche de un amigo.

         No nos da tiempo ni a decir que sí cuando el amigo ya está esperándonos con el coche. Aquí los negocios son así, los hay que los huelen a la legua. Nos montamos y nos llevan al lugar. El primer sitio no alquila, pero al lado hay otro y tenemos suerte. El chico es francés y nos muestra una moto 200 c.c. marca AJP. Es portuguesa, aunque los motores se fabrican en china (cómo no). Nos gusta por tamaño y por precio y quedamos con él en que nos la llevaremos al día siguiente.
La APJ 200
         Después volvemos a casa y aprovechamos el taxi para recoger a Remy que acaba de llegar a Taratamaz. Cuando llegamos a casa el amigo que nos buscó el taxi nos pidió si le podíamos hacer un regalo, a lo cual respondimos amablemente que el regalo que le podemos dar es otro, pero que no le gustaría. El tipo es un caradura de cuidado, pues incluso al chico que nos alquiló la moto le pidió dinero por llevarnos allí, como si hubiera sido cosa suya y como si el chico tuviera que estarle agradecido por ello. Nos da su tarjeta para futuras ocasiones, pero nunca la usaremos. Con este tipo de personas lo mejor es no tratar.

         En casa, después de una mañana cansada, el madrugar, pasar el día en el aeropuerto esperando y después ir a por la moto, lo único que le apetece a uno es echarse la siesta. Sin embargo no lo hicimos porque teníamos que ir a la antigua casa a conectarnos rápido y asistir a las vísperas para estar pronto en casa, pues teníamos invitados a cenar.

         Los hijos de los vecinos vienen a cenar porque Karima los ha invitado. Ha comprado muchas cosas: patatas fritas, caramelos, helados, yogures... y nosotros compramos el día anterior unas buenas chuletas de cerdo.

         Iban a ir a las 21:00 horas, con lo que las tenía todas conmigo para pasar la tarde escribiendo y subiendo el capítulo, pero cuando mejor estaba y cuando estaba recién instalado me dicen que los niños vienen a las 19:00. En ese momento me entraron ganas de decirles que se fueran a freir espárragos, pues eran menos cinco y la cena se tarda en preparar más de una hora. Además tengo que hablar por skipe, ver correos y escribir. Les digo que se vayan porque yo iré a la hora a la que he quedado, enfadado por tener que cambiar de planes y dejar todo lo que tengo que hacer para ponerme a hacer cena para siete.

         Más tarde pienso que los niños no tienen la culpa de nuestra mala previsión, así que decido dejarlo todo, recoger y largarme para hacer la cena.

         Karima me dice que los niños comen arroz, aunque no tenía pensado hacerlo. Quería hacer chuletas con patatas fritas y ensalada, que sé que eso les encanta a los niños, pero ante la insistencia de decirme que estos niños no pueden comer sin arroz, cambio el menú. Hago una gran ensalada y comienzo a hacer las chuletas y el arroz. Compramos siete chuletas, sin embargo, resulta que los cálculos de los invitados no eran correctos y venían cinco niños en lugar de cuatro. No pasa nada, me propongo no comer yo chuleta y cambiar el chip para que no me afecte todo esto. Cuando estoy haciendo las chuletas me pongo a contar, porque me quedan por hacer dos y mi sorpresa es darme cuenta de que no hay siete, sino ocho chuletas. Cuento de nuevo y, efectivamente, hay ocho. No doy crédito, pues yo mismo pedí siete al carnicero y las conté mientras las metía en la bolsa porque estoy harto de que nos engañen y nos vendan más de lo que pedimos. ¡Había siete!

         Por si acaso, vuelvo a contar... y me acuerdo de Santa Clara y las cincuenta rebanadas de pan... El Señor está grande con nosotros. Como no tuvimos previsión de la hora a la que venían los niños, empecé a hacer la cena cuando ya estaban en casa, con lo que tuvieron que esperar más de una hora a que estuviera todo listo, así que una de las niñas que estaba mala se fue para casa con su comida en un recipiente.

         Los demás devoraron la chuleta, pero para mi asombro, nos dicen que no comen arroz por las noches nunca. Mi primera intención había sido coger el bol de arroz y lanzarlo por la ventana sin abrir los cristales... pero me callé y seguí mordiendo el hueso de mi chuleta...

         Cuando acaba la cena, lo que sobra se lo preparamos para llevar a casa, eso sí, después de un postre inédito para ellos: yogur de chocolate.
Anfitriones y comensales
         Ver la cara de unos niños que, probablemente, no hayan comido nunca nada así es gratificante. Ellos están muy agradecidos y nos lo hacen saber. Finalmente se van y aprovecho para echar un cigarro y pensar en la cama, que me llama a gritos. Como yo he hecho la cena no tengo que fregar los platos, así que después del último yogur acabó mi jornada laboral.

         Nos vamos a acostar pronto. Yo ya les advertí a mis compañeros que el miércoles era probable que no tuviera fuerzas para madrugar para la misa, muy a mi pesar. En cualquier caso era temprano, sobre las diez de la noche, y si me acuesto pronto quizás me pueda levantar. Así lo hago...

         Y al día siguiente me desperté como si nada hubiera pasado. Dormir algo más de lo acostumbrado es como inyectarse una dosis de fuerzas extra al día siguiente. Nos vamos a misa, y el miércoles en la misa el Evangelio nos recuerda que Jesús dijo que no vino a abolir la ley, sino a darle plenitud. Esto ¿qué quiere decir?...

         Pues quiere decir que Jesús es el punto final de la Antigua Alianza, y el primer renglón de la nueva. Quiere decir que no hay que quedarse con las normas del Antiguo Testamento como muchos indoctos hacen hoy día, especialmente los testigos de jehová. Pero no solo ellos, sino que entre muchos católicos se refleja un estado de cumpli ... miento de la Escritura sin saber ni qué dice ni (algo igual de importante) cómo lo dice.

         Y es que el Evangelio no es un libro lleno de normas que hay que cumplir, sino que es algo bien distinto. Yo no tengo que cumplir el Evangelio, sino que es el Evangelio el que se cumple en mí... Nosotros por nosotros mismos ni valemos nada ni sabemos nada. Por eso es por lo que es importante reconocer lo que somos e intentar, desde la humildad, que el Evangelio se cumpla en nosotros. Entretanto son muchos los que siguen quedándose en los derramamientos de sangre en Jericó, o en la ballena que se tragó a Jonás sin saber siquiera lo que es un género literario... Mejor que no lean “Caperucita roja”, porque entonces creerán que los lobos hablan...

El atuendo motero
         Salimos de misa y vamos a desayunar porque tenemos que ir a por la moto. Tomamos el taxi-b y nos dirigimos a por ella. Pagamos el precio, le damos una fianza que nos presta Grandir Dignement y salimos de la tienda motorizados. Nos vamos directos a Antanimora, del tirón.

         El viaje es una pasada, porque las caravanas que se forman son espectaculares, pero nosotros nos colamos entre los coches con tal fluidez que llegamos en media hora. La diferencia entre viajar así y hacerlo en taxi-b es de más de una hora, y como lo hacemos dos veces al día, ganamos casi tres horas diarias. Creo que es un acierto tener la moto y me acuerdo de mi periplo peruano, donde hice lo mismo para ahorrar tiempo y ganar en independencia.

Llenando los globos con agua
         En Antanimora están los chicos esperándonos porque ayer les dijimos que llevaríamos globos, o como ellos les llaman, balones. Los llenan de agua y se los tiran unos a otros, no se cansan.

         Aprovecho para visitar la obra. Todo va bien y rápido. Es mucha la gente que trabaja y la cosa va sobre ruedas, como nosotros.

         La mañana pasa rápido cuando jugamos con los chavales. Ellos se entretienen mucho con nosotros, pues somos como su televisor. Nos tienen pocas horas al día y aprovechan hasta el último minuto. Eso sí, cansa... sobre todo cuando juego con ellos al fútbol.

         Terminada la jornada nos vamos a casa en la moto, y lo mismo, el viaje es muy cómodo porque está cambiando el tiempo y hace varios días que no llueve. Hay un sol espléndido y no hace ningún frío para viajar en moto; esperemos que el tiempo cambie definitivamente.

         En casa, llegamos tan temprano que comemos y nos acostamos un rato la siesta. Después vamos a una cita en la casa antigua para discutir un problema que ha surgido en casa. Hay cosas que no se pueden tolerar, y alguien (no sabemos quién) ha hecho algo bastante grave que afecta a nuestra convivencia futura. Es lo típico de las películas de Agatha Christie, que todos saben que algo grave ha pasado, todos estábamos en casa en ese momento, así que no puede ser alguien de fuera y tenemos que descubrir al culpable. Al igual que en las novelas de la mencionada escritora, hay una persona sobre la que, por lógica, recaen todas las miradas. Sin embargo, debemos recordar que los casos se terminaban resolviendo y la mayoría de las veces el culpable era quien menos se esperaba... Veremos en qué acaba esta novela.

         Nos vamos a casa con los ánimos un poco por los suelos, pero como digo yo, somos un grupo de cooperantes cristianos y esto tiene que resolverse de manera cristiana también.

         El jueves nos levantamos con mejores ánimos, quizás por saber que no tenemos que padecer los horrores del taxi-b. Sé que es un medio de transporte más y que son muchos los que lo usan a diario, y si fuera necesario, lo seguiría usando. El caso es que tengo una oportunidad de oro para ahorrar casi tres horas al día, y estando aquí por poco más de veinte días más, es bastante tiempo.

Por supuesto, Bosco sigue a lo suyo...
         En fin, que antes de hacer nada vamos a la misa, y me quedo con una frase del Evangelio de Lucas (11, 14-23) que dice: “quien no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama”. Una buena verdad en pocas palabras. O se es cristiano o no se es, no hay más opción. Lo cierto es que si lo somos, debemos actuar con coherencia, no con apariencia.

         A Jesús le acusaban de expulsar demonios con el poder del demonio, cosa bastante ilógica incluso para las cerradas mentes de aquella época. Lo mismo pasa hoy con quienes no quieren escuchar. Dice Jeremías (7, 23-28): “Ya puedes repetirles este discurso, que no te escucharán; ya puedes gritarles, que no te escucharán”. Es más fácil hablar a una planta que a una persona que no quiere escuchar, y hoy día es bastante frecuente que la gente se obceque con los problemas que ha habido en la Iglesia, ahora y a lo largo de los siglos, y quienes no quieren escuchar solo saben hablar de Galileo, de la Inquisición o de los casos de pederastia, sin querer saber qué más cosas ha hecho la Iglesia.

         Si cuando nos equivocamos en la vida se nos condenase, os aseguro que ni la Madre Teresa de Calcuta estaría libre de culpa. Y mucho menos los que se jactan de ser portavoces de los problemas de los demás, que generalmente tienen su casa más sucia que la del resto, sin embargo sacan a relucir el polvo que acumula el mueble de la vecina.
          
         Como yo hace tiempo que hago oídos sordos a este tipo de sandeces, porque lo son, vivo tranquilo. Antes me preocupaba más e intentaba dar razones sobre porqué la Iglesia es buena, pero al final me di cuenta de que a los “programados” por el sistema dominante en España por tantos años es más difícil hacerles entender esto que explicarle a una lechuza la receta del pulpo a la gallega y que la entienda.
Todos unidos en Antanimora
         Bueno, que nos vamos a la prisión a trabajar Karima y yo. Ella con los chavales, yo con los albañiles. Luego nos ponemos los dos con los chavales. Al final se tiene que poner el sifón de 100 mm de diámetro, no existe otra posibilidad. Llegan los depósitos y hay que estar ahí para inmortalizar el momento, pues me dijeron ayer que los iban a meter a mano en el patio, ya que no hay camión aquí que pueda meterlos con grúa. Como un depósito de 5.000 litros no entra muy bien por una puerta de paso, les pregunto por el método escogido para llevarlo a su sitio. Me cuentan que eso no es problema aquí, pues entre veinte personas se manejan bien con el aparato. Lo malo es tener que hacerlo por encima del tejado. No sé en qué estado quedará un tejado después del trajín de llevar tal monstruo entre tanta gente. Medios hay pocos, pero ganas muchas.

         Y en efecto, el camión solo alcanza a subir el depósito al tejado, y ahí empieza el trabajo de los malgaches. No están muy bien dirigidos por el encargado, que les dice para acá, luego para allá... y al final los trabajadores toman las riendas... y así les fue.

Antes de usar el "método gravitatorio"
         Primero intentan arrastrarlo, pero no pueden hacerlo sin romper el depósito ni el tejado. Luego intentan cogerlo entre todos, pero el espacio es reducido, la pendiente pronunciada y el piso inestable, con lo que la idea se aparca también. Unos se rascan la cabeza mientras otros se sientan para que el resto piense que están maquinando un plan, cosa en la que fracasan al primer ronquido. A un lumbreras se le ocurre que lo mejor es llevarlo rodando por la pendiente, y hay incluso quien secunda su propuesta. Menos mal que antes de intentarlo les digo que piensen antes el método de frenar semejante mole cuando llegue al alero y cambian de parecer. Finalmente toman una idea práctica y eficaz, aunque jamás pensada por mí por lo insólito del método. El elaborado plan consiste en arrearle una patada al depósito para hacerlo caer al patio y estrellarlo contra el suelo. A este método lo he bautizado con el nombre de “acopio de material mediante el método gravitatorio”. No doy crédito a lo que ven mis ojos... sin embargo, por esas cosas de la vida, el método es efectivo, rápido y eficaz. El depósito está en el suelo, que es lo que se pretendía. Eso sí, antes de llevarlo a su sitio hay que examinarlo bien para inspeccionar los posibles desperfectos, y oye... ni el más mínimo rasguño.

         Creo que voy a patentar este método en España, y el primer trabajo que haré será la mudanza de todos los archiperres de los testigos de jehová. Con suerte este método solo funciona en el hemisferio sur...

         Bueno, hoy tenemos sorpresa para los chicos de la prisión. En los platos de arroz cocido, que es lo que comen a diario, hemos puesto un par de regalitos: caramelos y globos de agua.

         Parece una tontería, pero hasta el mismo aspecto de los platos cambia, pasando de la tristeza de un blanco completo a la alegría de un salpicado de colorines. Incluso la vista del menú cambia, pero lo mejor es ver las caras de sorpresa de muchos cuando reciben su monótona ración de arroz. Hoy el menú ha cambiado, es arroz con alegría.

El menú diario...
Aliñándolo con un poquito de color
Y el resultado final es arroz con alegría...
    Por otra parte, Karima ha querido tener un detalle con ellos, y a la vez con la señora que vende los helados cerca de la prisión, y ha comprado ciento ocho helados de chocolate. Ayer, cuando se los encargaba a la señora, no daba crédito. No podía imaginar que en un momento podría vender los mismos polos que en todo un año. Por supuesto aceptó encantada y dijo que “apres midi” estaría en la puerta de la prisión. Nunca antes vi a nadie tan puntual...

         Allí estaba con los helados, así que le pagó y fuimos a repartirlos rápido, pues esto no puede esperar mucho tiempo, sobre todo con los 40 grados a la sombra que hacen aquí.

         A los chavales los convocan con el sonido del cerrojo de la puerta. Pegan cuatro o cinco cerrojazos y ellos ya saben que tienen que formar filas. Normalmente es para recibir charlas, pero hoy no saben que es para recibir algo mejor. Cuando nos ven con los polos, a alguno se le caen hasta las lágrimas.

         Tienen la orden de sentarse en el suelo a medida que reciben el helado, así nosotros sabemos quien tiene y quien no, porque entre tanta gente es un lío. Se comen los helados rápido, aunque alguno prefiere saborearlo bien, como pensando que este momento es necesario alargarlo mucho... ¡cuándo volverá a comer un helado!. Y con este pensamiento me fui, y pensé: “mañana no comerán helado, pero comerán galletas de chocolate, de eso me encargo yo...”.

         Nos despiden con el típico saludo del puño cerrado contra el pecho, haciéndonos saber que estamos en sus corazones. A veces me pregunto qué pensarán ellos de nosotros. Qué pensarán que ganamos nosotros viniendo a verlos y a jugar con ellos a diario. Qué creerán que nos mueve a hacerlo o qué interés podemos tener. Ellos no saben, aunque ya me estoy encargando yo, que nos manda un tal Jesucristo, que me dejó encargado que visitase al preso, que ayudara a los niños con necesidad, que diera de comer al hambriento y sobre todo, que les hablara de Él, aunque sea en un francés mediocre.
        
         Tengo que reconocer que tienen razón, pues yo hago esto por el interés, porque me gano algo, porque no hago esto gratis, sino que gano muchísimo...

           Antes de ir a casa pasamos a comer por "La Gare", que es una estación de trenes un poco pija, la verdad. Pero nos espera Remy porque Karima quiere invitarnos a comer, ya que quería hacerlo la semana pasada y no pudimos. El motivo es su cumpleaños. Me quedo atónito cuando veo que en el menú hay, nada más y nada menos, que gazpacho andaluz.
El gazpacho de mi tierra es internacional
         Como no puede ser de otra forma, tenemos que probarlo. No está mal, pero no es andaluz, sino malgache con cierto toque andaluz. El caso es que es bueno saber que los productos españoles cruzan fronteras. Entre la paella y el gazpacho somos famosos por medio mundo.
El gazpacho
         En casa no hacemos nada especial, solo pensar en el día y en las cosas que han estado pasando dentro y fuera. Y para relajarnos un poco decidimos jugar un poco con los chavales del barrio, a los que repartimos globos para ver sus caras. ¡Y vaya caras!. Qué cosas tiene esto... ¿Cómo puedes explicar que un niño de aquí es cien mil veces más feliz con un globo que uno español con la PS3?... ¿Te lo puedes creer?. Dale a un niño de allá un globo y espera a ver qué hace con él. Con suerte solo te mandará a la mierda mientas lo explota, y puede que hasta te explique que la próxima vez puede que tengas un “accidente”.

         Acabados los juegos nos vamos a dormir. El viernes se espera tenso y trabajoso, y hay muchas cosas que hacer. Peor además hay que levantarse temprano para la misa, y hoy que no duerme Remy en casa es un buen día para acostarnos temprano y descansar, aunque finalmente me acuesto a la misma hora de siempre, inexplicablemente. A partir de ahora voy a comprar una botella de cloroformo, y cuando diga que me acuesto, me acuesto...

         



          El viernes lo cuento mañana, que hoy es tarde...

         Hasta mañana!

4 comentarios:

  1. Días intensos Martín, oye no hay alguna posibilidad de alojaros algo más cerca de la cárcel y no tener que viajar tanto todos los días?
    Es tremendo el esfuerzo diario por llegar al lugar de trabajo y luego las pegas que ponemos aquí, en fin el mundo al revés.
    Buen día.

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  2. Sí la he tenido... pero no sé si has leido en otro capítulo (no recuerdo cual) que preferí quedarme aquí para estar con los compañeros. No saben cocinar y hacemos un buen grupo, así que preferí alquilar la moto para ganar tiempo y seguir compartiendo mi experiencia con ellos... Acerté...
    Ah! y la casa estaba a cinco minutos de la cárcel... pero a veces es preferible menos comodidad para el cuerpo y más para el alma... no?... Un abrazo, y a ver si me dices quien eres!!

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    1. los anónimos somos así jajaja o ya no recuerdas?

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  3. jeje.... me alegra saber que mi amiga anónima ha vuelto. Lo que pasa es que, como otras veces me ha dado más coba, pensaba que era otra persona... me habías despistado.
    En cualquier caso, bienvenida de nuevo... ponte al día, que han pasado muchas cosas desde el 35.
    Besos!

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