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En Chacha quedo con Luda, la alcaldesa de Pipus.
Hemos llamado a Diógenes y a Toni, y en un momento me he juntado tomando un
café con los tres alcaldes... Vamos, como si yo fuera una personalidad
importante...
Hemos discutido varios aspectos, la obra de granada,
la máquina que nos dona por unos días para Granada y Olleros, los trabajos que
hay que hacer en Pipus y la biblioteca que, gracias a una tan inesperada como
providencial amistad, será posible instalar en Granada y Pipus.
Es una pena ver cómo los niños de Granada no tienen
un espacio para estudiar. No lo tienen en sus casas, que se componen de un
dormitorio para toda la familia, comedor-cocina y baño (por decir algo). Todas
estas piezas conforman, además, el gallinero familiar. Es frecuente apartar con
el pie una gallina mientras vas a tu cuarto para no pisarla. Tampoco lo tienen
en el colegio, que no pasa de ser un barracón. Por supuesto, tampoco lo tienen
en la municipalidad... pero con tiempo, esfuerzo y algo de dinero, que ya
veremos de dónde sale, esto cambiará y habrá mini-bibliotecas en los distritos
del Alto Imaza y también en Pipus.
El alcalde Diógenes está dispuesto a gestionar las
ayudas de Claro o Movistar, a las cuales se les solicitará su colaboración a
través de una petición formal hecha por OFRA y la municipalidad de Chacha. Los
alcaldes de los distritos tienen los locales y los ordenadores. Mi amiga tiene
los libros, y la municipalidad de Chacha se encarga del transporte desde Lima
hasta el destino final... ¿qué más se puede pedir?... sólo tenemos que
gestionar el transporte de España a Lima, que por otra parte es la parte gorda
del proyecto... pero ahí estaremos trabajando para que sea posible.
Iba a viajar hoy a Pipus, pero nos hemos entretenido
mucho en la conversación, ya que también hemos estado hablando de lo que se
vendrá a llamar “Hermandad Almendralejo”. Próximamente en sus pantallas...
Al final hemos quedado en viajar mañana y repartir
el material escolar que he comprado por la mañana. Aprovecharemos para ver un
edificio que quiere acondicionar para un albergue infantil, un muro al que no
sé qué le pasa pero que mañana averiguaré, y almorzar juntos. Después
continuaré hacia Granada.
Hoy la comida corre por cuenta del padre Antonio.
Como no puede ser de otra forma, el ingrediente principal es la billetera, de
la cual salen los platos que uno desee de la gran cocina de “La Romana”. Sin
embargo, la comida no está muy allá... se echa de menos a Juanita.
Hemos comido Antonio, Castelly y yo. Castelly estaba
esperando en el Obispado sin darse cuenta de que allí nadie llegaba... pero ahí
estaba sin parecer importarle... Le recojo y nos vamos al restaurante, y allí,
hablando, me comenta que lleva en Perú desde el 68. Casi nada... 44 años. Llegó
a Camporredondo, lugar que distaba mucho de cualquier parte y donde la mayor
comodidad era un suelecito duro donde poder estirarse. Como transporte, dos
mulas: Pedro y Pablo. Por los nombres yo diría que, más que mulas, eran mulos.
Cuenta que vivió la segunda guerra mundial, tan de
lleno que le tocó ser copiloto de caza. Su misión era lanzar las bombas, y
ahora, ya ves... ¡¡cura!!
Nos dice que no había otro remedio... era lo que
tocaba. Peor lo tuvo su padre, que vivió las dos guerras mundiales. Él nació en
el año 24, y la segunda le pilló joven. Recuerda que una vez tuvo que fulminar
de un bombazo una base militar alemana en la que había 1000 aviones muy bien
aparcaditos... el sólo se los liquidó todos. Si ha exagerado no me importa,
porque aunque fueran 500 siguen siendo muchos... vaya estropicio, y parece que
no ha matado ni una mosca...
Nos dice que no había remedio, que era lo que
había... y que los alemanes bombardeaban a diario su ciudad de Londres. Tenía
que defender su patria. Por supuesto, no debemos juzgar a la gente de entonces
con la mentalidad de ahora... eran otros tiempos y otra realidad bien distinta
de la nuestra y cometeríamos un error.
Evito preguntarle, por si acaso se siente incómodo,
si ha bombardeado alguna ciudad... pero lo cierto es que luego no puedo
resistir la tentación y se lo pregunto... y entonces me comenta que...
La sopa estaba bastante buena, el arroz de segundo
bastante malo... se puede decir, por tanto, que la comida estaba medio buena...
El caso es que el padre Castelly ha debido de tener
una vida espectacular... hijo de una familia riquísima, donde trabajaban tres
mayordomos en casa, y que incluso llegó a comprar una mansión (según padre
Antonio) o un apartamento (según Castelly) en Alicante, cosa fuera del alcance
de casi todos... Después de la guerra, la grave crisis y hambruna que hubo hizo
que las clases dejaran de ser tan distintas para igualarse... y entonces dejó
las riquezas para vivir en la mayoritaria clase media.
Poco después sintió la llamada a hacer algo de su
vida... Entre bromas dice el padre Antonio que se sintió culpable por haber
soltado bombas a diestro y siniestro y, como penitencia, se hizo misionero. Me
da que pensar...
Como Antonio sabe que escribo todo lo que entra por
mis sentidos, rectifica... seguramente para que no escriba algo que no es... pero
lo cierto es que algo de eso tuvo que pasar por su mente.... imagino.
Se hizo sacerdote misionero en Perú, con Pedro y
Pablo como compañeros por los andes peruanos y predicando un evangelio novedoso
por aquellos lares y por aquellos tiempos.
Sus inseparables y cuadrúpedos compañeros de viaje
terminaron por dejarle, pero él sigue “en la brecha”. Ahora vive en el asilo de
Virgen Asunta, donde celebra y concelebra la Eucaristía, y viene a comer al
Obispado trayendo su particular alegría y sus siempre candentes temas de
conversación.
Hoy le he preguntado al padre Amado si alguien sabe
su historia completa, porque no estaría de más escribirla y que sirviera de
ejemplo de vida para muchos... desde luego, para mí lo es. Sería una pena que
muriera sin dejar rastro de su existencia. Una vida así debe ser transmitida.
Amado me dice que no, por eso, aunque haya escrito
muy poco de él, y lo que diga sea a grandes rasgos, me alegro de dejar plasmado
un poco de la vida de este personaje cuanto menos peculiar... y que, sin duda,
debería ser algún día beatificado...
La tarde la paso en el café Fusiones haciendo las
tareas pendientes de correos y solicitudes de ayuda a tanto proyecto como hay
“encima de la mesa”... me pasaron decenas de direcciones de correo a las que
dirigir una carta de presentación de los distintos proyectos a realizar y, por
fin, todas están enviadas.
Acabo casi a las 19:00, así que voy a misa porque
hoy es un día para dar gracias a Dios... el comienzo del día ya fue un regalo
suyo, y además, hoy no sólo es mi santo, porque me llamo José Martín (aunque
pocos lo saben), sino que también es el santo de mi padre... y tanto regalo de
Dios y tanto santo bien merecen una acción de gracias especial.
Terminada la misa, acompaño al padre Amado a por su
inyección para el estómago, ya que la comida de ayer le mató, como a mí... sin
embargo, yo que normalmente suelo tener problemas de estómago, estoy
perfectamente... y él necesita una inyección porque la comida le sentó mal.
Lleva todo el santo día con una vía puesta en el brazo, ya que esta mañana se
puso otra... y la vía es como un grifo de cocina... pero la jeringa con la que
le meten la dosis no se queda atrás... sé que en España mi primo Jesús las
gasta así para pinchar a las vacas... No quiero ni pensar cómo serán aquí las
jeringuillas de los veterinarios...
Cenamos en el Obispado y hoy tenemos sorpresa:
¡¡Llegó Juanita!!... esa alegría se traduce en una sopa caliente y una tortilla
francesa, lo que hace que la cena sea una fiesta... Vemos la tele un rato y
cada mochuelo a su olivo, que mañana unos trabajan, otros celebran y otros
viajamos...
Hasta mañana!!
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