Esta mañana he pasado poco tiempo en Granada. Tras
comentarle a Toni mi descontento, una vez más, me voy a casa de Milton a por la
moto. La máquina intentó trabajar en los alrededores de la Iglesia, pero se
hundía y no podía. Como tampoco se hizo mucho ayer por que trabajara, la mando
para Olleros. Aquí acabó su tan deseada estancia, con más pena que gloria.
Tengo un buen rato para salir, porque la máquina va
muy lenta y no quiero llegar a Olleros mucho tiempo antes que ella. Recojo la
moto, me voy al cuarto y me preparo para el viaje. Antes visito al carpintero
para ver cómo van los trabajos. Tiene a medias la puerta de entrada, y pronto
la acabará. Mientras tanto, nosotros no hemos sido capaces ni de buscar la viga
de cargadero, a la que ellos llaman umbral.
Pasado un tiempo prudencial, salgo hacia Olleros. El
viaje es una media hora, y como no tengo casi gasolina, me dice Milton que la
eche en Casha, un anexo de Olleros que pilla de paso. Me dice que pregunte por
Juan Canlla, y así lo hago, pero no está. Menos mal que me dicen que hay otra
señora más adelante que vende gasolina, así que preguntando, llego a ella. Me
acuerdo perfectamente de la casa, porque me pareció peculiar la primera vez que
fui a Ollleros. No sabía que vendía gasolina. La vende por litros, en una
especie de regadera y con su embudo. Vamos, como quien vende vino de pitarra en
España. La diferencia es que con el vino de pitarra puedes encenderte un
cigarro mientras te lo sirven...
Le caben dos galones completos, es decir, 10 litros.
El precio del galón es de 16 soles, es decir, uno más que en Chacha. No parece
caro para salvarte la vida en medio de la nada... le dejo un sol de propina y
me voy.
Llegando a Olleros, adelanto a la máquina, que ya
casi está. Parece que lo hubiera calculado...
Una vez en Olleros, entro en la municipalidad y a
ver a las autoridades, y un rato después llegan el alcalde y el teniente de
alcalde. Vemos la chamba, dejamos a la máquina trabajar y conversamos acerca de
varias cosas, entre ellas la nueva biblioteca que pretendemos instalar. También
me comentan que les han donado un terreno en Chacha y que quieren saber qué
hacer con él. Me explican que les gustaría hacer un albergue para los niños de
fuera, para que estudien en Chacha. No sé qué pasa, pero desde que se me
ocurrió la idea de la Hermandad Almendralejo, no dejan de salir competidores...
benditos competidores, por cierto...
Tiene que subir la cuesta ayudado por el brazo |
Vamos a comer donde la otra vez que visité el
pueblo. De primero sopa de arroz, que ya me gusta, aunque esta vez he probado
la modalidad picante. De segundo arroz con patatas y un pedazo de pollo. Le
pido una botella de agua a la señora y me dice que no tiene, pero que me puede
traer un refresco. Le digo que sí, porque me encanta comer con bebidas frías, y
el refresco que me trae creo que llega a alcanzar los 100ºC. No sé que concepto
de refresco tienen ellos... esto sí que es un sacrificio.
Abriendo pista para que no patine la máquina |
Trabajos más avanzados |
Retirando las piedras más grandes para aprovecharlas después |
Por la tarde vemos cómo el maquinista sigue
peleándose con el terreno, aunque parece que va ganando el chaval. Dejo marcado
el trabajo, la zanja de drenaje, el acopio de materiales y mi regreso, que será
mañana por la mañana, y regreso a Granada para llegar antes de que los
trabajadores se vayan, ya que el retraso a que me tienen acostumbrado se
convierte en puntualidad inglesa a la hora de terminar el trabajo. ¡Qué cosas,
oye...! Me dijo Juan de Dios que el peruano siempre se retrasa, pero yo tengo
el privilegio de haber descubierto que no siempre es verdad... a la hora de
salir del trabajo y a la hora de cobrar son puntuales...
Llego y veo, y están los mismos cinco que empezaron.
Lógicamente han avanzado muy poco, pero espero que el lunes Toni cumpla su
promesa de meter más gente en la obra y avanzar.
Me voy a dejar la moto y coger el ordenador para
poner la película a los niños. Una vez acabada, cuando están en plena fila
india para recibir sus regalos, que hoy reciben por los pelos, llegan tres
camiones con piedras que han recogido del cerro, para los trabajos de la torre
y los contrafuertes. Tengo que dejar a los niños haciendo cola para recibir los
regalos mientras indico a los conductores dónde volcar la piedra, pero lo hago
tranquilo sabiendo que los niños no se van a mover, primero porque el que se
vaya pierde su puesto en la cola, cosa que no va a permitir aunque le den mil
apretones al estómago... y segundo, porque no están dispuestos a irse a casa
sin regalo. Ya me podría haber ausentado tres días que ahí estarían
esperándome...
Dije que casi reciben los regalos porque hoy he
estrenado un novedoso sistema de disciplina. Llevo un silbato, y les he
advertido que cuando les vea hablando, enredando y molestando a los niños que
desean ver la película, daré un pitido. El segundo pitido será de recordatorio,
y al tercer pitido ya sabrán que no hay regalo. De ellos depende que de uno,
dos o tres pitidos. Hoy he dado dos, aunque podía haber dado los tres... si
actuara como debiera, nunca tendrían regalo, así que hoy les perdono porque
esta semana sólo han tenido cine dos días con hoy...
Cuando recojo todo, charlo un rato con los policías,
que vienen de cenar, y me voy al cuarto a pasar la última noche de esta semana,
si Dios quiere.
Hasta mañana!
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