Hoy
estoy en Chacha porque es el cumpleaños de Helder. En lugar de haberme ido
ayer, me iré esta tarde después del almuerzo.
Por la mañana aprovecho para ponerme al
día en el correo, que ya empezaba a tenerlo atrasado. También he ido a pedir
presupuestos del material escolar de los niños de la invasión y he encontrado
un lugar que podía haberlo visto antes. Los precios son más baratos porque
vende “al por mayor”. De todos modos, no está de más conocerlo ahora, ya que
quedan cosas por comprar.
Hechos todos los encargos pendientes,
voy al Obispado a comer. Antes de eso voy a por las botas que Amado y yo le
hemos regalado a Helder. Antonio se encargará de comprar la tarta.
Se presentan a la comida todas las
hermanas de Chacha, así como el padre Castely, Humberto y un seminarista que no
conozco. La comida está bastante bien, aunque hay Kui. Sin embargo, la atenta
Juanita, que ya sabe que no es de gran agrado para mí, me ha preparado pollo...
sólo para mí. Es un gran detalle.
Terminada la comida, procedemos a la
entrega de regalos, la tarta y la tertulia. Hoy el tema ha sido candente: la
representación de la mujer en la Iglesia. Para mi sorpresa, algunas hermanas no
están por la labor de que la mujer ocupe responsabilidades sacerdotales. Los
hombres concluimos que sería bueno para que el público masculino asistiera más
a misa, que hasta aquí en Perú está dejando de ir... todo entre bromas, claro.
A Helder le han gustado las zapatillas,
aunque si no le han gustado tampoco ha dicho nada... son bonitas, las he
elegido yo...
Por la tarde termino de responder
correos y me preparo para la “pachanga” que vamos a echar en la pista deportiva
del antiguo pre-seminario. Como llevo quince años sin jugar al fútbol, cosa que
compaginé con el vicio del tabaco, malo será que llegue de una punta a otra de
la pista sin echar las bilis... pero para mi sorpresa aguanto como un jabato...
eso sí, sólo la primera parte... a la segunda me doy un respiro para poder
seguir disfrutando de la vida, que si no, me tienen que llevar al hospital.
El partido es frenético, sobre todo
porque competimos con chavales del seminario que tienen una edad media de 18
años... vamos, que cuando están en la otra punta del campo, yo todavía no he
pegado el primer paso... como para correr tras ellos. Me dan ganas de tirarle una
piedra a más de uno.
El padre Amado, sin embargo, aguanta
hasta el final del partido e incluso mete un gol. Poco a poco me iré poniendo a
tono... y en el siguiente partido espero jugar, al menos, parte del segundo
tiempo... ¿qué van a hacer sin mi?.. tengo que jugar para que este equipo tire
“parriba”...
El problema de jugar aquí es que no hay
equipaciones ni nada que identifique al personal, con lo que uno que no conoce
a nadie, excepto a Amado, se dedica, durante medio partido, a pasarle el balón a
los contrarios pensando que son los míos... Teniendo en cuenta que la otra
media parte no he jugado, creo que me he ganado la simpatía de mis
compañeros...
Para evitar esto creo que lo mejor será
comprar unas camisetas de colores para identificar a dos equipos distintos. Los
chicos del seminario no tienen ni para eso. Me da pena ver las zapatillas que
gastan, que en España las conocemos con el romántico y no menos agradable
nombre de “pisamierdas”... al menos yo las conocía así.
También tienen un balón que
proporcionalmente con la pista de fútbol parece un melón dentro de un
futbolín... Eso lo voy a arreglar este próximo fin de semana, ya que esto
también es misión. Unos chicos que viven en un seminario donde estudian y se
preparan para ser sacerdotes, sin sueldos y sin más entretenimiento que esta
pista de fútbol sala con porterías en las que las redes serían un lujo que
antaño tuvieron. Cuando pegas un disparo fuerte a portería, tienes que estar
fino para saber si ha pasado por dentro o por fuera del poste... generalmente
hay disparidad de opiniones. Curiosamente coinciden entre los miembros de un
equipo y, curiosamente también, son distintas a las del equipo contrario.
Terminado el partido, me voy a pegar
una ducha y a dar gracias a Dios por seguir entero... Después de la ducha me
voy a la catedral. Celebra Helder, y una vez terminada la misa, le espera la
comitiva para cantarle “las mañanitas”, interminable, por cierto...
Estoicamente aguanta el chaparrón. Teniendo en cuenta que es una vez al año, no
se puede decir que esté cansado de la misma cantinela.
Cenamos, vemos tele y me preparo para
mañana, porque al final, me quedé en Chacha por la tarde, cosa que no tenía
pensada. Mañana saldré temprano... Así que no volveré a contactaros hasta el
viernes... eso sí... si Dios quiere.
Hasta mañana!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario