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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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martes, 4 de junio de 2013

Sacramentos, chamba, niños y siete lagunas (PARTE IV)

Por la noche, antes de acostarme, me encontré con el antiguo director del colegio. Conversamos un poco acerca del día siguiente, ya que sabía que íbamos a las siete lagunas. La conversación fue la siguiente:

-          Hola!
-          Hola!
-          Saludos, don Martinsito!!
-          Saludos profe!!
-          Me han dicho que el día de mañana van ustedes a las siete lagunas...
-          Cierto... espero que salga bueno el día.
-          Ah!... bueno no, bueníiiiisimo...
-          Y eso cómo lo sabe?
-          Pues mire, don Martinsito... resulta que cuando el cielo deja ver unas estrellas sí y otras no, quiere decir que mañana no lloverá... de todos modos, el mayor indicativo es aquel cerro (y señala co el dedo)... si está nubladillo quiere decir que mañana hará un solazo todo el día.
-   Qué bueno!. Gracias por la clase de meteorología... me alegra saber que mañana andaremos secos.
-          Bueno, don Martinsito... que descanse. Hasta mañana.
-          Hasta mañana, profe!.

Y así me fui a la cama, contento por saber que el día prometía. Puse el despertador a las siete para salir el primero, no fuera que tuvieran que esperar por mí, y me acosté. Antes de la hora convenida con el despertador abro la pestaña a causa de un terrible ruido que no me deja dormir... parece el ruido de la tele cuando pierde la señal, pero mucho más fuerte. Y cuando me espabilo, pienso: ¡¡¡valiente meteorólogo el profe!!!... estaba cayendo la lluvia del siglo sobre las calaminas de la casa de Horacio, y cómo llovería para que yo me despertara...

Me visto, salgo a la calle y al abrir la puerta casi no atino a ver ni el umbral de la puerta. La niebla es tan espesa que la puerta parecía la del programa “lluvia de estrellas” cuando salía el concursante a cantar... Mejor no ver, porque si veo al profe...

En fin, que todos piensan que puede que se acabe por fastidiar el día, pero Horacio dice que no, que a partir de las diez o las once clareará... así que es mejor salir aunque sea lloviendo. Aquí la lluvia es tan normal que cuando viene un señor hacia la casa de Horacio, le vemos atónitos cómo mete los pies en un charco, cuando parecía venir sequito... y no contento con ello, se para encima del charco y se remoja más los pies con las zapatillas puestas. Preguntado Horacio por la tontuna del señor, responde que cuando uno tiene la costumbre de tener los pies mojados, no aguanta el calzado en seco... por eso se metió los pies en el charco hasta el tobillo. ¿¿...??... no me preguntes... no sabría responderte. Surrealismo en estado puro...

En esto que le digo a Horacio que no haga de pitoniso meteorólogo, que ya encontré uno ayer y no me llenó el ojo... Sin embargo, él se apuesta una mano... casi ná... Menos mal que acertaría... Dejó de llover algo, pero estuvo lloviendo a ratos por casi todo el día.

Comienza el camino... al principio bien...
Y nos ponemos a esperar a Diógenes con todo el séquito, que había ido a recogerle a Pedro Ruiz para tardar menos, por lo que venían por Jumbilla. Así me lo dijo por teléfono, así que nos dispusimos a esperar para salir hasta casi las diez de la mañana. Al menos podemos dar gracias por contar con la presencia del cuerpo municipal casi al completo. Vienen Diógenes, Adelita, Manuel, Ever, Manguera, Aníbal, Martín y Carmencita.... de Granada íbamos Lenin, Horacio, Darío, los franceses, Fernando, un buen número de niños y otro señor que se arrimó y cuyo nombre no recuerdo... vamos, que íbamos un nutrido grupete.

Primer descanso en el camino
Después solté la mochila y me subí encima del équido... mejor...
Yo preparé mi mochila para cualquier emergencia... desde la navaja hasta el poncho de agua y las botas, pasando por ropa seca, comida para todos, agua y un sinfín de cosas más, por si las moscas... Pesaba la mochila un quintal, pero no sabíamos a lo que nos exponíamos.. y así salimos.

Segundo descanso... parada para comer y dejar las bestias... a partir de ahora las bestias somos nosotros mismos...
El menú...
 Cuando llevábamos media hora de subida sin parar, me daba cuenta de que prefería no llevar mochila, aunque tuviese que ir todo el camino mojándome, aunque no tuviese que comer. En un momento dado, alguien se ofrece para llevármela en su caballo. Ya podían haberlo dicho antes, pues para cuando me deshice de la mochila, ya tenía un cansancio tal que necesitaba parar. Pero el grupo avanzaba y yo tenía que hacerlo también... solo faltaba que dijesen que el español no puede ni con sus... huesos...

Nuestras guías... menuda nos metieron pal cuerpo!!!
Y pude, si bien me tuve que subir un rato a la grupa de un caballo, porque estaba sin jinete y hay que ser tonto para andar junto a un caballo... él me miraba y yo a él. No sé si pensaría quien montaría a quién, pero no le dejé opción... cuando se quiso dar cuenta ya estaba debajo de mi. Y se ponía a resoplar, aunque yo le hacía gestos amables para que acarrease conmigo... ya si eso le llevaría yo luego...

Llegado un momento, y con eso de que iba más descansado, me encendí un cigarrito, y como el potro de mi caballo iba detrás llevando al Manguera, por querencia hacia su madre, le iba todo el humo a la cara. El Manguera es un antitabaquista de libro, y por más que le arreaba al potro para adelantar a su madre, éste no quería, así que se tragó todo el humo mientras iba profiriendo todo tipo de improperios... y cuando acabé el cigarro me lo dijo. Yo no podía más que decirle que podía haberlo dicho antes... además de esto, entre las ramas que yo apartaba se ganó más de un sopapo por no estar atento cuando yo las soltaba.

A mitad de camino, paramos para el descanso y aprovechamos para almorzar, ya que íbamos por las casi dos horas de subida. No sabíamos los de fuera que a partir de ahí el camino continuaba sin bestia... y cuando acabamos de comer la cecina con maíz, el cuy y el pollo, me acordaba de mi mochila, que iba en la bestia de Martín (me refiero al caballo) rumbo a las siete lagunas sin hacer la parada,  ya que ellos fueron por otro camino. Nosotros íbamos, sin saberlo y dirigidos por los niños, hacia lo alto de una montaña para divisar las lagunas desde lo alto, mientras que otros prefirieron no soltar el caballo y avanzar hacia la orilla de las lagunas. Y yo pensaba en mi mochila, especialmente por la comida, las botas de jeve y el poncho de agua... Vaya fracaso haberla traido para nada, pero pensaba que luego me haría falta....
Tuvimos que subir a esta cordillera para luego volver a bajar...
Esto sí que son pendientes... lo demás son cuestecillas...
Aquí se aprecia mejor la pendinte...
Nos encaminamos por una vereda entre selva virgen, uno tras otro.. y de pronto los franceses se negaron a continuar por la exagerada pendiente que había, y decidieron esperar en la cabaña donde hicimos el descanso. Luego se arrepentirían, pues nos espararon más de cuatro horas en medio de un bosque donde hay osos de anteojos... además de otros bichos raros... Nosotos comenzamos una subida que, más que una ascensión, era una escalada... Había una especie de juncos de los que agarrarse, pero nos advirtieron que hay que agarrarlos bien, porque si resbalan en la mano cortan... y menos mal que estuve atento a este detalle, porque la mitad de la expedición se quejaba de cortes en las manos.

3.606 msnm... y subiendo hasta los 4.000... y sin coca...
Se empiezan a divisar las lagunas... al menos la primera...
Lagunaza... como dicen aquí...
Cuando ya estábamos para el arrastre, especialmente los europeos, llegamos arriba del todo, desde donde se divisaba un paisaje maravilloso. Mereció la pena la subida... Desde allí se veían unos puntitos que se movían. Era la parte de la expedición que había decidido ir directa por el valle... con mi mochila. Yo veía cómo llovía, tenía sed y me mojaba los pies... y de lejos pensaba en mi mochila y en Martín... Cuando ya no había nada más que subir, medimos la altura... casi 4.000 metros de altura... vamos, nada... y mi coca en la mochila... La coca es necesaria para sobrellevar el mal de altura, aunque yo no tenía náuseas ni mal cuerpo... quizás porque estoy acostumbrado a Granada. Otros lo pasaron peor... y me daba apuro decir que yo tenía coca, pero que estaba a tomar morcillas...
Un descanso en el camino
Y comenzó la bajada... todo lo que sube, baja. Y bien que bajamos. La pendiente era casi vertical, así que todos con cuidado de no caernos, hasta que Horacio, el guía, cayó de bruces por una escarpada. Llevaba las manos en el bolsillo y no pudo ponerlas para amortiguar la caida. Poco antes ma había pedido un cigarro, y justo cuando aterrizó con toda la frente en la roca del suelo, se levantó a toda prisa, le dio unas caladas al cigarro y se felicitaba porque no se había apagado... vamos, casi se rompe la crisma y su mayor preocupación era que el cigarro no se apagase, ya que con el viento y la lluvia costaba encenderlo. Esta gente es de auténtico acero... eso sí, Fernando y yo no podíamos parar de reir, aunque no queríamos que se sientiera violento por ver cómo dos españoles se parten la caja por su desgracia...

Y entre barrancos, charcos y escarpadas, llegamos a la orilla de las lagunas, donde esperaban todos. Yo pregunté por mi mochila, pero Martín me dijo que la había dejado varios kilómetros atrás, con las bestias... ufff!!!... Vaya éxito mi mochila!!!

Ya está cerca....
Y al final llegamos... y lo celebramos bien...
Algunos no pudieron resistirse y se bañaron incluso... 
Y nos paramos a disfrutar de las lagunas, celebrar el cumpleaños de Diógenes, tomar unos tragos, hablar y, cómo no, escuchar los discursos de todos las autoridades... todos empiezan siempre igual: “Señor alcalde, señora regidora, miembros todos de la municipalidad de chacha, don Martín, don Fernando... “ y tal y tal hasta llegar a los niños..., vamos, que solo les faltaba nombrar a las bestias una por una. Y después de tal preámbulo, comienza el discurso, que generalmente habla de lo orgulloso de estar ahí, de las gracias a todos... y bla, bla, bla...

Cuando estábamos para irnos, Lenin y Aníbal se quisieron dar un baño en la laguna. Como ya estaban mojados, les daba igual, pero al parecer el agua estaba bien fresquita. A ellos les importó poco, y mientras seguían con su baño, comenzábamos la vuelta, pues ya era tarde y preveíamos que la noche nos daría por el camino... y nadie llevaba linterna. Yo sí la llevaba, pero en mi maldita mochila... Los niños se fueron delante a por las bestias, y cómo no, con ellas se llevaron la que acarreaba mi mochila... y así me despedí de ella para siempre, hasta Granada. Un quintal de cosas necesarias todas, y sin poder usar ninguna. Se me caía un lagrimón cuando pensaba en la casi una hora que acarreé con ella a la espalda por la cuesta, al inicio de la travesía.

Y comenzamos a desandar lo andado, por un terreno lleno de charcos de entre los cuales salían unas matas que era donde había que pisar. Unos pocos kilómetos dando saltitos entre mata y mata, mata... (no sé si lo pillas)

Y la pobre Adelita ya no podía con su alma, así que Diógenes se ocupó de llevarla casi en brazos todo el rato... Y tuvimos que parar varias veces porque estaba destrozada, si bien a los demás nos venían esas paradas muy bien, aunque la noche avanzaba cada vez más. Es peligroso estar aquí de noche, no solo por los osos, sino porque no sabríamos ni por donde andar... sería mejor echarse a dormir y esperar la mañana antes que dar pasos en falso. Pero finalmente llegamos a las bestias que quedaron en el camino y Adelita se montó en una, con lo que avanzábamos más rápido.. claro está, hasta que la bestia de Adela salió desbocada y la tiró al suelo. Póbrecita... lo que le faltaba. Menos mal que fue en una zona de hierba, que si llega a ser en la de roca...

Y así, a trompicones, fuimos andando mientras la noche se cerraba.. y para cuando quisimos llegar a Granada, la noche estaba bien avanzada y no se veía nada. En mi vida caminé por el campo, entre matas, charcos de un metro, pendientes de barro y piedras sin ver... pero gracias a la experiencia de Horacio (H), pudimos llegar sin excesivo sufrimiento... y en Granada celebramos la Odisea. Cenamos en casa de Horacio y los miembros de la municipalidad se fueron a Chacha, junto con los franceses. Fernando y yo nos quedamos comentando la jugada... y tomando licor de mauxan, hasta que se nos fue de las manos y volvimos a ir a oscuras cada uno a nuestro cuarto, solo que esta vez había luz... es lo que tiene beber cosas de hombres, que sin darte cuenta estás hecho un niño...

Y así acabó el día... duro entonces, pero algo de lo que reir ahora. La próxima vez saldremos más temprano y, sobre todo, nos guiará Horacio, no los niños...
El resultado final del viaje...
Benditos niños...

Un abrazo!!

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