Asómate al mundo exterior...Y VERÁS TODO LO BUENO QUE TIENE!

Asómate al mundo exterior...Y VERÁS TODO LO BUENO QUE TIENE!
Asómate a la ventana y mira, escucha, habla...y comparte conmigo tus impresiones.

"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

Eres el visitante número:

Busca aquí lo que quieras

martes, 17 de octubre de 2023

28 DE AGOSTO: MONTE SIÓN – BELÉN

 

El día de hoy prometía, pues junto con el del día siguiente, constituye el plato fuerte de la peregrinación. Después de tantos kilómetros recorriendo el norte de Israel y toda Jordania de norte a sur, todos teníamos ya ganas ya de disfrutar de la ciudad más famosa del mundo, esa que fue testigo del acontecimiento más importante jamás acaecido. Porque lo más importante de la Historia de la humanidad no es que el hombre haya pisado la Luna, sino el hecho de que el Hijo de Dios ha pisado la Tierra. Y nosotros hemos estado en todos y cada uno de los lugares por los que transitó Jesús, desde su nacimiento hasta el comienzo de su vida pública. Solo nos faltaba el más importante, Jerusalén, llamado “el quinto Evangelio”, ese que no está escrito en papiro o pergamino, sino en piedra. Porque en Jerusalén las piedras gritan a coro que ellas ya estaban allí cuando el nuevo Adán pagó con su sangre el precio de nuestro rescate, firmando así una nueva y definitiva Alianza entre Dios y los hombres de todas las generaciones y de todos los lugares del mundo. Ellas rezuman historia por los cuatro costados y testifican con su presencia que Dios ha hablado, que ha dicho todo lo que tenía que decir en Jesucristo, que Él es su última palabra, la Palabra hecha carne y entregada en sacrificio perpetuo por la humanidad. Y nosotros, peregrinos, estábamos allí…

Foto del grupo desde el mirador de Jerusalén

Tras el desayuno, nos subimos al bus y pusimos rumbo al Monte Sión, donde visitaríamos el Cenáculo, la Basílica de la Dormición de la Virgen y la Iglesia de San Pedro in Gallicantu. Pero como es natural, antes había que entrar dentro del recinto amurallado. Y lo hicimos por la Puerta de las Basuras, una de las ocho puertas de entrada a la ciudad vieja de Jerusalén. Este peculiar nombre lo recibe porque era la puerta por donde sacaban los desperdicios de la ciudad. Después de la de Jaffa, es la puerta más transitada en la actualidad, ya que da directamente al famosísimo Muro de las Lamentaciones y a la Explanada de la Mezquita, los dos elementos arquitectónicos más importantes de Jerusalén. Por tanto, tras pasar los estrictos controles de seguridad por arcos magnéticos y cintas de rayos X, accedimos a la explanada donde se encuentra la Cúpula dorada o Basílica de la Roca. Por supuesto, no está permitida la entrada a los no musulmanes, pero pudimos contemplarla y rodearla desde fuera. Sin duda, es el monumento más llamativo de la ciudad, por lo que se identifica perfectamente desde la lejanía. Después de La Meca y Medina, este lugar es el más importante para el mundo islámico. Según la tradición musulmana, en su día, esta cúpula estuvo recubierta de planchas de oro auténtico, pero al parecer hubo de ser retirado para hacer frente a las deudas del Califa Abd al-Malik, quien había construido este templo para proteger la llamada Piedra Fundacional, que sería el lugar desde el que el profeta Mahoma ascendió a los cielos, de ahí su nombre. Siglos después, se recubrió de nuevo con capas de oro, razón por la que brilla de esa forma tan espectacular bajo los rayos de sol. El templo no está exento de polémica, pues los judíos afirman que la roca que los musulmanes se ha adueñado y protegen de forma tan estricta es la mismísima roca en la que Abrahán estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac.

Cúpula Dorada

Vista frontal de la Basílica

Entorno de la Explanada de la Basílica de la Cúpula Dorada

Tras documentar fotográficamente todo el entorno, nos dirigimos al siguiente punto de interés, que no era otro que el Muro de las Lamentaciones, un lugar ante el que a algunos nos pasaba lo mismo que ante la Ciudad Rosada de Petra: que el corazón palpitaba más fuerte por sabernos por fin en ese lugar tan visto, oído e imaginado, pero nunca percibido con los sentidos. Ahora podíamos ver y tocar esas piedras milenarias que tanto han visto, pero que callan irremediablemente, como dejando a nuestra imaginación los horrores y alegrías que durante tantos siglos han presenciado. Este muro no tiene una sola rendija en la que no haya un papelito incrustado con oraciones o peticiones. Y muy cerca de la zona visitable (la masculina, por supuesto) hay una zona cubierta en la que hay una parte del suelo acristalada que deja ver los cimientos del muro, que es casi tan profundo como alto. Y también se encuentra un espacio cuidado al detalle en el que hay unas librerías con numerosos ejemplares de la Torá y del Talmud, para el uso diario. Lo más curioso es encontrar todavía, aunque supongo que más por nostalgia que por practicidad, un estuche en forma de prisma para guardar las Escrituras en su formato original, es decir, enrolladas, tal y como eran en tiempos de Jesucristo. Por lo demás, aquello era un hervidero de gente, de oraciones y de una veneración un tanto exagerada a unas piedras que a nosotros, los cristianos, poco o nada tienen ya que decirnos, pues ni nuestra religión es una religión “del libro” ni nuestra fe se sustenta en restos arqueológicos, sino en la persona viva y real de Jesucristo. Y esto es una gran suerte, pues nos libra de tener que anclarnos a un enclave concreto que, aún duradero, sigue siendo caduco.

Muro de las Lamentaciones

Detalle de las piedras con los papeles incrustados en las grietas

Al fondo, la profundidad que tiene el muro bajo tierra

Libros de oración en zona cubierta junto al Muro

Zona cubierta para el rezo en interior

Escuche (Teuchos) para la Torá

Alfabeto hebreo

Vista del Muro de las Lamentaciones y de la Cúpula Dorada

Y con estos recuerdos aún grabándose en nuestra memoria para siempre, nos dirigimos hacia otro lugar especial revestido de un aura de santidad que rebosa por sus cuatro costados. Me refiero al Cenáculo, el lugar elegido por Jesús para instaurar de una vez y para siempre la que será su forma de presencia entre nosotros más notable: la Eucaristía. Ahí tuvimos un momento especial, escuchando y meditando las palabras que el padre Jaime nos dirigía, a propósito de este elemento tan característico y fundante de nuestra fe católica, como es la Eucaristía. Tanto lo es, que se dice que no hay Eucaristía sin Iglesia, pero que tampoco habría Iglesia sin Eucaristía.


Ahí nació la Eucaristía

Y tras este mágico momento, nos dirigimos hacia la tumba del Rey David, algo que nos sobrecogió al pensar que estábamos junto al padre de esa dinastía de la tribu de Jesé que Dios eligió para ir conformando el camino y las circunstancias de la venida del Mesías, que todavía tardaría en llegar cerca de mil años. Y como quien no quiere la cosa, dejando atrás tanta historia acumulada casi sin darnos cuenta, nos dirigimos a la Basílica de la Dormición de la Virgen, en la que hay una imagen de nuestra Madre acostada y en total paz, dentro de un recinto cuidado hasta el más mínimo detalle para que se sienta en él un silencio y recogimiento especiales que la tenue luz de la velas no hace sino acrecentar. Ahí permanece, rodeada por varios pilares y cubierta por una pequeña cúpula con mosaicos dorados de Jesús y seis mujeres de gran relevancia bíblica, como son Eva, Miriam, Ruth, Esther, Yael y Judith. Fue éste un momento mágico que nos llevó con la mente volando hacia ese acontecimiento histórico que recordamos cada 15 de agosto con la fiesta de la Asunción. Esta Basílica es de reciente construcción, pues tiene menos de un siglo de historia, pero el lugar ha sido conservado y protegido con todo cariño por parte de los cristianos, pues se trata del lugar en el que, según la Biblia, María cayó en un profundo sueño. Ahora se recuerda este acontecimiento en un ábside semicircular decorado con un fantástico mosaico de la Virgen con el niño Jesús en brazos, los cuales están rodeados por los apóstoles.

Representación de la dormición

Imagen de la Virgen María


Y continuando nuestro camino, nos dirigimos a la Iglesia de San Pedro in Gallicantu, una de las más impactantes de Jerusalén, pues conmemora las tres negaciones de Pedro a Jesús, aunque  también su arrepentimiento casi instantáneo y su reconciliación con Cristo una vez resucitado.

Pedro estaba sentado fuera, en el patio, y una criada se le acercó. «Tú también estabas con Jesús de Galilea», le dijo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: «No sé de qué estás hablando». Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí: «Éste estaba con Jesús de Nazaret». Él lo volvió a negar, jurándoles: «¡A ese hombre ni lo conozco!». Poco después, se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: «Seguro que eres uno de ellos; se te nota por tu acento». Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró: «¡A ese hombre ni lo conozco!». En ese instante cantó un gallo. Entonces, Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente» (Mt 26, 69-75)

Construida en una ladera del Monte Sión, esta iglesia es una obra de arte construida sobre unas ruinas bizantinas. Lo más impactante de ellas es el calabozo en el que se cree que estuvo encerrado Jesús la noche de su arresto en el Huerto de los Olivos, una celda excavada en piedra que, si ahora resulta claustrofóbica, a pesar de tener un acceso por medio de escaleras y estar iluminada con luz artificial, mucho más debía de serlo en la época de Jesús. Impacta el techo de la iglesia, con un ventanal en forma de cruz que deja pasar una luz radiante a través de las cristaleras, dejando ver los mosaicos que cubren las paredes. Por último, fuera de la iglesia destaca una antigua vía de la época herodiana, la cual es muy probable que fuese transitada en numerosas ocasiones por Jesús, ya que era el camino más corto para ir desde el Cenáculo hasta el Monte de los Olivos o Betania. Pero el plato fuerte del día estaba todavía por llegar. Aún nos esperaban la Basílica de la Natividad, Getsemaní y el Monte de los  Olivos.

Bajada a San Pedro in Gallicantu

Detalle de la cruz en el la cúpula

Bajada a la celda

Interior de la celda

Vía herodiana descubierta

La Basílica de la Natividad es ese lugar privilegiado del planeta que vio nacer a Jesús, siendo así testigo del milagro más grande jamás realizado por Dios: su encarnación en lo más pobre y dependiente, en un niño necesitado de pañales y de cuidados constantes. Todo un acontecimiento que no encaja de ningún modo posible en las mentes más racionales, aquellas que esperarían que Dios se hiciese presente mediante grandes acontecimientos y llamativas pompas. Si Dios hubiera venido al mundo en un trono de fuego tirado por caballos alados entre nubes centelleantes, muchos escépticos habrían aceptado mejor el Evangelio. Sin embargo, Dios no opera en clave humana, y por eso no actúa como lo haríamos nosotros, prefiriendo la sencillez a la sofisticación, aún a riesgo de resultar incomprensible, y por eso no sorprende que fuese un escándalo para los  judíos y una necedad para los gentiles.

Sin duda, el lugar más importante del mundo

Y con este buen sabor de boca, regresamos a Belén, donde nos esperaba la cena y el descanso. El día siguiente sería ya el último en Jerusalén, por lo que teníamos que cargar bien las pilas para no perder detalle de lo que nos esperaba aún por ver, pues aún quedaban dos platos fuertes por disfrutar: el Monte de los Olivos y, sobre todo, el recorrido por la Vía Dolorosa hasta llegar al Gólgota y al Santo Sepulcro. Como suele ocurrir, lo mejor se deja siempre para el final.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario