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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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domingo, 5 de abril de 2020

La mejor Semana Santa de nuestras vidas


No cabe duda de que esta Semana Santa 2020 va a ser atípica. Pero el hecho de que sea distinta no quiere decir necesariamente que vaya a ser peor.

Hablando ayer por teléfono con un amigo, comentábamos si no podría ser que, precisamente en estos días tan especiales para los cristianos en los que solemos participar de esas manifestaciones públicas que acostumbran a llenar nuestras calles de imágenes, velas, nazarenos, flores y procesiones, pudiese darse la circunstancia de que celebremos más y mejor que nunca la Pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, de modo que estos días nos ayuden a descubrir el sentido de nuestra vida. Y ambos concluimos que, efectivamente, así sería. ¿Por qué? Tres son las razones por las cuales esta Semana Santa, posiblemente, sea la mejor Semana Santa de nuestra vida.


En primer lugar, porque la aceptación de esta circunstancia nos hará practicar una virtud muy en desuso: la humildad. En efecto, por más que queramos, no tenemos más remedio que aceptar esta situación que nos ha tocado vivir. Y no solo aceptarla, sino también agradecer el hecho de que podamos vivirla bajo un techo, rodeados de nuestros seres queridos o en constante comunicación con ellos, con comida, electricidad, agua corriente y numerosas oportunidades para divertirnos, orar, pensar, etc. Porque, si en lugar de mirar hacia arriba, donde siempre veremos personas que están mejor que nosotros, mirásemos hacia abajo con ternura y compasión, nos daríamos cuenta de que nuestra situación es, como mínimo, privilegiada. Es entonces cuando caemos en la cuenta de que tenemos que ser humildes de corazón, como Jesús, que pudiendo salvarse de tan vil y cruel maldad por parte del hombre con un simple chasquido de dedos, prefirió sufrir hasta el límite las consecuencias de su falta de humildad, de su creerse dios y señor de todo.  

En segundo lugar, porque tenemos la oportunidad de llevar nuestra propia cruz, acompañando así a Cristo, que carga con la suya, siempre más pesada. Porque ante una situación de crisis, nuestra actitud será la que haga que nuestro paso por ella sea todo un tormento o, por el contrario, una experiencia enriquecedora, de superación y de crecimiento personal. En estos días, en que veremos, sin duda alguna, a muchas personas saltarse las normas ciudadanas y el confinamiento para salir a las calles en procesión o para participar de algún acto de culto público, tenemos que ser conscientes de que, como Iglesia en el mundo que somos, en lugar de ser motivo de crítica por saltarnos las normas básicas de convivencia, ponernos en peligro y poner en peligro a los demás, tenemos la obligación de colaborar, ser ejemplo y evangelizar con nuestras obras. Y si no debemos ser motivo de escándalo, es porque detrás de nosotros tenemos una institución que nos representa a todos, la Iglesia, a la que manchamos o ensalzamos con nuestros actos particulares. Es por ello que nuestros ímpetus y tentaciones no deben tener más peso que nuestro sentido común. Y como tragarnos el orgullo es, quizás, uno de los retos más difíciles para el hombre, intentar practicar las virtudes de las que hablábamos antes (la humildad y la aceptación), será, sin duda, una gran cruz con la que podamos acompañar a Cristo esta Semana Santa. Esa será la diferencia que marca la verdadera fe del fanatismo religioso.
      
Y en tercer lugar, porque esta situación tan especial nos ayudará a distinguir entre lo esencial y lo accesorio en nuestras vidas y en nuestro camino de seguimiento a Jesús. Porque si lo esencial para nosotros son las velas, los pasos de madera y los trajes, no habremos comprendido nada, pues lo esencial de nuestra vida va más allá de la madera, la cera y las telas bordadas. Lo esencial de este tiempo fuerte de Semana Santa es Cristo, su entrega por nosotros en la Cruz y el sentido que adquiere nuestra vida a partir del momento crucial en que, el domingo de resurrección, se levanta de su lecho de muerte, derrotándola para siempre y para todos, los de antes y los de después, los que lo conocieron y los que no. Lo esencial en nuestras vidas es Cristo resucitado y su entrega por nosotros, por ti y por mí, por todos y cada uno de nosotros, al suplicio más grande jamás conocido. ¿Te lo crees? Y todo esto, sencillamente, por amor, palabra clave que no debemos olvidar nunca, pues en ella se fundamenta nuestra fe: en el amor a Dios y el amor al hermano, especialmente al que sufre.    

Pues que en estos días tan señalados no perdamos la esperanza y que hagamos de esta Semana Santa 2020 la mejor Semana Santa de nuestras vidas.

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