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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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martes, 12 de mayo de 2015

El peregrino mangurrino en Menorca

En la vida se presentan, a veces, oportunidades únicas de esas que no puedes dejar escapar. Oportunidades que vienen en el momento justo en que uno las necesita. Eso es lo que me pasó a mí por una de esas casualidades de la vida.

En plena campaña de presentación de mi primer libro he tenido la ocasión de visitar una de esas islas de ensueño de la comunidad Balear, uno de esos parajes que tenemos apuntados en esa imaginaria lista de deseos que cumplir antes de morir. Me refiero a la isla de Menorca. Lo primero era buscar una villa en alquiler. Afortunadamente recurrí al líder en este campo, http://www.mnkvillas.com/, lo que resultó un acierto, pues dentro de su amplia gama de villas encontré rápido la que buscaba, si bien cualquiera de ellas sería una magnífica opción.

Ha sido un viaje rápido, unos pocos días, por lo que dejo sin tachar la futura visita de la isla en mi lista de “cosas pendientes”, esperando tacharla un día después de haber visitado a conciencia tan maravilloso paraje.


Ciertamente, Menorca es el lugar apropiado para todo tipo de salidas, para las fugaces de un fin de semana y para las más holgadas. La isla ofrece un sinfín de aventuras, paseos exóticos, aire fresco, tranquilidad y buena y acogedora gente que siempre tiene los brazos abiertos.

He de decir que en lugares así descansan cuerpo y mente como en ningún otro. El mediterráneo no se siente tan plácido y relajante como cuando te rodea por los cuatro costados. Las brisas parecieran perfumadas y el sol rebosa en el cielo, como queriendo acaparar toda tu atención. Las horas pasan como minutos. Los días son inolvidables, las noches indescriptibles.

Kayak, windsurf, vela, paseos en barco o submarinismo son algunas de las alternativas obligadas por mar. Senderismo, cicloturismo, ornitología o turismo equestre lo son por tierra. Y verdaderamente que para los amantes del trekking hay verdaderos vergeles naturales que da pena dejar atrás. Si no fuera por las maravillas que quedan por ver delante merecería la pena plantar una tienda de campaña y quedarse. Las rutas Británica, Talayótica, Etnológica, Fortificada o Religiosa son algunos ejemplos de ello.


Especialmente importante me pareció la ruta Religiosa, cuyo objetivo es dar a conocer el inmenso patrimonio religioso de Menorca, de valor incalculable, que abarca desde el siglo quinto hasta la actualidad: retazos del emperador Constantino el Grande, del edicto de Milán, del mundo mediterráneo medieval, de la legalización del cristianismo, etc. Menorca estaba ahí como baluarte perenne testigo de todo, y ahora lo transmite por tierra, mar y aire. Basta abrir los sentidos a los múltiples despliegues de talento e historia que rezuman en el ambiente menorquín.



Merece la pena la visita, y mucho. Y si visitas Menorca, te recomiendo MNK Villas porque Mallorca se vive distinto desde una villa autóctona. Tanto que quien lo visita, dicen, no solo vuelve, sino que piensa seriamente la posibilidad de establecerse para siempre. No me extraña… no sé qué tiene Menorca, pero podría decir que engancha. Quizás fuera aquel picacho en tiempos plagado de sirenas cuyo canto atraía a los navíos que cruzaban el Mediterráneo…



No debe extrañar la magia que desprende la isla, puesto que se encontraba situada en lugar estratégico en el cruce de las rutas marítimas mediterráneas. Es por ello que en ella desembarcaron romanos, vándalos, bizantinos, musulmanes  y hasta aquellos rudos negros africanos que, seguramente, eran mirados con cautela por los moradores menorquines.

Y así, Menorca contó años viendo ir y venir a tantos y tantos viajeros que se extrañaría si ahora no hubiese un flujo como el de antaño. Es por eso, quizás, que la isla desprende sus cálidos aromas, su agradable clima y sus atrayentes recursos para atraer, más y más, a turistas y viajeros de todas clases del mundo. Y cómo no, el peregrino mangurrino no podía dejar pasar de largo la oportunidad de visitar tal belleza. Y quedó extasiado con ella… y se enamoró.


Pero regresó, pues un peregrino es siempre eso: peregrino. Y, como buen peregrino, sabe que todo lugar es siempre lugar de paso, esperando con ansias la celestial morada en la que la mano derecha del Señor, con su nombre tatuado en la palma de su majestuosa mano, le recoja de una vez para siempre… allí disfrutará un día de maravillas sin igual, y a buen seguro, al peregrino mangurrino le habrá parecido haber vuelto a Menorca.


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