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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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viernes, 9 de diciembre de 2011

EL COLMO DE LA INSOLIDARIDAD...

         ¡Qué cosas tiene el hombre!

         Hace unos días leí una noticia de esas que te dejan perplejo, que te hacen pensar en lo insolidario que puede llegar a ser el hombre, sobre todo en un momento como el actual en el que toda ayuda es poca para acabar con la creciente pobreza que asola nuestro planeta.

Sí, este planeta que tantos recursos tiene, y que la ONU ha calculado suficientes para abastecer a una población mundial superior a diez veces la actual, todavía tiene que ver como la gente se sigue muriendo de hambre.

         Qué gran injusticia la del hombre, que no quiere repartir las riquezas del mundo para otros no mueran y disfruten al menos de ese derecho mínimo y fundamental que es la vida, no ya para vivir entre grandes pompas, sino únicamente para sobrevivir.

         La noticia a la que me refería es la siguiente:

Curiosity, recreación de la sonda en Marte.
La NASA acaba de enviar una sonda-laboratorio al planeta Marte, cuya llegada se estima que será en el mes de agosto del año 2012. Su misión no es otra que recoger muestras del terreno marciano de la superficie, para pasar luego a lo alto de una montaña y realizar allí la misma operación.

El laboratorio de la sonda analizará in-situ las muestras tomadas y enviará los resultados a la Tierra, para que los humanos podamos averiguar la composición del planeta y si tuvo o dejó de tener vida en tiempos remotos.

La misión tiene un grave riesgo, y es que se puede echar todo a perder si se llega a estrellar contra la superficie marciana durante el proceso de amartizaje, con lo que habrá que tener cuidado cuando llegue la sonda, la cual bajará en un paracaídas hasta cierta altura para luego desprenderse de él, encender sus motores y posarse de forma segura. Es tan arriesgada la operación que la han bautizado con el nombre de “los seis minutos de la muerte”.

El presupuesto de dicho proyecto es de 1.800 millones de euros y el nombre de la misión y de la sonda es “curiosity”. Es decir, cuesta una pasta gansa y su nombre indica claramente que esa pasta servirá para satisfacer la curiosidad del hombre. Y si no, ¿qué más nos da averiguar la composición química de la superficie de Marte? ¿qué más nos da saber si hubo o dejó de haber vida allí en un pasado? ¿es que nos va a sacar de algo saber esa “imprescindible” información?

Mientras tanto, la pobreza continúa...
A mí, particularmente me da igual de qué esté hecho Marte. Me da igual saber si hubo vida allá, como si la hubo en Júpiter o en los satélites de Venus. Sin embargo sí que me importa saber que la vida se está extinguiendo en muchos lugares del planeta Tierra, a los que no hace falta llegar en sondas multimillonarias, porque están aquí mismo.

Es poco menos que indignante que el hombre dedique su tiempo y su dinero a satisfacer estos deseos de curiosidad, sobre todo en un momento como el actual en el que la grave crisis económica que atraviesa la humanidad está haciendo estragos no sólo entre los más pobres del planeta, sino también entre los que viven en los supuestos países en los que impera el “estado de bienestar”. El bienestar es para algunos, desde luego.

Por otro lado, la ciencia tiene que avanzar tanto todavía para evitar que el hombre siga sufriendo por la lacra mundial de enfermedades como el SIDA, o el cáncer, el parkinson, o tantas otras.... o intentar avanzar en curar a las personas con discapacidad para que puedan volver a andar, o a hablar, o a ver... o investigar en ojos, oídos, brazos y piernas artificiales cada vez más avanzados y al alcance de todos...

Siguen muriendo personas en accidentes de carretera porque los coches no son totalmente seguros, sin embargo el hombre ha sido capaz de desarrollar la tecnología necesaria para mandar un trasto a 56 millones de Km de la Tierra, recoger muestras y analizarlas, volar de acá para allá y enviarnos los datos. Vamos, que el hombre es capaz de posarse sobre la superficie de una montaña marciana a 40.000 km/h como quien baja un peldaño y, sin embargo, no es capaz de sobrevivir a un golpe con el coche a 120 Km/h.

Sin embargo, el hombre necesita saber si hubo agua en Marte. Algún día puede que los promotores de esos proyectos hubieran preferido que se investigara en una cura contra el cáncer antes de mandar chatarra al espacio.

Sólo de pensar en que la sonda termine estrellándose y que todo el dinero invertido se haya perdido para nada, me entran escalofríos. Por un lado me apetece que se estrelle la sonda, como castigo merecido al hombre por dedicar su corta vida en atender las cosas de fuera e ignorar las de sus propios hermanos que se siguen muriendo. Pero por otro lado, sé que lo único que se adelantaría con esa catástrofe es que el gran “homo sapiens” se vería tan frustrado que volvería a mandar otra sonda mucho más cara hasta conseguir su objetivo. Por eso, aunque me suene mal decirlo, creo que es mejor que todo salga bien, por el bien de la humanidad.

No digo que esté mal que el hombre amplíe conocimientos científicos, salga de sus fronteras y explore nuevos mundos. Está bien, pero es como si en una familia que pasa necesidad y no puede comer les tocan 1000 euros en la lotería y se los gastan en una tele de plasma, mientras devuelven otra letra de la hipoteca y siguen apretándose el cinturón... eso sí, la tele la van a ver fenomenal en 3D.

Yo soy de los que piensan que el hombre se puede y debe dar algún capricho de vez en cuando, pero siempre que tenga sus necesidades básicas cubiertas. Sabemos que media humanidad ha vivido por encima de sus posibilidades y ahora está sufriendo los estragos de la insolidaridad de unos bancos que sólo piensan en recibir lo que se les debe. Por eso, como no sabemos cómo va a presentarse la vida en el futuro, es necesario ser precavido. La vida siempre devuelve el boomerang, y eso no acabamos de aprenderlo. Lo lanzamos pensando que es una piedra, pero cuando vuelve, nos tiramos de los pelos por no haber previsto su regreso. Que sepan los que derrochan ese dineral en cosas vanales, inútiles o que no son propias de los tiempos de necesidad que vivimos, que han lanzado el boomerang. Más les valdría ser precavidos y estar atentos, que la vida se lo devolverá... tiempo al tiempo. Algún día se acordarán de la bonanza de los tiempos en los que mandaban sondas fuera de nuestra atmósfera.

Sin embargo, si la situación del hombre fuera distinta, si nos sobraran los recursos del planeta y no fuéramos capaces de consumirlos, si el hombre no tuviera que estar pendiente de qué hacer hoy para poder llevarse un mendrugo de pan a la boca, entonces sí que sería lícito mandar fuera del planeta hasta a la misma Torre Eiffel si fuera el caso.

¿Estamos locos? Cómo se nota dónde sobra el dinero y en qué torpezas insolidarias se “invierte”. ¿Qué beneficios económicos conllevará esta misión? ¿Es que Marte nos va a devolver el doble de lo que ha costado? ¿O acaso nos lo va a agradecer?

No deja de ser vergonzoso el siguiente cálculo:

Una persona en un país subdesarrollado como Somalia sobrevive con 1,00 euro al día (www.caritas.es). Si dividimos los 1.800 millones de euros que ha costado la misión a Marte entre los 8.000.000 de habitantes de Somalia (Wikipedia) tenemos por resultado el que se podría haber alimentado con ese dinero a toda la población de Somalia durante 225 días, es decir: ¡Toda la población de Somalia durante casi un año!.

Misionero de la Iglesia Católica
Y mientras tanto, muchas personas siguen atacado al Vaticano y a los católicos por no vender sus propiedades, esas que son donaciones milenarias que se han producido a lo largo de la historia. Esa Iglesia católica que da de comer diariamente a millones de familias enteras a través de Cáritas; familias que no son sólo de países subdesarrollados, sino que son vecinos tuyos y míos, a los que vemos todos los días y sin embargo no sabemos que comen y pagan la luz y el agua gracias a Cáritas. Hoy más personas saben que eso es verdad, porque les ha tocado sufrirlo en sus carnes y han tenido que recurrir a esa Iglesia que tanto criticaban. Yo conozco personalmente a dos grandes ateos reconocidos, incluso uno publicó hace un par de años un artículo en un periódico donde hablaba de la Iglesia como una empresa que sólo se preocupaba de enriquecerse y que se desentendía de los pobres. Hoy cuando me ve por la calle, después de darle semanalmente su cesta de alimentos y de haber gestionado el pago por un año de su luz y su agua, cuando me ve gira la cabeza y cambia de acera.  Y como no mencionar a todos esos misioneros que gastan su vida por los pobres no solo en la comodidad de un país desarrollado como España, sino que incluso viajan a países donde las comodidades son cosas de ciencia-ficción, expuestos a enfermedades ya erradicadas en Europa, al extremo calor o al extremo frío sin aires acondicionados ni calefacciones, malcomiendo mientras aquí tenemos entrantes, primer plato, segundo plato, postre, café, copa y puro, todo por un precio módico que podemos pagar. Ellos viajan a países donde están expuestos a raptos o incluso a la muerte, todo por una generosa cantidad de 0,00 euros... eso sí, con gran alegría. Ellos reciben más de lo que dan, porque ayudan al necesitado sin pedir nada a cambio, ya que su satisfacción es saber que entregan su vida por quienes la necesitan de verdad... Sin embargo, cuando criticamos a la Iglesia, los estamos metiendo en el saco también, y estamos criticando a los misioneros... Entonces, ¿qué tiene que hacer la Iglesia?

Su sonrisa lo dice todo...
Amigos: Todos debemos arrimar el hombro; la Iglesia, la NASA, los gobiernos, pero sobre todo, el resto de personas. Sí, nosotros, los que habitualmente criticamos con dureza el problema del hambre como si la solución la tuvieran otros. ¿Es que no podemos unirnos entre cien de nosotros y dar de comer a una sola persona de esas que se pasan el día a la puerta de la Iglesia? ¿A cuanto tocaríamos? Es ridículo y hasta insultante el saber que basta con que cada habitante con trabajo del planeta diera 50 céntimos de euro al mes para que se acabara la pobreza mundial.

1 comentario:

  1. Hola, Me ha gustado tu artículo cuánta razón encierras en él , muchas veces utilizamos ésta palabra solidaridad , pero , que alejados estamos de los hechos , coincido en que debemos ser solidarios con nosotros mismos en primer lugar, con los que tenemos cerca de nosotros, es un hermoso sentimiento la entrega a los demás tratando de hacer un poquito o mucho más llevadero el vivir diario con mayor dignidad. Lo que va viene y más. Esa es la experiencia gratificante del que ha compartido todo hasta su propia vida con los más desfavorecidos.
    Una vez leyendo un libro de la Beata madre Teresa de Calcuta comentaba ella como los más pobres son los más solidarios, contaba que un día fue a llevar a una familia muy pobre con varios hijos pequeño un kilo de arroz, al entregárselo vio como hizo dos partes y salió con una de ellas, al rato volvió y le pregunto a dónde había ido y esta le respondió: he ido a llevar un poco de arroz a otra familia pobre. Y comentaba la Madre Teresa “ella sabía, conocía la necesidad del otro y en su pobreza era solidaria, aunque ello le supusiera tener sólo una parte del arroz recibido”. Si todos conociéramos la necesidad del que vive cerca de nosotros y nos hiciéramos solidarios ¡qué diferente sería la humanidad! Pero yo estoy convencida que para ello lo único necesario es el AMOR, cuando uno ama, de qué manera tan diferente se actúa.
    Ser solidario también significa tomar consciencia de que las cosas y los hechos pueden ser distintos de cómo son y para ello yo pongo mi granito de arena.
    Como decía Paul Valéry, el futuro es construcción. No podemos prever el futuro, pero sí podemos prepararlo, porque está en nuestras manos. Será, en gran parte, lo que hagamos de él.
    CMB

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