Esta mañana después de desayunar he
intentado llamar a Iván, el chico ruso. Se va en dos semanas y necesita algún
contacto en Lima para estar más tranquilo, especialmente porque los autobuses a
Lima llegan de madrugada y la zona donde está la parada no es precisamente una
parroquia de barrio.
Como tengo un amigo en Lima, el
taxista Manolo, le quiero dar su teléfono, porque en Lima hay que tener cuidado
hasta con los taxistas... mejor no os cuento las leyendas urbanas que corren
por ahí.
La mañana la paso haciendo un listado
interminable de defectos en la obra nueva del seminario, hasta la hora de
comer.
Por la tarde, Amado y yo vamos al
hospital a ver al ya operado Javier, para saber qué tal está. Cuando llegamos
todo son pases abiertos, no sé si por la hora o porque no están vigilando...
debe ser que ahora se permiten visitas. Entramos y aparecemos en la
habitación... seis camas para seis enfermos dentro de la misma habitación. Sólo
queda una libre, pero estando nosotros se termina de llenar con el enfermo que
faltaba para la colección de seis.
El niño está animado y bien. No
parece que le hayan operado, aunque le han dicho que no hable mucho. No sé si
es para meterle miedo para que se calle por lo hablador que es o si es que se
ha resfriado en el quirófano. El caso es que no puede hablar alto.
Cuando entramos ya está esperando las
cosas que le llevamos. El padre Amado, caramelos y yo, un espejito... parece una
tontería, pero cuando yo tenía su edad, un espejo con el que deslumbrar a la
gente y hacer juegos con el sol en las paredes me chiflaba. ¡Y vaya si le
gusta!, aunque lo primero que me dice el tío es que el espejo lo necesito yo
para afeitarme... ¡el jodío!.
Unos caramelos por aquí y un espejito por allá y la cara es otra... |
Bien, bien... ¿y qué te pasa, Jhorby?
Que me he caído de un caballo...
Nos cuenta que se golpeó en la frente con una rama
mientras cabalgaba, algo que resulta cómico cuando lo ves en los “videos de
primera”, pero que cuando te trae al hospital no lo es tanto.
Hablamos un rato. Tiene nueve años,
uno más que Javier. Está solo en el hospital, aunque dice que su padre anda por
ahí. Luego se presenta el padre.
Seguimos viendo enfermos. El próximo
es un hombre mayor, de 83 años, aunque no los aparenta. Está enfermo y
acompañado de una mujer que yo creía que era su esposa, pero resulta ser su
hija. Todo lo que él aparenta de joven, ella lo aparenta de mayor. También está
la nieta, supongo... El hombre se llama César Augusto y tiene mucha energía a
pesar de sus años, ya que le doy la mano y se incorpora de un golpe de
abdominal como un resorte con muelles... ni yo soy capaz de levantarme así.
Pasamos a otra cama. Su morador es un
chico de unos 30 años. Tiene un pulmón perforado y daños en el riñón. Su nombre no lo recuerdo, y resulta ser el copiloto de un autobús que hace un par de días se
ha despeñado por un barranco e incluso hasta ayer estaban buscando a unos cuantos
desaparecidos. Ha habido muertos y nos cuenta cómo sucedió. Bajaba el bus una
cuesta pronunciada cuando de repente se quedó sin frenos, y el conductor tuvo
que meterse en un puente el final de la cuesta como pudo para no caer por un
precipicio mayor... el golpe fue tremendo y cayeron a un río. Él iba
descansando en ese momento, ya que era el chófer de reserva para cuando el otro
acabara su turno por lo largo de los viajes aquí. Dice recordar que se despertó
con los gritos, sintió la caída y el golpe, y lo próximo que recuerda es hoy en
el hospital, ya que ha estado dos días en coma. Tremendo suceso del cual parece
estar bastante recuperado. Amado hace una oración y él la reza con fervor. Le
dejamos y vamos a por otro desgraciado...
Por último, las dos camas que quedan
están ocupadas por dos hermanos... uno estaba cuando llegamos, el otro es el
que llegó estando nosotros ya ahí. Está su padre y otro hermano y nos cuentan
que iban en una moto cuando les salieron unos asaltantes a tiros, alcanzándoles
los balazos a ambos. Uno ha sido alcanzado en una pierna, ha tenido suerte. El
otro ha recibido el balazo en el vientre y su estado parece que es peor, aunque
no parece grave. Huyeron como pudieron en la moto mientras les seguían
disparando y tuvieron suerte de que no les acertaran a dar más tiros.
Y esta es la realidad de las calles
peruanas. De nuevo, uno se queda sorprendido al ver aquí lo que está
acostumbrado a ver en los telediarios.
Hablamos un rato más con Javier y nos
despedimos hasta mañana, y cuando salimos fuera, una señora llama a Amado para
que visite a su hijo. Entramos a verlo. Se llama Roberto Carlos y tiene un
tremendo crucifijo colgado del cuello. No parece muy afectado en su cuerpo por
nada, sin embargo un tobillo lo tiene hinchadísimo... nos cuenta que ha sufrido
un accidente de autobús, el que cayó por la ladera al río... qué curioso. No
creo que sepa que uno de los pilotos del bus está justo en la habitación
contigua. El chico intenta hablarnos cuando le conocemos y le preguntamos qué
le pasó... pero no era capaz de decirlo... se emocionaba y no podía, hasta que
tuvo que hacerlo la madre, que también se emocionaba. Ha visto la muerte tan de
cerca y morir a sus acompañantes de viaje, y eso le ha impactado tanto que no
es capaz de recordar el momento... sólo quiere rezar y cuando Amado comienza el
“yo pecador...” empieza a darse golpes en el pecho desde el principio hasta el
final... como si toda la oración fuera un “por mi culpa...”
Le dejamos y salimos fuera. Parece
que necesito un poco de aire y sobre todo no ver más casos de “impacto TV” en
directo.
Cuando salimos, como nota graciosa,
hablamos de Jhorby y de su accidente, de cómo nos volvemos a encontrar con otro
traumatismo infantil... y le digo que para haberse dado un golpe en la frente
con una rama no tenía señal alguna... Entonces me dice Amado que Jhorby tiene
los testículos hinchados... me quedo mirándole como diciendo: “¿porqué me
cuentas eso...?” y me responde que el golpe se lo ha llevado ahí....
Me quedo pensando en la forma de
darse un golpe en los innombrables con una rama mientras vas a caballo, y por
más vueltas que le doy no logro entenderlo... entonces Amado me explica: “Cuando
se dio el golpe, se cayó del caballo con tan mala suerte que cayó de culo sobre
una piedra y se golpeó los testículos....”
Después de treinta segundos de silencio...
- ¡Dios mio! ¿Cómo?....
- En los testículos, me repite....
- Ya, ya... pero no entiendo... ¿en
los dos?
- ¡En los dos!
Y nos miramos... y nos echamos a
reir... A ver, esas cosas son sin maldad, pero la verdad es que es gracioso...
aunque para Jhorby no debe tener mucha gracia...
- ¿Y cómo lo sabes tú...?
- Porque lo ha dicho...
- Pues yo no me he enterado... y
menos mal, porque si me entero en la habitación me da el ataque de risa y la
liamos....
Nos volvemos a reir un rato, sobre
todo cuando Amado escucha la palabra española por excelencia para nombrar los
innombrables y le digo que pobre chico, la mala suerte que tiene al machacarse
los güevos con una piedra...
No sé si es que aquí no se usa esa
palabra o es que le sorprendió que fuera tan llano... pero regresamos a casa
entre risas... Aunque cuando piensas en el momento y te pones en el lugar, lo
mejor que puedes hacer es pensar rápido en otra cosa...
Por la tarde la cosa igual que
ayer... sólo que hoy, después de misa he esperado a las hermanillas Márllury e Yrmita para
hacerles un regalo en respuesta al suyo... unos rosaritos negros pequeños.
Igual que ellas me dijeron cuando me
dieron el sobrecito que era un regalito muy franciscano, yo les digo que el mío
es un regalito muy dominico... pero ya se lo contaré.
Después las etiqueto en facebook en
la foto donde están los rosarios pasados por la tumba del santo Martín de
Porres, y creo que les hace ilusión...
Así acaba el día... hasta mañana!!
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