Quien diga que Dios ha muerto
que venga a Gocta y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto...
Yo no sé si
será la tercera o la quinta catarata más alta del mundo. Solo sé que es
simplemente espectacular. Jamás había visto una obra de la naturaleza similar.
Había visto cataratas en otros lugares, pero después de ver esta, puedo decir
que las anteriores que vi no son más que simples chorritos de agua.
Desde luego que esta experiencia se la
recomiendo a todo el mundo, porque un rato debajo de semejante monstruo de agua
cayendo desde casi 800 metros de altura es una cosa digna de verse. No quiero
ni pensar cómo será el Salto del Ángel.
Preparándome para el viaje... |
El viaje lo comenzamos después del
desayuno. Hacemos los macutos y nos embarcamos en el Toyota del Obispado. Le
echamos “petróleo”, que no es el valioso oro negro , sino que es como llaman a
nuestro gasóleo, y salimos de viaje, no sin antes comprar un traje de agua o
“poncho” para Amado. Y tras estos menesteres, salimos a la carretera.
Lo primero que me alegra el día es que
el viaje hacia las cataratas se hacen en su mayoría por una carretera asfaltada,
con vistas espectaculares y que corre paralela al río Utcubamba, primero lo
tenemos a la derecha y luego, no sé cómo, se pasa al lado izquierdo de la
carretera. Aquí la mayoría de los pueblos acaban en “bamba”, así que preguntado
por el significado os cuento que esa terminación quiere decir “llanura” o
“paraje”. Proviene del Quechua, un idioma peruano antiguo que está cayendo en
desuso. Como “Utcu” significa algodón, tenemos que el río Utcubamba quiere
decir “llanura de algodón”.
Bueno, pues más adelante vemos “in
situ” lo que el otro día os comenté en la visita a Huancas. El río Utcubamba se
une en un momento dado al río Sonche, y fruto de esa unión, el Sonche
desaparece para proseguir el Utcubamba más caudaloso. Hoy hemos estado en esa
unión y la hemos fotografiado y filmado... Un afluente perdido para formar un río que
todavía debe desembocar en el Marañón, que a su vez irá a morir al río Amazonas
para terminar vertiendo sus aguas en el océano Atlántico...
Antes de esto he tenido la ocasión de
conocer algo espectacular: Los petroglifos de Pitaya. Habrían pasado
desapercibidos de no ser por la construcción de la carretera, que dejó al
descubierto unos extraños símbolos grabados en las paredes de la montaña, a una
altura considerable que hace pensar que en aquella época, la pared grabada era
la pared interior de una cueva que moraron nuestros ancestros. El paso del río
ha ido abriendo el valle y pasó por la cueva, habiéndola dejado abierta y con
una pared interior al exterior actual. Lo curioso es que los petroglifos se
conservan bastante bien y se aprecia cada dibujo, o al menos la mayoría.
Ante un milenario dibujo... Petroglifos de Pitaya, en Chachapoyas. |
Lo que me llama la atención es que no
están convenientemente protegidos, sino que están al aire libre y al antojo de
lo que con ellas quiera hacer la climatología, los derrumbes o los analfabetos
gamberros. Lo único que hace notar la presencia de dichos petroglifos es un
cartel del Instituto Nacional de Cultura que dice: Restos arqueológicos,
petroglifos. Fin de la historia.
Le comento al padre Amado que si
queremos hacernos mundialmente famosos, sólo tenemos que grabar en vídeo cómo
borramos todos y cada uno de los grabados de dinosaurios, flechas, monos o
personas que hay en la pared de la montaña... Lo borramos con un cepillo de
alambres, lo grabamos y lo subimos a internet bajo el título: Dos mozos borran
en tres minutos los petroglifos conservados por milenios en las montañas
andinas de Perú... Tardaríamos un par de días en dar la vuelta al mundo. Lo
único que tendríamos que decir es que ya estamos hartos de los graffitis y de
los grafiteros que pintan hasta en las paredes de las montañas... Los dibujos
de Nazca no se pueden proteger por sus dimensiones, pero estos sólo necesitan
un cristalito más pequeño que cualquier escaparate de Canovas.
Mardelis y Christopher |
Proseguimos el viaje rumbo al Gocta, y
por fin llegamos a Cocachimba... otra terminación que tendré que averiguar qué
significa. Antes de llegar nos topamos con una chica y su hijo de ocho años en
la carretera haciendo auto-stop, ya han cogido un “combi” que va de paso a otro
lugar, los deja allí y desde ahí van en autocarro hasta Cocachimba. Pero al
parecer, los autocarros van llenos y luego dejan de pasar, con lo que se tiran
mucho esperando y tienen pensado regresar. Como el niño está en el colegio que
dirige Amado, para y los montamos, porque da la casualidad que van también a
Gocta. Nuestros nuevos compañeros de viaje se llaman Mardelis y Christopher, y
viviran con nosotros la aventura.
Al final ha sido una bonita compañía,
porque hemos ido juntos y porque el niño es muy gracioso e inquieto. Sólo hace
preguntas, va de un lado a otro, y es muy simpático.. También la madre. Ella ha
ido provista de botas “catiuscas”, yo con las Chiruca que me regalaron mi
hermana y Jorge. Mientras tanto, Amado y Christopher van en zapatillas normales...
Nos reímos Márdelis y yo porque van a acabar perdidos, mientras que nosotros
vamos protegidos...
Todos en el Toyota llegamos hasta el
último punto donde el coche puede entrar. Desde ahí el camino será a pie.
Pagamos los 10 soles de rigor que cuesta ver la obra de Dios y dirigimos
nuestros pasos hacia esa catarata que tiene el honor de ocupar el tercer puesto
(o el que sea) en el ranking mundial de las cataratas más altas del mundo.
Poco después de iniciar la subida, se
aprecia desde lejos la caída del agua del Gocta. Ya desde lejos se intuye que
deben ser espectaculares... Cerca están las Tres Hermanas, las cuales también
se ven bastante bien... y alrededor hay otras dos o tres más de menor tamaño
pero muy bonitas también... Vamos, que en la misma zona hay como cinco o seis
cataratas concentradas. Si a esto le unes el paisaje andino, con sus montañas y
sus nubes entre ellas, tienes el marco perfecto para quedarte con la boca
abierta un buen rato.
Para salir de dudas, me dirijo a Wikipedia, que
seguro que ahí cuentan algo más de lo que sé. Dice lo siguiente:
“Fue dada a conocer a nivel mundial en marzo de 2006 por investigadores alemanes. Es
en la actualidad, con sus 771 m, la
cuarta más alta del mundo, siendo las más altas el Salto del Ántel (Venezuela)
de 979 metros, Tugela Falls (Sudáfrica) de 948 metros y Yumbilla (Perú) de 895
metros. La catarata de Gocta es la más impresionante dentro de todas éstas.
Varias leyendas se relacionan con esta catarata. Una se relaciona con la
maldición de una bella sirena rubia
que ayudada de serpiente gigante custodian una vasija de oro. Otra habla del
lugareño Juan Mendoza que desapareció encantado por las rocas que hay detrás de
la catarata.
Existen planes para explotar el enclave como atracción turística. La
catarata se englobaría dentro de una reserva natural en la selva que en la zona es todavía virgen y es
hogar de muchas especies de animales en peligro de extinción. Además incluiría
la fortaleza prehispánica de Kuélap, ruinas de una fortaleza construida por la
cultura Chachapoyas entre los
siglos X y XIV, antes de su conquista por el imperio Inca.
Un grupo de exploradores liderados por el alemán Stefan Ziemendorff, en
marzo de 2006, decidieron tomar las medidas topográficas de ésta y descubrieron
que era la tercera caída de agua más alta del mundo, aunque de acuerdo con el
World Waterfall Database, se ubica en el puesto quince. Los vecinos del lugar siempre la han
conocido como Gocta. "Chorrera" es la palabra que emplean los
pobladores de Coca y Cocachimba para decir "catarata". En el mismo
valle, hay aproximadamente 22 cataratas (chorreras)”.
Ya vemos que dependiendo de quien mida, ocupa uno u otro puesto, dado
que hay quien mide sólo una caída mientras otros miden la suma de las distintas
caídas que puede tener una catarata. En cualquier caso, como os decía, da
igual... porque es espectacular.
Empezamos a subir a pata,
y dudamos si alquilar unas bestias, o caballos, como los conocemos nosotros. Al
final, decidimos caminar, que para eso hemos venido. En un momento dado
podremos bajar a caballo si queremos.
La subida es dura al
principio, y cuando llevamos un rato subiendo empiezan a combinarse subidas y
bajadas que hacen menos cansado el trayecto. Nos dicen que son dos horas de
camino, aunque a juzgar por la distancia que calculamos a las cataras no parece
que haya tanto. El problema es que en los andes, para recorrer una distancia
que en línea recta son un par de kilómetros, tienes que andar veinte a través
de las laderas de las montañas, cruzando ríos y zonas de barrancos... Es bonito
el viaje a pie, y me recuerda al camino de santiago que hice en 2009, aunque
con vistas mucho más espectaculares.
Según vamos avanzando,
vamos notando un ruidillo, que al principio es tenue, pero que va creciendo
poco a poco... lo mismo pasa con la humedad del ambiente. Cuando estamos a tiro
de piedra, es tanta la humedad, que hasta los troncos de los árboles están
repletos de musgo.
Y finalmente llegamos a
Gocta... nos ponemos delante y nos quedamos asombrados al ver los casi 800
metros de caída libre del agua. Es curioso, porque yo pensaba que caería un
chorro bestial que haría que nadie se pudiera meter debajo por que lo
aplastaría. Sin embargo, cuando el agua recorre cerca de un Kilómetro en caída,
se va disgregando de tal manera que, cuando llega al suelo, sólo es vapor de
agua. Eso sí, millones de litros de agua hechos vapor. El ambiente es del 100%
de humedad.
El peregrino mangurrino y el peregrino andino |
Nos acercamos más y casi
no se puede por que ya es como si estuviéramos dentro de una laguna... pero
seguimos hasta donde podemos. Y finalmente llegamos a un punto donde ya no es
posible avanzar más, porque la fuerza del viento que genera el aire desplazado
por el agua, hace que se me vuele el gorro y que no se pueda ni siquiera
hablar... igual que si estuviéramos al lado de los motores encendidos de un
avión.
Es curioso. Nunca pensé
que una catarata produciría tal cantidad de viento, que combinado con las
partículas de agua en suspensión, hace que se desplacen lejísimos volando, y
así han generado un valle verde y lleno de musgo, líquenes y plantas exóticas
de todo tipo... eso sí, sin animal alguno a la vista.
Apuramos al máximo el
tiempo que podemos estar ahí y decidimos regresar, porque aunque ya estamos
calados hasta los huesos, si seguimos ahí podremos coger una pulmonía.
Reponiendo fuerzas |
Antes de llegar al coche,
paramos en un arroyo de agua limpia a lavar el calzado, y mi sorpresa y la de
Márdelis es que nosotros venos de barro hasta las cejas, mientras que Amado no
sólo no se ha manchado los pantalones, sino que incluso las zapatillas las trae
intactas. Si no fuera porque lo he visto con mis propios ojos no lo creería. Es
como si anduviera sobre los charcos en lugar de pisarlos. Y eso que nos reíamos
al principio porque llevaba zapatillas. Eso sí, el niño viene de barro hasta
las orejas... zapatillas, pantalón y camiseta... Él, más que andar sobre los
charcos, parece que se hubiera revolcado en todos. Y yo traigo las Chirucas
llenas de barro, pero eso sí, ni una sola gota de agua ha entrado a los
pinreles, ni siquiera cuando los metí enteros en el arroyo para lavarlos.
Cuando llegamos al coche,
salimos por lo que parece un prado verde perfecto para el coche, pero resulta
ser una ciénaga cubierta por una falsa capa verde que creíamos que era césped,
así que atascamos el coche de tal modo que ni con la tracción a las cuatro
ruedas sale de ahí.
Tras unas averiguaciones
de nuestra amiga Márdelis con los lugareños que no tenían muchas intenciones de
ayudar, se prestan todos a empujar y sacamos el coche del apuro.
De camino a casa paramos
en otra cabañita para que Amado pida un caldo de no sé qué cosa, que son peces
que se quedan pegados a la piel cuando los coges y que es muy típico de aquí.
Como no tienen, se conforma con un café solo. Márdelis toma otro, y yo un anís
en infusión compartido con Christopher.
Haciendo una especie de tortas para freir... |
Hasta mañana!
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