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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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domingo, 6 de julio de 2014

CAPÍTULO 4. UN MANGURRINO EN CANADÁ (PONIENDO LAS COSAS AL DÍA)

   Y digo yo que cómo pongo al día esto teniendo en cuenta que llevo tres meses sin escribir…han pasado tantas cosas, que… en fin, veremos…

   Bueno, releyendo el capítulo anterior, os dejé sin saber qué trabajo duro era ese. Pues bien, el mangurrino se puso a trabajar de “quitanieves”. Ya ves qué original… Bueno, el caso es que había que hacer algo y le salió la oportunidad de limpiar de nieve las calles, o mejor dicho, las entradas a los hoteles y edificios. Así los ricachones del globo que visitan estos lares podrían deslizar sus caros mocasines por un suelo libre de nieve y no estropear la piel del cocodrilo. El sueldo era bueno, el trabajo duro… así que todo era positivo.

   En esos momentos lo que más importaba era estar ocupado, más incluso que el dinero. Cuando uno tiene tiempo libre en un lugar donde lleva ya unos días, no conoce a nadie y se pasa el día solo, los minutos parecen horas… la cabeza da vueltas y uno empieza a plantearse para qué ha venido aquí. Afortunadamente el “Kempis” me da consejos buenos, los mejores…y la paciencia y la providencia son requisitos indispensables para un buen peregrino. Tuve las dos, más la segunda que la primera, pero las dos.

   Al principio las mañanas eran duras porque había que despertarse a las cinco de la mañana para estar a las seis en el trabajo. Esto es así porque a la hora en la que se levantan los huéspedes de los hoteles tienen que estar despejadas de nieve las calles. Es todo un espectáculo ver el enjambre de gente que se dedica a esto, unos con máquinas grandes por las calles, otros con otras máquinas más pequeñas perfilando los bordes de los caminos, y los demás quitando nieve a mano, o mejor dicho, a pala, en los lugares donde no entran las máquinas, es decir, veredas, entradas, porches, caminos y escaleras…. Es toda una delicia que den las 8 de la mañana y ver pasar a la gente vestida de punta en blanco para ir a esquiar, pasando por delante de ti y mirándote como si fueras un bicho raro. Pasan por los caminos que haces y alguno da los buenos días… otros las gracias, pero los más ni siquiera perciben la presencia de aquellos que abren los caminos por los que pasan, y eso que mi abrigo rojo es llamativo. Mucho me acuerdo de la "perfecta alegría" de San Francisco cada vez que uno pasa delante sin percibir mi presencia... o, percibiéndola, no haciendo ni caso. 

   Así estuve por dos meses…hasta hace poco, pues llegó llegado la primavera y las nieves se quitan solas, sin palas ni máquinas. La naturaleza terminó el trabajo que nosotros empezamos, si bien lo comenzó ella también. Y es que Dios ha hecho una máquina perfecta, engranada y ajustada al milímetro, de modo que ni una sola primavera falta que no derrita los hielos invernales, año tras año, siglo tras siglo... y la máquina sigue funcionando como el primer día. Igual que un diseño implica la existencia de un diseñador, una máquina de semejante precisión implica la existencia del maquinista... 

   Pero seguimos... Lo mejor de este trabajo es que pagan bien, que a las diez de la mañana estás libre y tienes todo el día por delante, justo lo que yo no quería. Prefería los días de mucha nieve porque terminábamos más tarde y no le daba tantas vueltas a la cabeza. Las cosas no iban muy bien por entonces, no sé si porque era preciso un período de adaptación o porque quizás me había equivocado por completo. Al final resultó ser lo primero, lo cual no solo es buena señal, sino que también es un alivio… los periodos de adaptación son duros, especialmente vividos en soledad. Vine a Canadá para vivir una aventura, lo que no sabía es que esa aventura iba a ser desventura, que iba a ser tan dura. Esta vez la jungla no era de vegetación, ni siquiera de asfalto, era una jungla de nieve, soledad y frialdad, pero no solo de frialdad climatológica, sino también de esa frialdad propia de las personas con mucho dinero que se creen superiores a los demás, aunque también tengan mucho dinero. Aquí todos miran por encima del hombro a todos, y como no se puede presumir de coche, porque no se pueden conducir por las nevadas calles, se presume de esquíes, de mono (ojo, de esquiar) o incluso de hotel. No es raro ver a gente altiva y altanera saliendo por la puerta del hotel con la cabeza descubierta a 20 grados bajo cero…el caso es que a uno le conozcan. Una vez fuera del hotel, ya hay que ponerse el gorro o los pelos se vuelven como alambres. Luego, por la calle, todos son anónimos con el mono (de esquiar), el casco y los goggles (las gafas de esquí).

   Es curioso ver cómo la sociedad tiene sus marcas, sus señas de identidad y hasta una lógica deductiva. Las personas actúan no por ellas mismas, sino por lo que quieren aparentar. Solo viendo a una persona, uno sabe si hace esquí o snowboard, y esto sin traje de faena, sino de paisano. Los esquiadores visten de marca, con pantalones de deporte caros o los Levi´s de toda la vida. Los zapatos son de los buenos, se ve a la legua, pero zapatos. Llevan anoraks a juego con el pantalón o con el gorro y visten pijitos… luego están los que no van así para nada, pero tampoco como los snowboarders, que sí tienen un estilo propio, parecido al de los grafiteros o los patinadores sobre ruedas. Llegan su gorra puesta de lado o hacia atrás, o un gorro llamativo o más grande de lo normal, como para dos cabezas. Los pantalones se les caen por detrás y se podría meter una moneda en la hucha que dejan ver. Algunos dejan caer tanto los pantalones que les llegan a las rodillas y tienen que subírselos constantemente por causas físicas obvias, pero como no han estudiado física (ni nada), no saben esto y tienen que subirse los pantalones cada dos minutos porque los tienen en los tobillos. Por ello se pisan los pantalones y, además,  por lo general llevan botas. Tampoco es que sea así al 100%, pero es la tónica general.

   Aparte de esto, se sabe cuándo una persona es de Whistler o de fuera. Las personas de fuera ni saben que existes, las de aquí te dan los buenos días o las buenas tardes. Las personas de fuera miran extrañas al chófer del bus público, que generalmente es indio (con turbante y todo), y parece que les dan grima. Las de aquí les saludan al entrar y al salir, y siempre dan las gracias al chófer cuando abre la puerta para salir. Vamos, que la gente de aquí es educada, la de fuera no tanto… por eso de que te miran por encima del hombro. Por supuesto, también hay honrosas excepciones…faltaría más.

   Luego estamos los parias, que no pertenecemos ni a una casta ni a otra… los trabajadores, buscavidas, peregrinos y demás (yo entro en todos estos grupos)… que no sabemos qué hacer, si esquí o snowboard. En mi caso lo tuve claro, pues me regalaron una tabla de snowboard, unas botas de snowboard y un pantalón de snowboard. Vamos, que habría tenido que ser tonto para elegir hacer esquí.

   Y así comencé mis clases gratis de snowboard, gracias a Christopher, un amigo francés que se ofreció para enseñarme. No os contaré los métodos que uso para subir a la montaña, pero al precio de 125 $ por día, desde luego no es pasando por taquilla. ¿La montaña no es de todos?... eso dicen por aquí, así que yo tomo mi parte. Creo que me he convertido en el "pirata de Whistler". Pero lejos de importarme, me alegro, pues la astucia forma parte del grupo de buscavidas y de peregrinos, si bien no del de trabajadores. Y también porque "quien roba a un ladrón...".

   Whistler tiene dos montañas, a saber: Whistler y Blackcomb. La diferencia entre las dos no sabría decírtela…para mí son iguales. Claro, que para una persona que jamás ha hecho snowboard no es muy fácil decidir cuál es la mejor. Empecé en Blackcomb, y luego pasé a Whistler. Están unidas por un teleférico que se llama Peak2Peak (Peak to Peak: de pico a pico). En el punto medio, justo encima del valle, está a 400 metros según algunos, aunque a mí me parece que no llega ni a los 200, y entre los dos picos hay 4 kilómetros que se tardan unos 20 minutos en recorrer. Por supuesto, una vez en la montaña, el acceso es gratuito. Las vistas son espectaculares…casi dan ganas de no salir de la cabina y pasarse todo el día en el aire.

   En el capítulo anterior te dije que visitaría la parroquia de San Francisco de Asís, y así lo hice. Lo malo es que del santo solo lleva el nombre, ya que se trata de una pequeña iglesia en Pemberton, donde se celebra la Eucaristía los fines de semana. Es poco más grande que la ermita que hice en Navas del Madroño, de madera, muy simpática y austera. Podría ser del mismo tamaño que la Porciúncula, y tan sencilla como ella. El nombre le viene que ni pintado…

   Solo tenía “Our Lady of the Mountains Church”, así que tenía que ver los horarios de misas para acoplarme a ellos. Al principio no faltaba a ninguna, aunque solo las hay miércoles y viernes, y luego los sábados (la del domingo) y la del domingo propiamente dicha. Poco tardé en hacerme amigo de varias personas de allí, incluido el sacerdote, que pronto me invitaría a cenar a su casa.

   Esas personas las puso Dios en mi camino para ayudarme a atravesar una situación que ya era insostenible y que hacía que cada día pensara en rehacer la maleta y salir rumbo a… no sabía, a ninguna parte. Pero los detalles que me llevaron a pensar así no importan ahora. El caso es que ese período de adaptación, afortunadamente, se pasó.

   Y después de eso vinieron poco a poco buenas noticias y mejores tiempos, especialmente el metereológico, que iba subiendo grados día a día hasta acercarse a cotas más próximas a cero. Gracias a la gente que os comentaba empecé a ayudar en una cocina, así que conocí nueva gente y tenía los días más ocupados. Esto me permitía, además, poder seguir mi estancia en Whistler sin ser una carga. Empecé a hacer sándwiches, burritos, wraps, bagels, english muffins, salads y todo tipo de comida rápida… muy buena, por cierto. Ahora soy un experto cocinero de la típica “american fast food”. Y pasó el tiempo y mantuve este puesto hasta el final de los días en Whistler, con lo que no tengo más que palabras de agradecimiento para cuantas personas me ayudaron, especialmente mis compañeros de la cocina, de todas las nacionalidades posibles imaginadas. Este tipo de experiencias reportan más beneficios sociales y humanos que económicos o materiales.

   Whistler es un pueblecito tranquilo que se ve desbordado en el periodo de invierno, ya que su estación de esquí es una de las más famosas del globo. Es un lugar más que caro, incluso más que Marbella a pesar de ser mucho más pequeño. Aquí una cerveza o una barra de pan son artículos al alcance de muy pocos bolsillos, si bien aquí todos los bolsillos que llegan vienen llenos de billetes, de ahí los precios. Mis bolsillos, por el contrario, parecían los únicos de todo Whistler que solo contenían llaves y un rosario, y eso el izquierdo, porque el derecho solo tiene un agujero. 
   
   La gente de aquí ya os comenté que es buena, incluso te sonríen en la calle. La gente de fuera no quiere saber nada de uno, ni aunque le extiendas la mano para ayudarles a levantarse cuando resbalan. Los trabajadores que vienen a servir en todo tipo de trabajos posibles también son gente simpática que sale poco, pero que se relaciona mucho (excepto los trabajadores de Whistler-Blackcomb). Los demás pareciera que han venido a esquiar y beber, sobre todo esto último (especialmetne los de Whistler-Blackcomb).

   La empresa Whistler-Blackcomb es una gran empresa, o mejor dicho, una enorme empresa, que tiene tanto dinero como poco sentido de la humanidad. Para ella, como para otras muchas, las personas son tarjetas de crédito cargadas de “cash” que tienen que exprimirse al máximo dentro y fuera de las pistas. Dentro en sus restaurantes, sus pistas y sus taquillas. Fuera en sus cafés, restaurantes, tiendas de todo tipo y bares. Todo en el pueblo gira en torno a esta empresa. Cada año los precios suben y esto hace que venga menos gente, pero a ellos parece darles igual esto, y están más preocupados de intentar cazar a los cuatro gatos que subimos gratis usando las tácticas más insospechadas que de ofrecer un precio razonable por usar sus instalaciones, y parecen aprovecharse de la circunstancia de la inexistencia de pistas cercanas de esquí que puedan hacerle competencia. Dicen que es la mejor estación del mundo… algunos dicen que es la mejor de América… yo digo que, sin conocer al resto, dudo de lo uno y de lo otro. Será la que tiene mejores pistas, la que tiene mejor nieve o la que tiene mejores sillas... pero esas cosas no son solo lo que hace que una estación sea la mejor del mundo. 

   En fin, que da igual todo esto… solo es una nota más de las diferencias de cultura, costumbre y economías de unos países a otros, según voy viendo y comprobando en persona.
Por lo demás, Whister es tan tranquilo que no puedo más que quedarme asombrado… No sé si es porque en sitios tan caros y tan fríos no hay pobreza ni indigencia o si es que la gente tiene una educación exquisita, pero aquí pasan cosas paranormales, como por ejemplo que el dueño de una casa deje las puertas abiertas al irse, o el coche no lo cierre con llave. En España los cacos se llevarían el coche... ¡y hasta la casa!..., y eso aunque ambos estuviesen cerrados con llave. La gente por la calle (la de aquí) te saluda, ¡¡¡sin conocerte!!!... eso es algo que solo recuerdo en España en la época de los 80. Las personas de otras nacionalidades son respetadas, incluso pueden optar por puestos de trabajo diferentes de recoger basura o limpiar casas. Por ejemplo, muchos conductores de autobuses urbanos son indios, con turbante y barba, y la gente entra en los buses sin problema… ¡¡hasta se bajan después en su destino!! (nótese la ironía con la que se quiere representar cualquier trabajo puede ser desempeñado por cualquier persona). En España este mismo señor estaría vendimiando, y eso con suerte. ¡¡La gente sube al autobús y dice buenos días!!...¡¡y al chófer!!... ¡¡sí… al chófer indio!!, y cuando se van del bus… ¡¡le dan las gracias!!. ¡¡Y no le dicen al inmigrante que se vaya a su país!!... Bueno, voy a dejar de poner exclamaciones… es que aún no puedo creerlo. Como lo comparo todo con España... ¡Qué cosas tiene el viajar!. 

   Las casas no tienen rejas, y las puertas son de cristal, los garajes están abiertos, y si se cierran en primavera es para que no entren los osos, que parecen ser los únicos en no respetar las propiedades donde huelen comida. La gente tira la basura y recicla todo… y si ven algo en el suelo lo recogen. La gente limpia por dentro los envases de plástico usados para que el reciclaje sea más fácil, hasta las latas de conservas. En las cocinas se lavan en el lavavajillas las latas y los botes para llevarlos limpios al centro de reciclado. La gente deja propina en los bares, si bien es obligatoria… y cuando digo obligatoria quiero decir que es obligatoria por ley, es decir, que está estipulado que la propina para el camarero es del 15% del valor consumido. Las tasas también son aparte, como nuestro IVA, y a nadie se le ocurre decir: “cóbrame esto en negro”. La gente va por las calles orgullosa de ser canadiense, con sus banderas, sus bufandas, pulseras, pantalones, camisetas, gorras y demás artículos todos ellos con la bandera canadiense (vamos, como en España que, si llevas la bandera, o te tildan de pijo o lo hacen de facha… el caso es que pocos te van a llamar patriota. Así somos los españoles de genuinos).
                
   Las cosas funcionan bien por ahí. Se respeta y, por lo tanto, se es respetado. Las personas viven bien, no porque tengan dinero o una buena situación, sino porque no están pendientes de política, envidia, resentimiento, odios profundos arraigados en los corazones desde décadas por culpa de izquierdas, derechas y guerras pasadas y sin enterrar. La gente está a lo que está, a vivir los días, colaborando para levantar un país y conviviendo como ciudadanos civilizados… ¡vamos, como en España! (nótese la ironía de nuevo).
      
   Y así nos va, y así les va… y no solo eso, sino que ni siquiera aprendemos porque seguimos más pendientes de ver qué trapo sucio puedo sacarle al Rajoy o al Rubalcaba para así meter en el saco a todos sus votantes y hacer ver a la sociedad cuán malos son, porque seguimos más pendientes de criticar los fallos de los curas o de insultarlos en redes sociales antes que darnos cuenta de que nuestra hermana, madre o nosotros mismos hemos hecho lo mismo o, incluso, cosas peores… pero claro, en nuestras familias somos todos más santos que San Francisco…es que es tan fácil juzgar al prójimo... es que nosotros somos tan buenos... ¡Viva la España de la Logse!. 
                
   En estos momentos duros en los que España ha salido eliminada del mundial de Brasil se nos ha acabado rápido el telón que ocultaba por un momento los problemas actuales… mientras duraba el partido, y el mundial, la gente seguía ocupada en ver la tele, hablar de la selección y aparcar el insulto y la calumnia… y por desgracia la selección ha durado tan poco que los españoles ya no tenemos excusa para dejar de enfrentarnos, de nuevo a la carga de reproches políticos… la culpa será del gobierno, supongo…, como siempre. 
                
   Es curioso ver cómo si una señora se mofa de la bandera española limpiándose los mocos con ella, basta que la derecha lo repruebe para que la izquierda esté automáticamente a favor de la mofa, alegando para ello que hay libertad de expresión…También es curioso ver cómo, si cuelgan una bandera gay de una fachada pública, basta que la izquierda esté a favor para que la derecha esté en contra de hacerlo… Si las cosas fueran a la viceversa, nada cambiaría, y veríamos a la izquierda reprobando la mofa y a la derecha defendiendo el izado de la multicolor… nada cambia en España, en los españoles… seguimos siendo, a mi juicio, un montón de imbéciles habitando un magnífico país… no sabemos la suerte que tenemos por pisar cada mañana la piel de toro y muchos han perdido ya el norte y no valoran que vivimos en un país privilegiado por cultura, por historia, por tradición, por arte, por clima y orografía, por situación geográfica… por tantas cosas… y en lugar de compartir culturas, nos dedicamos a dividirnos e insultarnos, hasta el punto de que se podría decir que en España ya solo hay dos provincias: la izquierda y la derecha…
                
   Ya dijo el informe PISA lo que muchos ya lo sabíamos: los jóvenes españoles son los peor preparados de la Vía Láctea. Y yo me pregunto: ¿y los adultos?... la respuesta es clara: bastante peor, amén de la imbecilidad. La culpa es, sobre todo, de la Logse, que tanto daño (irreparable) ha hecho a España... su ideologizada y maquinada implantación en los cerebros de tantos españoles fue tan sutil y perfecta que nadie pareció advertirlo... hasta ahora que se ven los resultados. Y esa es la prueba de que en España los tontos no nacen, sino que se hacen... y ahora todos esos son los que quieren gobernar España bajo el título de "Podemos", ellos y sus descerebrados seguidores... 
                
   Así que, orgulloso de España, no de los españoles (los de este momento histórico… los de antes eran los que conformaban la auténtica España). Antes España era un país donde se convivía mejor, donde había respeto…. Y no me refiero a hace siglos, sino solo tres o cuatro décadas atrás. A mi juicio todo tiene que ver con la secularización y el odio venido de fuera para echar a Dios de España. Se ha intentado por activa y por pasiva, pero no se ha conseguido, y eso ha escocido mucho, así que los odios y los ataques son cada vez mayores… y siguen sin conseguir echar a Dios de España porque Dios está en los españoles, no en España… y mientras no se den cuenta de esto no dejarán de rabiar por no poder con lo que es más fuerte que ellos. Se siguen conformando con las pequeñas batallas ganadas, como quitar crucifijos en colegios y hospitales, como eliminar Iglesias, como mofarse de los religiosos o como publicar en todos los medios los trapos sucios de la Iglesia para hacer ver al personal lo mala que es… pero su frustración sigue ahí, porque ven que pueden con estas minucias, pero no con la esencia de Jesucristo que está arraigada en los corazones… y de ahí no pueden borrarlas, o ellos creen que sí, como en tiempos pasados… que a buen seguro, si esto sigue así, llegarán… cuando su frustración es máxima y su vida no les satisface, tratan de arruinar la de los demás para sosegar su alma y apagar la envidia… así que no será de extrañar que dentro de poco, a tenor de lo que voy viendo, volvamos a las armas… (no exagero ni uso la ironía ahora). Espero que los españoles de buena voluntad, que son muchos aún, pongan freno a esto…
                
   Y acabada la proclama política, continuo… Canadá no es ni mejor ni peor que España, sin embargo los canadienses nos dan mil vueltas en todo… Ya os decía que aquí se pagan las tasas de todo, incluso cuando compras una lata de cerveza te cargan una tasa especial para el reciclaje, la cual te devuelven si devuelves la lata vacía en lugar de tirarla al contenedor. La gente guarda las latas en casa y, cuando tiene muchas, van a llevarlas al centro de reciclaje… y los que no lo hacen, las dejan a mano para que las recojan las personas sin recursos o los viajeros-peregrinos y así puedan ganarse unas perritas. Es una buena iniciativa esa la del gobierno canadiense, ya que te anima (o te obliga) a reciclar… y si no lo haces pierdes el dinero del canon. De esta forma, los que reciclan tienen una compensación que no la tienen los que pasan del tema.
                
   Y no solo esto, sino muchas otras cosas… lo más curioso de todas las cosas que he visto en Whistler es darme cuenta de que la gente, al menos la mayoría, no sabe ni siquiera el nombre de su presidente. Y les da igual, porque va todo bien… no saben ni entienden de política… ellos saben que hay que trabajar y pagar impuestos para disfrutar de todo lo que disfrutan… y así lo hacen. Tienen todos los beneficios imaginables, que nosotros no lograríamos alcanzar nunca porque todo se queda a mitad de camino en los bolsillos de los políticos, además de que tenemos más gasto que ningún país del mundo en coches oficiales, cenas políticas, compromisos sociales de nuestros parlamentarios, un senado absurdo y ridículo que se lleva una pasta gansa, unos sindicatos que habría que quemarlos con sus sindicalistas dentro (¿ironía?), ipads, ipods, ordenadores y teléfonos de última generación (y sus gastos), chóferes y asistentes, dietas y hoteles, edificios públicos y asesores que mantener (asesores de imagen, de discursos, de términos que usar en discursos, de posturas que tomar, asesores de televisión, asesores de radio, asesores de asesores, adjuntos de asesores, asesores de los adjuntos de asesores…)… en fin… que al ciudadano llega poco o, más que poco, llega la deuda a pagar…
                
   Y así pasan los días en la costa oeste de Canadá, hasta que se va la nieve, y después a buscarse la vida de nuevo… y así llegué a dar con mis huesos en la cocina que mencioné, donde ayudaba a cambio de unas lentejas… Como os dije, ahí hacía de todo, pero nada normal a lo que estamos acostumbrados, ya que toda la comida era rápida: wraps, burritos, fajitas, ensaladas, bagels y english muffins… vamos, que no me aburría, aunque los hacía por decenas. Al final era un experto en todos los platos y creo que me han servido para ampliar mi recetario…ya lo probaré en casa.
                
   Y volvieron a pasar los días, las semanas y se acababa lo que se daba en Whistler. En ese tiempo seguía yendo casi a diario a “Our Lady of the Mountains Church”, y allí me esperaba cada día una sorpresa nueva. He visto ya bodas, bautizos, confirmaciones, bienvenidas a personas nuevas de la parroquia y bienvenidas a personas ateas que se han convertido en creyentes… he visto cantar, bailar, tocar piano y arrancarse a capella, me han invitado a cenar, a pasear y a hacer Cross Country, que es esquí de fondo… he pasado buenos momentos, aunque reconozco que en la temporada final algunas veces pasé miedo al volver solo a casa campo a través, sabiendo que los osos ya han despertado y que están campando a sus anchas. Ya se dieron algunos casos de encuentros con humanos y la gente estaba algo alterada por aquella época, por muy acostumbrada que esté. Afortunadamente no vi nunca uno, aunque si mucha gente que decía haberlos visto… pero llegaría el momento de encontrarme cara a cara con uno cuando menos lo esperaba y en el último día en Whister, de paseo por un parque de golf… allí, donde menos lo esperaba y en plena mañana, me topé con una figura negra que se movía entre los hoyos…. Era un oso!... un oso negro enorme, aunque delgado por tanto tiempo de hibernación. Solo esperaba que no tuviera más hambre de la que satisfacía comiendo algarrobas del suelo… Lo grabé y me acerqué más de lo que habría debido… y en un momento vi a dos señoras que caminaban detrás de él sin advertir su presencia y me entró un poco de miedo… pero las señoras pasaron sin darse cuenta del oso y el oso no les hizo ni caso… así que se puede decir que no quieren tener mucho que ver con el humano.
                
   Y llegó el momento de las despedidas… después de muchas aventuras, especialmente en la montaña de Whister-Blackcomb, de muchos amigos, de Dave el casero, de “Our Lady of the Mountains Church”, Wladislav, Wanda, los compañeros de la cocina y el clima que estaba mejorando, me daba mucha pena, pero la aventura no se acababa, sino que estaba a punto de empezar. La nueva aventura consistiría en cruzar Canadá y U.S.A. en coche… algo que, como poco, es interesante… y vaya si lo sería. El propósito era culminar el viaje en Montreal, la ciudad de la música, del arte y de la mezcolanza humana… y de ahí a España… esa piel de toro tan agraciada y afortunada en lo cálido de su clima como desdichada y castigada por lo frío de mucha gente que hace mucho ruido, más del que debiera. Cuando uno viaja es cuando se da cuenta de las enormes diferencias que existen entre unas y otras fronteras…
                
   Se acabó lo que se daba. Llegaron las despedidas y el momento de comprar el coche, una Ford Windstar del 98, cambio automático y todos los extras por el increíble precio de 1.500 dólares, es decir, una ganga… pero es que el mercado en craigslist es así. Dos asientos delante y cinco detrás, que se convierten en cama en un plis, con espacio de sobra para equipaje. El coche era bastante cómodo y ya estaba totalmente tuneado, ya que cogí de la Iglesia una plancha de madera que haría las veces de somier, sobre los asientos de atrás abatidos. Bajo el somier iría el equipaje y el cooler, y detrás la comida, la bebida y los cacharros de la comida…todo estaba listo. Y después de decir adiós a la gente, al clima y a la ciudad, puse rumbo a… Banff, National Park, pasando por las Rocky Mountains, un paraíso natural a cada paso que se de… donde todavía estaba nevado, así que me recordaba los viejos tiempos de Whistler en los que tanto frío pasé, pero donde sentí el mejor de los calores, el calor del acogimiento de mucha gente que, a buen seguro, volveré a ver… eso sí, si Dios quiere.

   Pero ese viaje dará para mucho, una larga historia cargada de aventuras, desventuras, tragedia y drama, y también comedia... pero llegará un día, a modo de capítulos... o eso espero. Mientras tanto... un abrazo y ¡hasta pronto!