Es
el segundo día de trabajo en la cárcel y hoy me vuelvo a levantar con ganas de
todo... Empezamos por ir a la misa de 6:30, aunque de camino me empiezo a notar
algo cansado. Las piernas no tienen fuerza, y es que ayer fue un día muy
completo y sin siesta. Pero hoy el día es más completo aún...
La primera lectura, del profeta Isaías,
nos habla en términos que parecen duros o poco entendibles hoy día. Este es el
mayor problema de la sociedad actual, que pretende leer entre líneas con el
pensamiento y la mentalidad de hoy lo que escribieron hace cerca de 3.000 años.
Es lo más retorcido que he visto nunca, y sin embargo lo veo a diario. La gente
dice cosas como: “el Dios de la Biblia es intransigente... los profetas
tenían mala leche... la Biblia está llena de castigos y maldades...”. Y yo
me pregunto si la gente que opina así ha hecho alguna vez el mínimo esfuerzo
por comprender que los que escribían aquello lo hacían con una mentalidad basada
en un contexto actual, es decir, en un contexto socio-cultural de hace 3.000
años. Me sorprende que esta misma gente no piense que es raro que en el Antiguo
Testamento no se hable de electrónica, de biotecnología o de informática, ya
que si piensan que las palabras están escritas en un contexto actual, deberían
aparecer las cosas actuales también.
Es la grave falta de muchos que no
saben separar el grano de la paja y que se tragan todo conforme viene, sin el
menor rigor histórico... claro, que estando acostumbrados al rigor del “Sálvame
Deluxe” poco se les puede pedir...
En fin, que todas esas palabras que
dice Isaías, las podríamos resumir en una “transcripción para torpes” que
dijese: “haz el bien, no el mal”. Fíjate qué sencillo el resumen de las
palabras de Isaías.
El premio de seguir este consejo es el
que nos dice el Salmo 49, y este no hace falta que lo transcriba ni para los
torpes, pues lo dice bien clarito: “Al que siga el buen camino le haré ver la
salvación de Dios”.
La miga del asunto viene en el
Evangelio de San Mateo (23, 1-12), en el que el mismo Jesús nos dice: “haced
lo que ellos dicen, no lo que ellos hacen”, refiriéndose a que lo
importante no es quien proclame la palabra de Dios, sino que se cumpla. Si
queremos seguir a tal o cual sacerdote (hoy igual que antes), corremos el
riesgo de decepcionarnos, pues aunque no lo creas, los sacerdotes son como tú y
como yo: son de carne y hueso, son mortales, no tienen poderes ni están exentos
de cometer los mismos pecados que tú y que yo... ¿Lo entiendes?. Por eso, lo
importante no es seguir al cura, que proclama la Palabra, sino atender a la
Palabra misma.
Esto que hoy día sigue escandalizando,
sobre todo a cierto sector que no quiero nombrar porque está demasiado a la
izquierda, ya lo sabemos desde hace mucho tiempo. Imagínate que ya nos lo dijo
Jesucristo, pues en aquella época, como en esta, algunos escribas o fariseos no
daban ejemplo de vida. Si esto te quita la fe, perdona que te diga, es que tu
fe no valió nunca nada... Si abandonas al Señor porque has visto un mal ejemplo
en el cura de tu parroquia, perdona también, es que no mereces ser seguidor de
Cristo, pues eres de los que saltan del barco a la menor señal de alarma.
Si, por el contrario, aunque el
sacerdote de mayor confianza pudiera un día decepcionarte por haberse
equivocado, sigues adelante en los caminos del Señor porque entiendes que no
podemos hacerle pagar a Él los platos rotos de los demás, es que tu fe vale más
que los tesoros del rey Salomón.
Quiero decirte con esto que existe una
manera empírica de comprobar el estado y la calidad de nuestra fe. Nos pasamos
los días pidiendo al Señor que nos la aumente, y bien que hacemos, pero si nos
preguntan por el termómetro de nuestra fe, lo más que podemos decir es: “no
sé”.
Y yo tengo un buen termómetro... es
este que te he contado. ¿Eres de los que se escandaliza porque el cura ha hecho
algo malo y reniegas de Dios?... ¿dejarías de ir a una misa celebrada por un
sacerdote que ha cometido una grave equivocación?... ¿Cambiarías de parroquia
si supieras que en la tuya no van las cosas como debieran?... y la más fácil de
todas y el la que se suele caer más... ¿Vas a otra parroquia porque la misa te
gusta más que en la tuya?...
Bien, son muchas preguntas, pero todas tienen un
sentido, te lo explico:
Si le das más importancia al cura que a
la celebración eucarística es que no has entendido nada. Si dejas de creer en
Dios por ello es que no solo no has entendido nada, sino que mejor que sea así,
ya que las personas que restan es mejor tenerlas fuera del equipo. Si
Cambiarías de parroquia por culpa del cura es que para ti el cura es tu Dios,
no Jesucristo. Y, por último, si la misa en tu parroquia te resulta aburrida y
vas a otra porque es más amena, es que tú no vas a la misa para celebrar la
Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, sino que tu intención es
desaburrirte un rato y cumplir con una obligación. Es cierto que si para ti es
una obligación lo mejor es que la cumplas en un sitio más divertido. Lo mejor
sería asistir a la celebración de la misa por la tele mientras comes una bolsa
de palomitas y bebes una Coca-Cola.
Bien, pues este es el termómetro de la
fe. Si eres de los que piensan así, es que tu fe está fría como el hielo de la
capa más profunda del polo sur.
Si, por el contrario, asistes a misa
sea cual sea la hora, el día, el lugar... si te importa poco si el sacerdote es
aburrido o divertido, si se canta o no en la misa, si el cura dice o no
homilía... si tu intención es celebrar lo realmente importante, que es a lo que
has ido, entonces tu fe está tan calentita que a punto de reventar el
termómetro se encuentra.
Recuerda, no te lo dice un cura, ni un
telólogo, ni un docto, ni un sabio... ni siquiera un aficionado. Te lo dice
solamente un cristiano que ha comprobado que es más importante la misa, aunque
sea en un idioma extraño que no conoces, que cualquier otra cosa que puedas
imaginar... pero cuando digo cualquier otra cosa es literalmente cualquier otra
cosa... ¿Sabes de algo más importante que pueda hacer un hombre que celebrar la
Eucaristía?... sea lo que sea lo que estés pensando, la respuesta es clara: no.
Pues esta es la reflexión del Evangelio
de hoy... casi nada.
Salimos de misa y vamos a desayunar a
la cafetería porque Cedric está acostado en la vieja casa y no podemos usar
internet. Allí nos quedamos de piedra porque nada más pedir el desayuno nos
dicen que no hay wi-fi, está averiado, pero esperan a decírnoslo cuando tenemos
los cafés en la mesa, por si acaso.
Después nos montamos Karima y yo en el
taxi-b porque Remy hoy tiene que ir al Centro de reeducación. Nos ponemos en
camino y en un viaje relámpago de casi tres horas estamos en la prisión. No sé
si prefiero el “Fórmula 1” o el taxi-b, pero no me importa. Os aseguro que
cuando esté en España echaré de menos estos transportes.
Ya en Antanimora, lo primero es ver a
los trabajadores. Siguen pegando martillazos por doquier. Hemos marcado en el
suelo un cuadrado para el foso del tanque de captación de agua y ahora tienen
que hacerlo a mano. Ya ayer comenté un pie de foto en el que decía que en
España esto se considerarían trabajos forzosos. Créeme que cuando digo esto lo
hago con conocimiento, pues más de una vez me encontré con el caso de algún
trabajador (de esos que siempre dicen que son los mejores del mundo) que no
está dispuesto a cumplir con su obligación porque sacar tierra a mano es de la
época de los faraones. Ellos tienen unos derechos que hay que respetar y pocos
deberes que cumplir, exceptuando el deber de cobrar (que para ellos no es un
derecho). Ahora, en épocas de bastante escasez, me cruzo con alguno por la
calle que me dice que está dispuesto a hacer lo que sea, y que se conforma con
la tercera parte de lo que cobraba en época de “vacas gordas”. Cómo cambia el
cuento dependiendo del prisma desde el que se mira, ¿verdad?... las personas
que antes estaban cargadas de derechos ahora renuncian a todos con tal de tener
trabajo, y las mismas personas que antes te calificaban de tirano por mandarles
hacer una excavación manual (en lugares donde es imposible hacerlo a máquina),
ahora te dicen que están dispuestos a todo. Aquí, sin embargo, la gente recoge
piedras que pesan más que una persona con una sola mano, usan chanclas para
trabajar en la obra, los guantes son de piel natural (espero que hayas captado
esta ironía), el casco es algo que solo los ricos tienen... y así un largo
etcétera. Y las excavaciones se hacen a mano incluso en sitios donde podría
hacerlas una máquina, porque esta gente no quiere máquinas que les quiten el
poco trabajo que hay... Es la diferencia entre la escasez y la abundancia, y
espero que en mi país esta lección haya servido para algo, aunque bien creo que
más de uno está esperando la mejora de la situación económica solo pensando en
volver a tirarse en la hamaca cuanto antes.
Parece mentira que yo sea español y que
critique tanto a mis paisanos, pero es que la vagancia y la hipocresía no tiene
fronteras... eso sí, que todos sepan que me siento orgulloso de ser español. El
problema no es España, sino algunos españoles a los que yo mandaba a un país
como este para abrir zanjas por una temporada para que aprendan que la vida es
algo más que café, copa y puro después de una opípara comida en el restaurante.
Después de comprobar que todo marcha
bien me voy a comer al “Tándem”. Allí están Hèléne, David y Karima porque
tienen costumbre de comer antes y porque tienen que hablar sus cosas. Luego me
sumo a ellos para comer yo y se queda Karima a esperarme. Pido un “steak au
frites”, algo nuevo para mí. Quiero cambiar de aires y pedir algo distinto al
“Bol renversé” de siempre, pero el camarero me dice que los steaks se han
terminado, así que me trae el bol renversé.
Karima pidió un banana-split al mismo
tiempo que yo la comida, y tardaron exactamente una hora en servirnos, con lo
que estábamos a punto de irnos y dejarles colgados. Al cabo de esa hora nos
traen la comida y la banana, y le digo al camarero que me traiga otra a mí, ya
que viendo la rapidez del servicio, es mejor que la vayan preparando ya. Sin embargo,
como para tocar las narices, si la primera banana tardó una hora, la segunda
tardó un minuto, con lo que me junté con la comida y el postre a la vez, y es
un helado. Así que me tuve que poner a comer a toda velocidad, aunque cuando
termino el banana-split está derretido. Me dan ganas de estampárselo al
camarero en la cara, pero sería una actitud muy poco cristiana. Eso sí, Karima
no para de reir.
Subimos de nuevo a Antanimora para
despedirnos de los chavales y de los trabajadores, y acto seguido nos montamos
en el taxi-b para ir a casa. El primer taxi nos lleva, como sabéis, hasta “67
Ha”, donde tomamos el transbordo. Hoy hemos salido antes para evitar los
problemas de aglomeración y poder viajar a casa sin inconvenientes, pero parece
que el problema es el mismo incluso una hora antes. Todos pasan llenos, así que
nos toca esperar.
Pasamos por un puesto de gorras donde
hay un par de señoras muy simpáticas que viven de la venta ambulante.
Exactamente hay 52 gorras de buena calidad y otras tantas de esas que nadie
quiere. Las buenas cuestan 2.500 Ar, las malas 1.000. Tras un regateo con la
madame conseguimos las 52 gorras a un precio de 100.000 Ar. Serán para los
chicos de la prisión, aparte de algunas pulseras que tengo que comprar para los
que ya tienen gorra. Es una tontería, pero para ellos es un gran detalle.
Cuando nos ponemos en la cola para
coger el transporte, no quiero ni pensar en el tiempo que estaremos esperando a
que llegue uno donde quepa gente, y cuando llegue, intentar saltar por encima
de los demás para lograr entrar... Este es mi pensamiento, pero me acuerdo en
todo momento de los comentarios que hacían las señoras de las gorras y su cara
de felicidad. Estaban radiantes y alegres porque jamás pensaron que hoy
venderían toda la mercancía de un golpe. Ellas venderán dos o tres al día, si
acaso, y nosotros estamos prestos a decirle que no nos den las gracias
nosotros, sino a Jesucristo, del cual les digo que “Jésus-Christ est le
chemin, la vérité et la vie”, a lo que responden “oui, oui... merci”.
Y justo en ese momento para un 4x4
flamante junto a nosotros, conducido por un elegante señor que nos hace con la
mano un gesto para que subamos. Nos dice que él va a Ivato, y yo me sorprendo
de que sepa que nosotros también, aunque más tarde descubro que conoce a Karima
de verla en el centro Don Bosco. Es un buen hombre que ha tenido suerte en la
vida, pues es el jefe de la policía del aeropuerto, en el control de aduanas.
Va escuchando una música que dice que
es cristiana. El es católico y practicante, y comparte lo que tiene porque de
camino para a comprar cosas para su casa, pero también para los pobres que hay
en la calle, a los que reparte comida. Los policías de la calle le saludan con
respeto, y él nos pide una oración por su hijo enfermo. Nos deja en casa y nos
despedimos de él.
Llegamos a casa y hacemos vísperas con
los salesianos, así que aquí acaba el día, pues después vamos a la ducha, a la
cena en casa y a la cama, que mañana es otro día.
Hasta mañana!
Cuánto tiempo Martín, me alegra contactar de nuevo con vosotros.
ResponderEliminarLlevo algunos capítulos de retraso, pero me pondré al día aunque he decirte que las fotos es lo que primero veo y luego me añado pues date prisa que los comentarios son lo mejor ajjajaj.
Mención especial en este capítulo la Misa, necesito ayuda para este tema ya te lo he comentado en alguna ocasión, si coincido contigo espero charlar sobre ello.
Comentarte que hecho de menos los videos este año en youtube, por algún motivo especial no subes ninguno? Bueno en cualquier caso, nos tienes superactualizados día a día, qué más podemos pedir.
Bueno que todavía me quedan algunos más sigo eh.
Un abrazo.