Tal día como hoy amanecía en un nuevo
país, Madagascar. Me parece mentira cómo ha pasado el tiempo... ya llevo un
mes.
En este tiempo el balance de mi trabajo
es satisfactorio, si bien no se han comenzado aún los trabajos ni en el centro
ni en la cárcel. Eso es lo de menos, lo que importa es haber compartido este
tiempo con esta gente, los franceses, los malgaches, los salesianos, los niños,
etc... Ya solo por los niños del barrio puedo decir que ha merecido bien la
pena venir tan lejos.
Me queda algo menos de mes y medio para
irme a España, pero ahora no quiero pensar en quién hará reir a los niños
cuando no estemos. Es mejor pensar en que ahora estamos aquí y vamos a seguir
dibujando sonrisas por el barrio.
Es cierto que me habría gustado
comenzar los trabajos de la cárcel y del centro hace tiempo, pero a veces las
cosas no son como uno desea, sino que las circunstancias mandan. Ha habido
complicaciones de todo tipo, hemos tenido problemas de toda índole, grandes,
medianos y pequeños, pero hoy día podemos decir que el avión está enfilado en
pista, listo para despegar. No se esperan más contratiempos (se podría decir
que los problemas están encerrados bajo llave y bien custodiados) y espero que
a partir de la próxima semana las obras sean un hecho.
Algún día os contaré algunas cosas que,
por delicadeza, no puedo contar aquí. No os lo vais a creer... Hoy, escuchando
de nuevo a Enya y escribiendo para vosotros, casi me río de lo pasado... parece
que nada hubiese sucedido.
Bueno, es miércoles y como sabéis, hoy
tampoco trabajamos. Me he quedado solo toda la mañana y he aprovechado para
hacer lo que os dije ayer, ir al aeropuerto a por unas cosas. Prefiero no
desvelar de qué se trata porque es mejor hacerlo en persona y ver vuestras
caras.
Y después de tanta intriga paso a
contaros el día de hoy:
Lo primero de todo ha sido levantarme
para ir a misa. El despertador sonó a las 6:00 y salté de la cama como si
tuviera un resorte en el ... Alguien me ha dicho que le gustan las reflexiones
que hago de las lecturas, así que hoy también haré lo propio.
La primera lectura y el Evangelio están
íntimamente relacionados, tanto es así que el mismo Jesús cita a Jonás y cómo
este avisó a la ciudad de Nínive para su conversión de una vida depravada. Es
curioso ver cómo una ciudad entera (incluso su rey) que, según el libro de Job,
se tardaba tres días en recorrer andando, hizo caso de sus advertencias y optó
por creer en Dios y cambiar su estilo de vida. Jesús en el Evangelio de Lucas
deja claro que las señales que piden no se darán. Él es la señal en la que
todos debían de creer, pero no solo ellos, sino también nosotros muchos siglos
después.
Lo que voy a decir ahora no es apto
para personas con poca capacidad de crítica y quiero anticipar que también lo
digo por mí, por si acaso...
Es muy fácil creer cuando vemos un
milagro, lo difícil es hacerlo cuando no vemos nada. De eso trata la fe, de
creer sin ver. Es una tarea complicada esta, y es en la que todos fallamos, en
la falta de fe.
Son muchos los que piden señales a Dios
para creer, especialmente en los momentos difíciles. Hay que comprender que si
a tantos miles de millones de personas antes de nosotros no se les concedió ese
privilegio, nosotros no somos especiales, por tanto tampoco a nosotros se nos
darán pruebas físicas. Y ahí radica la mayor complicación del hombre de ayer, de
hoy y de siempre: en que nuestro egoísmo nos hace creernos que somos especiales
para Dios sobre el resto del mundo, mejores que otros y que merecemos de su
parte un milagro para nosotros decidir si Él existe o no. Y como no lo
conseguimos, la deducción lógica es que Dios no existe. El sentido común está
en decadencia...
En los momentos duros de la vida es
cuando más nos acordamos de Él, especialmente cuando vemos a la muerte cara a
cara. Ahí se vuelve a mostrar patente nuestro egoísmo. Durante toda nuestra
vida no le necesitamos, pero cuando las cosas no van bien, recurrimos a Él, por
si acaso... y es que para nosotros los dioses somos nosotros.
Si fuésemos mas inteligentes nos
daríamos cuenta de que si a esto le sumamos (fruto también de nuestro egoísmo)
que tenemos tiempo para los hijos, los padres, el trabajo, el fútbol, los
toros, la partida de cartas, las vacaciones, la fiesta y la vida padre,
entonces seríamos más coherentes y no pediríamos señal alguna, ya que la única
señal que merecemos son unos buenos azotes en el trasero. Así que sigamos
pidiendo milagros, sigamos diciéndole a Dios que creeremos en Él siempre que
nos lo demuestre porque somos tan importantes como Él (o más, incluso), sigamos
despreciando a los hermanos con los que Jesús tanto se identificó (véase el
capítulo anterior) y sigamos mirando hacia otro lado cuando alguien nos
necesita mientras nos ponemos los domingos ante el altar para, cual hipócrita
fariseo, decirle a Dios lo buenos que somos... y luego sigamos sorprendiéndonos
de que Dios no baje de su trono para sentarse junto a nosotros y pasarnos el
brazo por encima a nosotros, no a los otros, claro... porque lo merecemos más.
Sigamos culpando a los demás de nuestros errores, ya que nosotros no tenemos
culpa de nada, sigamos sin ponernos en la piel de los otros, sigamos viviendo
solo para nosotros... venga!!... y luego, cuando la vida nos dé un revés,
enfadémonos con Dios... mientras tanto, mejor es seguir viendo la paja en el
ojo ajeno en lugar de ver la viga en el propio.
Sé que esto puede resultar
controvertido, pero no retiro ni una palabra: la vagancia, el egoísmo, la
inconstancia y la creencia de que somos Dioses, así como el darnos más
importancia de la que realmente tenemos (es decir, ninguna) convergen, como no
puede ser de otra manera, en algo llamado ateismo. Y para los que, al menos,
son un poco más inteligentes y saben que quizás no tengan del todo razón, la
palabra “ateo” la sustituyo por “agnóstico”.
Estas reflexiones son fruto de un día
sin mucha ocupación, pero me alegro de escribir lo que pienso sin que nadie
censure nada. Para eso escribo para un país donde la libertad de expresión es
“religión” para muchos. Eso sí, sus libertades de expresión, porque cuando
otros opinan distinto, la libertad de expresión ya no es tal, es un ataque a la
integridad moral de las personas... ¡Vaya panda de mequetrefes que anda suelta
por mi país!
Como si nada hubiese pasado, prosigo...
A eso de medio día voy para casa porque
tengo la comida preparada: el bocadillo de sardinas de ayer. El pan está
desecho, no sé porqué. Cambio el pan por otro nuevo y listo. A las 14:00 horas
viene Sarah del colegio. La trae una familia, y como David y Hèléne no estarán
en casa para entonces, me preguntan si me puedo encargar de ella hasta su vuelta,
lo cual es un placer.
Sarah es una niña hiperactiva. Todo lo
quiere tocar, todos los papeles los rompe, coge todo cuanto esté a su alcance,
pero es un cielo de niña. Es, como ya sabéis, una niña muy alegre que vive en
su propio mundo. La pongo a pintar y pinta, pero a los dos segundos se cansa.
La pongo a jugar con un osito que le he comprado y juega, pero lo mismo... Sus
padres me han dicho que la acueste, pero es misión imposible. No quiere
acostarse ni a la de tres. Una cosa buena que tiene (al contrario que el resto
de niños) es que, cuando coge algo y se lo quitas, no protesta, sino que va a
por otra cosa. Aunque le quites su osito de peluche ella sigue con la cara
sonriente...
Antes del momento crítico |
No obstante, la pequeña me haría pasar
uno de los peores momentos desde que estoy aquí. En un momento dado empiezo a
oler raro. Por momentos, el olor se va haciendo insoportable. Jamás antes me
había ocurrido algo similar... y mira que he viajado y he visto cosas, pero
jamás se me había cagado encima una niña. La llevo al cuarto de baño y le quito
la ropa... está toda manchada y yo recién comido. No quiero describiros mucho
los detalles de tan incómoda situación, pero ha puesto el cuarto de baño
perdido de... ya sabes. También su ropa, la bañera... ¡todo!.
Me toca limpiar todo y resulta que no
hay agua. Tengo que ingeniármelas para hacerlo con el papel higiénico y tengo
que gastar un rollo entero. Ya limpia la meto un rato en la cama para ver si se
duerme, pero sin esas, así que anda en pelotas por toda la casa y tengo que
cerrar las puertas del comedor para que no se escape. Al final la dejo
dibujando en un cuaderno mientras sus padres vienen. Les advierto de lo que ha
pasado y de que tendrán que pasar por su casa para traer ropa limpia. David se
ríe, y yo también lo haré más adelante, pero el momento que he pasado ha sido,
cómo diría yo... crítico.
Pero la cosa no iba a acabar ahí.
Resulta que después de esto lo hizo no una ni dos veces más... ¡¡sino
cinco!!... toda la tarde me la paso limpiándola. La ropa está toda llena de ya
sabes qué...
Finalmente llega David con ropa limpia
y se lleva la sucia y también a Sarah. Lo que nunca he hecho en España lo he
tenido que hacer en Madagascar cinco veces. Quién me iba a decir que en una
tarde iba a convertirme en un experto en limpiar la caca a los bebés...
Por la tarde tengo mi visita a los
salesianos para el rezo de vísperas, y hoy el hermano Paolo me ha hecho un
pequeño gran regalo: un libro con las oraciones en francés y en malgache. A
partir de ahora no andaré tan perdido...
Después me voy a dar una ducha y a
subir este capítulo, pero antes quiero hacer una pequeña reflexión más, acorde
a lo que decía antes... He recibido un mensaje en el que me dicen que en España
también hace falta mucha ayuda, así que no hay que irse a África a ayudar. La
persona que me lo dice es italiana, y le he contestado que si en Italia no hace
falta ayuda también, y si él hace algo por ayudar en Italia o en España, o si
conoce lo que yo hago o dejo de hacer en mi país por los necesitados. Es muy
triste comprobar que hay personas que prefieren lavar su conciencia por lo
inactivo de su vertiente solidaria, y creen que la mejor manera de hacerlo es
criticar a los que hacen algo, en España, en Europa o en el mundo. Esta persona
aún no se ha dado cuenta de que todas las personas somos iguales, da igual
donde vivas o qué raza o color de piel tengas. Parece que el nacionalismo ha
llegado no solo a la política, sino también a la solidaridad. Ayudar fuera de
tu tierra para algunos es hasta delito. Qué triste escuchar semejantes
estupideces... desde aquí, amigo, te repito que lo importante no es dónde haga
uno las cosas, lo importante es qué hace uno. Y antes de ver de nuevo la paja
en el ojo ajeno en lugar de la viga en el propio, es mejor preguntarse: ¿qué
hago yo?.
Un saludo y ¡¡hasta mañana!!
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