Anoche
cuando nos fuimos a casa, después de escribir, pasó algo. Es la primera vez que
lloro estando en Madagascar, pero no os preocupéis, os cuento:
Aún no sabíamos nada |
Resulta que Karima se ofrece para
cocinar para la cena, y hace pasta (cómo no) con tomate natural. Como parece
que la cosa está muy simple, el tomate lo fríe con algo que había en una
cajita. A mí me parecía matarratas, pero resulta que es algo comestible. Las
cajitas tienen una pinta rara. Ella interpretó que dentro de las cajitas había
pimiento en polvo, cuando la realidad es que lo que contenían era guindilla
picante en polvo. Le echó una cantidad suficiente para matar a un caballo
percherón. Ya servida la mesa, nos sentamos, bendecimos los alimentos dándole
gracias a Dios por los beneficios recibidos y por la cena que vamos a tomar. Lo
que no sabíamos era lo que nos esperaba.
Como tenía hambre, como rápido. La
guindilla, al primer momento, no se nota ni produce efecto alguno. Lo malo es
cuando pasa un ratito. En ese ratito me dio tiempo a comer la mitad del plato.
De pronto noto una sensación extraña, un calor dentro de la boca... Cada vez es
más fuerte el picor y el calor, y llegado un momento, no puedo más. Me bebo
toda el agua de la botella y no hay manera.
- ¡Por Dios!.... ¡Qué has echado en la comida!
- Nada, dice
Karima...
- Cómo que nada?... algo tienes que haber echado.
- Pimiento, es lo único... y tomate.
- Es extraño, porque ni el pimiento ni el tomate
pican...
- Mira la caja, dice...
- Y cuando miro la caja... ¡Ya está!
- ¿Cuánto echaste?
- No sé, un poco... dijo.
- ¿Un poco?
- Bueno, bastante...
A la vista parece un inofensivo plato |
Fijaos cómo
sería el picor que Karima, que no puede comer sin chile ni cosas picantes, no
pudo con el plato. El peor parado fue Remy, que se comió el plato en dos
segundos. Después, los lagrimones corrían por las mejillas. A Karima le sentó
mal, Remy no hacía más que decir: ¡Dios mío...!, y yo con el agua..
Para quitarme el mal sabor de boca me
hice un pequeño bocadillo con una loncha de jamón de york que había, pero ni
por esas... luego me hice otro de queso, y finalmente, se pasó... eso sí, nos
fuimos a la cama calentitos. El mejor parado fue Irené, que con su tazón de
cereales no sufrió los efectos. Y yo que siempre ceno lo mismo: dos sándwich de
jamón de york y queso y una ensalada... ¡cómo me acuerdo de mis cenas
españolas!
Remy fumando un cigarro para pasar el mal trago... |
En fin, cambiando de tema. Como ayer estuve en
Antanimora midiendo todo cuanto pude, hoy el trabajo que tengo que hacer es
dibujar todo lo medido.
Me levanto pronto, después de una noche
agitada. A las seis menos cuarto estoy en pie, y me visto porque la misa es a
las 6:15, aunque no acabo de hacerme con el horario. Resulta que al final es a
las 6:30, pero me viene bien estar allí un ratito antes. Los días de diario las
misas son normalitas, de media hora. Ya tengo mi sitio, igual que allí.
El de Santa Clara, nunca antes lo conté
a nadie, está elegido a conciencia. El punto desde el que escucho misa a diario
es un punto clave, que recoge la intersección de lo que yo llamo “las tres
miradas de Jesús”. En ese punto confluyen las miradas de los Cristos del
confesionario, del Retablo Mayor y del Cristo que normalmente está delante de
los bancos de la derecha... Aquí no hay confluencia ninguna, pero me siento
cómodo en la parte del fondo, a la derecha.
La Iglesia es muy bonita, de forma
octogonal, con una cubrición de madera de ocho radios y una tarima de madera de
falso techo. Es simple, sencilla y luminosa, y tiene forma de grada, de forma
que los de atrás estamos a un nivel más alto que los de delante. La música está
a cargo de dos hombres, uno con un teclado que tiene (igual que las verbenas)
todos los sonidos grabados, incluso batería, y otro con un djembé, es decir, un
tambor africano.
El Evangelio de hoy habla de la fe, esa
tarea pendiente que todos tenemos que aumentar, no por nosotros, sino
pidiéndoselo al Señor. La enferma tuvo tanta que supo que con solo tocar el
vestido de Jesús quedaría sanada. ¡Qué fe tan grande!... ojalá la mía fuera
solamente la décima parte de la suya.
Bueno, acabada la misa regreso a casa a
desayunar y empezar el trabajo. Los niños están todos rondando la casa y
llamándonos para recibir sus caramelos. Esperan pacientemente, aunque tampoco
tienen muchas más cosas que hacer. Se suben a la montaña de tierra que está
frente a la casa y se pasan el día mirando nuestros movimientos.
Grano a grano se hace montaña |
Hoy he descubierto de dónde sale la
tierra del montículo. Resulta que hay dos hombres cavando un pozo dentro de la
parcela que está junto al montón, frente a nuestra casa. Bajé a saludarles y a
ver qué hacían, y cuando miré hacia abajo me quedé asombrado al ver semejante
pozo hecho por una sola persona a mano. Uno cava dentro, y el otro saca la
tierra con un cubo que echa en el montón, con lo que cada vez es más grande. Ya
van por 10 metros de profundidad, y a mi pregunta en francés de si es para
buscar agua (mal preguntada al parecer), responden que sí, pero todavía no se
atisba ni una gota del preciado elemento.
Sacando tierra |
El compañero de abajo |
Sin embargo, cuando viene David a
hacernos una visita, me dice que ese foso no es para buscar agua, sino para
algo menos pulcro. Ya me parecía raro que junto a la fuente hicieran un pozo
para buscar agua. Resulta que es un pozo para llenar, no para sacar. Mejor no
os digo con qué lo llenarán, aunque las mentes más avispadas sabrán de qué. Os
soy una pista, un foso que hará las veces de cuarto de baño... jeje... ¿ya lo
has averiguado?. Espero no tener que darte detalles. Lo malo es pensar que está
debajo de nosotros, y también que lo llenen de noche, cuando nosotros estemos
en posición horizontal.
Me pongo a trabajar en el dibujo de la
prisión y, tres horas después, lo tengo hecho. Me faltan algunos detalles, pero
lo gordo está hecho. Acabado el trabajo me pongo manos a la obra para hacer la
comida. Hoy comemos solo Karima y yo porque Remy está en el Centro e Irené está
también fuera con sus cosas. Como hay arroz y tomate frito, le digo a Karima
que voy a hacer arroz a la cubana. Se va a comprar media docena de huevos
mientras empiezo a hacer las ensaladas.
Tenemos lechuga, algo raro aquí, y hago
dos ensaladas de lechuga, tomate, cebolla, zanahoria, pimiento y maíz. Vamos,
que las ensaladas no se las salta un galgo...
La comida de hoy |
Ya con los huevos termino la comida.
Echo de menos el aceite de oliva, pero aquí es un artículo más que de lujo, así
que la que tengo es de “soya”, lo que imagino que es soja. Comemos bien, con
música, en el nuevo comedor y con los niños de fondo llamándonos. Cuando
acabamos nos echamos un rato la siesta, porque luego queremos ir a casa de
David y Hèléne a conectarnos a internet, ver mensajes y escribir el blog.
Como es temprano, os cuento lo que me
pasa hasta las siete de la tarde, esperando que esta noche no ocurra nada digno
de contarse. En cualquier caso, mañana lo sabréis.
Antes de venir estuvimos saludando a
los niños del barrio. Ellos estaban contentos de vernos, y jugué un rato con
dos a la petanca, el deporte nacional, pero de forma más rudimentaria, es
decir, con piedras. No ruedan muy bien, pero a falta de pan...
Loa jugadores con las "bolas" |
Mi pequeño contrincante |
Y un posado para cuando sea campeón mundial de petanca |
Un abrazo y ¡hasta mañana!
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