Como llevo tanto sin escribir, y hoy es
martes, me da a mí que este capítulo va a ser algo más largo. Quiero contaros
todo acerca del viaje y también de ayer, lunes, ya que no pude contaros nada.
Siéntate porque el capítulo de hoy
merece la pena:
Ya el jueves por la tarde nos acostamos
un poco tarde, sabiendo que salíamos a las 5:30 de la mañana del viernes. No
solo eso, sino que ni siquiera tuvimos la precaución de hacer los petates
antes. Eso se tradujo en muchas prisas por la mañana y también en salir algo
tarde. El taxista nos esperaba en la puerta del Centro Salesiano desde las
5:30, aunque llegamos con quince minutos de retraso.
Yo preparé poca cosa, lo justo para un
fin de semana... un par de mudas, un pantalón de repuesto y otro corto, las
chanclas para la ducha y alguna camiseta. Karima iba algo más preparada, pero
Remy se llevó las chanclas playeras para todo el viaje, lo que le costaría
llevarlas en todo momento, con lo incómodo que puede resultar a veces, sobre
todo si hay que salir corriendo... Así somos, poco precavidos, pero muy
ilusionados con el viaje.
La verdad es que, en principio, yo no
tenía muchas ganas de ir, y así se lo hice ver a mis amigos. No quería salir
varios días, dejar la casa y el trabajo sin terminar que tengo, pero es cierto
lo que me dijeron: uno no está en Madagascar todos los días, y además, llevo ya
tres semanas aquí y solo he visitado la cárcel y el Centro. Me lo pienso mejor
y me mentalizo para conocer cosas nuevas, y vaya si las conocí...
Por las mañanas el tráfico es más
fluido, siempre que sea antes de las 7:00 h, porque después es un caos.
Nosotros íbamos con algo de retraso, pero no eran ni las 6:00 cuando ya
estábamos saliendo de Ivato. Pocos coches y poca luz todavía. El silencio
dentro del coche mirando la ventana mientras ves cómo termina de amanecer sobre
los arrozales ya merece la pena. Eso hasta que nos metemos dentro del caos de
Tana. Allí hay un bullicio de gente dispuesta a ganarse la vida de las formas
más insospechadas... Unos van corriendo junto al taxi para que subas al
taxi-bus que ellos te busquen... te van preguntando a dónde vas para decirte en
cual tienes que subir, y así ganarse la propina. Luego te quieren quitar la
mochila para llevarla ellos y ganarse otra propina más... incluso vimos cómo
algunos se peleaban por los equipajes de los pasajeros. Otros abren las
ventanas del taxi-bus para venderte todo tipo de artículos, comestibles y no
comestibles.
Así llegamos a la parada de autobuses
donde nos esperaba el nuestro. Llegamos casi media hora antes de la cuenta, y
lo mejor en estos casos es no andar por entre tanta gente donde hay tantos
robos al descuido. Nos metemos dentro del vehículo, al fondo, y esperamos a que
salga. Aquí los transportes no salen a una hora prefijada, aunque se fije, sino
que se esperan a que estén llenos, y si falta alguna plaza por cubrir, siempre
ofrecen a los que más prisa tienen que paguen por ella y así podemos partir. Si
nadie paga el asiento que falta, todos esperamos a que venga alguien dispuesto
a ocuparlo.
Las primeras experiencias incómodas
estaban por llegar. Sentados atrás, esperando a que se llenase el taxi-bus,
llegó una linda señorita que ocupó el asiento anterior al nuestro. Su finura y
vestimenta hacían suponer que era extranjera, aunque era oriunda. Con una
bonita y blanca sonrisa nos saluda mientras, agachada, avanzaba hacia nosotros
por entre los asientos. Cuando llegó a su sitio, se giró para sentarse,
poniendo sus posaderas frente a nuestras caras, y entonces, sin previo aviso y
sin parecer importarle lo más mínimo: raaaaasssss!!!!... Se tiró un buen
pedo...
No dábamos crédito a lo que estaba
pasando, porque parecía tan dulce que daban ganas de darle un abrazo, y sin
embargo después, daban ganas de estrangularla con las dos manos, del mismo modo
que Homer Simpsom lo hace con Bart. Peor lo peor no fue eso, sino lo que vino
después. ¿Conoces el dicho ese de que los que suenan un huelen?... pues bien,
es mentira. En un momento dado, con algunos segundos de retraso, era imposible
estar ahí. Yo necesitaba una máscara anti-gas, queríamos salir y era mejor
estar expuesto ante todos los carteristas que pasar un solo segundo más ahí
metido... era horrible. Pero no podíamos porque los asientos delanteros estaban
ocupados y no había salida. Las ventanas se abren muy poco y no cabemos, así
que no nos queda más remedio que aguantar como jabatos. Uno puede prepararse
contra la lluvia, contra el frío, el calor o los mosquitos, pero cosas como
estas son imprevisibles, y nos la tenemos que tragar de lleno. Lo único que
podíamos hacer era tapar nuestras narices con nuestra camiseta.
Pasados un par de interminables
minutos, aquello se fue despejando y dejó de ser un infierno. Otro par de
minutos después, cuando recobramos el conocimiento, Karima quiere quitarse el
mal sabor y decide comprar una bolsita con algo comestible dentro. Viene otra
chiquita muy tierna, con un pequeño expositor colgando del cuello. Dice que las
bolsitas de frutos secos fritos que lleva cuestan 3.000 Ar., así que Karima
pide una. Como no tiene cambio, saca un billete de 10.000 Ar. La cosa fue así:
Karima: ¿Cuánto cuesta?
Dulce vendedora: 3.000 Ariarys.
Karima: ¿Tienes cambio de 10.000?
Dulce vendedora: Pues no, pero me
hago de él.
Karima: Ok, toma (y le da el billete)
Dulce vendedora: Enseguida vuelvo.
Karima: Gracias!
Karima (5 min después): Parece que tarda...
Karima (10 min): ¿A que me quedo
sin la vuelta?
Karima (15 min): ¡¡¡Será....!!!
Y efectivamente, se quedó sin cambio.
Vamos, que la bolsita le costó 10.000 Ariarys, así que ya podía disfrutarla
bien. Menos mal que estamos hablando de poco más de 3 euros... Así que la dulce
vendedora pasó de ser dulce a ser calificada con otros apelativos que mejor no
os cuento. A la vuelta de Antsirabe quizás nos encontremos con ella de nuevo...
Llega el momento de salir, y así lo
hacemos. El conductor maneja como puede entre la marabunta de gente agolpada y
entre los que meten las manos por las ventanas para ver qué pueden vender o
robar en última instancia... y así nos vamos. Al chófer no parece importarle si
atropella a alguien, y es que al parecer, la gente es la que tiene que tener
cuidado, y no el conductor. El va acelerando y ya se va apartando la gente, por
lo que les conviene.
La salida es larga, pero finalmente nos
enfilamos en una carreterilla asfaltada por la que se viaja medianamente bien.
El problema es que nosotros somos más grandes que los asientos que ocupamos, y
nuestras piernas más largas que el espacio que tenemos. Cuando nos acoplamos
bien y nos hacemos a la idea de que esa postura será la de las próximas cuatro
horas, podemos echar una cabezadita. Mi cabezada fue más bien un cabezón,
porque solo me desperté para un descanso intermedio y al final del viaje.
Vamos, que no me enteré de nada. De lo único que me enteré es de la tortícolis
que tenía cuando hicimos el descanso.
Al bajar a echar un cigarrito y estirar
las piernas, vi porqué Remy no pudo pegar ojo en todo el viaje. Yo oía un
¡cuaaaa!, ¡cuaaaa! Interminable desde que salimos, y Remy que iba junto a la
ventana lo escuchaba más. A mí no me quitó el sueño, pero así fue todo el
viaje. En la parada de descanso descubrimos qué era lo que hacía ese ruido, que
parecía más de un fallo mecánico que de lo que era en verdad. ¡¡Un pato!!...
Más bien una oca. Estaba atada a la baca del coche, metida dentro de un
esportón de esparto y con el cuello fuera... Así viajó el animalito, y así le
dio el viaje también a Remy.
Vaya viaje que se pegó la oca |
Nos montamos de nuevo y partimos, yo me
quedo dormido a los tres segundos y despierto en Antsirabé. La ciudad parece
bonita, y se ven montones de push-push, que son esos carros que se ven por la
India y que son tirados por personas.
No puedo creer la cantidad de ellos que
hay. La ciudad es más limpia que Tana, y la contaminación es mucho menor.
Apenas hay coches y la gente se desplaza fundamentalmente en push-push o en
bicicleta.
Cuando salimos del taxi-bus, como no
sabemos ir al hotel, ya nos están esperando los hombres mula para llevarnos. Si
te descuidas, ni siquiera pisas el suelo, porque entre ellos luchan
encarnizadamente para cazar al turista. Los blancos suelen dar más dinero aquí
y no pueden dejar escapar esta oportunidad.
Los dos viajeros |
Con nuestro "taxista" |
Mi experiencia con el push-push es algo
extraña. Tengo que sufrir una transformación a lo largo del fin de semana para
darme cuenta de algo que al principio no me gustaba.
Cuando sales del hotel solo les falta
darse de guantazos por llevarte, aunque sea a la vuelta de la esquina. Ni
siquiera guardan un turno o un orden, sino que todos te rodean y pronuncian su
nombre, te agarran del brazo y pareces una presa de carne entre leones.
Finalmente tienes que decidirte por uno, y cuando lo haces, el resto se aparte
y con una sonrisa en la boca te despiden. No se enfadan porque no les hayas
elegido, sino que prefieren ser cordiales para la próxima ocasión.
Después que monté en uno, no pude
evitar sentirme mal. Nunca me ha gustado que me sirvan, y menos de esta manera.
No me siento bien estando montado cómodamente en este aparato mientras un señor
escuálido y descalzo va delante igual que las mulas van delante de las
carrozas. La experiencia al principio es más que desagradable, hasta el punto
de que me quiero bajar y caminar. Por más que intento hacerme a la idea de que
es su trabajo, no consigo sentirme bien, así que mis compañeros me tienen que
ayudar y convencerme, y finalmente lo hacen.
Es cierto que uno montado en un
push-push puede sentirse superior a la persona que lo empuja, y no es
agradable, pero también lo es que este es el medio de vida de estas personas,
no tienen otro. Y es una forma digna y honrada de ganarse la vida.
Ellos dependen del viajero, y sin él no
ganan para vivir, así que cambio el chip y empiezo a mirarlo desde este punto
de vista. Así y todo me cuesta, sobre todo porque a veces se tarde menos en ir
a los sitios andando que en este medio, sin embargo, es una forma de dar
trabajo a unas personas que dependen de él.
A partir del segundo día, los push-push
son para mí algo normal y una forma de colaborar con esta pobre gente, así que
no tenemos reparo en viajar en ellos, incluso ya vamos en tres, así se reparten
gastos y trabajan menos.
Bueno, una vez en el hotel, nos
instalamos. El hotel se llama “Chez Billy” y está bastante bien. Le llamo
hotel, aunque para nuestro pensamiento europeo debería llamarlo “hostal” o
“pensión”. El caso es que aquí es un hotel.
Tiene tres plantas incluyendo la baja.
Nosotros ocupamos la primera, una habitación con tres camas. Dos de ellas son
enormes, y hace tanto que no duermo en una que me la pido. Karima ocupa la otra
y Remy, el más grande de todos, la más pequeña. El dice que no le importa
ocupar la pequeña, así que gracias a él, puedo dormir a pierna suelta... nunca
mejor dicho. La decoración es preciosa, toda de cuadros africanos muy bonitos, mirad:
Este es el preferido de Karima |
Ya instalados y descansados un poco,
bajamos a ver a nuestros particulares taxistas, que nos van a llevar a ver un
“museo” artesanal de artículos hechos con cuernos de cebú, y luego a otro con
artículos hechos en madera de palisandro. Nos subimos y nos llevan al primero.
Entramos y ahí está un hombrecito muy gracioso (del cual dicen Karima y Remy
que su acento francés es más gracioso aún) que nos muestra el proceso de
trabajo que tiene el cuerno del cebú. Lo primero es calentarlo al fuego para
sacar el hueso interior y dejar la cáscara del cuerno. Luego se sigue
calentando para darle forma y cortándolo con una sierra. Finalmente nos hace
ante nuestras narices un pájaro con el cuerno. Después nos muestra todos los
artículos que tiene hechos: pulseras, colgantes, cucharas, peinetas, pájaros, y
mil cosas más.
Dejamos al hombre-cuerno y nos vamos a
ver al de las tallas de madera, que nos espera para hacernos una demostración
que resulta que no demuestra nada. Se sienta ante un trozo de madera, le da dos
golpes con un formón y después nos muestra el producto terminado... y nos tenemos
que creer que él es quien los hace. Después nos muestra sus artículos para
vender, pero son caros hasta para un europeo. Nos vamos con la promesa de que
volveremos “no sabemos cuándo”...
y los productos de madera... |
Ya por la noche nos quedamos en el
“Chez Billy” y cenamos. Después de la cena tenemos una velada musical con los
hijos de Billy, que están aprendiendo a tocar el djembé. Tiene tres hijos con
una chica francesa que vino por estas tierras y se quedó para siempre. Son muy
simpáticos y muy traviesos, y para ellos los extranjeros son como un juego más,
así que toda la noche están con nosotros tocando el djembé o jugando a las
chapas.
Lo mejor de todo... |
En la cama, de metro y medio, se duerme
de escándalo... así da gusto. Nos dormimos enseguida, eso sí, después de jugar
al “uno” que llevó Karima.
El sábado por la mañana, después de
asearnos en el baño comunitario, salimos rumbo a ninguna parte... queremos
conocer todo lo que nos de tiempo. Lo primero que hacemos es montar,
obligadamente, en los push-push que están esperándonos. Han pasado la noche, como
siempre, en la calle. Les importa poco si llueve o si hace calor. Ellos quieren
estar en primer lugar cuando alguien salga del hotel. Montamos y nos vamos a un
mercado artesanal donde hay de todo. Existen muchos puestos, aunque es extraño,
porque todos tienen exactamente los mismos productos. Lo único que cambia es el
precio y el dueño. El producto estrella es la piedra malgache, en diversas
formas y colores, así como los fósiles. También tienen recuerdos de Madagascar
muy bonitos. Hacemos algunas comprillas y volvemos a los push-push, rumbo al
hotel. Queremos hacer tiempo porque queremos ver algo típico, aunque no me hace
mucha gracia la idea: vamos a ver peleas de gallos.
Piedras de todo tipo, tamaño y color |
Fósiles |
A las 11:00 comienzan, así que cuando
llega el momento, nos montamos de nuevo en los push-push y nos dirigimos hacia
una especie de campamento en las afueras, donde se juega a todo por dinero. Los
más jóvenes juegan al futbolín mientras otros recogen el dinero de las
apuestas. En otro lado se juega a la petanca, apostando también. Y luego llega
la apuesta gorda, las peleas de gallos. Al principio no entendemos muy bien el
funcionamiento, pues ponen a los gallos en el cuadrilátero y luego los quitan,
les echan agua, y hacen una especie de rito que no comprendo. Llegado un
momento dado, comienzan las peleas. Son muy desagradables, porque los pobres
animales satisfacen los apetitos del aburrimiento y económicos de los
malgaches, a los que parece importarles poco si los animales sufren o no. Yo os
aseguro que sufren mucho.
La petanca, ese gran deporte... |
Jugando al futbolín y apostando |
Vemos a una niña que está llorando
desconsoladamente, no sabemos porqué, y Karima se dirige a ella, caramelo en
mano, a convertir el llanto en sonrisa... y vaya si es efectivo el método.
Parece increíble el efecto que hace en un niño el sentirse querido y regalado.
Este momento bien vale por todos los buenos momentos del día...
Por la tarde tenemos una velada
tranquila en el hotel. Después de comer vamos a descansar un rato, y luego
salimos a ver otro mercado, el de los pobres. En ese momento me acuerdo lo que
otras veces os he contado acerca del “turismo rural”... ¿lo recuerdas?. Te
refresco la memoria:
El turismo rural, término que yo mismo
he inventado, es el que uno hace en los lugares a los que va, pero no siguiendo
las rutas que las autoridades o los guías te marcan, sino las tuyas propias.
Este tipo de turismo huye de las cosas marcadas para dirigirse a otro tipo de
rutas, las que nadie toma. Cuando uno va a Estados Unidos y visita la estatua
de la libertad, o el edificio Chrisler, o el Empire Estate, está viendo lo que
todos los americanos desean que veas. Sin embargo, cuando visitas el Bronx, o
las callejuelas donde se cuece la vida real americana, la cosa cambia. Y es ahí
donde uno ve la realidad de la vida de los habitantes del lugar. Bien, pues
aquí es lo mismo. Madagascar tiene paraísos naturales, muchos, pero también
cosas que no son tan agradables de ver... y esas cosas son Madagascar. Los
paraísos también, pero otro distinto... y yo quiero meterme en la realidad
malgache, así que la mejor manera es mezclarme con su gente.
Nos metemos de lleno en un mercado que
da un poco de respeto, donde los niños se mezclan con los mayores, donde da un
poco de miedo ir solo por las tardes, cuando empieza a anochecer. Sin embargo,
Antsirabe no es para nada un lugar peligroso, y la gente está cómoda con el
turista blanco. Caramelos por aquí, más caramelos por allá, y terminamos la
ronda. Vemos mercados muy pintorescos, donde la gente real hace sus compras
reales, donde los niños reales juegan a juegos tradicionales muy reales
también. Donde la luz eléctrica todavía no ha llegado y la gente vive feliz sin
ella.
En el hotel nos espera la cena. Yo me
pido una “omelette” de queso, pensando que es un filete de carne, aunque luego
resulta ser una tortilla. Me la como y punto... y después, Karima se siente
mal. Está enferma por algo que le ha dado reacción alérgica y no puede ni
cenar, así que nos vamos a acostar. Eso sí, el “uno” está por encima de
cualquier enfermedad y antes de dormir echamos unas partiditas. Luego nos
acostamos, que el domingo será el último día.
A la mañana siguiente queremos ir a
misa de 6:00, pero estamos tan cansados que ni siquiera escuchamos el
despertador. Nos levantamos a las 8:00, así que nos quedamos sin misa. Creo que
en mucho tiempo no me he perdido una misa en domingo, pero qué le vamos a
hacer... desayunamos y salimos a dar una vuelta. Pasamos por la catedral, son las
9:05 y vemos que hay bullicio... y pronto nos damos cuenta de lo que hablamos
acerca de la providencia. El Señor está presto a decirnos: “Venga, entrad a
mi casa”.
Resulta que hay misa a las 9:00 y está
empezando. Nosotros teníamos pensado dar un paseo, y mira por donde, finalmente
escuchamos misa. Más bien oímos, porque al no entender nada de malgache es
difícil escuchar. Tampoco tengo mi Biblia, con lo que no sé de qué habla el
Evangelio de hoy, pero eso no importa. Muchos de los que lean esto pensarán que
hay que estar muy loco para sacar algo de tajada de una misa en otro idioma.
Podrían pensar que no merece la pena ir si no entiendes nada... eso es porque
todavía no han experimentado el valor de una misa. Dice el padre Jorge Loring: “si
me dieran a elegir entre mil millones de pesetas o una misa, lo tengo claro,
elijo la misa” ... y bien que elige. Son muchas las cosas buenas que se
podrían hacer con ese dinero, pero ninguna de ellas llegaría nunca a tener la
importancia de una sola misa ofrecida... Es difícil entenderlo, lo sé. A mí me
pasaba lo mismo, hasta que el Señor me concedió la apertura de miras para poder
hablar así. No creas que estoy loco... o sí. También un tal Francisco lo estaba
y no parecía importarle.
Acabada la misa de dos horas, salimos a
disfrutar de lo que queda de domingo, pero antes os tengo que comentar algunas
cosas curiosas que se ven en las misas malgaches. Existen personas encargadas
de velar por el buen funcionamiento del rito, y visten distinto, con trajes con
una banda como las “mises”. Ellas dirigen a la gente cuando hay que salir a
comulgar o a dar el estipendio. Van banco por banco dando el turno. Lo más
curioso es que a la hora de comulgar, una de ellas se pone en la cada fila y
vigila que, efectivamente, el que va a comulgar, lo haga. En Europa esto no se
controla, aunque somos muchos los que sabemos qué hacen algunos luego con la
Sagrada Forma. Aquí se controla este detalle al máximo y es algo digno de
admirar.
Bueno, acabada la misa, damos un paseo
y después vamos a comer pizza. Está buenísima, una de queso y otra de carne. Y
después nos vamos concienciando de que debemos irnos.
No tengo más que palabras de
agradecimiento para Remy y Karima. Ellos saben porqué. Si no fuera por ellos,
la estancia aquí sería muy distinta, especialmente en los momentos de
dificultad que estamos viviendo. Hasta aquí puedo leer, diría una tal Mayra...
Lo que sí que sé es que ha sido un fin de semana fantástico, lleno de
experiencias y que me ha servido para desconectar del trabajo hecho en Tana...
lo necesitaba. Quien me iba a decir que, al principio, no estaba convencido de
ir de viaje. Sin embargo, de momento es lo mejor que me ha pasado en
Madagascar.
En fin, acabada la comida nos
despedimos de Billy y compañía y partimos rumbo a la estación de autobuses, en
push-push, claro... Allí nos esperan los buscavidas que quieren llevarnos el
equipaje y que montemos en tal o cual bus. Nosotros ya sabemos cómo funciona
esto y vamos donde queremos y cuando queremos. Nos montamos en uno, en las
plazas traseras, y esperamos, como de costumbre, a que el bus se llene. La fila
de atrás tiene cuatro asientos, pero el conductor siempre mete a cinco personas
y nos dice que en el asiento que sobra deben entrar dos personas más, así que
nos hace ver que tenemos que ir pensando en apretarnos. Nosotros nos ponemos de
acuerdo con él y le convencemos (mediante un viejo truco) de que las cinco
plazas son para nosotros tres. Como no puede ser de otra manera, acepta, así
que el viaje es muy cómodo.
Antes de salir pasamos un buen rato con
unos pobres chicos que están reunidos en torno a una bolsa de arroz cocido. Es
muy tiste verlos repartirse el botín, descalzos, con ropas andrajosas pero,
aparentemente, felices. Más aún lo son cuando nos acercamos y hacemos nuestro
particular desembolso azucarado con ellos. Caramelos por aquí, caramelos por
allá y las caras se vuelven alegres como pocas veces. Karima tiene la feliz
idea de comprar un queso a una señora que se gana la vida vendiéndoselos a los
viajeros. Así colabora con la señora, y además, con los niños, a los que se les
salen los ojos de las órbitas cuando ven que el queso es para ellos. Es
tremendo ver cómo un niño puede ser feliz con un pequeño queso... a veces,
incluso yo me sigo sorprendiendo.
Como nota cómica, tengo que deciros que
apareció una señora con un bebé que parecía monísimo, con un gorrito al estilo
peruano, con su borla y todo. Tendría meses, y la señora (poco agraciada en lo
referente a belleza) lo cuidaba con esmero. En un momento dado, la señora se
dio la vuelta y nos mostró el rostro del niño... ¡Dios mío!... ¡¡no puede
ser!!. La primera impresión es impactante. Está mal que yo lo diga, pero es que
tenéis que ver la foto para entenderme. Me recuerda al niño unicejo que sale en
un capítulo de “los Simpsoms”, no sé si lo has visto... ese niño con cara de
malote que desde el cochecito de su madre hace de las suyas. Pues bien, este
niño es clavado. Dicen que todas las madres piensan que sus hijos son los más
bonitos del mundo... bien, pues yo lo dudo mucho. No toméis este comentario
como algo malo, sino como algo cómico... os repito que después de ver la foto
me entenderéis. Simplemente quiero compartir con vosotros mis pensamientos, y
ya os dije hace días que si me callara algunas cosas no estaría siendo del todo
sincero... muchos me dijisteis que hablara tal y como pensaba. Bien, pues así
lo hago. El caso es que este niñito es hijo de Dios, y su madre lo quiere sí o
sí, que es lo que importa... Uff!... espero que esta señora no vea nunca este
comentario, y si lo ve, espero que tenga sentido del humor y no me condene por
ello. Desde aquí le mando un abrazo.
La vuelta no es como la ida. No nos
dormimos, así que disfrutamos del viaje, hablamos y reímos mucho. Remy, el
pobre, tiene que hacer el doble papel de interlocutor y de traductor, cosa que
a veces le juega una mala pasada y me habla en francés, o a Karima en español.
Hacemos otra parada en el camino para
reponer fuerzas con una mazorca de maíz, y volvemos al bus. Al final llegamos a
Tana sanos y salvos... cuando llegamos intentamos buscar a la tierna ladrona,
pero no la encontramos, así que tomamos un taxi y nos dirigimos rumbo a casa.
Ya en casa dejamos los petates y
cenamos algo, comentamos el fin de semana y nos vamos a acostar, porque es
tarde y al día siguiente es lunes.
Lunes por la mañana:
Nos levantamos tarde, como no podía se
de otra forma. Menos mal que los lunes no hay misa en el Centro Salesiano.
Aprovechamos para descansar, aunque pronto Karima y Remy salen a la prisión de
Antanimora mientras yo me quedo haciendo los planos del Centro de reeducación.
Cada vez me queda menos, y pronto dejaré de trabajar en casa.
Toda la mañana después, vienen los dos
y queremos hacer algo de comer, pero la nevera está tan blanca por dentro como
por fuera, así que tenemos que ir a comer a un pequeño restaurante cercano.
Remy y yo nos clavamos unas buenas hamburguesas con patatas fritas, algo raro
de ver por aquí. Karima prefiere unas brochetas de no sé qué... como deja dos,
no debe estar muy bueno, aunque ella dice que sí. Remy se encarga de liquidar
los restos, mientras me explican que anoche, no sé cómo, perdí una apuesta que
yo no reconocía. Resulta que el frutero que nos compró David tenía una pegatina
en el fondo que es imposible de quitar. Habría que quitarla con una radial de
albañil de lo pegada que está. La dejé en agua para que más adelante estuviera
más blanda, pero ni con esas... bien, pues al parecer, no sé cómo, me dijeron
al día siguiente que había perdido una apuesta porque yo había dicho que la iba
a quitar antes de que se levantaran... yo no tengo constancia de ello, y lo
achaco a las traducciones simultáneas (ya sabéis: traduttore tradittore...). La
apuesta consiste en que me tengo que afeitar... pero yo me resisto porque nunca
aposté nada... el caso es que me dicen que no tengo palabra, con lo que tendré
que pensar en pagar una apuesta de la que no tengo consciencia... sería mi
primera vez, pero siempre hay una primera vez para todo. Je, je... ya
veremos...
Bueno, los planes después de la comida
eran ir a Tana a visitar a unas personas de una asociación (gret.org) que van a
ver la posibilidad de ayudar con la financiación de los proyectos. Esperábamos
noticias de David, y a la una del mediodía nos dice que tenemos que estar en
Tana a las dos... hay pocas misiones tan imposibles como esta, ya que solo en
llegar se tarda hora y media y, además, estábamos esperando la comida que
acabábamos de pedir en el restaurante. Les decimos que no podrá ser, así que
llegaremos tarde.
Al final llegamos a eso de las cuatro
de la tarde. Allí nos espera una representante de la ong que tiene los planos
que le envié por e-mail. Estudiamos el proyecto y el presupuesto, y no sé muy
bien en qué acaba la cosa porque hablan en francés y no me entero de nada. Lo
único que sé es que me llamarán con las noticias que sean, así que esperaré.
Volvemos a casa después, y se pone a
llover en un lugar donde no tenemos cobijo ninguno. Tengo miedo porque llevo el
ordenador encima y si se moja y se estropea se acabó la comunicación con
España... lo protejo como si se tratara de un bebé, pero pronto llega un
taxista que está dispuesto a llevarnos a casa. Subimos al taxi, un viejo
Renault 5 un poco cascado, pero que es mucho mejor que cualquier paseo bajo la
lluvia. El taxista es muy majo. Casi dan ganas de comérselo de lo tierno que
es. Se llama Rudolf y precisamente ese día cumple 55 años. Le felicitamos todos
y le regalamos un caramelo. El sabe algo en español. Pronuncia muy bien la
frase “te quiero mucho”. No sé dónde habrá escuchado esa frase, pero espero que
sea en una película... El caso es que es un pobre hombre que lleva trabajando
toda la vida y cuida de su coche como si fuera su hijo porque es su medio de
vida en una ciudad muy cruel.
Pasando por el supermercado le decimos
que nos pare para hacer la compra porque nos acordamos del color del interior
del frigorífico, y hacemos acopio para varios días. El pobre Rudolf nos espera
pacientemente mientras yo pienso qué pasará por su cabeza. ¿Se pensará que nos
vamos a ir y a dejarle colgado en el aparcamiento del super?. Volvemos y se le
ve más aliviado. Nos cuenta un poco de su vida porque en hora y media da tiempo
para mucho, y nosotros le contamos también acerca de qué hacemos en Madagascar.
Al despedirnos de él en el Centro Salesiano, hago una cosa que estaba esperando
hacer, recordando a mi querida M. S., que me dejó una cooperación para ayudar
en lo que yo crea más conveniente... y así lo hice. Le hice a Rudolf mi
especial regalo de cumpleaños... al igual que en Perú, misión cumplida, pero
aún me quedan más.
En casa, lo primero es hacer una cena
con la nueva comida. Hasta el frigorífico se alegró de poder enfriar algo más
que a las rejillas de dentro. La cena corrió a cargo de Karima, que nos hizo un
delicioso “no sé qué” tunecino que estaba de muerte. Yo hice la ensalada, como
siempre, original.
Nos vamos a la cama porque el martes
también hay que trabajar, aunque yo ya sé que me espera una mañana monótona:
seguir con mis dibujos.
Martes por la mañana:
Es martes de carnaval, aunque no lo
sabíamos. Todavía estoy impactado con la noticia que nos ha dado el amigo
Ratzinger... Dios sabrá qué hacer, así que hay que estar tranquilos porque ni
un pelo de nuestras cabezas aterriza en el suelo sin que Él así lo disponga.
La mañana, como os conté, relajada y
monótona. Lo único que cambia la monotonía es ir a la casa antigua a poner dos
lavadoras con la ropa de Remy, de Karima y mía. También tengo que poner las
sábanas de mi cama, pues ayer cuando llegué a casa, me dejé la ventana abierta
y por la ventana entró tanta agua que la casa estaba casi inundada, y mi cama,
justo debajo, era una esponja empapada. Menos mal que Remy se acercó a la
antigua casa a por sábanas nuevas y pude dormir seco.
Una vez de vuelta, hago la comida para
Karima y para mí: unas salchichas con vino blanco y sofrito de cebolla que ni
te menees... Lo acompaño con una buena tortillita de queso. Después de
relamernos los dedos, nos acostamos un rato. Bueno, me acuesto yo porque Karima
aprovecha para darle un meneo a la casa y dejarla como los chorros de oro.
Por la tarde queremos ir a publicar
nuestros respectivos blogs, pero llegamos tarde a la cafetería y solo podemos
leer algunos correos y subir cuatro fotos al facebook. Luego llegamos a casa a
celebrar nuestro particular carnaval. Hemos decidido hacer un concurso de
disfraces. El que más feo esté es el ganador y decidirá qué hacen los demás...
me da miedo que gane Karima porque la he visto hacer sus “puniciones” a Remy y
son de lo más variopintas.
Nos vestimos como cada uno quiere.
Tenemos diez minutos para pensar como nos vestimos y vestirnos. Acabados los
diez minutos nos echaremos unas fotos y las subiremos al facebook para que la
gente vote quien es el más feo... ya os diré quien gana...
Cuando terminamos las fotos pensamos
que no sirve de nada disfrazarse si no te ve nadie, así que salimos a la calle
con la excusa de comprar una coca-cola, y los que están dentro de un pequeño
comercio-bar se quedan atónitos al vernos de esta guisa.... creo que nunca
antes vieron algo igual. Si ya es raro en Europa, imaginaos en Madagascar...
Desde luego, nuestros vecinos ya van sabiendo que no somos precisamente
“normales”.
Y después de todo esto, se acabó el día
y el comentario... y el largo capítulo de hoy... Espero que te hayas divertido.
Yo lo hice... Dicen que al mal tiempo buena cara. Nosotros ponemos nuestra
mejor cara porque para pasarlo mal siempre hay tiempo. Además, mientras uno
está ocupado en estas cosas está despreocupado de otras.
No quiero despedirme sin hacer alusión
a lo más importante de mi viaje, porque no quiero que este fin de semana se
quede en un solo viaje aventurero... Más bien le doy gracias a Dios por
permitirme, una vez más, disfrutar de buenos momentos, con buena gente y con
alegría franciscana.
Me acuerdo mucho de mis amigos y
familia... del Centro Juvenil y del convento de Almendralejo, y tengo siempre
un recuerdo para ellos, disfrazado o sin disfrazar, ¿ok?... Espero que no se os
olvide.
Mañana es miércoles y ya tengo planeado
el día.. espero poder publicar esta entrada. Ya alguno me ha mandado un e-mail
para preguntarme si estoy bien porque hace días que no publico, pero la
situación aquí ha cambiado y no puedo conectarme cada vez que quiero.
¡¡Hasta mañana!!
Buenas tardes Martín,enterito enterito que nos lo hemos leído, jo qué descanso te habrá entrado al terminar de escribirlo.
ResponderEliminarEs cierto que a tan lejos de allí las cabezas rulan un poco y nunca se sabe cómo lo estaréis pasando. Nos lo ponéis "bonito" y esperamos que sea así.
Un fin de semana diferente; lo mejor es que muchas veces las cosas que no se piensan son las que salen y sí son para bien pues mejor que mejor. Te ha servido para desconectar un poco y al retomar pues hacerlo con otro aire.
Nos muestras en tu blog una realidad tan palpable que parece que no existan cosas bonitas allí, seguro que las habrá y muchas; danos algún día el lujazo de ver algún reportaje fotográfico de esos paisajes para que podamos compartirlo contigo.
Algún día nos contarás la importancia de la misa, qué te lo ha hecho ver, en fin esas pequeñas cosas que son más que anécdotas y que quizás algunos tengamos casi perdido;me apunto a ello con algún paquete de palomitas jeje.
No se pierde el espíritu carnavalero ni a miles de kilómetros de distancia, me encanta. Siempre hay que darle una sonrisa al día a día, es una carta de presentación que sin hablar hace casi el mismo efecto que un caramelo.
Me alegra Martín que hayáis disfrutado estos días que como bien te han dicho tus compañeros, todos los días no se está en Madagascar.
Un abrazo fuerte.
Hola amiga "anónima"!!
ResponderEliminarUn fin de semana muy diferente, el cambio es para mejor porque pasamos de la miseria de la cárcel y del centro a un lugar más turístico, aunque no lo turístico que resulta el norte del país...
En el norte hay paisajes maravillosos, pero dudo que pueda visitarlos, así que no creo que pueda mostrarte fotos de esas... ojalá!. En cualquier caso, Antsirabe es muy bonito, pero no en paisajes, sino en ese turismo rural que tanto me gusta... yo lo prefiero, te lo aseguro. En España me pasa lo mismo, siempre he preferido visitar pueblos perdidos en sitios perdidos antes que ir a las playas o las grandes ciudades. Por eso creo que este fin de semana me gustó tanto. Estoy seguro de que muchas personas dirían que no es para tanto, y lo entiendo.
La realidad es la que es. Te aseguro que no me ahorro nada, ni tampoco he encontrado algo (aún) que pueda alegrar vuestras retinas. Pero lo que no se puede plasmar en el blog es la alegría de esta gente, algo que no concuerda con las imágenes. Aunque no lo creas, esta gente es feliz. No conocen nada mejor y solo el hecho de que pisen un suelo seco en lugar de mojado es para ellos un cambio para bien en su bienestar, y lo celebran... son esas cosas que nosotros nunca entenderemos porque nosotros (me refiero al europeo medio) necesitamos tener buenas veladas nocturnas, fiestas o grandes cenas con los amigos para experimentar ese mismo placer. Es una escala de valores tan distinta que ni podría explicarla ni, aunque la explicara, podría entenderse. Fíjate que un niño puede estar medio desnudo, llorando y metido hasta las rodillas en un charco y con un simple caramelo empieza a pegar brincos de alegría, agarra tu mano y te acompaña a casa. Como seguramente es la primera vez en su vida que alguien le da un caramelo, para él es un fiestón que no se le olvidará. Como comparación te digo que en Europa, la equivalencia sería esta: caramelo = Videojuego
En cualquier caso, quien no tiene dinero no se preocupa por llegar a fin de mes, ni por hipoteca ni por letras de coche, etc... Nosotros creemos que estamos por encima de ellos porque tenemos de todo, sin embargo, ¿cuántas veces nos quita el sueño saber que estamos atados a un banco por años?... ¿No es culpa nuestra tener más de lo que necesitamos?... Aquí tenemos la prueba de que se puede vivir sin tanto. Sé que muchos pensarán que son países distintos, culturas distintas, etc. Pero yo no digo que la gente vaya en taparrabos por las calles, sino que se puede prescindir de muchas cosas a las que estamos atados... y yo me aplico el cuento también, no sea...
Bueno, lo de la importancia de la misa me lo reservo para decírtelo en persona... también tengo un podcast que podrá ayudarte a comprenderlo. Pero pasará algo parecido a lo que te decía antes. Es algo que no sé si sabré explicar, porque es algo interno... creo que es un don, no lo sé, que yo nunca tuve y que ahora el Señor me ha dado.
Con respecto al carnaval no me haces comentario... esperaba que me dijeras lo feo que estoy, pero tú siempre tan correcta... jeje...
Un besote y seguimos en contacto...
Es un placer contestarte, casi como pisar suelo seco aquí... y me alegra haber tenido libre la mañana para poder hacerlo.
Un abrazo!!