Bueno,
hoy ha sido un día largo. En la mente tengo lo que se cuece por tierras
vaticanas, precisamente hoy que se va el Papa. Ni sé cómo será la sucesión, ni
cuándo ni nada... solo sé que yo le tendré presente en mis oraciones porque su
labor al frente de este barco no tiene tacha, por mucho que haya quien esté en
contra.
No solo ha hecho un inmenso trabajo,
sino que lo ha hecho de 11 sobre 10, y además nos ha dejado un legado magnífico
a la vez que nos ha dado un ejemplo de valentía por haber tomado la decisión
más difícil, posiblemente, de todos los pontificados hasta la fecha.
No abandona el barco, como muchos
pensarán... más bien prefiere dejar el timón en manos más ágiles, pues las
suyas ya hicieron bastante y no son lo suficientemente fuertes ahora. En fin,
que para mí será siempre el Papa mientras viva, aunque otro le tome el relevo.
Habrá dos Papas, Benedicto XVI y el nuevo. Y espero que el nuevo tenga las
agallas suficientes como para tomar el toro por los cuernos y estar, como mínimo,
a la altura de Benedicto, sobre todo en este tiempo en el que tantos hacen
tanto por intentar erradicar una Iglesia sin darse cuenta de que se estampan
contra un muro de hormigón, un muro construido hace más de dos mil años y que
caerá cuando su constructor decida que ha llegado el tiempo de derrumbarlo, no
antes.
Después de desayunar me voy hacia el
taxi-b para poner rumbo a Tana y tengo suerte, pues el primer bus está
esperándome. Me subo y salimos de viaje, pero hoy me he traído los auriculares
para escuchar al gran Jorge Loring, predicador de los que hablan claro, como a
mí me gusta. Ayer me dijeron que no están muy de acuerdo con eso de que la misa
es más o menos interesante dependiendo del cura que toque, y he querido
recordar sus palabras. Te recomiendo que lo escuches porque merece la pena...
podríamos llamarlo: “la importancia de la misa razonada”, aunque no se llama
así.
Cuando llego a “67 Ha” me bajo y me
dirijo al segundo transporte, que igual que el primero, también espera por mí.
Así da gusto viajar. Me subo y nos vamos hacia Antanimora. Como ya me sé el
camino, las líneas y las paradas, puedo ir escuchando al gran Loring de nuevo,
y así llego a Antanimora sin contratiempos, eso sí, viendo por la ventana las
penurias que algunos pequeños pasan. Me fijo especialmente en los que llaman
“los niños del túnel”. Si ya la ciudad está increíblemente contaminada, el
túnel que está de camino a la prisión es una acumulación de gases tóxicos.
Tengo que comprarme una mascarilla, porque es realmente insoportable viajar
aquí. El humo de los coches lo llena todo, y es como estar todo el día dentro
de un tubo de escape. Pues bien, dentro de este túnel se refugian algunos
chicos a los que da pena ver, porque estas condiciones harán que sus pulmones
estén consumidos cuando tengan 15 ó 20 años.
Los niños del túnel... ahí tirados esperando a que alguien les de algo. |
Llego a Antanimora y me meto en la
prisión directamente, eso sí, después de fumarme un cigarro y tener que
soportar de nuevo que me pregunten si lo que fumo es “hierba” o tabaco... y
cuando respondo que tabaco me miran raro como pensando: “sí, sí... tabaco...”.
Me meto
dentro y vemos cómo avanzan los trabajos. Hoy se han hecho los moldes de
encofrado de los pilares de la estructura para el tanque de agua superior, así
como el forjado. Se ha dejado listo para hormigonar mañana. Se sigue haciendo
el foso del depósito inferior y mañana se quedará terminado o casi. Se continua
haciendo la fosa séptica y la fontanería para los puntos de agua, incluso el de
la enfermería. Vamos, que los trabajos avanzan rápido.
Los pilares del depósito |
Como no estoy todo el tiempo vigilando,
me pongo a jugar con los chavales al balón, y luego a darles clases de español.
Hoy hemos aprendido los números del uno al cinco, los días de la semana y hemos
repasado las prendas, los colores, los saludos y como decir la edad que
tenemos.
La comida de los trabajadores |
Luego llega la hora de comer, así que
todos forman como de costumbre, incluso los trabajadores, que preparan su
comida fuera del recinto. Siempre es el mismo menú, arroz cocido. Yo también me
voy a buscar a los compañeros que están de reunión, pero al parecer hoy es más
larga de lo habitual, así que voy a dar una vuelta y echo algunas fotos que
merecen la pena ver. Luego me acerco a un Shoprite cercano a comprar unos pocos
caramelos porque las reservas están vacías.
Vista desde la prisión |
Men in black |
El tipo duro conmigo en la foto... da miedo y todo. |
Dándole al arroz |
Madre e hijo |
Este niño, cuando le dimos caramelos, salió corriendo y se le cayeron los pantalones |
Cuidando del género |
Toda la charcutería al viento... |
Nuestra comida |
Cuando salen nos vamos a comer a la
pequeña galgota en la que hay que estar de rodillas o sentado, pues nos damos
con la cabeza en el techo. Pero se come bien, y me pido un steak con patatas
fritas. Luego salimos de nuevo hacia Antanimora mientras Karima se va al
dermatólogo a ver qué tiene en las piernas que no la deja vivir. Echamos unos
juegos al balón, una ojeada a los trabajos y lo dejo todo marcado para que Fy
no me necesite mañana y pueda irme con Karima y Remy de viaje. Nos vamos a un
sitio que no recuerdo, pero está cerca y es bonito, o al menos eso dicen. Ya os
contaré, pero como cuando fuimos a Antsirabe, creo que no subiré nada hasta el
lunes... así que el lunes os contaré todo.
Nos vamos a casa con Hèléne en un
interminable viaje por un camino atestado de coches, camiones, bicicletas,
carros y peatones... hay comercios por todos lados, incluso a algunos
vendedores ambulantes solo les falta meterse dentro del coche y sentarse
conmigo a charlar. Como la polución es más agresiva que el tráfico, tengo que
meter la cabeza dentro de la camiseta para respirar algo menos nocivo... o eso
creo yo.
Llegamos a Ivato, por fin, pero tenemos
un coche delante cargado con muebles de bambú, igual que los que nos llevaron
los muebles a nosotros. Cuando llegamos a casa, curiosamente, ese coche era
para nosotros, que lo había encargado David porque hacen falta en casa algunos
armarios para la cocina y unas sillas. Pero me llevo una sorpresa cuando entre
los muebles viene un paquete extraño... está dentro de una jaula, tiene muchas
plumas y un pico bien robusto... ¡Un papagayo!... ¿pero cómo es posible?... Pues
es posible, como no podía ser de otro modo, porque mis compañeros han tenido el
detalle de regalarme uno... No sé cómo haré para llevarlo a España, ya
veremos...
Es precioso, un ejemplar bebé que, aun
siéndolo, tiene una fuerza tal que incluso con los guantes de trabajo que me
traje, me hace un daño terrible en las manos... eso hasta que empieza a
conocerme un poco y le doy una manzana....
Ya veremos cómo se comporta y cómo le
caemos... Espero caerle simpático, porque con ese pico es capaz de arrancarme
una oreja cuando pase por su lado en la cocina. Como no puede ser de otra
forma, decido llamarle Bosco, en homenaje a ese gran Santo que un día hizo algo
grande. Por un momento pienso que Don Bosco ha influido también en mi vida,
pues si no hubiera existido, no existirían los Salesianos, así que yo no estaría
aquí porque ellos tampoco estarían. Para que veas de qué forma, directa o
indirecta, puede afectar a nuestra vida la vida de otras personas, incluso de
otros países y épocas... curioso.
Con mi nuevo amigo Bosco |
Bueno, pues en honor a él, el papagayo
llevará su nombre, y el recuerdo de esta tierra malgache, eso si puedo llevarlo
conmigo, claro...
Y para despedirme quiero colgar una foto, posíblemente la mejor que haya hecho nunca, aunque tengo que reconocer que mi amigo Julio Fraga le ha hecho un arreglo. El cielo era todo blanco, se había "quemado", como dicen los fotrógrafos. Me lo ha corregido y ha puesto un cielo precioso. Por lo demás, la chica y el resto son tal y como salen en la foto... Espero que os guste.
Un abrazo y hasta el lunes!