El lunes fuimos a ver cómo se resolvía
un problema relacionado con los sifones de las letrinas. Aquí no se pueden
hacer las cosas como uno quiere, primero porque no se encuentran las piezas
necesarias, y segundo, porque el personal no está acostumbrado a hacer las
cosas “a la europea”. No trabajan mal, pero el estilo de trabajo es muy
distinto.
Como la prisión acoge a más de cien
chavales y tenemos cuatro letrinas, es preciso que estas tengan una vida útil
larga. Para eso serán necesarias dos cosas; la primera, que se eviten los
atascos al máximo; la segunda, que los chavales tengan una educación en el
mantenimiento de las nuevas instalaciones y hagan un correcto uso de ellas.
La segunda será difícil, así que será
necesario hacer hincapié en la primera. Para ello le propongo a la empresa una
solución para el desagüe y el sifón, de modo que tenga una sección mayor que la
normal y puedan evitarse atascos, o al menos que se reduzcan. Sin embargo ni
saben ni quieren hacerlo, y me dicen que en Madagascar no hay piezas de ese
tamaño. Como no puedo comprobarlo hago como que me lo creo, pero sé que no es
verdad. De todos modos les digo cómo hacer un sifón con piezas especiales de
PVC. Si creen que me van a engañar van listos... pero tengo que reconocer que
al final se saldrían con la suya, pues he comprobado si existen las piezas y es
verdad. Aquí no existen. Habrá que conformarse con una sección normal de
desagüe. Tampoco es tan grave, aunque esto tendrá como consecuencia trabajar
más en el punto segundo que os comentaba antes: la educación en el
mantenimiento de la instalación.
El lunes no tiene mucho de especial,
solo que es un día raro porque después de venir de las mini-vacaciones,
comenzar a trabajar es complicado, pero como este trabajo es lejos de casa, no
está pagado, es en un sitio que puede resultar desagradable y requiere viajar
dos horas por la mañana y otras dos por la tarde entre sobacos varios, me
gusta...
El martes es otra cosa, pues nada más
levantarnos empezamos a madurar la idea de alquilar una moto. No es por
comodidad, pues se viaja mejor sentado que a la intemperie, especialmente los
días de lluvia. Por otro lado, en moto nos tragaremos toda la polución (que es
excesiva) como si fuera con un embudo... sin embargo los beneficios que tiene
son grandes. Ahorraremos más de una hora por viaje, es decir, dos horas al día.
Yo le encuentro la satisfacción al hecho de que puedo ir a casa para la hora de
la siesta, costumbre muy típica de España, y que sin embargo, allí no practico nunca.
Tengo que salir de España para dormir la siesta... aunque un día revelaré el
secreto de mis siestas, que no lo son tal... quizás en el próximo capítulo.
El martes fuimos a la misa matutina,
como de costumbre. El lunes no fuimos porque los lunes no se celebra. En la
misa me quedé un rato leyendo el Evangelio del día (Mt. 18, 21-35), cuyo
contenido queda muy bien resumido y sintetizado en la oración del “Padre
nuestro”, en la parte que dice: “... perdona nuestras ofensas como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden...”. Antiguamente, no sé si lo recuerdas, no
hablaba de ofensas, sino de deudas. Al final la Iglesia cambió estas palabras
porque muchos lo interpretaban literalmente, como algo material o económico.
Pues bien, este trocito de Evangelio me hace pensar en que cuando rezamos el
Padre nuestro, la más importante de las oraciones porque nos la enseñó el mismo
Jesús, hablamos y hablamos sin darnos cuenta de lo que decimos. No todos, y no
siempre, pero como norma general hemos convertido esta oración en algo
sistemático que repetimos como loros, y lo tenemos tan aprendido que somos
capaces de rezar mientras pensamos en otras cosas... Sin embargo, si lo piensas
bien, con el resto de cosas no nos suele pasar esto... Si estás recitando un
poema, por ejemplo, no eres capaz de tener la mente en otro sitio sin
equivocarte en la lectura... y con el Padre nuestro sí.
Pero eso no es lo más importante que os
quería decir, sino que cuando decimos eso de “perdona nuestras ofensas...”,
¿realmente sabemos qué estamos pidiendo?. ¿De verdad le pedimos a Dios que nos
perdone igual que nosotros perdonamos a los demás?. Si es así, deberíamos
examinar nuestras conciencias, porque le estamos pidiendo a Dios que no nos
perdone, es más, que nos olvide y que pase de nosotros... Más nos convendría
decirle al Señor: “... perdona nuestras ofensas como nosotros DEBERÍAMOS
perdonar a los que nos ofenden...” y estaríamos más acertados.
Bien, no quiero extenderme más en la
homilía, solo te dejo esta pequeña reflexión por si te viene bien. A mí me vino
genial...
El martes fuimos a la prisión de nuevo
a ver a los trabajadores y, de paso, acompañar y jugar con los chavales. Está
bien el trabajo, no por el trabajo en sí, sino porque la mayoría del tiempo la
paso con los chicos. Noto cómo cada día me quieren más. Todos quieren hablar
conmigo, y ya me comunico bien. Todos quieren tocarme, preguntarme cosas y
saber cómo se dice todo en español. Todos me llaman por mi nombre a todas
horas. Unos quieren que juegue con ellos al fútbol, otros al baloncesto, otros
al rugby... y yo juego a todo, aunque prefiero el fútbol y las clases de
español.
De vez en cuando echo un ojo a los
trabajos, y cuando todo está visto y los chicos se disponen a comer, nos vamos
Karima y yo porque tiene que cambiar su vuelo. Ella pensaba que el avión salía
el día 14, sin embargo se dio cuenta de que no era el 14, sino el 4. Nos fuimos
rápido al aeropuerto a cambiar el vuelo porque resulta que pensábamos que el
mismo martes era el día del vuelo, sin embargo aún no sabíamos que el martes ya
era 5 de marzo.
En el aeropuerto vamos al stand de “Air
Madagascar”, donde nos dan la noticia... el vuelo salió el lunes, y ella sin
saberlo.
Sin embargo, por esas cosas del destino
y porque Dios puso todo en su sitio, la chica nos dijo que quizás podría
arreglarlo todo para que no perdiera el vuelo. Nos dijo que esperáramos
mientras lo consultaba, así que nos fuimos a la cafetería a tomar algo. La
espera fue larga, y llevábamos ya más de una hora cuando decidimos quedarnos a
comer, pues no sabíamos cuanto tiempo más nos quedaba. Comimos en el
aeropuerto, vimos aterrizar y despegar varios aviones y, finalmente, fuimos a
ver a la chica. Nos dio una buena noticia, pues era posible recuperar el vuelo
perdido (algo que no acabo de comprender) y lo preparó para el día 30, un día
antes que yo. Nos vamos felices por el milagro...
A Remy le costó 150 euros cambiar la
fecha de vuelta a Francia, sin embargo a Karima no le cuesta ni un céntimo, y
eso que su vuelo lo había perdido. Definitivamente, Remy es un hombre con poca
suerte...
Antes de ir a casa hablamos de ir a ver
un sitio donde alquilan motos, y de camino, hablando entre nosotros, Karima
dice que vamos a buscar un taxi... es entonces cuando aparece un hombre que
había escuchado la palabra “taxi” y se lanzó a por nosotros como las hienas a
por la carroña. Dice que es taxista, pero que no tiene taxi. Nos enseña su
carnét y todo... y luego nos cuenta que su coche está averiado, pero que
vayamos con él a por el coche de un amigo.
No nos da tiempo ni a decir que sí
cuando el amigo ya está esperándonos con el coche. Aquí los negocios son así,
los hay que los huelen a la legua. Nos montamos y nos llevan al lugar. El
primer sitio no alquila, pero al lado hay otro y tenemos suerte. El chico es
francés y nos muestra una moto 200 c.c. marca AJP. Es portuguesa, aunque los
motores se fabrican en china (cómo no). Nos gusta por tamaño y por precio y
quedamos con él en que nos la llevaremos al día siguiente.
Después volvemos a casa y aprovechamos
el taxi para recoger a Remy que acaba de llegar a Taratamaz. Cuando llegamos a
casa el amigo que nos buscó el taxi nos pidió si le podíamos hacer un regalo, a
lo cual respondimos amablemente que el regalo que le podemos dar es otro, pero
que no le gustaría. El tipo es un caradura de cuidado, pues incluso al chico
que nos alquiló la moto le pidió dinero por llevarnos allí, como si hubiera
sido cosa suya y como si el chico tuviera que estarle agradecido por ello. Nos
da su tarjeta para futuras ocasiones, pero nunca la usaremos. Con este tipo de
personas lo mejor es no tratar.
En casa, después de una mañana cansada,
el madrugar, pasar el día en el aeropuerto esperando y después ir a por la
moto, lo único que le apetece a uno es echarse la siesta. Sin embargo no lo
hicimos porque teníamos que ir a la antigua casa a conectarnos rápido y asistir
a las vísperas para estar pronto en casa, pues teníamos invitados a cenar.
Los hijos de los vecinos vienen a cenar
porque Karima los ha invitado. Ha comprado muchas cosas: patatas fritas,
caramelos, helados, yogures... y nosotros compramos el día anterior unas buenas
chuletas de cerdo.
Iban a ir a las 21:00 horas, con lo que
las tenía todas conmigo para pasar la tarde escribiendo y subiendo el capítulo,
pero cuando mejor estaba y cuando estaba recién instalado me dicen que los
niños vienen a las 19:00. En ese momento me entraron ganas de decirles que se
fueran a freir espárragos, pues eran menos cinco y la cena se tarda en preparar
más de una hora. Además tengo que hablar por skipe, ver correos y escribir. Les
digo que se vayan porque yo iré a la hora a la que he quedado, enfadado por
tener que cambiar de planes y dejar todo lo que tengo que hacer para ponerme a
hacer cena para siete.
Más tarde pienso que los niños no
tienen la culpa de nuestra mala previsión, así que decido dejarlo todo, recoger
y largarme para hacer la cena.
Karima me dice que los niños comen
arroz, aunque no tenía pensado hacerlo. Quería hacer chuletas con patatas
fritas y ensalada, que sé que eso les encanta a los niños, pero ante la
insistencia de decirme que estos niños no pueden comer sin arroz, cambio el
menú. Hago una gran ensalada y comienzo a hacer las chuletas y el arroz.
Compramos siete chuletas, sin embargo, resulta que los cálculos de los
invitados no eran correctos y venían cinco niños en lugar de cuatro. No pasa
nada, me propongo no comer yo chuleta y cambiar el chip para que no me afecte
todo esto. Cuando estoy haciendo las chuletas me pongo a contar, porque me
quedan por hacer dos y mi sorpresa es darme cuenta de que no hay siete, sino
ocho chuletas. Cuento de nuevo y, efectivamente, hay ocho. No doy crédito, pues
yo mismo pedí siete al carnicero y las conté mientras las metía en la bolsa
porque estoy harto de que nos engañen y nos vendan más de lo que pedimos.
¡Había siete!
Por si acaso, vuelvo a contar... y me
acuerdo de Santa Clara y las cincuenta rebanadas de pan... El Señor está grande
con nosotros. Como no tuvimos previsión de la hora a la que venían los niños, empecé
a hacer la cena cuando ya estaban en casa, con lo que tuvieron que esperar más
de una hora a que estuviera todo listo, así que una de las niñas que estaba
mala se fue para casa con su comida en un recipiente.
Los demás devoraron la chuleta, pero para
mi asombro, nos dicen que no comen arroz por las noches nunca. Mi primera
intención había sido coger el bol de arroz y lanzarlo por la ventana sin abrir
los cristales... pero me callé y seguí mordiendo el hueso de mi chuleta...
Cuando acaba la cena, lo que sobra se
lo preparamos para llevar a casa, eso sí, después de un postre inédito para
ellos: yogur de chocolate.
Ver la cara de unos niños que,
probablemente, no hayan comido nunca nada así es gratificante. Ellos están muy
agradecidos y nos lo hacen saber. Finalmente se van y aprovecho para echar un
cigarro y pensar en la cama, que me llama a gritos. Como yo he hecho la cena no
tengo que fregar los platos, así que después del último yogur acabó mi jornada
laboral.
Nos vamos a acostar pronto. Yo ya les
advertí a mis compañeros que el miércoles era probable que no tuviera fuerzas
para madrugar para la misa, muy a mi pesar. En cualquier caso era temprano,
sobre las diez de la noche, y si me acuesto pronto quizás me pueda levantar.
Así lo hago...
Y al día siguiente me desperté como si
nada hubiera pasado. Dormir algo más de lo acostumbrado es como inyectarse una
dosis de fuerzas extra al día siguiente. Nos vamos a misa, y el miércoles en la
misa el Evangelio nos recuerda que Jesús dijo que no vino a abolir la ley, sino
a darle plenitud. Esto ¿qué quiere decir?...
Pues quiere decir que Jesús es el punto
final de la Antigua Alianza, y el primer renglón de la nueva. Quiere decir que
no hay que quedarse con las normas del Antiguo Testamento como muchos indoctos
hacen hoy día, especialmente los testigos de jehová. Pero no solo ellos, sino
que entre muchos católicos se refleja un estado de cumpli ... miento de la
Escritura sin saber ni qué dice ni (algo igual de importante) cómo lo dice.
Y es que el Evangelio no es un libro
lleno de normas que hay que cumplir, sino que es algo bien distinto. Yo no
tengo que cumplir el Evangelio, sino que es el Evangelio el que se cumple en
mí... Nosotros por nosotros mismos ni valemos nada ni sabemos nada. Por eso es
por lo que es importante reconocer lo que somos e intentar, desde la humildad,
que el Evangelio se cumpla en nosotros. Entretanto son muchos los que siguen
quedándose en los derramamientos de sangre en Jericó, o en la ballena que se
tragó a Jonás sin saber siquiera lo que es un género literario... Mejor que no
lean “Caperucita roja”, porque entonces creerán que los lobos hablan...
Salimos de misa y vamos a desayunar
porque tenemos que ir a por la moto. Tomamos el taxi-b y nos dirigimos a por
ella. Pagamos el precio, le damos una fianza que nos presta Grandir Dignement y
salimos de la tienda motorizados. Nos vamos directos a Antanimora, del tirón.
El viaje es una pasada, porque las
caravanas que se forman son espectaculares, pero nosotros nos colamos entre los
coches con tal fluidez que llegamos en media hora. La diferencia entre viajar
así y hacerlo en taxi-b es de más de una hora, y como lo hacemos dos veces al
día, ganamos casi tres horas diarias. Creo que es un acierto tener la moto y me
acuerdo de mi periplo peruano, donde hice lo mismo para ahorrar tiempo y ganar
en independencia.
En Antanimora están los chicos
esperándonos porque ayer les dijimos que llevaríamos globos, o como ellos les
llaman, balones. Los llenan de agua y se los tiran unos a otros, no se cansan.
Aprovecho para visitar la obra. Todo va
bien y rápido. Es mucha la gente que trabaja y la cosa va sobre ruedas, como
nosotros.
La mañana pasa rápido cuando jugamos
con los chavales. Ellos se entretienen mucho con nosotros, pues somos como su
televisor. Nos tienen pocas horas al día y aprovechan hasta el último minuto.
Eso sí, cansa... sobre todo cuando juego con ellos al fútbol.
Terminada la jornada nos vamos a casa
en la moto, y lo mismo, el viaje es muy cómodo porque está cambiando el tiempo
y hace varios días que no llueve. Hay un sol espléndido y no hace ningún frío
para viajar en moto; esperemos que el tiempo cambie definitivamente.
En casa, llegamos tan temprano que
comemos y nos acostamos un rato la siesta. Después vamos a una cita en la casa
antigua para discutir un problema que ha surgido en casa. Hay cosas que no se
pueden tolerar, y alguien (no sabemos quién) ha hecho algo bastante grave que
afecta a nuestra convivencia futura. Es lo típico de las películas de Agatha
Christie, que todos saben que algo grave ha pasado, todos estábamos en casa en
ese momento, así que no puede ser alguien de fuera y tenemos que descubrir al
culpable. Al igual que en las novelas de la mencionada escritora, hay una
persona sobre la que, por lógica, recaen todas las miradas. Sin embargo,
debemos recordar que los casos se terminaban resolviendo y la mayoría de las
veces el culpable era quien menos se esperaba... Veremos en qué acaba esta
novela.
Nos vamos a casa con los ánimos un poco
por los suelos, pero como digo yo, somos un grupo de cooperantes cristianos y
esto tiene que resolverse de manera cristiana también.
El jueves nos levantamos con mejores
ánimos, quizás por saber que no tenemos que padecer los horrores del taxi-b. Sé
que es un medio de transporte más y que son muchos los que lo usan a diario, y
si fuera necesario, lo seguiría usando. El caso es que tengo una oportunidad de
oro para ahorrar casi tres horas al día, y estando aquí por poco más de veinte
días más, es bastante tiempo.
En fin, que antes de hacer nada vamos a
la misa, y me quedo con una frase del Evangelio de Lucas (11, 14-23) que dice:
“quien no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama”.
Una buena verdad en pocas palabras. O se es cristiano o no se es, no hay más
opción. Lo cierto es que si lo somos, debemos actuar con coherencia, no con
apariencia.
A Jesús le acusaban de expulsar
demonios con el poder del demonio, cosa bastante ilógica incluso para las
cerradas mentes de aquella época. Lo mismo pasa hoy con quienes no quieren
escuchar. Dice Jeremías (7, 23-28): “Ya puedes repetirles este discurso, que
no te escucharán; ya puedes gritarles, que no te escucharán”. Es más fácil
hablar a una planta que a una persona que no quiere escuchar, y hoy día es
bastante frecuente que la gente se obceque con los problemas que ha habido en
la Iglesia, ahora y a lo largo de los siglos, y quienes no quieren escuchar
solo saben hablar de Galileo, de la Inquisición o de los casos de pederastia,
sin querer saber qué más cosas ha hecho la Iglesia.
Si cuando
nos equivocamos en la vida se nos condenase, os aseguro que ni la Madre Teresa
de Calcuta estaría libre de culpa. Y mucho menos los que se jactan de ser
portavoces de los problemas de los demás, que generalmente tienen su casa más
sucia que la del resto, sin embargo sacan a relucir el polvo que acumula el
mueble de la vecina.
Como yo hace tiempo que hago oídos
sordos a este tipo de sandeces, porque lo son, vivo tranquilo. Antes me
preocupaba más e intentaba dar razones sobre porqué la Iglesia es buena, pero
al final me di cuenta de que a los “programados” por el sistema dominante en
España por tantos años es más difícil hacerles entender esto que explicarle a
una lechuza la receta del pulpo a la gallega y que la entienda.
Bueno, que nos vamos a la prisión a
trabajar Karima y yo. Ella con los chavales, yo con los albañiles. Luego nos
ponemos los dos con los chavales. Al final se tiene que poner el sifón de 100
mm de diámetro, no existe otra posibilidad. Llegan los depósitos y hay que
estar ahí para inmortalizar el momento, pues me dijeron ayer que los iban a
meter a mano en el patio, ya que no hay camión aquí que pueda meterlos con
grúa. Como un depósito de 5.000 litros no entra muy bien por una puerta de
paso, les pregunto por el método escogido para llevarlo a su sitio. Me cuentan
que eso no es problema aquí, pues entre veinte personas se manejan bien con el
aparato. Lo malo es tener que hacerlo por encima del tejado. No sé en qué
estado quedará un tejado después del trajín de llevar tal monstruo entre tanta
gente. Medios hay pocos, pero ganas muchas.
Y en efecto, el camión solo alcanza a
subir el depósito al tejado, y ahí empieza el trabajo de los malgaches. No
están muy bien dirigidos por el encargado, que les dice para acá, luego para
allá... y al final los trabajadores toman las riendas... y así les fue.
Primero intentan arrastrarlo, pero no
pueden hacerlo sin romper el depósito ni el tejado. Luego intentan cogerlo
entre todos, pero el espacio es reducido, la pendiente pronunciada y el piso
inestable, con lo que la idea se aparca también. Unos se rascan la cabeza
mientras otros se sientan para que el resto piense que están maquinando un
plan, cosa en la que fracasan al primer ronquido. A un lumbreras se le ocurre
que lo mejor es llevarlo rodando por la pendiente, y hay incluso quien secunda
su propuesta. Menos mal que antes de intentarlo les digo que piensen antes el
método de frenar semejante mole cuando llegue al alero y cambian de parecer.
Finalmente toman una idea práctica y eficaz, aunque jamás pensada por mí por lo
insólito del método. El elaborado plan consiste en arrearle una patada al
depósito para hacerlo caer al patio y estrellarlo contra el suelo. A este
método lo he bautizado con el nombre de “acopio de material mediante el método
gravitatorio”. No doy crédito a lo que ven mis ojos... sin embargo, por esas
cosas de la vida, el método es efectivo, rápido y eficaz. El depósito está en
el suelo, que es lo que se pretendía. Eso sí, antes de llevarlo a su sitio hay
que examinarlo bien para inspeccionar los posibles desperfectos, y oye... ni el
más mínimo rasguño.
Creo que voy a patentar este método en
España, y el primer trabajo que haré será la mudanza de todos los archiperres
de los testigos de jehová. Con suerte este método solo funciona en el
hemisferio sur...
Bueno, hoy tenemos sorpresa para los
chicos de la prisión. En los platos de arroz cocido, que es lo que comen a
diario, hemos puesto un par de regalitos: caramelos y globos de agua.
Parece una tontería, pero hasta el
mismo aspecto de los platos cambia, pasando de la tristeza de un blanco
completo a la alegría de un salpicado de colorines. Incluso la vista del menú
cambia, pero lo mejor es ver las caras de sorpresa de muchos cuando reciben su
monótona ración de arroz. Hoy el menú ha cambiado, es arroz con alegría.
Aliñándolo con un poquito de color |
Y el resultado final es arroz con alegría... |
Allí estaba con los helados, así que le
pagó y fuimos a repartirlos rápido, pues esto no puede esperar mucho tiempo,
sobre todo con los 40 grados a la sombra que hacen aquí.
A los chavales los convocan con el
sonido del cerrojo de la puerta. Pegan cuatro o cinco cerrojazos y ellos ya
saben que tienen que formar filas. Normalmente es para recibir charlas, pero
hoy no saben que es para recibir algo mejor. Cuando nos ven con los polos, a
alguno se le caen hasta las lágrimas.
Tienen la orden de sentarse en el suelo
a medida que reciben el helado, así nosotros sabemos quien tiene y quien no,
porque entre tanta gente es un lío. Se comen los helados rápido, aunque alguno
prefiere saborearlo bien, como pensando que este momento es necesario alargarlo
mucho... ¡cuándo volverá a comer un helado!. Y con este pensamiento me fui, y
pensé: “mañana no comerán helado, pero comerán galletas de chocolate, de eso me
encargo yo...”.
Nos despiden con el típico saludo del
puño cerrado contra el pecho, haciéndonos saber que estamos en sus corazones. A
veces me pregunto qué pensarán ellos de nosotros. Qué pensarán que ganamos
nosotros viniendo a verlos y a jugar con ellos a diario. Qué creerán que nos
mueve a hacerlo o qué interés podemos tener. Ellos no saben, aunque ya me estoy
encargando yo, que nos manda un tal Jesucristo, que me dejó encargado que
visitase al preso, que ayudara a los niños con necesidad, que diera de comer al
hambriento y sobre todo, que les hablara de Él, aunque sea en un francés mediocre.
Tengo que reconocer que tienen razón,
pues yo hago esto por el interés, porque me gano algo, porque no hago esto
gratis, sino que gano muchísimo...
Antes de ir a casa pasamos a comer por "La Gare", que es una estación de trenes un poco pija, la verdad. Pero nos espera Remy porque Karima quiere invitarnos a comer, ya que quería hacerlo la semana pasada y no pudimos. El motivo es su cumpleaños. Me quedo atónito cuando veo que en el menú hay, nada más y nada menos, que gazpacho andaluz.
Como no puede ser de otra forma, tenemos que probarlo. No está mal, pero no es andaluz, sino malgache con cierto toque andaluz. El caso es que es bueno saber que los productos españoles cruzan fronteras. Entre la paella y el gazpacho somos famosos por medio mundo.
Antes de ir a casa pasamos a comer por "La Gare", que es una estación de trenes un poco pija, la verdad. Pero nos espera Remy porque Karima quiere invitarnos a comer, ya que quería hacerlo la semana pasada y no pudimos. El motivo es su cumpleaños. Me quedo atónito cuando veo que en el menú hay, nada más y nada menos, que gazpacho andaluz.
El gazpacho de mi tierra es internacional |
El gazpacho |
En casa no hacemos nada especial, solo
pensar en el día y en las cosas que han estado pasando dentro y fuera. Y para
relajarnos un poco decidimos jugar un poco con los chavales del barrio, a los
que repartimos globos para ver sus caras. ¡Y vaya caras!. Qué cosas tiene
esto... ¿Cómo puedes explicar que un niño de aquí es cien mil veces más feliz con
un globo que uno español con la PS3?... ¿Te lo puedes creer?. Dale a un niño de
allá un globo y espera a ver qué hace con él. Con suerte solo te mandará a la
mierda mientas lo explota, y puede que hasta te explique que la próxima vez
puede que tengas un “accidente”.
Acabados los juegos nos vamos a dormir.
El viernes se espera tenso y trabajoso, y hay muchas cosas que hacer. Peor
además hay que levantarse temprano para la misa, y hoy que no duerme Remy en
casa es un buen día para acostarnos temprano y descansar, aunque finalmente me
acuesto a la misma hora de siempre, inexplicablemente. A partir de ahora voy a
comprar una botella de cloroformo, y cuando diga que me acuesto, me acuesto...
Hasta mañana!
Días intensos Martín, oye no hay alguna posibilidad de alojaros algo más cerca de la cárcel y no tener que viajar tanto todos los días?
ResponderEliminarEs tremendo el esfuerzo diario por llegar al lugar de trabajo y luego las pegas que ponemos aquí, en fin el mundo al revés.
Buen día.
Sí la he tenido... pero no sé si has leido en otro capítulo (no recuerdo cual) que preferí quedarme aquí para estar con los compañeros. No saben cocinar y hacemos un buen grupo, así que preferí alquilar la moto para ganar tiempo y seguir compartiendo mi experiencia con ellos... Acerté...
ResponderEliminarAh! y la casa estaba a cinco minutos de la cárcel... pero a veces es preferible menos comodidad para el cuerpo y más para el alma... no?... Un abrazo, y a ver si me dices quien eres!!
los anónimos somos así jajaja o ya no recuerdas?
Eliminarjeje.... me alegra saber que mi amiga anónima ha vuelto. Lo que pasa es que, como otras veces me ha dado más coba, pensaba que era otra persona... me habías despistado.
ResponderEliminarEn cualquier caso, bienvenida de nuevo... ponte al día, que han pasado muchas cosas desde el 35.
Besos!