El
fin de semana se echó encima y nosotros casi ni nos dimos cuenta, sobre todo
porque salíamos el viernes por la mañana temprano. Yo estoy acostumbrado a
salir de viaje, los fines de semana, por las tardes. Lo hicimos tan temprano
que el jueves por la noche no estaba hecho a la idea todavía.
En fin, madrugamos para la misa, como
de costumbre. Antes de salir de viaje, el Evangelio me recuerda que no hay que
tener miedo a expresar lo que uno piensa, aunque a veces puede costar más de
una crítica o cosas peores. La verdad es que a mí me trae sin cuidado lo que
puedan opinar de mis creencias o de mi vocación cristiana. Es más, cuanto más
critiquen mis pensamientos, tanto mejor... será señal inequívoca de que están haciendo
el efecto deseado.
Aquí todos pueden opinar de todo, pero
siempre que las opiniones sean, o muy liberales o muy progresistas... eso de
hablar bien de la Iglesia católica a algunos les produce un repelús
directamente proporcional a mi satisfacción por ello, aunque reconozco que no
busco eso... por si acaso.
Cada
cual es libre de expresarse, pero según algunos, depende de qué digas o
pienses. Por eso yo me afirmo, me reafirmo y, además, advierto que todavía
quedan por venir muchos más pensamientos que, por supuesto, pondré aquí y en
algún lugar más. Si eres católico, defiende tu fe. No te quedes de brazos
cruzados mientras algunas personas, vacías de personalidad propia, buscan su
particular minuto de gloria hurgando en las vidas de los demás porque las suyas
son tan aburridas que ni ellos mismos quieren saber de ellas.
Así lo hizo Jesús, aunque le costó la
vida. Así nos lo muestra en el Evangelio de Mateo, 21. “Los sumos sacerdotes
y fariseos, al oir sus parábolas, comprendieron que hablaban de ellos. Y,
aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta”.
Vamos, lo mismito que hoy día, o quizás hoy más incluso... hay fariseos e
hipócritas por doquier, lo malo es que suelen ser, como nos dice el Evangelio,
unos cobardes que no dan la cara y que tienen miedo y que se escudan en las
palabras anónimas o en las críticas ante quienes saben que no se defenderán. De
ahí tanta crítica valiente a la Iglesia católica y tanto olor a pañal usado
cuando se trata de hacer lo mismo con el Islam. Valientes de medio pelo...
Bien, después de esta inusual
introducción (no todo van a ser meditaciones), comienzo a contaros el fin de
semana.
La cosa comienza a las 9:00 de la
mañana, cuando llega nuestro amigo Henri, un buen hombre que tiene un Renault 4
más cascado que el barco de Chanquete. Nos lleva a la estación de autobuses
entre sonidos y chasquidos varios que nos hacen sospechar que quizás no
lleguemos ni hasta la mitad del camino. Sin embargo los motores Renault son más
duros que los Panzer. Yo tuve un Renault 6 que fue antes de mi padre y que
tenía más brío que muchos Mercedes que se ven en las calles hoy en día. Ya
quisiera ver yo a estos últimos cargados de cemento y ladrillos para la obra, y
sobre todo después de treinta años de uso.
Pues nos deja en la estación, no sin
tener que hacer maniobras para no atropellar a la cantidad de “buscavidas” que
están esperando a los taxis con los turistas dentro para abordarles y conseguir
que vayan al taxi-bus que ellos decidan y conseguir así una propina. Hay uno
hombre que literalmente se tira sobre el capó del coche para que Henri pare y
así llevarnos el primero, pero a Henri parece importarle poco, y el individuo
tuvo suerte de no caer bajo las ruedas, pues no habría dudado en arrollarlo sin
piedad. En cierto modo es él quien se tiró al coche...
Por más que queremos no logramos
quitarnos de encima a tantos hombres que tiran de nosotros, hasta el punto de
que casi perdemos los nervios y vamos detrás de los menos pesados. A los que
tiran de nosotros nos los quitamos del medio de la misma forma. Hay uno que ha
tratado de robarme en tres ocasiones, y a la tercera vez le hago entender que
soy católico, pero que puedo olvidarme por un momento de ello si lo intenta una
cuarta. Las tres veces le he pillado con los dedos metidos en mi bolsillo,
intentando sacar algo mientras con la otra mano me hacía señales para
distraerme. Quizás habría sido una buena idea meter a “Bosco” (ya sabes, el
papagayo) en el bolsillo, y así se le quitarían las manos de meter los dedos
cuando sacase los muñones. Bosco es muy agradable, pero si te has fijado en el
capitulo anterior, mejor usar guantes, al menos de momento. Incluso con los
guantes de trabajo de piel de vaca mete unos mordiscos que ves las estrellas.
Me habría gustado sacar la cámara para inmortalizar este momento, pero habría
sido como sacar un filete de ternera delante de una manada de leones
hambrientos. Mejor os lo cuento y punto.
Nos montamos, por fin, en el
taxi-brouse. Cogemos sitio y ya no nos movemos, pues salir es provocar a los
cacos que te miran de arriba a abajo para ver qué tienes que puedan trincar. Al
final unos vigilamos el equipaje mientras otros salimos a echar un cigarro. Nos
asaltan multitud de vendedores ambulantes. A una mujer no le importa estar una
hora convenciéndote de que le compres unas rosquillas, aunque está viendo que
tengo tres que acabo de comprar. Otra me quiere vender gafas de sol, mientras
llevo puestas las mias, otra una linterna que ni ella misma es capaz de encender...
y finalmente viene un hombre que quiere vendernos una radio, y su estrategia
consiste en bailar sin parar con la música de la radio hasta que la compres.
Reconozco que casi se la compro para que dejase de menearse de semejante forma
cuando cantaba Shakira, aunque mi primer pensamiento había sido coger la radio
y lanzarla por encima de la tapia de la estación... pero no habría sido buena
idea, ya que parecía feliz bailando el “Waka-Waka”. Prefiero mirar para otro
lado, y hace efecto...
Es una pena, así que la parte económica
que tengo pensada para cooperar con los pobres prefiero usarla de manera más
inteligente. Viene una señora y le compro quesitos “la vaca que ríe”, y Karima
se encarga de repartirlos entre los niños. Viene otra señora y le compro galletas,
y Karima hace lo mismo... luego rosquillas, y lo mismo... y cuando nos queremos
dar cuenta viene todo el arsenal de vendedores ambulantes a nuestro alrededor.
Y es que, a veces, uno quiere ayudar, pero no sabe cómo. Tenemos que cerrar la
puerta porque la idea de comprar y repartir habrá que madurarla para otra
ocasión, no para una estación atestada de gente que quiere que tú resuelvas su
problema comprando todo lo que lleva. Es
triste, pero es la vida aquí.
Aunque a algunos les suene raro, lo
mejor que podemos hacer por esta gente y por este país no es darles dinero, ni
comida. Tampoco es comprar sus mercancías y dárselas a otros menos favorecidos.
Tampoco es viajar a la otra punta del mundo para estar con ellos. Lo mejor que
podemos hacer por esta pobre gente lo puedes hacer tú desde tu casa, y yo
también. Lo mejor y más efectivo es acordarnos en nuestras oraciones por esta
gente que lo pasa realmente mal y cuya única ilusión en su día a día es llegar
a “casa” con un poco menos de mercancía y algo más de dinero, porque no quieren
volver a cenar las galletas de sucedáneo de limón que ellos mismos venden. Por
eso te pido que te acuerdes, aunque sea ahora solamente, y que hagas una
oración por estas personas. Créeme que estarás haciendo más de lo que yo puedo
hacer aquí, con mi presencia y con dinero. Párate un segundo... y luego
continúas.
Gracias, en su nombre...
Bueno, por fin salimos de viaje. Vamos
algo apretados porque la furgoneta es pequeña y nosotros grandes. Además, vamos
cuatro repartidos entre las tres plazas. Para que te hagas una idea, es como si
en la parte de atrás de un clío tienen que ir cuatro personas (sin ir nadie
encima de nadie), incluyendo sus cuatro equipajes. Y así tres horas...
Cuando sales de la furgoneta es una
sensación parecida a la que tienes cuando llegas a casa y te quitas ese zapato
que tanto daño te hacía y que no te pudiste quitar en todo el día. De esto
entienden mucho las señoras...
Y por fin llegamos a “La Terrase”, un
bonito lugar para pasar el fin de semana, en una especie de bungalow junto a un
lago donde se pasan el día pescando con red y canoa los lugareños.
Vista de "La terrase" |
Lo primero de todo es probar las instalaciones |
Claro que en el techo del bungalow teníamos vecinos |
Echa tus redes, hombre de poca fe... |
Las niñas mirando |
Nos vamos a comer |
Y llamamos a nuestras nuevas amigas |
Que vienen encantadas a probar el helado |
Se lo comen con ganas, incluso a la pequeña le regalo la sombrilla del mío, ya que al suyo no se la pusieron |
Una imagen vale más que mil palabras |
Y que dos mil... |
Cuando terminamos nos vamos a echar un
rato la siesta. Cuando hicimos la reserva pedimos para tres personas, y ellos
dijeron rápidamente que sí, aunque no sabíamos que ellos pensaban que queríamos
dormir los tres en la misma cama. La cultura aquí es tan distinta que hay que
especificar hasta las cosas más lógicas, pero como ya es tarde, tenemos que
compartir habitación y cama. Menos mal que somos amigos y tenemos confianza,
aunque la peor parada es Karima, que tendrá que dormir entre dos hombres con
sus correspondientes ronquidos (aunque ya sabéis que yo no ronco mucho).
Es entonces cuando me ataca un cocodrilo a la salida del restaurante. Fue un momento crucial porque me pilló por sorpresa. La verdad es que tuve suerte y solo me agarró un brazo, así que me tiré encima rápido porque se me vino a la cabeza (de los documentales) que los cocodrilos dan vueltas para arrancar los miembros de sus presas. Quería tenerlo bien agarrado para dar vueltas con él y evitar que me desgarrase el brazo. Finalmente logré soltarme, no sin un gran esfuerzo. En esos momentos pasa por tu cabeza todo tipo de pensamientos, pero sacas fuerzas de flaqueza para salvar la vida. Doy gracias a Dios por poder contarlo y porque, finalmente, pude con él. Por esas casualidades de la vida, justo en ese momento mi amiga Karima estaba con la cámara y echó un par de fotos. Fue lo primero que se le ocurrió en lugar de buscar ayuda, pero gracias a ello hoy puedo "presumir" de tener las fotos del ataque en su pleno apogeo... ni en los mejores documentales... Aquí os dejo una imagen más detallada del momento del ataque... En mi cara se refleja claramente el furor de la lucha...
Me pilló por sorpresa |
Así pasamos la tarde, hasta que salimos
a cenar. Pero la comida fue tan abundante que no tenía ganas de nada, y mi cena
es una cerveza fría. Remy parece tener un pozo sin fondo en el estómago y se
deleita con una buena cena. Es entonces cuando conocemos a un vazhá de los de
libro. Un hombre francés de 65 años que está aquí por un turismo distinto al
que todos conocemos. Él está aquí para estar con chicas malgaches jóvenes y sin
recursos que quieran compartir su cuerpo con el adinerado europeo que le pague
sus gastos y algunas cenas en el restaurante. Nos cuenta sin reparos que está
casado y que su mujer, obviamente, no sabe nada. También que tiene advertida a
la chica malgache que cuando venga su señora no quiere que de señales de vida,
porque si no, tendrá problemas. Nos dice claramente que ella está contenta
porque él paga sus gastos, incluso nos cuenta que gasta 10.000 Ariarys a diario
en móvil, cosa que Karima interpreta como que realmente no es tan feliz y que
lo hace para desconectar de él. El caso es que nadie la obliga a hacer esto, y
tiene 24 años, con lo que es plenamente consciente de lo que hace y tiene la
edad legal para hacerlo. Peores son otros que hacen lo mismo alquilando las
niñas a sus padres, aunque creo que la actitud de los padres es bastante más
reprobable. Alquilar a una hija a un señor mayor por unas monedas muestra la
falta de respeto que hay aquí por la vida humana, o quizás la gran necesidad
que hay de dinero... En cualquier caso, no quiero juzgar la vida malgache con
mis pensamientos europeos.
Me voy a acostar porque los franceses
hablan un francés coloquial y estoy perdido. Yo pensaba que ya estaba como pez
en el agua con el idioma, pero me he dado cuenta de que una cosa es conocer el
idioma y otra distinta conocer el argot, además de que es doloroso para la
cabeza intentar descifrar todo lo que dicen, porque hablan muy rápido.
Nos acostamos porque el sábado queremos
hacer una visita a las cataratas o a los géiseres. Remy duerme en medio, y se
ocupa toda la noche de desarroparme, con lo que no logro pegar ojo. Él tira de
las sábanas inconscientemente, y cuando trato de recuperarlas, las tiene
agarradas como si fueran un tesoro que no quiere soltar. Pero finalmente me
duermo escuchando al gran Jorge Loring, entre risas, claro...
A la mañana siguiente nos sirven el
desayuno en “primera línea de laguna”, bajo una sombrilla. El desayuno es pan
de ayer, con mantequilla de antes de ayer y mermelada de épocas más remotas
aún. Pero hacemos de tripas corazón y nos comemos todo. Lo más cierto es que este
desayuno es mejor de lo que podamos encontrar por ahí.
Nos preparamos para ir a los géiseres
de Ampefy. El francés de ayer nos dijo que había precios económicos para viajar
allí, ya que por unos 10.000 Ar., nos llevarían sin problemas. La cosa cambia
cuando buscamos transporte, pero finalmente encontramos uno que nos lleva en un
coche casi fúnebre de la edad de piedra. Es más caro, pero nos esperará hasta
que terminemos de bañarnos (si es que lo hacemos) y luego nos volverá a traer a
casa. Por si acaso, nos llevamos el bañador.
Llegamos a los géiseres, y al principio
son como de risa. Un chorrito que sale del suelo que parece una manguera de
patio, pero más adelante están los buenos. Parece increíble que brote con esa
fuerza de la tierra un chorro de agua limpia y cristalina. Está a una
temperatura agradable y tiene sales calcáreas que van formando una especie de
estalagmita gigante con el paso de los siglos. El agua discurre por el suelo y
han construido dos piscinas naturales para que los turistas se bañen. También
hay barros medicinales que la gente usa para untarse por todo el cuerpo.
Incluso existe una pequeña caverna por la que sale un gas desconocido. Metemos
la cabeza y es como si aspiráramos amoniaco. El choque es tremendo y todos
sacamos la cabeza a la primera bocanada, sin embargo, los lugareños dicen que
cura el asma, la sinusitis y las migrañas. ¿Será verdad?. Lo cierto es que es
insoportable y hay que oler a ráfagas. El gas no es inflamable, y cuando metes
algo ardiendo, la falta de oxigeno hace todo se apague como por arte de magia.
Habría que estudiar la composición de ese gas y ver si, efectivamente, es bueno
para estas enfermedades. Ellos, sin embargo, se conforman con enseñarte cómo
huele a cambio de unas monedas.
El primero que vemos da un poco de risa... |
Y aquí el rey de los géiseres... increíble. |
Un geiser que forma una cascada natural |
Y mientras en España nieva... (lo siento, pero tenía que decirlo...) |
Cuidando el cutis |
Y los niños también se buscan la vida vendiendo piedras volcánicas |
Por la noche pasamos una bonita velada
en “La Terrase”. Aquí solo hay blancos, exceptuando a la dueña, que es un poco
pija. Los blancos lo son aún más, y no me siento cómodo entre tantas risas
alrededor de mojitos, puros y niños con tablets compradas para que dejen de dar
la murga mientras los padres disfrutan de las cosas de mayores. Las
conversaciones son ridículas y repelentes, y eso que no sé de qué hablan, pero
no pueden ser de otra forma cuando la gente solo ríe y no habla, cuando la
gente desprecia a los pobres que están fuera mirando porque son de otra clase,
una clase baja e incómoda. Sin embargo, a ellos parecen incomodarles poco y
siguen a lo suyo. Los vehículos de fuera son de tracción animal, pero ellos
tienen unos flamantes 4x4 que aparcan justo delante del restaurante para ver si
algún desdichado osa tocarlo. Pero lo más triste es ver como la dueña, malgache
también, desprecia a algunos que quieren venir a vendernos sus “advocats”
porque son como parásitos que vienen a molestar a los ricos europeos que dejan
dinero en su cantina, mientras viste un ridículo modelo, un vestido rosa largo
hasta los tobillos de esos que no llevan tirantes, con lo que se pasa la noche
tirando del vestido hacia arriba para que no se le salgan los pechos, así, como
las modernas europeas... y lo mejor son sus pendientes, de los cuales podrían
colgar lemures y estar a sus anchas. Por cierto, también tiene un perro muy
bien educado y muy bien tratado, que se pasa por las mesas de los clientes
lamiendo sus espaldas con sus babosas mandíbulas, así como comiendo lo que va
cayendo al suelo. Sin embargo, esto no le resulta molesto a la señora, que
prefiere al perro baboso antes que a los pequeños vendedores de “advocats”.
Nosotros no somos ajenos a tal
espectáculo, y me arrepiento de haber elegido este sitio para comer y cenar. Lo
cierto es que no hay otro, porque Ampefy es tan pequeño como tranquilo. El
pueblo se resume en una calle, de la cual la mitad es propiedad de la
mencionada zagala.
En fin, ya sé dónde no volver a pasar
un solo minuto más de mi vida. Prefiero mil veces más los pobres de mi barrio
malgache que esta gente insensible y falta de escrúpulos. Entre los que vienen
a hacer turismo sexual y los que vienen a hacer turismo egoísta a un país donde
todo es más barato y, además, sale gratis humillar al oriundo, estoy rodeado de
mequetrefes, tragaldabas y rascanalgas... Claro que de estos individuos no está
exenta mi propia tierra, donde abundan también, aunque a estos los suelo
denominar como “progresistas de medio pelo”, también conocidos como
“zapateranos”, “rubalcabienses”, “Llamazarinos”, “Victorcascudos” o
“Sanchezgordillorrios”.
Mejor me quedo a medio camino, en el
desierto de Sudán... lejos de unos, lejos de otros...
El domingo lo pasamos en la cama hasta
tarde, y a eso de las nueve, después del pobre desayuno que descubro que es
pobre para nosotros, pues los abrazafarolas desayunan cosas de más calidad, nos
vamos a la misa. Justo al lado tenemos una capilla muy mona, pero cuya
construcción al estilo anglicano me hace sospechar que es de nuestros “hermanos
separados”, y efectivamente así es. Tengo que ir a rescatar a Remy y Karima,
que habían cogido sitio en el primer banco. Preguntamos por una misa católica y
nos explican donde cae. Ayer nos dijeron que lejísimos, y hoy que a cinco
minutos.
Cuando llegamos nos encontraos con un
espectáculo algo bochornoso, y es que en la Iglesia están vendiendo arroz,
pastas, etc... y todo al mejor postor. Menos mal que no entiendo nada (y que no
tengo látigo) y salgo a fumar un cigarro hasta que al sacerdote le da por
comenzar. Lo malo estaba por llegar.
Una vez acabada la liturgia de la palabra, hacen una especia de representación
teatral que no entiendo. Salen cinco hombres con un número grande marcado en
una tabla. Resulta que son elecciones en el pueblo y la plebe tiene que votar
por el candidato que prefiera, y para ello usan la misa, entre la palabra y la
eucaristía. Uno a uno van saliendo y diciéndole su número al cura, que apunta
diligentemente en una libreta y va eliminando por número de votos a los menos
votados. Y la cosa dura nada menos que hora y media. Es indignante, pero como
se trata de una cultura popular, es más fácil convencer a una urraca de que no
robe joyas que a esta gente de que las elecciones son los domingos, pero no en
la misa.
Y con esto regresamos para comer, la
última comida con esta gente es más placentera que las mismas mini-vacaciones.
Tomamos un pequeño transporte que nos lleva a un pueblecito cercano donde
tomaremos el taxi-brouse. El chófer, como de costumbre, nos dice un precio.
Cuando llegamos nos dice otro, lógicamente superior. Nos dan ganas de
estrangularle, pero si hiciésemos eso cada vez que nos quieren engañar, la
población de Madagascar estaría en peligro de extinción.
Cuando llegamos al taxi-brouse, nos
montamos y damos gracias a Dios porque acabó el periplo de Ampefy, aunque
llegaría otro más adelante. Se averió la furgoneta a mitad de camino. Paramos
en un pueblo desconocido mientras la furgoneta echaba humo. Se rompió el latiguillo
del ventilador y casi se gripa. Menos mal que el intenso humo hizo parar al
conductor, y a todos nosotros bajarnos para no morir asfixiados. Hora y media
después, logran arreglar el asunto. La reparación duró un kilómetro más o
menos, hasta que volvió a averiarse de nuevo, y eso que advertí al chófer que
comprobara que funcionaba bien, pero él, fiándose de sus maravillosas manos, se
montó y nos dijo a todos que “marchando”, que “esto está listo”... y vaya si lo
estaba. Hubo que hacer otra parada hasta que vino un mecánico del pueblo a
solucionarlo, y después sí pudimos viajar tranquilos. Vamos, que salimos a las
dos de la tarde y llegamos a Tana a las nueve de la noche. Siete horazas para
recorrer 111 km, así que cuando llegamos a casa estábamos tan cansados que
apenas nos despedimos y cada cual se fue a su cuarto. No hubo tiempo ni para ir
a buscar a Bosco. Mañana iremos por él.
Os dejo algunas fotos:
Os dejo algunas fotos:
Y aquí acaba el periplo de Ampefy. Hasta mañana!
Hola mangurrino, me gusta veros de turismo también, no todos los días va uno por Madagascar?
ResponderEliminarPor cierto las fotos de los geiser muy chulas, ya veo que los baños os sentaron bien, pues ala a coger fuerzas.
Que otra vez me ha pillado el retraso, tengo que actualizarme yaaaaaa.