Esta
mañana estoy con la duda de si viajar a Granada o no, pero tampoco tengo muchas
alternativas. Hace ya muchos días que dije a los olleranos que ira a verles, y
siempre, por unas cosas y otras, he faltado.
No me encuentro del todo bien, pero
tampoco mal del todo, así que decido salir de viaje. Luego me arrepentiría...
nadie sabe lo que es conducir una moto por un camino de cabras con dolor de
cabeza... yo ya sí.
Como estaba en dudas sobre si viajar o
no, estuve haciendo tiempo más de la cuenta, y cuando quise salir ya era tarde.
Intenté avisar a Juan de Dios para decirle que me esperara a comer, pero no
tenía cobertura. Saldré, y si está en casa, comeré con él. La primera parte del
viaje, hasta Molinopampa, se hace más o menos bien, porque el camino es más o
menos bueno... lo malo es que me toca una caravana de camiones que van todos en
dirección Molino, con lo que la polvareda que sueltan no me deja ver, aparte de
que me están poniendo perdido de tierra. Tengo dos opciones, una es parar hasta
que están lejos para que el polvo no me afecte. La otra opción es adelantarlos
a todos. Esta última es la mejor, porque en el primer caso terminaría por
alcanzarlos de nuevo y otra vez tendría que parar.. Me pongo a adelantarlos sin
ver demasiado bien. Las carreteras son de tierra, y los camiones sueltan
muchísimo polvo. Tampoco tienen consideración de los que van atrás intentando
adelantar y no ayudan en nada... Es más, a alguno le tengo que hacer un gesto
que mejor no cuento.
Cuando termino con el último, o mejor
dicho, el primero, me miro y me doy cuenta de que soy un bulto marrón de tierra
sobre una moto... En Molinopampa tendré que quitarme todo el polvo de encima
porque si paro ahora me vuelven a adelantar los camiones... y para evitar tener
que empezar de nuevo a adelantar camiones, aparte de un posible encontronazo
con el receptor de mi gesto de protesta, prefiero continuar.
Aquí llueve siempre, con lo que nunca
se levanta polvo, sin embargo, para un día que no llueve y pensando que tendría
un viaje placentero, me pasa esto... Murphy sabe que es mi ultimo viaje, de
hecho todavía me lo tendría que complicar más pasado Molinopampa.
En Molino aprovecho para llenar el
depósito, porque voy a Olleros antes que a Granada, y no quiero llegar a
Granada dejándole a Milton el depósito vacío.
Juan de Dios no está, así que paro en
lo que podríamos llamar bar junto a su casa. No tengo intención de pedir un
menú, porque no tengo ganas ni me apetece mucho comer aquí. Pido cuatro
bollitos de pan, una botella de agua y una especie de dulce que sabe a nocilla.
El tío me coge los bollos con las manos sucias, no como en Granada, que se
ponen una bolsa de plástico en la mano para darte el pan. Allí mismo me hago
los cuatro mini-bocadillos con una de las dos latas de atún que Juanita me
obligó a llevar. Como ya tenía el equipaje hecho, no me las quería llevar
porque no tenía donde meterlas, pero me obligó a meterlas en los bolsillos de
la cazadora... y mira por donde... Menos mal que Juanita siempre acierta.
Inicio la subida por el camino de
cabras. Mientras subo voy pensando que es la última vez (por ahora) que pasaré
por allí con la moto, así que intento disfrutar del paisaje. Pronto me
encuentro con Toni, que está bajando a Chacha para devolver el amplificador de
los carismáticos, que se lo dejaron en Granada.
Hablando con él, se me ocurre que el viernes,
como viene Monseñor, podemos hacer una chocolatada de despedida en la
municipalidad. Invitaremos a todo el pueblo, incluso a los niños del colegio.
Sigo la subida y empiezo a tener los
problemas que no he tenido en todos los viajes... y eso que no llueve. No me
explico como, sin llover, el camino está hoy peor que nunca. En uno de los
pasos enfangados, la moto se clava en el suelo y no hay manera de sacarla. Me
cuesta un montón arrancarla de nuevo, y luego no quiere salir ni para atrás ni
para adelante. Verás como me tengo que bajar a Molino andando a pedir ayuda
dejando la moto ahí en pié, clavada en medio del camino. Me canso tanto que
tengo que sentarme un rato a pensar una estrategia, y cuando lo intento de
nuevo, a duras penas sale la moto poco a poco... menos mal.
Ya empecé a cabrearme con el hecho de
que siempre que haces algo por última vez, tiene que salir mal... y todavía
quedaba otra.
Ya casi arriba, me pasó de nuevo lo
mismo, pero esta vez peor... Normalmente, cuando te topas con un trozo de
camino enfangado, suele ser de 10 metros o poco más e largo, pero esta vez son
de más de 50 metros, con lo que la moto, según pasas por el barro, se va
hundiendo cada vez más y más... y así hasta que te quedas clavado. Por un lado
el abismo, y por el otro una ladera vertical... no hay más remedio que pasar
por el barro. Pero también de esta con un poco de paciencia salí y continué el
viaje. Qué mala suerte... al menos doy gracias a Dios que no llueve.
Llegando ya al cruce de Granada, me
encuentro con el camión de la municipalidad de Chacha, que tiene mis mismos
problemas. Está atascado en el último tramo enfangado, y han pasado por los
mismos que yo con el camión cargado de arena... Me cuentan que llevan haciendo
el camino 24 horas... han tenido que dormir ahí. ¡Cómo son las cosas
aquí...!... Van como diez personas y una mujer con su bebé a la que quisieron
hacer el favor de subir en el camión, sin saber la pobre que le esperaba hacer
noche en la cabina del camión con diez hombres...
El camión cargado de arena... empujarlo hacia arriba es tarea titánica... |
Les intento ayudar, pero no puedo
porque voy cansado de pelear con mi moto y porque tengo la cabeza que me
explota... el frío que tengo no es normal, y les digo que lo siento, pero me
tengo que ir porque tengo que pasar por Olleros antes. Y al final llego a
Olleros, donde veo al teniente de alcalde, siempre contento de verme. Vemos la
zanja, le doy el dinero para comprar la madera que hemos encargado para el
encofrado de la zanja y me voy de vuelta rápido para Granada. El jueves
comienzan los trabajos en Olleros, así que no voy a ver mucho avance. Me lo
tendrá que mostrar Juan de Dios por fotos...
Ya en Granada, los niños me esperan
para la película. Llegando a Granada adelanto a un camioncete en el que viajan
en el remolque el carpintero, su hijo y el ayudante. Así vienen desde Jumbilla,
es decir, tres horas en pié en el
volquete... sentado no se puede ir porque te romperías hasta los huesecillos
del oído con tanto bache.
Terminada la película, regreso a mi
cuarto. Hoy no ceno porque tengo ganas de acostarme. Son las ocho de la tarde y
me meto en la cama... me duele la cabeza, tengo frío... y por fin, no tengo más
remedio que tomarme un paracetamol... eso sí, los antigripales sigo sin
usarlos.
Pero antes de terminar, quiero mostraros las últimas vistas de mi paseo motero:
Hasta mañana!!
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