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Hola!
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Hola!
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Saludos, don Martinsito!!
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Saludos profe!!
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Me han dicho que el día de mañana van ustedes a las siete
lagunas...
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Cierto... espero que salga bueno el día.
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Ah!... bueno no, bueníiiiisimo...
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Y eso cómo lo sabe?
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Pues mire, don Martinsito... resulta que cuando el cielo
deja ver unas estrellas sí y otras no, quiere decir que mañana no lloverá... de
todos modos, el mayor indicativo es aquel cerro (y señala co el dedo)... si
está nubladillo quiere decir que mañana hará un solazo todo el día.
- Qué bueno!. Gracias por la clase de meteorología... me
alegra saber que mañana andaremos secos.
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Bueno, don Martinsito... que descanse. Hasta mañana.
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Hasta mañana, profe!.
Y así me
fui a la cama, contento por saber que el día prometía. Puse el despertador a
las siete para salir el primero, no fuera que tuvieran que esperar por mí, y me
acosté. Antes de la hora convenida con el despertador abro la pestaña a causa
de un terrible ruido que no me deja dormir... parece el ruido de la tele cuando
pierde la señal, pero mucho más fuerte. Y cuando me espabilo, pienso:
¡¡¡valiente meteorólogo el profe!!!... estaba cayendo la lluvia del siglo sobre
las calaminas de la casa de Horacio, y cómo llovería para que yo me
despertara...
Me visto,
salgo a la calle y al abrir la puerta casi no atino a ver ni el umbral de la
puerta. La niebla es tan espesa que la puerta parecía la del programa “lluvia
de estrellas” cuando salía el concursante a cantar... Mejor no ver, porque si
veo al profe...
En fin,
que todos piensan que puede que se acabe por fastidiar el día, pero Horacio dice
que no, que a partir de las diez o las once clareará... así que es mejor salir
aunque sea lloviendo. Aquí la lluvia es tan normal que cuando viene un señor
hacia la casa de Horacio, le vemos atónitos cómo mete los pies en un charco,
cuando parecía venir sequito... y no contento con ello, se para encima del
charco y se remoja más los pies con las zapatillas puestas. Preguntado Horacio
por la tontuna del señor, responde que cuando uno tiene la costumbre de tener
los pies mojados, no aguanta el calzado en seco... por eso se metió los pies en
el charco hasta el tobillo. ¿¿...??... no me preguntes... no sabría
responderte. Surrealismo en estado puro...
En esto
que le digo a Horacio que no haga de pitoniso meteorólogo, que ya encontré uno
ayer y no me llenó el ojo... Sin embargo, él se apuesta una mano... casi ná...
Menos mal que acertaría... Dejó de llover algo, pero estuvo lloviendo a ratos
por casi todo el día.
Y nos
ponemos a esperar a Diógenes con todo el séquito, que había ido a recogerle a
Pedro Ruiz para tardar menos, por lo que venían por Jumbilla. Así me lo dijo
por teléfono, así que nos dispusimos a esperar para salir hasta casi las diez
de la mañana. Al menos podemos dar gracias por contar con la presencia del
cuerpo municipal casi al completo. Vienen Diógenes, Adelita, Manuel, Ever,
Manguera, Aníbal, Martín y Carmencita.... de Granada íbamos Lenin, Horacio,
Darío, los franceses, Fernando, un buen número de niños y otro señor que se
arrimó y cuyo nombre no recuerdo... vamos, que íbamos un nutrido grupete.
Después solté la mochila y me subí encima del équido... mejor... |
Segundo descanso... parada para comer y dejar las bestias... a partir de ahora las bestias somos nosotros mismos... |
El menú... |
Y pude,
si bien me tuve que subir un rato a la grupa de un caballo, porque estaba sin
jinete y hay que ser tonto para andar junto a un caballo... él me miraba y yo a
él. No sé si pensaría quien montaría a quién, pero no le dejé opción... cuando
se quiso dar cuenta ya estaba debajo de mi. Y se ponía a resoplar, aunque yo le
hacía gestos amables para que acarrease conmigo... ya si eso le llevaría yo
luego...
Llegado
un momento, y con eso de que iba más descansado, me encendí un cigarrito, y
como el potro de mi caballo iba detrás llevando al Manguera, por querencia
hacia su madre, le iba todo el humo a la cara. El Manguera es un antitabaquista
de libro, y por más que le arreaba al potro para adelantar a su madre, éste no
quería, así que se tragó todo el humo mientras iba profiriendo todo tipo de
improperios... y cuando acabé el cigarro me lo dijo. Yo no podía más que
decirle que podía haberlo dicho antes... además de esto, entre las ramas que yo
apartaba se ganó más de un sopapo por no estar atento cuando yo las soltaba.
A mitad
de camino, paramos para el descanso y aprovechamos para almorzar, ya que íbamos
por las casi dos horas de subida. No sabíamos los de fuera que a partir de ahí
el camino continuaba sin bestia... y cuando acabamos de comer la cecina con
maíz, el cuy y el pollo, me acordaba de mi mochila, que iba en la bestia de
Martín (me refiero al caballo) rumbo a las siete lagunas sin hacer la
parada, ya que ellos fueron por otro
camino. Nosotros íbamos, sin saberlo y dirigidos por los niños, hacia lo alto
de una montaña para divisar las lagunas desde lo alto, mientras que otros
prefirieron no soltar el caballo y avanzar hacia la orilla de las lagunas. Y yo
pensaba en mi mochila, especialmente por la comida, las botas de jeve y el
poncho de agua... Vaya fracaso haberla traido para nada, pero pensaba que luego
me haría falta....
Esto sí que son pendientes... lo demás son cuestecillas... |
Aquí se aprecia mejor la pendinte... |
3.606 msnm... y subiendo hasta los 4.000... y sin coca... |
Lagunaza... como dicen aquí... |
Y comenzó
la bajada... todo lo que sube, baja. Y bien que bajamos. La pendiente era casi
vertical, así que todos con cuidado de no caernos, hasta que Horacio, el guía,
cayó de bruces por una escarpada. Llevaba las manos en el bolsillo y no pudo
ponerlas para amortiguar la caida. Poco antes ma había pedido un cigarro, y
justo cuando aterrizó con toda la frente en la roca del suelo, se levantó a
toda prisa, le dio unas caladas al cigarro y se felicitaba porque no se había
apagado... vamos, casi se rompe la crisma y su mayor preocupación era que el
cigarro no se apagase, ya que con el viento y la lluvia costaba encenderlo.
Esta gente es de auténtico acero... eso sí, Fernando y yo no podíamos parar de
reir, aunque no queríamos que se sientiera violento por ver cómo dos españoles
se parten la caja por su desgracia...
Y entre
barrancos, charcos y escarpadas, llegamos a la orilla de las lagunas, donde
esperaban todos. Yo pregunté por mi mochila, pero Martín me dijo que la había
dejado varios kilómetros atrás, con las bestias... ufff!!!... Vaya éxito mi
mochila!!!
Y al final llegamos... y lo celebramos bien... |
Algunos no pudieron resistirse y se bañaron incluso... |
Cuando
estábamos para irnos, Lenin y Aníbal se quisieron dar un baño en la laguna.
Como ya estaban mojados, les daba igual, pero al parecer el agua estaba bien
fresquita. A ellos les importó poco, y mientras seguían con su baño,
comenzábamos la vuelta, pues ya era tarde y preveíamos que la noche nos daría
por el camino... y nadie llevaba linterna. Yo sí la llevaba, pero en mi maldita
mochila... Los niños se fueron delante a por las bestias, y cómo no, con ellas
se llevaron la que acarreaba mi mochila... y así me despedí de ella para
siempre, hasta Granada. Un quintal de cosas necesarias todas, y sin poder usar
ninguna. Se me caía un lagrimón cuando pensaba en la casi una hora que acarreé
con ella a la espalda por la cuesta, al inicio de la travesía.
Y
comenzamos a desandar lo andado, por un terreno lleno de charcos de entre los
cuales salían unas matas que era donde había que pisar. Unos pocos kilómetos
dando saltitos entre mata y mata, mata... (no sé si lo pillas)
Y la
pobre Adelita ya no podía con su alma, así que Diógenes se ocupó de llevarla
casi en brazos todo el rato... Y tuvimos que parar varias veces porque estaba
destrozada, si bien a los demás nos venían esas paradas muy bien, aunque la
noche avanzaba cada vez más. Es peligroso estar aquí de noche, no solo por los
osos, sino porque no sabríamos ni por donde andar... sería mejor echarse a dormir
y esperar la mañana antes que dar pasos en falso. Pero finalmente llegamos a
las bestias que quedaron en el camino y Adelita se montó en una, con lo que
avanzábamos más rápido.. claro está, hasta que la bestia de Adela salió
desbocada y la tiró al suelo. Póbrecita... lo que le faltaba. Menos mal que fue
en una zona de hierba, que si llega a ser en la de roca...
Y así, a
trompicones, fuimos andando mientras la noche se cerraba.. y para cuando
quisimos llegar a Granada, la noche estaba bien avanzada y no se veía nada. En
mi vida caminé por el campo, entre matas, charcos de un metro, pendientes de
barro y piedras sin ver... pero gracias a la experiencia de Horacio (H), pudimos
llegar sin excesivo sufrimiento... y en Granada celebramos la Odisea. Cenamos
en casa de Horacio y los miembros de la municipalidad se fueron a Chacha, junto
con los franceses. Fernando y yo nos quedamos comentando la jugada... y tomando
licor de mauxan, hasta que se nos fue de las manos y volvimos a ir a oscuras
cada uno a nuestro cuarto, solo que esta vez había luz... es lo que tiene beber
cosas de hombres, que sin darte cuenta estás hecho un niño...
Y así
acabó el día... duro entonces, pero algo de lo que reir ahora. La próxima vez
saldremos más temprano y, sobre todo, nos guiará Horacio, no los niños...
Benditos
niños...
Un
abrazo!!
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