Y así me
fui para Chachapoyas, donde el fin de semana prometía. Yo lo necesitaba...
El
viernes salimos los españoles y los franceses de nuevo por Chacha, y lo pasamos
más que bien, pero antes fuimos Fernando y yo con “el Manguera” a conocer La
Jalca. Ahí tenía que hacer un pequeño favor, con mucho gusto, para el profe
Diógenes. El favor consiste en realizar un levantamiento (un plano) de la
Iglesia de La Jalca, donde hay que ver qué iluminación poner, ya que es muy
pobre. Les voy a ayudar en este proyecto, y de paso saludo a mi amigo Lucho,
párroco de La Jalca, y conozco el pueblo y su famosa Iglesia, construida (según
algunos todavía creen) por Manuel Osito, que era mitad hombre mitad oso.
Manuel Osito, esculpido en una de las piedras de la torre |
La Iglesia de La Jalca, preciosa... |
Y la torre, exenta, muy original... en frente de la Iglesia. |
Un
día, dicen, un oso secuestró a una mujer muy bella y se la llevó para él. De su
unión nació Manuel Osito, con cuerpo de hombre y brazos y cabeza de oso. A él
le atribuyen, y a su sobrehumana fuerza, la construcción de la torre de la
Iglesia. Al parecer subía por la torre con las piedras al hombro, como quien
trepa por un árbol. Y cuando acabó, esculpieron en una piedra de la torre su
figura, para recordar por siempre su hazaña. Preguntadas algunas lugareñas si
creían semejante disparate, respondieron que por supuesto que sí, y que si yo
no creía no saben qué hago ahí... Vamos, que me gané una bronca por dudar de
Manuel Osito y su obra de construcción. Mejor no vuelvo a preguntar...
La lugareña... |
Hice
todas las mediciones de la Iglesia y terminamos pronto, para estar de regreso
en Chacha a eso de las seis de la tarde. El viaje fue más que bueno, ya que el
Manguera es un escándalo de hombre. Es mejor guía turístico que los que conozco
por aquí, y conoce todos los recodos de las montañas, especialmente donde hay
sarcófagos escondidos. Conoce la zona al dedillo, y también a sus gentes. Todos
le saludan cuando pasa y nosotros nos sentimos afortunados porque para
constantemente para enseñarnos cosas, paisajes, ríos, etc... y echamos fotos a
todo. También nos para a tomar el avituallamiento de chirimollas en un puesto
de una conocida que nos acoge con gusto. Compramos chirimollas para llevar y se
las regalé a los sacerdotes del Obispado... y deberían estar buenas, porque duraron
menos de 24 horas.
Lo mejor... los paisajes... te dejo que disfrutes de ellos...
Teníamos que hacernos la foto... |
Esto son chirimoyas... |
A la
vuelta nos dejó el Manguera en la plaza de armas, y cada cual se fue a duchar,
ya que este viernes saldríamos españoles y franceses a tomar algo y a un
concierto de música rock. El grupo se llama “Flagelo”, y Carmencita y yo nos
meábamos de risa porque yo entendí que el cantante era el que se llamaba así, y
cuando le expliqué lo que es un flagelo no podíamos parar de reir. Al final
quedó todo claro... vaya nombres que eligen algunos.
Vimos el
concierto y lo pasamos bastante bien, y después subimos a “La Reina”, la
discoteca de Charo Reina (no la artista española) donde se citan, por ser el
único sitio abierto a estas horas, todas las especies diversas que existen en
Chacha y alrededores. Nos acostamos tarde...
Se acabó
el fin de semana y yo tenía que regresar a Granada porque había que preparar la
última semana de catequesis a los niños que el próximo lunes recibirían el
sacramento del bautismo, eucaristía y confirmación. Además, había que bautizar
a Enita, la señora de Horacio, ya que se casarían ese lunes también y para
entonces tenía que estar bautizada. Y así me subí a Granada, a esperar a Juan
de Dios, que subió y administró el bautismo. Ya allí celebró la Eucaristía con
el pueblo, asombrado de la asistencia... el lunes 10 habría más gente.
Esta
semana en Granada fue especialmente mala porque al llegar, después de ver el
ímpetu de Toni y los trabajadores de la municipalidad y de encontrarme una torre que daba vergüenza verla, de nuevo... la cosa seguía igual... El
amigo Exequiel, que se había encargado de la construcción, no tenía ni idea de
construcción, y eso que los demás me dijeron que me fuera tranquilo. Me llevé
tal desilusión que me dieron ganas de recoger de nuevo mi equipaje y
largarme... Automáticamente le dije al “albañil” que abandonara el trabajo, que
estaba despedido... Toni estaba preocupado, especialmente después de lo que
pasó la semana pasada.
Les dije
que el próximo lunes 10 vendría el Obispo y que para entonces habría que tener
la torre demolida y vuelta a levantar. Además, la cuneta debería estar
terminada, pues el Obispo está especialmente interesado en ella y yo le dije
que estaría para su visita. Y como me desilusioné tanto, les dije que me iba a
Chacha para volver el día 10, día de la fiesta sacramental. Entonces apareció
un señor llamado Antonino, un viejete de la localidad que me conocía del año
pasado, pero que había tenido que estar por motivos de salud en Lima. Quería
conocerme en persona para hablar conmigo de ciertos aspectos de Granada y su
gente, y cuando me vio tan desilusionado me dijo que me tranquilizase, que él
tomaría cartas en el asunto, ya que es una persona respetada en la población.
Me dijo que podría estar tranquilo...
Me
presentaron a un tal Pedro Pablo, que se haría cargo de la reconstrucción de la
torre. Al parecer, es un buen trabajador. Negociamos el precio, y fue duro, ya
que decía que iba a cobrar más que el anterior, es decir, unos 6.000 Nuevos
Soles Peruanos, y eso que ya la encontraba algo más levantada. Su trabajo consistiría en continuar la torre una vez demolido
lo que Exequiel hizo mal, y no haría la cubierta, sino solo la construcción de
piedra. Llegó el momento de hacerme el duro y de decirle que no estaba
dispuesto a pagarle más, ya que Exequiel había cobrado 1.000 Soles por
adelantado y ese dinero estaba perdido, al igual que el del cemento y la arena
gastados... y el tiempo, que vale más aún.
Le ofrecí
5.500 por la torre completa y rechazó, y entonces hize como el año pasado con
el carpintero, es decir, me levanté, le di la mano y le dije que prefería echar
el dinero en otro sitio, como por ejemplo la cuneta o el solado de la Iglesia
por dentro. Cuando me vio irme me dejó un rato, supongo que para saber si iba
en serio o me estaba echando un farol... y cuando me vio desaparecer del todo
me llamó:
- Don
Martín, don Martín...
- Dígame,
le respondí.
- Acepto,
pero por el pueblo de Granada...
No podía
creerlo... estaba lleno de satisfacción. Aceptaba el trabajo y comenzaría cuanto
antes. Eso sí, antes había que demoler la torre, para lo que contaba con el
equipo de Futbol “Almendralejo, F. C.”, que agradecidos por el patrocinio de su
equipo, se ofrecieron voluntarios para el desmantelamiento de la torre, que
parecía más un huayco que una torrre.
La verdad
es que para un no entendido, la torre podría esperar, pero para los que
entendemos algo de esto, viendo cómo está el muro maestro de la derecha, donde
apoya la cubierta, es más que necesario. Este muro está tan agrietado que dudo
que pueda resistir el menor temblor. Si cae este muro, lo mejor sería demoler
la Iglesia entera. Hay que protegerlo por ambos costados. El año pasado lo
hicimos por el costado izquierdo, y este año hay que hacerlo por el derecho, de
ahí la urgencia de construir la torre, para que entre la torre y el muro del
apoyo del coro quede cogido como si se tratara de un sandwich.
Y con
estas me iría tranquilo de nuevo a Chacha... una vez más necesitaba un cambio
de aires, pues entre la desgana de la gente y los trabajos mal hechos, no sabía
si el farol de irme a Olleros había que hacerlo realidad.
Les dije
que me iba, pero que cuando volviera, dependería de ellos que me quedase o no,
especialmente por la impresión del Obispo.
Y así me
fui a Gocta, a despejarme. Me acompañó una amiga guía turística que conoce bien
la zona. Ella me enseñaría Gocta y yo le enseñaría la laguna de Pomacochas. Yo
ya conocía Gocta del año pasado, pero era un fin de semana de descanso y de
desconexión, y fue bueno... desconectamos e hicimos turismo franco-español.
Sin comentarios... |
En Gocta,
las maravillas de siempre.. ahí quieta, la cascada parece no molestar al mundo,
ni el mundo parece molestarla a ella. El año pasado hice un comentario acerca
de ella, tomado de las lecturas del breviario y modificado a mi gusto. Decía
así:
“Quien
diga que dios ha muerto,
que venga
a Gocta y vea,
si el
mundo es o no tarea,
de un
Dios que sigue despierto...”
Y este
año la quiero recordar, pues realmente es una obra de arte de la naturaleza que
Dios nos brindó para nuestro deleite. No sé qué pensaría cuando decidió
crearla, pero lo que sí sé es que lo hizo bien, muy bien... y hoy día todo el
que la visita se queda asombrado.
Como
la intención era pasar la noche en Cocachimba para salir al día siguiente a
Pomacochas, no llegamos a ella, pero la divisamos desde la terraza del hotel
que un español avispado construyó en la zona, con vistas inmejorables.
Una
cerveza con Gocta de fondo sabe mucho mejor... y la cena en la pequeña cabaña
del “Gallito de las Rocas” fue bastante buena.
El
viaje fue placentero, a pesar de la lluvia. Llovió tanto que nos pusimos de
agua hasta las cejas. Cuando llegamos a Cocachimba, lo primero que hice fue
quitarme toda la ropa, darme una ducha y ponerme ropa seca. Cuando íbamos a
cenar, como no había pan ni cerveza, fuimos a comprarla a la plaza del pueblo.
Como en estos pueblos no hay luz artificial en las calles, había que andar a
tientas... y pasando un campo de fútbol para llegar a la tienda, el suelo
estaba completamente mojado y con grandes charcos. La ida fue mala, pero la
vuelta peor... como no quería que ella se mojara los pies porque llevaba
sandalias y calcetines, me ofrecí para llevarla a burro... y cual fue mi
sorpresa cuando con ella a cuestas metí los dos pies en un charco hasta las
rodillas. Las únicas zapatillas secas que me quedaban ahora estaban empapadas.
Dos juegos de calzado empapados... Eso sí, quedé como un caballero... o eso
creo...
En
el hotel había secadora, a dos soles por prenda. Fui a que me secaran toda la
ropa para el día siguiente, pero se negaban a meter en la máquina las
zapatillas, así que al día siguiente estaba todo seco, excepto por los pies,
que los tenía empapados.
La
salida a Pomacochas fue buena, pues no llovía. Podía ir más rápido con la moto
y a la llegada vimos una preciosa laguna. Era más de una hora de camino,
contando con la hora hasta Cocachimba. Cuando llegamos íbamos directos a la
barca a dar un paseo por la laguna. El barquero estaba un tanto apático y
parecía no querer llevarnos, no entiendo por qué... así que nos sentamos en el
muelle y con los bollitos de pan y el lomo ibérico que me quedaba aún (regalo
de una amiga muy especial para el peregrino mangurrino) nos hicimos unos
bocatas más que buenos... y al final el hombre aceptó llevarnos. Al parecer
estaba esperando a un señor para ir a visitar a su criadero de truchas, en
medio de la laguna. Y por 15 Soles nos dio un paseo y nos llevó a la
piscigranja, donde dí de comer a las truchas.
Una
bonita mañana después, llegó la tarde... nos tomamos un café en una bonita
cafetería, echamos gasolina a la moto y nos enfilamos rumbo a Chacha... más de
dos horas de viaje.
Echando gasolina antes de salir para Chacha |
El
viaje bien, aunque nos sorprendió de nuevo la lluvia. Como ya estaba empapado,
no quería ni ponerme el poncho, aunque hacía tanto frío que me lo tuve que
poner para evitar el aire de frente. Paramos en una pequeña tasca a tomar algo
caliente, esperar a que dejara de llover y volver al camino. Y cuando estamos a
media hora de Chacha... zás!... se rompió el cable del embrague, así que tuve
que volver en cuarta hasta la misma puerta del taller. Era domingo por la tarde
y sabía que estaría cerrado, pero había que intentarlo. Si paraba la moto ya no
podría arrancarla, y no quería ni pensar en los controles policiales a la entrada
de Chacha. Si me paraban ya no podría arrancar, y si no estaban los policías y
llegaba a Chacha, habría que saltarse los semáforos... pero Christelle, que
conoce bien la zona, me guió por unos caminos donde no hay semáforos, y así
llegamos a la calle Salamanca, donde Dios quiso favorecernos... allí estaba el
taller cerrado, sin embargo, el dueño acababa de llegar para dejar su moto, en
ese preciso momento... bendita povidencia!.
Le
dejé la moto y nos pusimos rumbo a casa, cada cual a la suya a ducharnos y
cambiarnos... y así acabó un gran fin de semana, distinto... y lo mejor de todo
es que en todo el fin de semana no tuve ni un recuerdo de Granada y de la gente
que no quería colaborar en la construcción de la Iglesia. Realmente había
desconectado.
...
y continuará ...
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