Viernes
18, sábado 19 y domingo 20 de enero de 2013-01-20
Despidiéndome de mi hermana |
Como de costumbre, lo
primero de todo es el viaje. Comenzó el viernes después de comer, cuando nos
embarcamos en el coche mi hermana, Jorge, Nina (que iba a Madrid y vino con
nosotros) y el peregrino mangurrino.
A las cuatro de la madrugada está marcado
el toque de diana, porque hay que estar dos horas antes en el aeropuerto para
la facturación, y como el vuelo sale a las 7:05 de la mañana, tendré que estar
allí a las 5:00. El servicio de transfer del hotel nos lleva en quince minutos
a la terminal T2, facturamos y comienzan los problemas. La maleta de mano se
pasa de kilos, mientras que a la de bodega le faltan diez. Se soluciona rápido
sacando el ordenador portátil fuera del equipaje de mano, y una vez pesado,
volver a meterlo. La verdad es que a veces las soluciones a los problemas no
son difíciles... si todo fuera así de fácil..
Pronto dan las 6:30, hora límite de
embarque, así que me despido de Jorge y mi hermana, ellos regresan al hotel en
el transfer y yo voy a que me cacheen hasta detrás de las muelas. No sé si por
las amenazas a Francia o por una cuestión protocolaria normal, nos tenemos que
quitar botas, cinturones, reloj, pulseras, collares, etc. Luego, el ordenador
pasa aparte del equipaje, y antes que esto, un señor muy voluntarioso me dice
que pise una marca en el suelo para, con guantes de latex, tocarme por todos
lados... No es agradable, pero se nota que el policía tampoco disfruta mucho.
En fin, son las cosas de los aeropuertos.
Paso el control sin problemas, porque lo
más peligroso que llevo es el cortauñas, y empiezo a vestirme de nuevo. Recojo
todo en la maleta y me dirijo a la puerta de embarque.
El avión ya está listo, así que subimos
todos rápido y, puntualmente, despega sin contratiempos. Como es temprano, me
quedo un poco dormido, y sin darme cuenta, cuando despierto me dicen que nos
preparemos para el aterrizaje en París.
El aeropuerto de Charles de Gaulle estaba
totalmente nevado, así que los vuelos andaban con retraso. Como había una hora
entre el aterrizaje y el próximo vuelo hasta Madagascar, fui corriendo a buscar
la terminal, porque este aeropuerto es algo fuera de lo normal. Tardo como
media hora en llegar siguiendo las indicaciones de la terminal E, puerta K49.
Finalmente llego justo a tiempo para el embarque, así que me habría fumado un
cigarrillo, pero me habría costado el vuelo, con lo que embarco directamente.
Después de tanta prisa, nos tiramos dentro
del avión sin despegar una hora y media. El motivo es que las alas del Boeing
777 están cubiertas de nieve y deben quitarla. Viene un vehículo robotizado que
empieza a echar chorros de un líquido naranja por las alas, quitando toda la
nieve, y así las dos alas. Cuando termina podemos despegar, aunque ya estoy
cansado de estar hora y media esperando.
Finalmente nos enfilamos en la pista de
despegue y el avión sale rumbo a Madagascar. Por fin...!!. Hemos tardado más en
limpiar las alas de lo que tardamos de Madrid a París, pero las circunstancias
meteorológicas mandan.
Por fin en el aire nos dicen en francés lo
típico: Gracias por elegir a Air France, feliz vuelo, y tal y tal... Lo cierto
es que no sé que más dijo. Son mis primeros contactos con la lengua francesa, y
de momento no entiendo ni papas.
El viaje bien, aunque cansado. Son trece
horas las que hemos estado en el avión, si contamos la hora y media de retraso.
Y eso que el avión cuenta con todo tipo de comodidades. De entrada tenemos una
pantalla para cada uno en el respaldo del asiento delantero. Cada uno puede
elegir la televisión a la carta: películas, documentales, dibujos animados,
etc. Si hasta había videojuegos sacando un mando que funciona igual que una
Play Station. De todas las películas posibles, solo había en español un par de
ellas, y no de muy buena calidad, así que me vi todos los documentales en
inglés.
Las comidas y las cenas, regular. Las
mejores que puede haber en un vuelo. Para comer nos dieron una ensalada de maiz
con arroz, pavo y queso. Luego un poco de salmón ahumado, con lo que me
gusta... De postre unas galletitas saladas y para beber una mini-botella de
vino o agua. A mí me dieron las dos cosas.
La cena |
Lo más curioso es un anuncio en un papel
que dice en francés: “Aquí no servimos cerdo”. Toma ya!!.... me acuerdo de mi
amigo Chus Villarroel, al que le pasó lo mismo en uno de sus viajes y cuenta
cómo sacralizamos todo, hasta los cerdos... “Lo que Dios hace puro, el
hombre lo llama impuro...”
Si no fuera porque viajaba en ventanilla,
el viaje habría sido horroroso, pero viajar por encima de África no tiene más
que sorpresas. Al principio, por la costa sobre Alejandría, había tantas nubes
que prácticamente no se veía tierra. Luego, por encima del desierto de Libia,
solo se veía arena. Era una visión increíble de arena y más arena.... duna tras
duna, y todo a 10 Km de altura. La temperatura fuera del avión era de – 50ºC,
sin embargo, la que habría en el desierto seguramente rondaría los + 50ºC.
Vamos, que la diferencia entre donde yo estaba y la de abajo podría ser de unos
100ºC. Increíble, pero cierto.
Más adelante sobrevolamos Egipto, con sus
pirámides como granitos de arena, el Nilo azul como una minúscula corriente de
agua. Después vemos el Kilimanjaro igual que si fuera un pequeño cerro de
Extremadura, y pasamos al desierto de Addis Abeba y el Océano Índico para
sobrevolar la Isla buscada de Madagascar.
El aterrizaje bien, aunque con unas ganas
tremendas de abandonar la nave, lo cual se hace lento, pues hay que rellenar
los documentos de inmigración, las declaraciones juradas de vacunación y de las
cosas que vamos a hacer allí.
No sé porqué, pero cuando salgo fuera de
España tengo que rellenar mil papeles y demostrar que estoy vacunado de todo,
sin embargo, cuando entro de nuevo en España me reciben con los brazos
abiertos, aunque me presentase allí con la gripe aviar.
Pasamos los controles de aduana y me encuentro
con una señora que también va de cooperante a trabajar con el Obispo de
Antananarivo. Es de Valladolid, y hablamos un rato mientras nos hacen el
visado. Mi visado es rápido, aunque mejor no contar porqué.
La cinta de equipajes me da el susto, pues no
aparece mi maleta ni por activa ni por pasiva. Ya he visto maletas dando la
vuelta hasta diez veces, y la mía sin aparecer. Pero finalmente aparece de
lejos y me siento aliviado. La recojo y poco después David y Remi me esperan
para llevarme a casa. Les tengo que advertir que antes que nada me tengo que
fumar un cigarro, a lo que aceptan encantados, pues ellos también fuman y así
hablamos un rato.
Me cuentan algo de Madagascar, pues Remy
habla español bien, y acto seguido vamos a casa. Está lloviendo, cosa normal,
dicen, en estas fechas. No hace nada de frío, más bien un poco de calor
pegajoso, aunque no incómodo.
El baño |
la casa |
La ducha |
Después de comer hacemos tiempo y tenemos la primera reunión de trabajo. Me explican qué haré, dónde iré y qué quieren de mí. Me enseñan fotos y yo también a ellos. Nos conocemos mejor y después vamos a una misa a las 16:30, toda en francés, claro.
Aquí el idioma predominante no es el francés, sino el malgache, que ellos tampoco entienden mucho, así que van a las misas en francés, por lógica, pues ellos son franceses. Yo me llevo la biblia porque me han dado las lecturas y las hago en español, aunque una vez que se escuchan en francés, si prestas atención, se entiende.
Mi cama la de la izquierda |
Sara, la niña que tienen adoptada David y Hèléne, es muy graciosa, y no sé porqué quiere estar conmigo, así que se pasa la misa conmigo, sentada en mis rodillas y cogida cuando estamos en pie.
Con Sara a la salida de misa |
Al acabar la misa vamos al aeropuerto a cambiar dinero. Parece increíble, pero llevo a cambiar 300 soles y me dan a cambio 870.000 Ariarys. Parecerá mucho, pero 10.000 ariarys son unos 3 euros. Vamos, que aquí un coche puede costar un billón de ariarys....
Después de cambiar, regateando entre tres oficinas dentro del mismo aeropuerto, uno nos da 2900 ariarys por cada euro que cambiemos, mientras los demás vienen a nuestro encuentro para igualar la oferta, pero ya es tarde, que hubieran dado una oferta mejor antes.
Vamos a casa, donde nos espera una cena de espaguetis más finos con cebolla, pimiento rojo y pimiento verde. Tienen queso y salchichón, así que como en casa, pues además, por supuesto, la internacional Coca-Cola también llegó un día a Madagascar y está presente en todos los hogares.
El internacional equipo |
Para acabar la jornada de hoy, hemos estado jugando a un juego de cartas que le llaman “uno”, y luego a otro de dados proveniente de Perú. Hemos pasado un rato agradable.
Aquí se acaba la epopeya del fin de semana, entre viajes y experiencias. Mañana lunes el plan será levantarse a las 6:00. A esa hora hacen oración matinal en la comunidad. Después me dirigiré a la cárcel a conocer a los niños de allí y ver las instalaciones para empezar pronto a trabajar, que es para lo que he venido. Remy irá conmigo para hacer las labores de traducción. Nos vendrá a recoger un taxista al que han pagado para que durante toda la próxima semana lleve arroz a la cárcel, para alimentar a los pequeños presos.
Mañana os contaré más, de momento esto es todo.
Hasta mañana!
De momento esto es todo? Jo vaya cúmulo de experiencias,cambios,sensaciones...y todo a pocas horas de estar ahí.
ResponderEliminarLo que nos gustará que nos vayas aportando todas esas vivencias, espero que también sepamos valorar lo que tenemos aquí y lo afortunados que somos.
Desde España me suscribo a esta nueva publicación del peregrino mangurrino la cual espero leer todas las semanas.
Gracias nuevamente por compartirlo con nosotros.
Hola!... no sé quien eres porque no has firmado, pero muchas gracia por tus palabras y por seguir a este peregrino.
EliminarGracias por compartir?... mejor dicho, gracias a vosotros por estar conmigo!!
Deseando leer tus primeras experiencias,así que una vez más, gracias por compartirlas.
ResponderEliminarSuerte hoy y siempre.
Mil gracias!!... me alegra compartir mis experiencias con vosotros. Vuestros comentarios me animan mucho.
EliminarHasta pronto!!