Quería ir a misa de 7 para
saludar a los más de mil niños que se concentran en la parroquia en torno al
altar los domingos y que ya saben que estoy aquí, pero después de la paliza del viaje y la boda, cuando quise
abrir el ojo, eran casi las diez de la mañana. Habrá que esperar al próximo
domingo.
Dadas las circunstancias, me tomo
el día de descanso y salgo a dar un paseo para saludar a los sacerdotes de la
parroquia, ver un poco la comunidad desde esa carretera polvorienta que tanto
extrañaba y, de paso, regalar a los niños
caramelos y a las niñas un montón de bisutería que una amiga en Cáceres me
proporcionó el último día en España. La cosa fue providencial, puesto que no
tenía pensado ni por asomo traer tantos adornos femeninos: collares, pulseras,
pendientes, anillos y demás artículos que cualquier mujer española tiene por
doquier, pero que aquí son verdaderos tesoros en manos de unas niñas que ven en las
revistas a las mujeres adornadas con sus joyas y sueñan con tener una algún
día las suyas propias. Es tanta la alegría que les da recibir un anillo o unos pendientes que
hasta me he encontrado con alguna niña que se ha puesto a llorar de la emoción
mientras besaba su colgante. Esto no tiene precio, y doy gracias a Dios por
poner en mi camino personas así, que piensan hasta en los más pequeños detalles
que a uno se le escapan. Reconozco que, incluso, pensé en dejar la mayor parte
de la bisutería en España por temor a pasarme de kilos o que me las quitasen en
el control del aeropuerto, pero menos mal que no lo hice. Es más, para el año
que viene ya sé lo que hay que sumar al equipaje. Y tú, ya sabes, si quieres, puedes ir preparando tus artículos de bisutería para las niñas de aquí, o de donde quiera Dios que vaya...
Con sus collares nuevos... |
Estos no quieren saber nada de joyas... ¡solo quieren chupachups! |
En la parroquia me he encontrado
con una sorpresa. Tres estudiantes de la India están aquí, pasando unos días y
ayudando a la comunidad religiosa (indios también) en las tareas de los
colegios que gestionan. Son estudiantes de lo que en España viene a ser
Graduado Social y están en prácticas, acompañando a estos niños, que siempre
agradecen una visita. Lo que me pregunto es cómo puede ser que estos indios
tengan una piel tan oscura, tanto que hasta los propios keniatas parecen
europeos a su lado. Parece que sigo siendo el único blanco del lugar…Y como el día es de relax total,
lo acabamos con mis vecinos, los más pequeños que, como el año pasado, no dejan
de rondar la casa donde vivo para ver si pueden jugar conmigo. Ellos están
siempre dispuestos. Me miran, me tocan, me pasan la mano por el pelo y me
pellizcan los pelos de los brazos, como si fuera un bicho raro. Este extraño
«rito» tengo que pasarlo todos los años hasta que se acostumbran a mi color de
piel. Lo bueno de todo es que los niños tardan poco el olvidar las cosas
exteriores y se centran en las interiores, en las que les hacen felices: que
juegues con ellos y, por supuesto, que les des golosinas. Pero ni labor no
acaba ahí, sino que quiero hacer con ellos un experimento, igual que hice ya
hace años en Perú con los más pequeños. Me he traído un disco duro lleno de
películas, así que comenzaremos a proyectar las sesiones tardías de cine
infantil. El primer día tenía solo tres espectadores, pero ya llegará el
momento de que no quepan en la casa… Empezamos con "Ice Age".
Con las indias |
Y así acaba este domingo, tan atípico como
tranquilo. Me vendrá bien, pues a partir de mañana la cosa cambiará. Para
empezar tengo que visitar St. Mary´s Rehabilitation Centre y hablar con la
nueva coordinadora, la hermana Veneth Maria, para comenzar a trazar un plan de
trabajo. No hay mucho tiempo y sí mucho que hacer.
Pero, sin duda, lo mejor de este domingo ha sido la cena. Lo más parecido a lo que acostumbro a comer: tomate crudo con sal, cebolla frita y dos huevos fritos con una botella de aceite de oliva que me traje de España... esto no tiene precio. Eso sí, acompañado con chapati (derecha) y tsukuma wiki (izquierda).
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