Si cada día en la vida del
cristiano, ya de por sí, debe comenzar con una acción de gracias por el don de
la vida, con cuánto mayor motivo debemos agradecer en estos tiempos que corren
el despertar cada mañana en nuestras casas, rodeados de nuestros seres queridos
y con salud, esa salud que a muchos falta, que llena los pasillos de nuestros
hospitales de camas con nuevos enfermos, que hace de nuestros edificios
públicos hospitales improvisados de campaña.
Si el tiempo de Cuaresma es, como
se suele decir en sentido figurado, un tiempo fuerte, esta Cuaresma del 2020 lo
está siendo en el más real de los sentidos. Cuaresma y cuarentena son dos
palabras que, curiosamente, tienen una raíz etimológica común: los cuarenta
días que dura la separación, el sacrificio, en definitiva, la prueba. ¿Y qué
tendrá la prueba que todos huimos de ella? Como bien dice Chus Villarroel,
O.P., nuestra espiritualidad, la del mundo desarrollado en que vivimos, es cada
vez más una espiritualidad New Age (Nueva Era) caracterizada por ser una
espiritualidad sin cruz. Pero ya nos dice el papa en su oración a María ante la
epidemia del coronavirus que «estamos
seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la
alegría y la fiesta después de este momento de prueba». Es decir, que poniendo
su confianza en que la prueba pasará, sin embargo, no pide a Dios que nos exima
de ella, sino que vuelva la alegría una vez pasada. Indirectamente se nos está
diciendo que la prueba es como ese fuego que acrisola, pero solo para dar forma
y eliminar las impurezas, aunque ciertamente produzca dolor. Se nos está
diciendo que, en la vida del creyente, la prueba es necesaria y nos ayuda a
crecer.
Cristo nos dio ejemplo con su padecimiento |
Ciertamente, todos estamos
esperando que pase de largo esta epidemia, pero está en nosotros, los
cristianos, considerar esta Cuaresma tan especial como algo que olvidar, algo
que esperar que pase cuanto antes para volver a nuestra vida rutinaria de
misas, rosarios y mil quehaceres diarios o, por el contrario, pararnos a pensar
qué nos está queriendo decir Dios con todo esto que está ocurriendo. De nuestra
postura ante esta encrucijada depende algo vital para nuestra vida espiritual: que
esta Cuaresma, esta cuarentena, sea para nosotros un encierro o que, por el
contrario, se convierta en una oportunidad única de crecimiento interior,
buscando qué me quiere decir Dios con este parón en mi vida, considerando qué
es fundamental y qué accesorio para mí, en qué pongo mis anhelos y mis
esperanzas, y, sobre todo, si Jesucristo es para mí únicamente una tabla de
salvación para los momentos de crisis o, por el contrario, es esa Verdad con
mayúsculas con la cual tengo que configurar mi vida. Esto último es lo que nos
recuerda el papa en la oración anteriormente citada cuando dice: «ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos
a la voluntad del Padre».
De toda prueba, el hombre sale siempre fortalecido |
Pensemos en ello, pues jamás volveremos a tener una
oportunidad como esta para meditar, pararnos a pensar, poner en orden nuestras
ideas y nuestra fe. Quizás, aunque la espiritualidad de la New Age pueda no
comprenderlo y hasta escandalizarse, podamos sacar algo bueno del coronavirus.
Bendito sea Dios, gracias hermano porque es el Espíritu que confirma todo lo que dices y que viene ardiendo en nuestro corazón dia a día que está durando esta gran y fuerte prueba...que nos quiere decir; Aquí estoy YO que soy SU DIOS,vuelvan a mí...ánimo no tengan miedo...los que perseveren hasta el final...en fin, amén amén amén..
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