- No comparto
la foto del niño muerto en la playa porque me parece un acto de hipocresía,
sobre todo viniendo de aquellos que se dan golpes de pecho y después pasan de
la noticia para publicar sus selfies mientras desayunan en lugares bonitos, o en restaurantes de hoteles como si nada hubiese pasado.
- Pero, ¿es
que es malo compartir y divulgar una noticia para que se extienda un espíritu
de solidaridad que toque la fibra sensible de la gente?
- No, pero
hay personas que pretenden sentirse mejor o hacer ver lo buenos que son
compartiendo imágenes como esta para luego seguir con sus vidas como si nada.
- Bueno, pero
al menos han contribuido a la difusión de un mensaje, ¿no crees?
- ¿Un
mensaje? ¿Y cuál es el mensaje?
- Pues es
simple: que la humanidad no va por el camino correcto cuando permite que niños
como este mueran ahogados mientras huyen en busca de un futuro mejor.
- ¿Y sirve de
algo?
- No lo sé,
pero lo que sí sé es que quedarse de brazos cruzados no sirve de nada. Al menos
hay quien colabora en la difusión de un mensaje que creo que es bueno porque
nos remarca una vez más la injusticia que muchos padecen.
- Pero no
entiendo cómo uno puede compartir la imagen mientras después sigue con su vida
como si tal cosa y publica sus fotos. Yo prefiero elegir en qué restaurante comer mañana porque la vida sigue.
- Pero es que, efectivamente, la vida sigue. No tienes que sentirte mal por ello.
- Ya, sigue,
pero muchos son los que se dan golpes de pecho y…
- ¿Y qué? ¿Es
que los que se dan golpes de pecho no tienen el mismo derecho a opinar acerca
de las injusticias de la vida?
- Pues no,
porque de nada sirve seguir a Dios para creerse bueno, de la misma forma que de
nada sirve compartir una imagen para sentirse mejor.
- Es que uno
no sigue a Dios para creerse bueno, ni protesta contra la injusticia para
sentirse mejor.
- ¿Entonces?
¿Qué se adelanta rezando?
- El problema
que tienes es que no crees en el poder de la oración. Si creyeras en Dios,
entenderías que las personas que oramos por los que sufren injusticias como la
de este niño intentamos hacer algo, algo que está dentro de nuestras
posibilidades. No podemos ir allá a consolar a la familia, ni tampoco podemos
hacer nada por acabar con la guerra, pero sí podemos rezar para que Dios
interceda por todos aquellos que sufren. Al menos hacemos algo.
- ¿Para que
interceda? ¡Eso es absurdo!
- ¿Por qué
dices eso?
- Porque es
lo mismo que si yo digo que voy a lanzar piedras a un estanque como protesta
por la injusticia y para evitar que el mal siga azotando el mundo. ¿Crees que
serviría de algo eso?
- No. ¿Y tú?
Porque si de verdad lo crees, lo mejor que puedes hacer es ir ahora mismo a
lanzar esas piedras. Al menos estarías haciendo algo.
- ¿Para qué?
No serviría de nada.
- ¿Entonces?
- Entonces,
nada… Me refiero a que hacer algo que no sirve de nada es perder el tiempo.
- Te repito que
la oración sirve, y sirve de mucho. El problema no es de la oración, ni
siquiera de Dios. El problema es tuyo, que no crees ni en Dios ni, por tanto,
en la oración.
- Pues claro
que no creo. Por eso no rezo.
- Pues lanza
tus piedras.
- ¿Para qué?
Te he dicho mil veces ya que no sirve de nada. Es perder el tiempo.
- ¿Perder el
tiempo? ¿Por qué?
- Porque no
creo que lanzar piedras pueda cambiar nada.
- Pues busca otra cosa que hacer, pero haz algo. Yo, sin
embargo, como muchos otros, sí creemos que la oración puede cambiar el mundo.
- De hecho sentimos cómo el poder de la oración actúa.
- ¡Eso es
absurdo!
- ¿Por qué?
- Porque no
creo en ello.
- ¿Y porque
tú no crees en ello es absurdo?
- Bueno, al
menos es absurdo para mí.
- Bueno, por
ahí ya nos vamos entendiendo. Lo que para ti es absurdo no tiene por qué serlo
para los demás. Al fin y al cabo, quienes creemos en el poder de la oración
somos capaces de detener por unos instantes nuestra vida para pedir por
pequeños como este y por sus familias. Incluso somos capaces de pasar un día
entero sin probar nada de comer para solidarizarnos con los que sufren.
- ¿Y para
qué?
- Pues está
claro, para que Dios escuche nuestra plegaria y ayude a quienes sufren, pero
para eso tienes que creer en Dios, claro está… Quienes creemos en ello estamos convencidos de que sirve de mucho. Al menos hacemos algo... ya sabes...
- Ya,
entonces de nada servirá que yo rece.
- Pues tira
piedras.
- ¡Y dale con
las piedras!
- Pues no
tires piedras, pero haz algo de una vez en lugar de protestar y criticar. No te quedes de brazos cruzados. Al principio
decías que te parece un acto hipócrita publicar unas fotos para luego seguir
con la vida como si tal cosa. Pero, ¿te has parado a pensar que quienes han
compartido esa foto al menos se han parado para protestar ante el mundo con
ella?
- Sí, de
hecho la foto se ha hecho viral y circula por todo el mundo.
- ¿Y no ha
conmovido al mundo en pocas horas?
- Sí, lo ha
hecho. Pero, ¿para qué?
- El “para
qué” no lo sé, pero quizás pronto lo descubramos. A veces, cosas como esta son
la gota que colma el vaso para que quienes tienen en su mano actuar contra esta
injusticia se muevan. Y ahora todos los gobiernos del mundo han visto al
pequeño muerto, ahí, tirado en la playa. Quizás más de uno se esté pensando
actuar de una vez, pero para que alguien actúe hay que tocarle la fibra
sensible. Y si el mundo se ha conmocionado gracias a esa foto, bendito sea al
niño que ha muerto como un héroe para crear un punto de inflexión en la
solución de la barbarie que esta gente está viviendo.
- Bueno,
podría ser así. Pero sigo sin entender que haya gente que comparta la foto
para, después, publicar su selfie junto a un buen desayuno.
- Ya te he
dicho que la vida sigue y que no está en nuestra mano acabar con injusticias
como esta. Si lo estuviera, todo sería más fácil.
- Pues yo no
pienso publicar la foto.
- Pues no lo
hagas. Nadie te obliga a ello, de la misma forma que nadie obliga a nadie a
hacerlo. La gente lo hace porque siente pena, porque siente impotencia ante lo
que sucede.
- Pero intentar hacer ver que quien comparte imágenes así como
protesta contra la injusticia lo hace para sentirse mejor, es un poco fuerte.
Creo que quien lo hace es porque no se siente bien consigo mismo, porque no
está contento con su forma de actuar. Hay muchas formas de luchar contra la
injusticia, pero eso seguro que ya lo sabes.
- Pues no,
¿cómo, si puede saberse?
- Por ejemplo
yendo a una misión humanitaria como voluntario.
- Eso ya lo
he hecho.
- ¿Y qué tal
fue la experiencia?
- Bueno, fui
con un grupo de amigos a un país exótico. Compartimos cosas, enseñamos a los
niños, vivimos experiencias inolvidables, hice muchas fotos…
- Entonces, ¿fuiste
a ayudar o a vivir tu propia experiencia?
- Fui a
ayudar… pero…
- ¿Pero?
- Es verdad,
creo que al final fui a vivir una experiencia mía, para mí.
- Pues ahí
tienes la respuesta. Haz algo, pero algo que sirva a otros, no a ti. No elijas
tu destino, sino date plenamente para ir allá donde se te necesite. Dona tu dinero, comparte
tu comida, haz algo, lo que sea… ¡pero haz algo!
- La verdad
es que…
- Pero sobre
todo, hay algo que no debes hacer jamás.
- ¿Qué?
- Juzgar a
los demás.
- ¿Yo he
hecho eso?
- Sí. Lo has
hecho cuando afirmabas que la gente comparte fotos de injusticias para sentirse
mejor. Lo has hecho cuando acusaste a quienes se dan golpes de pecho, como si
publicasen esas fotos sólo para hacer ver lo buenos que son. Lo has hecho
cuando has afirmado que las creencias de los demás no sirven para nada. Y lo
has hecho cuando has reconocido que hasta tu voluntariado ha sido una
experiencia vacacional más que solidaria. Haz algo, algo en lo que creas, pero
haz algo.
- ¿Y qué
puedo hacer?
- De momento,
dejar de juzgar y criticar.
- Lo siento,
no pretendía…
- Ya, imagino
que no pretendías nada malo. Pero la impresión que has causado no es la más
correcta. Has intentado hacer ver al mundo que la única buena persona eres tú
por no publicar la foto. Y has intentado mostrar a todos tu lado amable, como
si tú fueses tan natural y buena que llevas la pena por dentro, mientras los
demás llevamos la pena por fuera, como si nosotros no pudiésemos sentir
compasión en un momento dado, como si sólo tú supieras lo que es ser solidaria.
- Lo siento.
- No lo
sientas. Haz algo, lo que sea, pero haz algo.
- Mañana
compartiré la foto.
- Si crees
que así vas a contribuir a la expansión de un sentimiento de concienciación
solidaria, hazlo. Después podrás publicar tus selfies y tus comentarios, las
fotos con tu novio y lo mucho que le quieres porque, efectivamente, la vida
sigue.
- Siento haber
sido yo la hipócrita.
- Pues yo me
alegro de que, al fin, te hayas dado cuenta de que la mejor manera para
solucionar las cosas es hacer algo, no criticar a quienes hacen algo, aunque lo
que hagan no creas que sirve de nada. Por cierto, una última pregunta: ¿acaso crees que habría sido mejor que el mundo callara ante la muerte de este pequeño?
- Pues no, la verdad...
- Claro que no, y de ser así, seguro que lo habrías criticado.
- Es cierto, lo habría hecho.
- Entonces se puede decir que tu problema está en ti, no en los demás.
- Gracias por ayudarme a descubrirlo.
- De nada. ¿Sabes una cosa?
- ¿Què?
- Que me alegro de que hayas acabado por entender. Aunque sólo fuese por eso, ya merece la pena haber publicado esa triste foto.
- Es cierto.
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