Este
título sí es original, al menos no se repite.
El
capítulo primero acababa antes de la cena del viernes, para la que había
quedado con Juanita, la hermana de Sor Carmen Rosa, del Convento de Santa Clara
de Almendralejo. La tarde del viernes la íbamos a pasar juntos haciendo una
visita a San Martín de Porres, pero finalmente no pudo. Yo preferí quedarme en
el hotel, pues el sábado por la mañana podría ir con mi amigo manolo, el
taxista, y así podría aprovechar para escribir el capítulo primero. Y así lo hice..
Tomando un aperitivo con Juanita, la hermana de Carmen Rosa |
Anoche
tuve una llamada telefónica, algo raro porque el número es nuevo y nadie lo
conoce aún. Era de GH Bus, y me sorprendió que me llamaran. Quería decirme que
el viaje a Chachapoyas estaba cancelado por problemas técnicos, así que tenía
un grave problema. Cuando vino Juanita, antes de ir a cenar, fuimos a buscar
otras compañías, y vimos Movil Tours, donde el precio era caro y había pocos
sitios, y luego Civa, donde era más barato y además, por cinco soles menos
tenía un asiento cama. Vamos, que la decisión estaba tomada y me quedé con la
plaza en Civa. Los de GH Bus me dijeron que podía pasar a retirar el dinero del
billete a partir de las 8:00, y así quedamos.
Juanita y
yo habíamos quedado para cenar, ya que quería que probara cosas típicas peruanas.
Fuimos a cenar ella, su marido, su hijo y yo. Me llevaron a un sitio donde
hacen comidas típicas, y probé el anticucho. A mí me sonaba el nombre del año
pasado, pero no me acordaba de lo que era. Hay anticuchos de chancho (cerdo) y
de pollo, y curiosamente también de pescado. Vamos, que hay anticuchos de
todo... así que los comí y seguí sin saber qué son exactamente, aunque puedo
deciros que estaba bueno.
De postre
nos pusieron “picarones”, que son una especie de rosquilla dulce hecha de
camote, que es lo que os decía ayer que era anaranjado (aunque lo hay en más
colores), y un poco de miel. Está muy bueno también.
El Pisco Sour |
Y para
aderezar el plato típico, me sirvieron un “pisco sour”, una bebida con
bastante alcohol, pero buena también. Tenía un sabor parecido al Gressi. Me lo
pusieron porque no quise “chicha”, ya que tengo un mal recuerdo del año pasado
en las fiestas de Huancas, donde me revolvió el estómago bien... y aunque me
dicen que esta chicha no es como aquella, de hecho es color violeta, prefiero no
tentar la suerte, ya que al día siguiente tomaría un autobús durante 24 horas y
no quería tener problemas estomacales...
Cenamos
bien, en buena compañía y en un lugar muy bonito. Charlamos de España, de Perú,
de ellos y de mí, y claro está, también de Carmen Rosa. Nos echamos unas fotos
y nos fuimos a casa dando un paseo. A mitad de camino, Juanito (el hijo) se va
a casa mientras ellos (Juan y Juana) me acompañan al hotel. Yo me pregunto si
les gustará la música de “Juanes”... seguro que sí.
A eso de
las 22:00 nos recogemos todos y es entonces cuando veo a Manolo, el taxista.
Está en el casino echando una ruleta, pero como su coche no está en la puerta,
no miro. Resulta que su taxi se “malogró” y ha tenido que comprar un coche
nuevo, y como no lo conocía, pensaba que no estaba. Pero el botones, que sabe
que lo busco, me avisa de que está jugando y entro a saludarle. Su juego dista
mucho de ser el de un ludópata, sino más bien es el juego de quien espera a que
le llamen para hacer una “carrera” con el taxi. Mientras unos juegan partidas
de 1.000 soles a una tirada, él se contenta con jugarlas de dos o tres soles,
como máximo. Le gusta ver cómo juegan los demás y disfruta cuando sale con una
ganancia de ocho o diez soles... Se va contento si gana, y no le importa
perder, ya que es poca cantidad la que arriesga.
Cuando me
ve da un salgo de alegría, aunque no me conoció al principio, cuando me puse a
su lado mientras le preguntaba qué tal la partida... cuando cayó en la cuenta
soltó un “Martincitooooooo”... y me dio un abrazo. Le dije que no me quedaría
mucho tiempo para “conversar” con él, ya que estaba cansado por el viaje y el
cambio de horario, pero que el sábado quedábamos a las 8:00 para ir a ver a
nuestro “Martinsito”... y con estas me acosté.
No tardé mucho
en dormirme, eso sí, después de una ducha. Como no había champú en el baño, lo
pedí por teléfono. Me dijeron que bajase a recepción, donde me darían una
bolsita de esas de hotel. Cuando me la da, le digo a la chica que muchas
gracias, pero me espeta: ¡¡eh, eh... me lo tienes que pagar!!... Sol y
medio...
En
esos momentos te dan ganas de mandarla lejos, más por los modales que por el
hecho de querer cobrarte una ridícula bolsa, cuando llevas dos días de hotel,
desayunando, comiendo y cenando en el hotel... digo yo que darme una bolsita de
champú habría sido un detalle. En fin, que le dije que me lo apuntara, como se
suele decir en Almendralejo, en una cáscara de melón... pero lo apuntó, aunque
al día siguiente ni ellos ni yo nos acordamos de ello.
Mi querida Santa Rosa |
Dan
las 7:00 del sábado y me levanto, no sin esfuerzo. Tengo que dejar todo el
equipaje recogido porque mis planes son salir con Manolo a ver al santo y
venir, como el año pasado, con la hora justa o pasada. Dejaría las maletas en
la habitación, pero ya cerradas y listas para salir rápido. Si me daba tiempo
me daría una ducha, y si no, las tomaría y me iría. Y así fue, bajamos a
desayunar. Café, bizcocho y zumo de naranja. Todo en compañía de manolo, que
movía los bigotes con su “tesito”, y nos fuimos rumbo al convento de Santo
Domingo.
Lo
primero de todo es ir a GH Bus a recoger el dinero del billete cancelado, donde
no hubo problemas en la devolución. Luego fuimos a la Plaza de Armas, aparcamos
el coche y le dije que se viniera conmigo, pues el año pasado hicimos la visita
juntos y este año me gustaría que fuese igual. Tuvo un bonito detalle, y es que
en su nuevo y flamante coche, mitad a gasolina mitad a gas, tenía el rosario de
San Martín que le regalé un año atrás. Es muy devoto de él, y siempre que puede
lo visita.
Vamos
al convento y sacamos la entrada. Allí esperamos a la visita guiada, pues
aunque lo conocemos ya, es mejor recordarlo todo bien con alguien entendido.
Damos las vueltas del año pasado, pero nos falta por ver una parte que está en
obras (todavía desde el año pasado), aunque por contrapartida, nos dejan subir
a la torre de la Iglesia, de casi 50 metros de altura y desde la que se divisa
toda Lima, e incluso el puerto del Callao.
Y Martinsito... |
La cestita del pan de San Juan Macías |
La cama original de San Martín de Porres... (el año pasado no la vi porque la zona estaba en obras) |
Con mi amigo Manolo en el Coro de la Iglesia de San Martín |
Y cómo no, saludando a mi tocayo |
Visitamos
a Santa Rosa, a San Martín y también la estancia donde están la viga madre, la
silla y la cesta de San Juan Macías, paisano de Ribera del Fresno. Un día os contaré la historia de estos tres
elementos... es preciosa.
Llega
el momento de subir a la torre. El año pasado no la vimos, así que será la novedad.
Solo de pensar en subir las escaleras que vemos casi nos echamos para atrás,
pero cuándo volveremos a tener esta oportunidad... así que subimos. A Manolo no
le veía yo muy cómodo a medida que subíamos, pero subió como un jabato.
En
el primer piso había un típico mural de esos medievales en los que tienes que
poner la cara a un hombre vestido de época. Nos echamos una foto los dos.
Luego
seguimos subiendo... y así hasta llegar al piso penúltimo, donde hay una
campana exageradamente grande. Mientras Manolo está viendo unos cuadros en la
pared, yo cojo el badajo (que pesaba un quintal) y empiezo a moverlo para ver
si logro llevarlo al borde y tocar con él la campana. Es casi imposible, y
tengo que usar todas mis fuerzas y balancearlo de un lado a otro para tomar
impulso... y cuando Manolo me ve se pone a gritar: ¡qué haces insensato!... y
entonces el guía viene corriendo para impedir que toque el campanazo. Pero yo
que le veo venir pienso que solo hace falta un impulso más, pues en el anterior
casi rozo la campana con el badajo... y cuando quiere llegar (imagínatelo a
cámara lenta) yo doy el último golpe de fuerza para soltarlo justo antes del
golpe, momento justo en el que el guía llega a mí y me coge de la mano a mi
brazo para impedirlo, pero ya es tarde... suena un ¡¡CLONC!! espectacular. Tan
espectacular que Manolo, guía, guiados y yo nos tenemos que tapar los oídos de
lo tremendo del estruendo.
El
guía me echa la bronca, pero como no le oigo porque todavía me pitan los oídos,
me hago el tonto... y me dice Manolo: “Muy bien, Martincito, ya puedes decir
que todo Lima te oyó hoy”. Y vaya si me oyeron, pero bien...
El campanón... |
Después
de esto subimos al último nivel, a las terrazas, desde donde pude contemplar
Lima entera por sus cuatro costado, y Callao, aunque mal porque no suele estar
despejado.
Con el Callao de fondo |
Bajamos y nos fuimos al coche para regresar al hotel, y llegamos a
tiempo para la ducha. Me duché y bajé con las maletas para comer y hacer tiempo
para embarcar en el bus.
Peazo autobús... ¡¡¡Super Churre!!! |
Después
de comer, Manolo me llevó a la estación de Civa, donde tuve que esperar como
una hora a que saliera el bus. La estación estaba apestada de gente, y hay un
cierto caos que luego está bien organizado por los trabajadores, que tienen
todo controlado. Los equipajes se van cargando según la ruta. Los de
Chachapoyas somos los primeros en cargar, por eso de que seremos los últimos en
recogerlos. Mi equipaje se pasa 7 kilos del máximo permitido, que son 20. A los
que iban por delante de mí les hacían pagar un sol por cada kilo de exceso, sin
embargo a mí me dijo que no. No sé si porque le caí simpático, porque no se dio
cuenta o por la Tau que llevo al pecho, gracias a la cual son muchos los que
vienen a mí para decirme: “Bendisión padresito”.
Hay una cosa
que no la he visto ni en España. Es una máquina de cargar móviles. Metes dos
soles y hay un montón de cables. Cuando das con el de tu móvil, se lo enchufas
y tienes quince minutos de carga. Todo un invento que está por ver en España...
o eso creo. Yo aprovecho mi espera cargando el móvil, ya que la tarjeta que
compré venía con 15 Mb de internet y quería aprovecharlos para “guasear” y ver
los correos. Y me vino muy bien, ya que gracias a ello pude tener un viaje más
ameno.
El sillón
era digno de un marqués. La planta baja del bus era para los asientos cama, y
la alta para los normales. La planta alta se llenó, mientras que la baja estaba
vacía, un chico, una chica y yo. En un principio me sentí mal por saber que
encima de mí había gente más incómoda que yo, con asientos que no se pueden
reclinar. Yo, sin embargo, podía ponerme casi horizontal y los asientos son
bien mullidos, de cuero y más anchos de lo normal. Son comodísimos... aunque yo
no buscaba eso. Pero me vino bien, porque después del avión me apetecía un
espacio más ancho.
Sale borrosa, pero se aprecian los asientos "Recaro" |
Así hasta
Chachapoyas. El viaje bien, sin novedad. No hubo nada raro digno de mención, y
los chóferes hicieron una única parada de 20 minutos en las 24 horas de
trayecto... ¡¡pobres los de arriba!!. Si cuando bajé yo, casi no me podía tener
en pie, me imagino a los demás... En la parada unos tomaban sopa, otros se
tiraban en el suelo y yo aproveché para cargar el móvil y beberme un zumo de
durazno. Eso sí, mi cigarrito también...
El menú de CIVA |
Una parada en el camino |
Mis dos "ojitos" hicieron el viaje más ameno |
La siguiente
parada sería Chachapoyas. Ya llegando a Pedro Ruiz me era familiar el camino,
ya que lo tomé varias veces con Amado el año pasado para ir a Yumbilla, a Gocta
y a algún sitio más. Ya me sentía como en casa.
Y por fin
llegamos. La estación está tan cerca del Obispado que ni siquiera tengo que
tomar taxi. El Obispo viene a recogerme, me enseña mis aposentos, que son los
mismos que los del año pasado, y a descansar un momento. Pero no me acuesto
porque me dormiría, así que salgo a hacer visitas. Primero Katy, pero no está.
Luego las hermanas franciscanas, que sí están. Charlo con ellas un ratito y me
vuelvo a reir mucho con Sor Clementina, que es muy graciosa. Cuando le dije que
venía en Civa, me dice: “¿encima de qué?”... y todos nos echamos a reir.
Descargando maletas |
Terminada la
visita me voy a misa de 18:30, oficiada por el padre Antonio. Como me había
visto antes de misa, pensaba que me iba a sacar a la palestra como el año
pasado, pero se le olvidó, así que me libré de tener que dar un discurso ante
el respetable. Luego nos fuimos a cenar, ya que los domingos Juanita (la
cocinera del obispado) descansa y deja la cena hecha.
Y como si no
hubiera pasado ni un día, igual que el año pasado, nos vamos a ver la tele,
comentamos las noticias de acá y de allá y nos vamos a acostar.
Cuando les
di en la cena un regalo culinario, y les dije que si tenían morriña de España,
me contestaron que no. ¿Cómo vamos a tener morriña de lo que se ve allí?...
y es verdad, aquí en Perú nos conocen como el país que ha enloquecido, donde
dos papás o dos mamás pueden adoptar niños, donde las protestas se vuelven violentas,
donde los que dicen defender la paz y la tolerancia hacen “escarches” a diario,
donde se puede ir a un colegio católico, pegarle un guantazo a un profesor y
romper las aulas... en fin, mi querida patria. ¡¡Anda que están poco a gusto
ellos aquí...!!
Yo solo sé
que en Madagascar me decían que mi país es un “poquito chulito”, y en Perú
también. No sé en el resto, pero cuando eso piensan de nosotros fuera, es que
algo no estamos haciendo bien.
Bueno, y
después de la cena y de las noticias, me voy a escribir el segundo capítulo...
y a dormir, porque mañana es un día duro. Ya he hablado con el alcalde de
Granada, con el secretario del alcalde de Chacha y con el Obispo para comenzar
cuanto antes, ya que este año tengo menos tiemp. Empieza el baile en Chachapoyas.
Hasta
mañana!!