Esta
mañana es la última en Lima, por tanto, también es la última en Perú... y el
último día en Sudamérica... habrá que aprovecharlo.
Por la mañana hago el equipaje para
tener todo a punto y no perder luego mucho tiempo. Como el hotel lo tengo que
dejar a las 12:00 de la mañana, me da tiempo a visitar algo de Lima que no sea
el centro. Para eso llamo al siempre dispuesto Manolo, el cual me aconseja ir a
visitar el puerto marítimo y la zona de Miraflores.
Le tomo la palabra, y nos vamos los dos
rumbo al puerto. Hoy hay mucha niebla, así que es una pena, porque dice que los
días soleados se ven unos paisajes increíbles. Cuando llegas al puerto, los
pelícanos se encargan de hacerte la comitiva de bienvenida: Los hay a millares.
Nunca antes había visto pelícanos tan de cerca.
Pelícanos por todas partes |
Me dice Manolo que me tiene que subir
al mirador, aunque haya niebla, porque hay un cristo enorme al estilo del
Corcovado de Brasil que merece la pena ver. Es sencillamente espectacular, y
parece mentira que se puedan hacer estos monumentos gigantescos.
Después me lleva al monumento al
soldado desconocido, en homenaje a los miles de soldados que murieron por
defender la patria peruana en las batallas de San Juan y de Miraflores.
Le digo que pare un rato, porque me
apetece echar una mirada al Pacífico, océano que hace honor a su nombre.
De ahí pasamos a ver el Santuario de la
Virgen del Morro Solar de Chorrillos, donde hay una imagen de la Virgen María
preciosa, y un altar al aire libre donde se celebran las Eucaristías con vistas
al Pacífico.
Virgen del Morro Solar |
Vistas desde la Virgen del Morro Solar |
Pronto acaba la visita, en parte porque
me lleva un taxista y no quiero gastar mucho, en parte porque quiero visitar
las calles limeñas dando un paseo hasta que se me agote el tiempo. Me gusta el
turismo popular, ese que he inventado yo y que pongo en práctica allá donde
voy. Consiste en caminar por las calles más normales de la ciudad, observando
sus coches, sus escaparates, y sobre todo, la gente que camina y sus
costumbres. Os aseguro que la menor forma de conocer a un país y a sus gentes
es esta. Yendo al centro de las ciudades uno sólo ve lo que las autoridades
quieren que veas... sin embargo, el turismo popular muestra la realidad del
estado y costumbres de un pueblo.
Manolo y su sopa |
Bajamos de Miraflores en dirección al hotel.
Es la hora de comer y quiero invitar a Manolo para despedirme de él, ya que no
le volveré a ver hasta el próximo año, si Dios quiere. Su amistad ha sido muy
bonita y práctica, y forma parte también de ese turismo popular que os
comentaba.
Se pone muy contento de que un cliente
le invite a comer... a él le ha pasado de todo: le han robado de todas las
formas posibles, le han quitado las ruedas, le han parido mujeres en el coche y
cuenta que a algunas las ha tenido que llevar hasta el paritorio después, y sin
embargo, todavía espera que le den las gracias. Ha visto peleas, atracos,
atentados... ha sufrido huelgas y motines, ha llevado a pasajeros de todas las
nacionalidades del mundo, hasta el punto de que dice que sólo le falta
transportar a un extraterrestre....
...
pero jamás nadie le invitó a comer...
Yo le he dicho que pida lo que quiera,
aunque le he recomendado el pollo asado. Sé que lo comí ayer, pero es que
prefiero comer algo que sé que está bueno antes que probar nada nuevo, por si
acaso. En el menú está incluido un entrante de palta con ensalada. La ensalada
parece como nuestra ensaladilla rusa, y la palta es ese fruto verde que al
principio parece que amarga, pero al segundo bocado, le coges el gusto y no
puedes parar de comerla... El es más tradicional y pide sopa...
El hotel me hace el favor de guardarme
el equipaje en recepción, así que me voy tranquilo a hacer mi turismo popular.
En otras circunstancias, jamás habría dejado mi equipaje abandonado, pero
Manolo me ha dicho que puedo estar tranquilo y le hago caso.
Una nota cómica: Mi amigo Julio Arranz,
del convento de Arenas de San Pedro, en Ávila, necesitaba unas hierbas que en
España no parece ser fácil encontrar. Mi amigo Humberto me comenta que la
hierba en cuestión se llama Toronjil. Es la primera vez que escucho ese nombre,
pero se lo comento a Manolo y me dice que no solo la conoce, sino que incluso
sabe dónde hacerse de ella. Cuando regreso de mi paseo, Manolo ha ido a por un
manojo que me deja patidifuso... no me cabe en la maleta, y por supuesto, en la
mochila menos... Es tan grande que casi necesito una maleta solo para el
Toronjil, pero como Julio las necesita, no dudo en buscar una solución. La
solución pasa por comprar una maleta de mano, más grande que la mochila, y meter
mochila y Toronjil en la maleta, así seguiré teniendo un solo bulto que pasará
en el avión como equipaje de mano.. Nos ponemos manos a la obra y Manolo me
lleva a ver maletas... el primer sitio no nos convence, así que me lleva a
otro. Al final terminamos en un centro comercial donde encuentro la maleta
perfecta por 60 soles, es decir, unos 18 euros... increíble!!. La compro y hago
la operación, con lo que el Toronjil viajará a España... ahora habrá que ver
que sea legal pasar por la aduana este tipo de hierbas.
Bueno, pues como decía antes, dejo las
maletas en el hotel y me voy a dar mi paseo, y paso por el Museo de Ciencias Naturales, donde se
muestran especies animales y vegetales desde fósiles hasta actuales. Como quiero
ver la fauna autóctona peruana y de paso, la maravilla creadora de Dios en su
infinita imaginación, entro y no puedo dejar de admirar tanta variedad y tanta
belleza... desde animales minúsculos hasta las más grandes ballenas fósiles.
Y pensar que un día este bicho pululaba por los océanos... es una ballena peruana asesina... |
Vaya nombre que tiene la ballena... |
Al fin termino la visita por las
calles, me pierdo, me encuentro... me vuelvo a perder... y termino llegando
muerto de cansancio al hotel. Allí me espera Manolo, con el que había quedado a
las 16:00 para que me llevara al aeropuerto. Sin más preámbulos, me despido de
la recepcionista y de Carlos, el amigo conserje. Montamos en el coche y nos
dirigimos rumbo al avión.
Llegados al aeropuerto, Manolo se tiene
que ir y yo tengo que practicar la paciencia con las esperas de facturación y
demás... Llegó el momento de despedirme, y es curioso, pero es una persona de
esas que conoces de dos días y resulta que te da pena despedirte. Nos damos los
correos electrónicos para seguir en contacto y un gran abrazo... se marcha y
quedamos para dentro de un año aproximadamente, por la tarde... (esto lo he
aprendido hoy de mi cuñado).
Hoy es mi día de suerte, y en la
facturación me cuelo y entro el primero.. después, el billete lo compruebo y me
dice la chica que puedo elegir ventana o pasillo. Por supuesto, elijo
ventana... y un rato bueno de espera después hasta que llega la hora. Me subo
al avión y me siento en mi sitio... me parece mentira estar aquí en este
momento... a punto de irme y a punto de volver a ver a mi gente... y sin
embargo, triste.
Cuando arrancan los motores, empiezo a
pensar en lo que está por venir, dejo atrás Perú y empiezo a planificar
mentalmente todo lo que tengo que hacer: el proyecto de los libros y las
bibliotecas, el hermanamiento de las dos Granadas y programar mi vuelta... eso
me tendrá entretenido una buena temporada.
Es de noche, y cuando el avión despega,
se dirige rumbo hacia el Pacífico hasta que ha cogido la altura suficiente para
dar la vuelta.... al principio, por la ventana se ve la negrura de la noche,
pero al dar la vuelta, se contempla una ciudad iluminada de más de once millones
de habitantes... un espectáculo digno de ver. Paso por encima, la sobrevolamos
y se acabó... hasta pronto!!. En breve estaremos sobrevolando el Atlántico y me
voy a hartar de ver agua.
La sensación que da el cambio horario
es más impactante a la vuelta que a la ida, ya que a las nueve de la noche, en
españa son las tres de la madrugada, con lo que más o menos a las tres de la
madrugada (hora peruana) empieza a amanecer rápido, ya que vamos en dirección
hacia el Sol...
El vuelo bien, sin contratiempos... a
ratos duermo y a ratos miro por la ventana. Como las han cerrado todas para que
los viajeros puedan dormir porque para nosotros son las tres de la mañana, pero
ya es de día, y el Sol está pletórico.... amaneciendo a las tres...
Yo prefiero abrir mi ventana y con la
manta tapo todo bien para no molestar a los “bellos durmientes”, y puedo
observar el paisaje... y cuando me quiero dar cuenta, llego a Madrid. Son las
dos de la tarde, aunque yo tengo el cuerpo de las siete de la mañana.... verás
a la hora de acostarme, cuando quiera conciliar el sueño serán las cinco o las
seis de la madrugada, hora española...
Imagínate ver esto escuchando a Enya... |
En Barajas, como al principio, recojo
el equipaje con mucho retraso... todo hacía presagiar que habría pérdidas,
porque nos mandaban de una cinta a otra y no aparecían las maletas... pero por
fin aparecen y salgo de allí pitando. Me esperan en OFRA, donde ya me tiene
Humberto una pensión preparada y los oídos bien atentos para escuchar mi
aventura chachapoyana.
Para mi sorpresa, coincido con Iván, el
chico ruso que conocí en Chachapoyas. Se encuentra en Madrid para que
gestionemos el asunto de la financiación de OFRA por medios propios... y no he
hecho más que llegar y me dicen que pronto saldremos para Filipinas, Indonesia
y Malasia... así, a quemarropa. Esto dicho después de 12 horas de vuelo es un
poco impactante... ya me iré haciendo a la idea.
Esto aquí acaba... próximamente os
contaré mis aventuras asiáticas, y si Dios quiere, de nuevo las peruanas.
Gracias por tu tiempo y por tu peregrinar
conmigo...
FIN
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