El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras
nada temo, porque tú vas conmigo.
Tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos.
Me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
o o o -- o o o -- o o o
En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras
nada temo, porque tú vas conmigo.
Tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos.
Me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
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Al final de una cena en un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes recitando textos de Shakespeare. Al terminar se ofreció para que alguien le pidiera alguna pieza extra y concluir. Nadie se atrevió a pedir nada, pero un tímido sacerdote aprovechó para pedir al actor que recitara el Salmo 22 si es que lo conocía. El actor respondió: "claro que lo conozco, pero lo recitaré a condición de que lo recite después usted..." El sacerdote se sintió incómodo, pero finalmente accedió. El actor hizo una representacón magistral, bellísima, al punto que los huéspedes rompieron en aplausos cuando concluyó. Llegó el turno del sacerdote, al cual el actor le hizo un gesto medio irónico con la cabeza para que subiera al escenario. Subió y recitó el Salmo... y entonces....
Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos; sólo un profundo y absoluto silencio. Sólo el inicio de las lágrimas en más de un rostro hizo que ese silencio fuera aún más profundo y apabullante, hasta que alguien comenzó a aplaudir despacio y de forma tímida, siendo acompañado al instante por la multitud que aplaudió durante minutos de una forma nunca conocida en ese escenario.
El actor, concluidos los aplausos, se levantó y dijo: "Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que acaba de suceder esta noche. Yo conocía el Salmo, pero éste hombre... conoce al Pastor..."
Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos; sólo un profundo y absoluto silencio. Sólo el inicio de las lágrimas en más de un rostro hizo que ese silencio fuera aún más profundo y apabullante, hasta que alguien comenzó a aplaudir despacio y de forma tímida, siendo acompañado al instante por la multitud que aplaudió durante minutos de una forma nunca conocida en ese escenario.
El actor, concluidos los aplausos, se levantó y dijo: "Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que acaba de suceder esta noche. Yo conocía el Salmo, pero éste hombre... conoce al Pastor..."