jueves, 26 de marzo de 2020

La Iglesia: todo un derroche de misericordia


Ante esta epidemia del coronavirus que, un día más, nos tiene a todos «a raya», encerrados en nuestras casas y castigados sin salir, uno puede hacer varias lecturas. La primera de esas lecturas es la fácil, una lectura superficial que pasa solo por la razón, no por el corazón: desear que todo esto acabe de una vez para volver a la rutina de siempre cuanto antes. Después tenemos una segunda lectura, la lectura del corazón, la cual ha pasado antes por la criba de la razón. Esta lectura nos hace pacientes y comprensivos con lo que está ocurriendo, de modo que hacemos lo que está en nuestra mano, que, aunque realmente es poca cosa, es algo: quedarnos en casa para no esparcir más la enfermedad. Con esto no solo cooperamos directamente, sino también de forma indirecta, ya que muchas personas, si nos ven a nosotros desobedecer las normas, tienen la excusa perfecta para hacerlo también ellas. Por tanto, nuestra pequeña acción tiene un doble sentido: colaborar y concienciar. En tercer lugar, podemos hacer una lectura más profunda, una lectura que va más allá de la racional y la del corazón. Me refiero a la lectura espiritual. Esta lectura nos lleva a hacernos preguntas: ¿Qué me está queriendo decir Dios con todo esto?, ¿puedo hacer algo más por los demás, aparte de quedarme en casa?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿qué es lo realmente importante y lo secundario?, ¿puedo asegurar que mañana seguiré viviendo?, ¿sirve la oración para algo?, ¿vivo como si no fuese a morir nunca?, ¿agradezco cada mañana el don de la vida?, ¿en torno a qué gira mi vida? Así podemos continuar con una larga lista de preguntas que afloran solo cuando uno se adentra en lo más profundo de su ser y lo pone frente al misterio insondable de Dios. Y así como del encuentro con Dios y con uno mismo pueden surgir interrogantes y retos para una vida nueva, también puede surgir algo con lo que jamás nos hemos enfrentado: el conocimiento de nosotros mismos, de nuestra interioridad y de nuestra dimensión espiritual aletargada. En ese caso, la lectura espiritual en este tiempo de crisis habrá valido de mucho, pues ya nunca volveremos a ver la realidad del mundo en que vivimos de la misma manera: nos habremos convertido. Es esto algo muy importante, más aún en medio de una sociedad que navega a partes iguales entre los videojuegos, las series televisivas y el culto al cuerpo.    

Pues bien, la Iglesia, encabezada por el papa Francisco, ha hecho una cuarta lectura que engloba y supera a las otras tres: una lectura misericordiosa. De hecho, ha dado un paso que abre las puertas del cielo a muchas personas que, sin quererlo y de repente, van a ser las personas más afortunadas del mundo, a pesar de los sufrimientos y el dolor en esta vida caduca y efímera. Por eso, fruto de su comprensión, compasión y entrañas de madre, la Iglesia ha establecido la indulgencia plenaria para los infectados y afectados por el coronavirus, de modo que el «cuenta-kilómetros» de sus pecados se pongan «a cero». Y esto incluye no solo a los que sufren la enfermedad, sino también a los trabajadores de la salud, familiares y aquellos que, sea en la calidad que sea, se ocupan de los enfermos. Para obtener el enorme regalo de la indulgencia plenaria, podrán simplemente recitar el Credo, el Padre Nuestro y una oración a María. Igualmente, otras personas podrán elegir entre varias opciones: visitar el Santísimo Sacramento o la Adoración Eucarística, leer las Sagradas Escrituras durante al menos media hora, recitar el Rosario, el Vía Crucis o la Coronilla de la Divina Misericordia o pedir a Dios por el fin de la epidemia, el alivio de los enfermos y la salvación eterna para aquellos a los que el Señor ha llamado a sí. La indulgencia plenaria puede ser obtenida también por los fieles que, a punto de morir, no pueden recibir el sacramento de la unción de los enfermos. En este caso se recomienda el uso del crucifijo.

Toda la información acerca de este magnífico regalo que la Iglesia hace a sus hijos puedes consultarlo en el siguiente enlace:


Además, la Oficina de prensa de la Santa Sede ha emitido un comunicado sobre el evento que tendrá lugar el próximo viernes, 27 de marzo en el que dice que en este tiempo de emergencia para la humanidad invita a los católicos de todo el mundo a unirse espiritualmente en oración con él, precisando que «la oración del Santo Padre podrá ser seguida en directo a través de los medios y se concluirá con la bendición eucarística. A todos los que se unan espiritualmente a este momento de oración a través de los medios de comunicación les será concedida la indulgencia plenaria según las condiciones previstas en el decreto de la Penitenciaría Apostólica del enlace anterior.


Alegrémonos, por tanto, por todas estas personas para las cuales la Iglesia ha dicho a los ángeles: ¡Abrid las puertas del cielo!. Descansen en paz los que ya partieron para la morada eterna y brille para ellos la luz perpetua.

2 comentarios:

  1. Maravilloso articulo que nos hace descubrir la Misericordia del Padre. Descansen en Paz todas las víctimas.

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