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"Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho..."

Un gran Santo, el más pobre en lo material, pero el más rico en lo espiritual dijo en su lecho de muerte: "Hermanos, comencemos, ya que hasta ahora poco o nada hemos hecho...". Ese gran Santo era Francisco, y si él dijo no haber hecho nada, ¿que hemos hecho nosotros? Empecemos a hacer algo para cambiar el mundo, ¿no os parece?

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viernes, 6 de septiembre de 2013

Capítulo 23. Misión Perú: THE END...

      Y después de todas las despedidas, de tener todo recogido y de dejar todo bien atado, especialmente en lo que se refiere a los encargos para el proyecto de asfaltado, creo que me voy tranquilo… Bueno, es una forma de hablar, porque no estaba nada tranquilo. Más bien podría decir: “me voy sin complicaciones”. 

Juanita me llevó a la estación de autobuses el año pasado, pero este año ni siquiera lo ha intentado. Ella sabía que ya habría quien me acompañara, y así me lo dejó caer. También le dejé un pequeño regalo, igual que el año pasado, por lo bien que se portó durante mi estancia en el Obispado. A veces pensaba que me trataba como si yo mismo fuese el Obispo…

Y recogido todo, nos montamos en el taxi. En la estación empezaron a aparecer personas que querían despedirse y que se enteraron de que tomaba el bus de las 11:00 horas. Finalmente nos quedamos Fernando, Carmencita, Laura, Christelle y, claro está, yo. Fernando se fue para dejar que nos despidiésemos bien, pero Laura y Carmen se quedaron hasta el último momento… y así me monté en el bus y salimos de viaje, dejando en Chacha a estos amigos de los que hablé en el capítulo anterior. La última instantánea es de ellas, despidiéndome en la puerta de la estación. Es una imagen que no olvidaré…

Como ya dije en otro lugar: mis tres corazones chachapoyanos...
Y ponemos rumbo a Lima… En ese momento, mientras todavía veía a mis compañeras de misión en Chacha, me venían todos los recuerdos vividos. Es una pena tener que dejarlos todos ahí aparcados y a la gente también, pero más pena aún habría sido no vivir estos momentos. A veces nos lamentamos de que se acaben las cosas que nos gustan, sin darnos cuenta de que hemos tenido una oportunidad de vivirlas, que es lo realmente importante. Es una experiencia que está ahí, y que ya nadie nos podrá arrebatar. Se acabó, es verdad… pero también es verdad que no se acabó para siempre, sino por ahora… Digamos que es un punto y seguido, o un “hasta luego”… Dios y el tiempo dirán…

El viaje comenzó mal por este punto de tristeza. Ver ahí paradas a Christelle, Laurita y Carmen me hizo tener esa diapositiva todo el viaje presente. Además, les tiré una foto, con lo que de vez en cuando la veía y volvía a ponerme triste. Y así hasta Lima. 

El viaje fue bien. Como salimos a las once de la mañana, pronto paramos a comer, en Pedro Castro. Ahí aprovechaba para cargar el teléfono, comer un poco y echar un cigarro. La parada era de 20 minutos solo. Y continuamos el camino. Ya no pararíamos hasta Lima, excepto una parada técnica para repostar a mitad de camino.

La gasolinera. Los peruanos son más valientes que nosotros... buen nombre!!
Y llegó la tarde, con películas realmente absurdas. Recuerdo una de estas que dicen ser historias reales que tratan de engañar al personal haciendo unos montajes con la cámara como si lo hubiese grabado una persona inexperta, para hacerlo más creíble. La película se llamaba algo así como “la verdadera historia de los trolls”, y trataba de una pareja de periodistas que seguían la pista de un tipo raro que pensaban que era un cazador de osos, pero que luego resultó ser un cazador de trolls. Vamos, que podría decir que es lo más estúpido que he visto en mi vida, si no existiera Tele 5, claro… lo cierto es que prefiero la ridícula historia de los trolls antes que esta basura televisiva. 

Luego vimos una película realmente buena. No la conocía, pero me dejó impactado y se me pasó el tiempo volando. Te la recomiendo, se llama “La vida de Pi”.

te dejo el trailler... creo que cuando lo veas irás a buscar la película sin terminar de leer el capítulo...


Se trata de una película de esas que te dejan con la boca abierta, de las que te hacen ver lo increíble que puede ser el espíritu de lucha del hombre. Sin duda, lo que ahí se ve es difícilmente creíble, pero juega muy bien con los elementos que hacen que te quedes ante la pantalla con los ojos abiertos mientras miras la espectacular historial. Lo mejor, el final… al menos te da que pensar. 

Así pasaron más rápidas las casi dos horas que duran la película, y al menos el viaje fue algo más ameno. Pronto llegó la noche y nos dieron la cena, así que me dormí en mi asiento y no desperté hasta las 7:00 del día siguiente. Todavía faltaban como tres horas para llegar… 

Si no fuera porque parte del camino se va dormido, no sé cómo sería el viaje… y los conductores toda la noche conduciendo, con las manos de los pasajeros en sus vidas, todos confiados en que estará descansado, que no tendrá sueño… y lo hacen bien. Desde luego, este trabajo es digno de elogio, aunque normalmente elogiamos más a quienes ruedan una película, escriben libros o graban discos, como si su trabajo fuese un trabajo para deslomarse… ¿por qué seremos así?… nos merece más respeto quien sabe escribir rimas asonantes sobre un papel que quien salva vidas haciendo trasplantes de corazón… admiramos más a quienes cambian constantemente de look y de peinado para subirse a cantar la canción del verano sobre un escenario que a quien viaja a Mozambique a trabajar con los más pobres y se trae de regalo una enfermedad como la Malaria (homenaje a Juan Carlos Navia, contento por haber superado esta terrible experiencia)… ¿Estamos locos?… 

...la pregunta era retórica… la respuesta es: por supuesto que sí. 

En fin, que cuando acabamos el viaje, yo mismo me quedé pensando en esto que os cuento y me dirigí al chófer para darle la mano y las gracias, y reconocer que admiro su trabajo. Se quedó asombrado y me reconoció que en sus más de veinte años de experiencia al volante jamás nadie le había felicitado por hacer su trabajo. Yo le dije que era español para dejar el pabellón alto, o al menos algo más alto, y esperaba que con este comentario, la impresión de un peruano de los españoles fuera un poco mejor. Al menos quería compensar un poco la mala opinión que fuera tienen de nosotros, merecida desde mi punto de vista, claro… 

Pero antes de bajarnos del autobús, llegó el momento culminante de la empresa de autobuses. ¡¡Hicieron un bingo!!… cuando faltaba poco más de una hora para llegar a Lima, repartieron unos cartones y la azafata, micrófono en mano, iba dando los números ganadores. Yo no tenía cuerpo para bingo, pero como tenía el cartón y solo había que doblar una pestaña en cada número, lo iba haciendo por hacer algo. No le presté mucha atención, ya que iba escuchando música. Pero cuando llegó el momento en que solo me quedaba un número para hacer bingo, me quité los cascos y reconozco que hasta me puse algo nervioso… y de repente, zás!!… Bingoooo!!!!… No podía creer que entre todo el bus me tocase a mí. 

Cuando la azafata me llama para ir a comprobar, me levanto y todos me miran como con el rabillo en el ojo. Seguro que más de uno pensaría en ponerme la zancadilla por el pasillo para que me abriera la cabeza, ya que el premio era una formidable y magnífica mochila con el logotipo de la empresa de autobuses…. Pero para mi desgracia, una vez comprobado el cartón, la azafata me espeta:

- Aaaah!!… cuánto lo siento!!!… mil perdones!!!
- Y qué es lo que pasa?, le pregunté…
- Pues que nos olvidamos las mochilas en Chacha, pues…
- Vaya… ejem… no pasa nada. En el fondo me alegro de no llevarme semejante mierda de premio (esto lo pensé, no lo dije)… 
- Qué puedo hacer por usted?… preguntó…
- Nada, nada… dejarme en la estación de Lima…
- Oooh! Qué penaaa!!….
- Mejor omito escribir lo que pensé…
Y en ese momento en el que volvía hacia mi asiento, sentí en mi nuca clavadas esas mismas miradas, antes envidiosas, ahora con una risilla irónica… Qué le vamos a hacer… La azafata me dijo que me daría un vale para que me dieran la mochila en mi próximo viaje, pero teniendo en cuenta que será el año próximo, Dios mediante, mejor le digo que se lo ahorre… Conozco a más de uno que por esto (y por cosas mucho menores) habría puesto el grito en el cielo, después de una hora de reclamaciones, claro… y hasta quienes habrían usado este suceso como excusa para solicitar la devolución del importe del recibo y viajar gratis...(llámense Gordillo o Cascos los elementos que cito… claro). También es verdad que sería utópico pensar que estos personajillos viajasen así, ya que con dinero público es mejor pagar viajes de primera en jet antes que un viaje de 24 horas en un bus lleno de olores varios… 

La verdad es que hacía tiempo que no me metía con estos "ilustres" de la política española… lo echaba de menos, y empiezo a practicar para cuando esté finalmente instalado en mi querida España, mi deseada España..., mi dividida España..., en fin, mejor no sigo porque se me enciende el piloto antipolítico…

Al final, entre unas cosas y otras, llegué a la estación sin darme cuenta, y una vez felicitado el chófer, me dirigí a por un taxi. Ahí hice una amiga muy linda... 

Le gustan las naranjas, ¿señor?
    Me llevaron al Gran Mundo Hotel y dejé allí las maletas, me di una ducha y salí a dar una vuelta para estirar las piernas, después de 24 horas aletargadas. Llamé a Susan, mi nueva amiga que conocí en Chacha. Vive en Washington con su familia, aunque ella es de Lima y su marido mexicano. Me dijo que la llamase cuando estuviese en Lima porque ella llegaba unos días antes que yo. La conocí en Chacha porque es amiga del Padre Antonio desde hace muchos años, y viaja a Chacha de vez en cuando para visitarle. Allí compartimos nuestros últimos días en Perú, y me pareció muy simpática, así que la llamé para tomar algo y conocer algo mejor Lima. Quedé con ella en Barrancos, un barrio de clase bien. Allí la esperé junto a la municipalidad, viendo una exposición de coches antiguos. Al final se presentó con unas amigas, muy simpáticas también. Nos fuimos a conocer a su tía, una persona influyente de Perú. Y después de esto nos fuimos a comer a un restaurante donde me invitaron. La comida era excelente, sobre todo comparándola con la que habitualmente venía comiendo en Granada.

Lo mismito que venía comiendo en Chacha...
Con mis amigas limeñas
El sitio estaba muy bien, amenizado con unas danzas típicas peruanas. Entre el sitio, la compañía, las danzas y que el restaurante tiene self service, la tarde se pasó bien… cuando salimos de allí eran como las cinco de la tarde. Y entonces me llevaron de visita turística. Me llevaron a conocer Barranco, y también Miraflores, aunque este último barrio ya lo conocí el año pasado. Me llevaron a Chorrillos, por la playa, y así hasta que se hizo de noche y regresamos a casa de su tía, la cual nos invitó a cenar. 








La casa de la tía era espectacular, incluso el ascensor tiene parada en el salón comedor. Es una casa de barrio alto, con miras hacia el océano y el Callao. Solo la terraza era como mi casa de Almendralejo, y había plantas de todo tipo, incluso palmeras. Por la noche, entre las luces de Lima, las de la playa y el Callao y las de la terraza como en penumbra, me daban ganas de no irme de ahí jamás… y entonces el servicio nos trajo la cena. Vaya cambio dentro del mismo Perú, de comer arroz y papas sobre mi cama, pasando frío y con precaución para que Tarzán (el perro) no me robase el pan, había pasado a cenar junto a una terraza, con vistas al Pacífico, donde me podía fumar un cigarrito y tomar una cerveza fría… y así se acabó el periplo peruano… con buen sabor de boca al final.

Con mi anfitriona en Lima
Vista desde la terraza.... una terraza con palmeras!!
Y vista de la playa del Callao, el Pacífico.
Después de cenar me llevaron al hotel, donde me acosté temprano para estar descansado al día siguiente, ya que quería quedar con Juanita por el centro. Tenía que despedirme de San Martín de Porres y de Santa Rosa de Lima, así como agradecerles su protección durante estos meses. Y como Juanita no conocía a los santos (a pesar de vivir en Lima), aprovechamos la ocasión para visitarlos juntos, así como para comprar tabaco del bueno…

Visitamos a los santos, nos dimos una vuelta por el centro y luego regresamos andando hasta su casa, donde me invitó a comer. La verdad es que Juanita se portó muy bien conmigo a la ida y a la vuelta. Es la hermana de Sor Carmen Rosa, la nueva madre superiora del convento de Almendralejo, y me trató como si yo fuese un rey. Después de comer en su casa, me llevó al hotel para recoger el equipaje, ya que salía para el aeropuerto ya. Ahí nos despedimos, o mejor dicho, nos dijimos hasta luego… hasta la próxima. 

Panorámica de Lima, desde la torre del Convento de Santo Domingo
Con la viga que S. Juan Macías (Ribera del Fresno) hizo crecer
Otra panorámica de Lima
Despidiéndome de mi Fray Escoba querido... cuanto que agradecerle!!
Entrada al convento
En el patio del Conventual
Por un momento pensé que era la misma Santa Rosa
¿Lo parece o no?
La tumba de Santa Rosa
Esta vez no toqué la campana... porque estaba Juanita, que si no...
Almuerzo de despedida en casa de Juanita

Catedral de Lima, donde reposan los restos de Francisco Pizarro
Palacio presidencial
Gracias por todo, Juanita!!
En Lima también hay invasión...
Desde aquí aprovecho para dar las gracias a Susan y a Juanita… ellas me ayudaron mucho y me mostraron, una vez más, que la providencia verdaderamente provee…

Lo más curioso es que la tía de Susan es una persona influyente en Perú (aunque no diré a qué se dedica, mejor…), y su profesión está relacionada con el problema que tengo que solucionar del contenedor de ayuda humanitaria que está ahí, encallado burocráticamente… y espero que me pueda ayudar, aunque hasta aquí puedo leer… Dios dirá la última palabra…

Y una vez en el hotel, recojo el equipaje. Es una pena darme cuenta de que en el hotel son muy estrictos, y si me paso cinco minutos de las 12:00 me cobran otro día. El hotel es propiedad de un chino, que una vez más deja el pabellón chino un tanto bajo… Pero tengo una baza a mi favor, y es que, dentro del horario que he pagado, la ducha no funciona, así que me da la llave de otra habitación y por las molestias me deja que deje las maletas en consigna sin cobrarme… algo es algo, y por eso me pude ir sin problemas por ahí con Juanita.

Y llegó el momento de irme al aeropuerto, así que llamé a mi amigo Manolo, el taxista, pero no daba señales de vida. Era una pena porque los rosarios que compré a mi llegada se los dejé para no tener que llevarlos a Chacha y volver luego con ellos de nuevo. Estaban pasados por la tumba de San Martín y de Santa Rosa, así que me daba pena perderlos, pero qué le iba a hacer. Al final me vino a recoger Susan con el chófer de su tía, y aprovechó para llevarme antes a Callao y conocerlo más de cerca. Y finalmente llegamos al aeropuerto, así que ahí nos despedimos.

Viendo esto en Lima pensé que al regreso a España volvería a retomar mis vuelos en parapente...
Como ves, las guerras no son de ahora...
El tío diría que lo aparcó ayer...
En ese momento, recibí una llamada. Era Manolo que me decía que no había visto la llamada, y estaba preocupado porque sabía que era para llevarme al aeropuerto. Le dije que ya estaba allí, así que el próximo año le vería… sin embargo, pasada media hora me volvió a llamar y cuál fue mi sorpresa cuando me dijo que había llegado al aeropuerto y estaba ahí para despedirme. No solo se despidió, sino que se acordó de traer la bolsita con los rosarios, así que este año, a quienes les toque el rosario de San Martín y Santa Rosa, ya saben las aventuras y desventuras por las que han tenido que pasar antes de llegar a sus manos… Le agradecí el gesto y nos despedimos hasta más ver… 

Y me quedé esperando mi turno para hacer el Check in, hasta que una amable chica, viendo mis pintas de barbudo, con las pulseras y collares (incluida la Tau), con mis pantalones del Coronel Tapioca lleno de bolsillos y mis botas maltratadas, me dijo amablemente que la acompañara para hacerme un sencillo reconocimiento… antidrogas, claro. 

Y ahí, junto a todo el mundo del Check in, me registraron de arriba a abajo, no solo a mí, sino también mis maletas, las cuales estaban estratégicamente colocadas para cerrar a presión por la cantidad de artículos de regalo que traía. Pero a ellos les daba igual, ellos sacan todo y luego allá te las veas tú para volver a meterlo todo. Me hizo gracia una cosa, y es que los bolígrafos de Chacha me gustan especialmente porque escriben muy bien y, además, salen por menos de 20 céntimos de euro cada uno. Me traje una caja y la chica, especialista en interrogatorios a narcos, me preguntó:

- En España no hay lapiceros?
- No son lapiceros, son bolígrafos, le contesté yo a sabiendas de que en Perú llaman lapiceros a los bolígrafos. 

Creo que no le gustó mucho la respuesta, así que me hizo saber que ahí estaríamos el tiempo necesario para buscar cualquier cosa, y empezó a sacar los bolis uno a uno, las minas, los capuchones, los olía, escribía con ellos…. Y así con 100 bolígrafos. Ellos saben de sobra cuándo algo contiene droga o no, y para ello tienen perros que no detectaron nada, pero es su forma de decirte que ahí mandan ellos y que si tienes que perder el vuelo pues lo pierdes y punto… 

Yo estaba tranquilo porque mi vuelo salía en cuatro horas, así que podía ponerse mi ropa incluso si lo hubiera querido… así lo probaría todo. Una vez terminado le regalé un bolígrafo, el cual aceptó encantada… Cómo son las cosas, un minuto antes estaba en plan borde amenazante y un bolígrafo después estaba a mis pies ayudándome a recoger todo… Bendito materialismo!!… 

Y yo pensaba que mis pintas habrían terminado de hacerme un sospechoso alarmante, hasta que llegué a línea de control de equipajes. La maleta grande ya la pasé por el Check in, así que ahora solo llevaba el equipaje de mano. Pasé todo por la cinta, y en un momento dado, otra señorita me dijo que abriera la maleta. Sacó todo de nuevo, empezó a pasar unos bastoncillos rosados por todas y cada una de las prendas y por todos los regalos… y como se terminó dando cuenta de que no llevaba drogas, abrió los botes que llevaba con mermelada de sauco. Eran tres botes de una mermelada riquísima… los abrió y empezó a meter dentro un palito, rebuscando y olisqueando. Yo comprendo que estas cosas son necesarias, pero hombre… que es mi mermelada!!. Le dije que era mermelada y me dijo, amablemente, que me la quitaba… quedaba requisada. Yo le dije que comprendía muy bien el protocolo de las comidas, y que entendía que me la requisara, pero que le aprovechara cuando se la comiera en casa con su familia… no le gustó aquello y me hizo quitarme las botas, el cinturón…, vamos, que casi me mira hasta los empastes de las muelas. Y así perdí la mermelada…

Ya en el avión, me quedé mas tranquilo, pues si a todos les hacen el mismo control que a mí, ahí nadie entra con nada extraño. Sin embargo, una cosa que me sigue haciendo gracia de Iberia es que los cubiertos son y siguen siendo de metal. Vamos, que no me permiten entrar con un cuchillo o un tenedor de plástico y ellos me proporcionan doscientos de acero, puestos en mi propia mano para poder comer o matar con ellos. 

O meu querido Portugal... 
Y llegamos a Madrid… El vuelo fue un poco aburrido, pues nos dijeron que el sistema de televisión se había estropeado, con lo que no podíamos ver la tele en todo el trayecto… que como solo son doce horas, pues se pasa pronto. Nos dieron de cenar y a dormir. 

A la mañana siguiente, aunque no había habido noche por eso del cambio horario de siete horas, desperté como cuatro horas antes de llegar a Madrid. En un momento dado, la monotonía del mar dejó de ser monótona para pasar a vislumbrarse el país luso, cosa que me llenó de alegría al saber que en menos de dos horas estaría en Madrid. 

Y en Madrid todo bien, si no fuera por los 40 grados a la sombra. Yo bajaba del avión con mi abrigo, con mi camiseta de manga larga, con las maletas, el ordenador y la cámara… y la gente pensaría que venía de Siberia, especialmente cuando me vieron entrar de esa guisa en el metro. 

Pero antes de salir del aeropuerto, tenía que sufrir otro control… de drogas, claro. Parece que mi barba y mis pintas van levantando sospechas. Pero como este control lo hacía mi querida Guardia Civil, ese cuerpo como no hay otro, me dejé sin problemas. Eso sí, a un guardia civil no le andes con ironías, porque te pone mirando pa Cuenca en menos que canta un gallo… 

Y salí por fin… y llegué a Duque de Sesto, donde me esperaba Humberto con los brazos abiertos para contarle al milímetro cada uno de los detalles de los viajes a Madagascar y a Perú. Allí pasamos la tarde, y una vez puesto al día de todo, me espetó en la cara la nueva misión: Tánger. Allí habrá que hacer un reportaje de un niño que necesita un transplante de corazón para que Avaaz.org pueda hacer la promoción mediática y conseguir los fondos. No he hecho más que aterrizar y ya tengo otro viaje por hacer… ya veremos cuándo se tiene que hacer. 

Y me fui a casa de José Antonio, un miembro de OFRA que siempre está dispuesto a ayudar. Ya me hospedé en su casa antes, y esta vez me acogió de nuevo con los brazos abiertos. Vive en la zona de Blasco Ibañez, y me costó llegar por las conexiones de metro, con las dos maletas, el ordenador, la cámara y las rinconeras… pero llegué finalmente. Nada más llegar nos saludamos y me di una ducha, y me invitó a cenar una pasta riquísima con salsa y queso. 

¡¡Mil gracias, José Antonio!!
Después fuimos a por un par de cervezas para hablar un rato mientras echábamos un cigarrito. Y así nos dieron las tantas… La verdad es que fue una buena noche, sabiéndote ya en España, después de una ducha y cenado, compartiendo una conversación con José Antonio y con una cervecita en la mano… ¿qué más se puede pedir?. Al final nos fuimos a dormir, porque al día siguiente tenía que hacer unas gestiones en Atocha, un mandao, y llegar a Méndez Álvaro con tiempo para tomar el bus. Y me dio tiempo… y llegué a Méndez Álvaro bien, después de pasearme por Madrid de Norte a sur con las dos maletas y todos los colguines que llevaba y con el calor insoportable. Como de Atocha a Méndez Álvaro no hay mucho y es casi cuestabajo, fui andando porque solo de pensar en subir o bajar escaleras por el metro con las maletas me daba algo… me fui despacito y tardé poco más de quince minutos. Llegué a Méndez Álvaro y, como quedaba una hora para salir, me senté en un gran macetero de esos que hay en la puerta. Ahí me llamó mi hermana por teléfono, así que dejé mi ordenador en el suelo el minuto que duró la conversación, y cuando terminé… ya no estaba. Me habían robado ante mis narices!!!… me quedé planchado. 

Había venido de un viaje por Madagascar y por Perú, visitando Antananarivo y Lima, dos ciudades llenas de chorizos, y no me pasó nada… Llego a España, dejo el ordenador un minuto en el suelo y un caco se lo lleva limpiamente. La verdad es que me sentí fatal. Primero por el robo, después por comprobar ante la policía local que está en la comisaría de Méndez Álvaro, que las cámaras no funcionan desde hace mucho, y que están ahí puestas de modo disuasorio… no sé si denunciar al ladrón o a la estación de autobuses. 

Recogida la denuncia, y advertido de que para nada servirá, me monto en el bus y me voy camino a Almendralejo. Me da rabia porque los trabajos del último mes no los había guardado en el disco duro externo. Eso lo he perdido para siempre, además de otras muchas cosas. Preferiría mil veces que me quitasen las dos maletas al ordenador… pero así son las cosas. Al menos espero que el caco pueda sacar algunas perrillas con él. 

Es curioso, pero no me encuentro muy afectado… hace años me habría consumido la rabia y habría deseado mil veces que el caco se rompiera las piernas por una escalera mientras huía con el botín. Hoy, por el contrario, pienso más bien en lo pobre que debe ser el desgraciado… que tiene que arriesgarse a robar a plena luz del día en un sitio tan concurrido. Para llegar a hacer eso debe estar desesperado de verdad… y si realmente lo usa para mantener a su familia en lugar de para gastárselo en drogas, bendito sea el robo… Y eso, que en lugar de pensar en romperle las piernas, me gustaría toparme con él para darle un abrazo y mis felicitaciones, ya que es un auténtico profesional. Robarme el ordenador ante mis narices, cuando lo tenía apoyado en mi pierna, sin que me entere… y después de venir con un sexto sentido desarrollado para controlar esto por los viajes de los que vengo, es digno de un gran profesional… y por ello, se merece un aplauso: plas, plas, plas!!.

Y llegué a Almendralejo, gracias a un billete de autobús cuya vuelta estaba abierta y sin usar, y que me enviaron a Madrid para que aprovechara. Cuando llegué, me dijeron que había perdido kilos, algo normal… 

Y el reencuentro con mis hermanitas clarisas
Y con Paco, claro...
Y después de esto, y de un par de semanas aquí, solo puedo decir que sigo con pena por haber dejado aquello, que me cuesta adaptarme a todo, a las comidas, al horario, a la gente, al clima…. Pero especialmente, en España, a la insolidaridad, a ver cómo hay gente que parece que vive en una burbuja en la que solo vivieran riquillos y famosetes, a ver como los mismos indigentes que dejé siguen pasando las horas al sol, a ver que España está herida de muerte por unos políticos que dejaron un país en coma y otros que intentan despertarlo y no pueden… y sobre todo, a la gente que sigue viviendo pensando que la política es lo único que merece la pena en el mundo… especialmente tengo un recuerdo para IU, y es este: Qué feliz he sido en el tercer mundo mientras pasaba necesidades de todo tipo, pero sin saber nada de vosotros… Lo malo es que, a partir de ahora, tendré que seguir viendo a estos individuos en la tele o en el Facebook. Yo les mandaba a Antananarivo, para que vieran lo que de verdad es trabajar para el pueblo…, y no vivir de él, que es bien distinto…

Por lo demás, todo bien. La temporada de conciertos empieza, así que espero veros en alguno de los Hey Folks!, si es que tocamos cerca… 

Y con esto y un bizcocho, se acabó todo… Y si quieres saber algo más, solo tienes que preguntar. Ya sabes dónde estoy. 

Un abrazo!!